Ralf Rangnick
RB Leipzig 2018-2019
No había libros, ni ejercicios. Ni siquiera teníamos el vocabulario para describir el tipo de cosas que estaban pasando sobre el campo.
Lo que sí sabíamos es que eso era el futuro. Y lo teníamos que descifrar.
En ese momento yo era jugador-entrenador del FC Viktoria Backnang, de la sexta división alemana, en las afueras de Stuttgart. No éramos muy buenos, pero tuvimos un golpe de suerte cuando durante un frío día de febrero, en 1983, nos topamos con un genio.
El Dinamo de Kiev, el equipo del legendario entrenador Valeriy Lobanobskyi (abajo) estaba alojado en un centro de entrenamiento cercano y necesitaba un rival fácil para jugar un amistoso. A los pocos minutos del partido, cuando el balón salió para un saque de banda, tuve que detenerme para contar sus jugadores. Algo no estaba bien. ¿Tenían 13 o 14 hombres sobre el campo?
Yo ya había jugado contra equipos de primer nivel – siempre saliendo derrotados, por supuesto – pero esos equipos por lo menos nos habían dado algún respiro. El Dinamo de Kiev fue el primer rival que presionaba de forma sistemática.
Esa fue mi epifanía futbolística. Comprendí que existía una forma distinta de jugar.
Un par de años más tarde, me nombraron entrenador del equipo aficionado VfB Stuttgart. Allí conocí un ingeniero civil que había aprendido de forma autodidacta las tácticas del fútbol y se había convertido en el primer entrenador en Alemania en poner en práctica el Ballorientierte Raumdeckung, un sistema que combinaba la marcación zonal con el pressing agresivo.
Se llamaba Helmut Groß. Empezamos a escribir manuales de entrenamiento juntos. Teníamos amigos en Italia que nos enviaban videos del AC Milan de Arrigo Sacchi. Poníamos pausa y retrocedíamos las cintas tantas veces que el equipo de reproducción se rompió.
En 1998, yo estaba a cargo del SSV Ulm en la segunda división de la Bundesliga y salí en televisión hablando de las ventajas de jugar con una línea de cuatro defensas fija. En el país que había dado al mundo la figura del líbero, eso se consideraba como una novedad. Casi una herejía. “La táctica es algo para los jugadores malos”, solía decir Felix Magath.
“Si quieres aumentar la velocidad de nuestro juego, tendrás que desarrollar mentes más rápidas que pies más rápidos”
Afortunadamente para la Bundesliga, esa actitud ha cambiado. Muchos equipos a los que nos enfrentamos con el RB Leipizig juegan con una versión del juego de presión, para combatir fuego con fuego. Muchas cosas que eran revolucionarias hace 10 o 15 años, ahora se han vuelto la norma.
Sin embargo, todavía hay diferencias. Recientemente, fuimos testigos de la vuelta al sistema de 3-5-2 y una marcación más de hombre a hombre.
A veces, los equipos aparcan dos autobuses en frente de sus áreas y te obligan a tener mucha posesión, lo que hace más difícil generar aceleración y crear oportunidades de gol claras. Si tienes mucha posesión, tu juego se parece al balonmano y no llegas a ningún sitio.
Estamos dispuestos a efectuar pases arriesgados, con el peligro de que se pierdan, porque eso abre la posibilidad de atacar el segundo balón.
Lo más emocionante para mí es ver como el juego de transición se ha desarrollado y acelerado. Tantas cosas pasan entre los 8 a 10 segundos después de que el balón se gana o se pierde. Esos momentos deciden partidos y gran parte de nuestro entrenamiento está enfocado a lo que llamamos comportamiento de manada enjambre, el movimiento sincronizado de jugadores.
Hace cinco años, me hubiera parecido imposible que un entrenador de atletismo me dijera cuantos metros debería correr mi equipo en los entrenamientos y a qué velocidad. Pero eso es lo que está sucediendo. En el pasado, confiabas en tus ojos y en tu instinto como entrenador para encontrar la dosis adecuada. Ahora es un poco como alquilar un coche: te dicen cuanto hay en el tanque y tu kilometraje.
Los entrenadores de atletismo están a cargo de la planificación de la semana completa de entrenamiento en cuanto a la intensidad de cualquier día. Nosotros seguimos su guía.
“Dejando de lado los gustos musicales, tengo una fuerte conexión con los jugadores"
Si tienes que aumentar la velocidad de nuestro juego, sin embargo, tienes que desarrollar mentes más rápidas, en lugar de pies más rápidos.
Los progresos se traducen en ver las cosas más rápidamente, analizarlas más rápidamente, tomar las decisiones más rápidamente y actuar más rápidamente. En el Leipizig, trabajamos en aumentar el espacio de memoria y el ritmo de procesamiento. Ponemos a los jugadores en un Soccerbot, por ejemplo, una máquina que simula los partidos anteriores y permite que los jugadores vuelvan a vivir momentos específicos de los partidos.
Es fútbol de PlayStation pero con tus pies. Los jugadores lo disfrutan tanto que muchas veces es difícil lograr que dejen la máquina.
Yo diría que me he vuelto más tranquilo en mi etapa como entrenador. Aprendí que muchos errores se derivan de involucrase emocionalmente demasiado durante los partidos, ya sea porque te has enamorado de la actuación del equipo o porque estás enojado.
Es importante mantener un equilibrio y mirar el juego desapasionadamente para analizar lo que está sucediendo y lo que quizás hace falta cambiar.
La experiencia me enseñó que los jugadores necesitan reglas claras. Sin embargo, no basta con decirles lo que no pueden hacer y lo que tienen que hacer. Tienes que convencerlos de que atenerse a las reglas es algo bueno para ellos. Es necesario que el vestuario lo crea.
Las reglas garantizan que los jugadores vayan por el buen camino porque no todo puede venir de arriba. La propia presión de los compañeros es más fuerte que la presión del jefe.
Y las reglas tienen que aplicarse a los entrenadores también. Tienes que practicar lo que predicas todo el tiempo.
“Hay un cierto anhelo nostálgico en algunas secciones del fútbol alemán por personajes más locos. Pero esos días quedaron en el pasado”
Tengo 60 años y doy gracias a que tengo mi propia oficina, más que todo para escapar de la música que ponen en el vestuario antes de los partidos. Hubiese sido demasiado fuerte cuando yo jugaba. Pero dejando de lado los gustos musicales, tengo una fuerte conexión con mis jugadores. Una vez que dejas de entenderlos – sus miedos y aspiraciones – tienes que dejar de ser entrenador. Tengo la suerte de que dos de mis hijos tienen la edad de mis jugadores.
Veo como un deber ayudarles con todas la tentaciones y realidades falsas que se encuentran al ser jóvenes que tienen mucho dinero. La clave es tratarlos como adultos, incluso si algunos aun son adolescentes o se comportan como si estuvieran en la pubertad. Tienes que explicarles las cosas de forma lógica, explicarles por qué la nutrición y dormir bien son importantes para su salud y rendimiento.
En general, todo el mundo tiene los pies sobre la tierra en el Leipzig. Son un grupo bastante sensato. Hay un cierto anhelo nostálgico en algunas secciones del fútbol alemán por personajes más locos. Pero esos días quedaron atrás.
Los jugadores que se comportaban de ese modo no podrían funcionar debido a las exigencias físicas del juego. El fútbol se ha vuelto tan rápido e incesante que solo atletas en plenas condiciones pueden tener éxito.
La táctica, el estado físico y las reglas son enormemente importantes pero son solo un medio para un fin. Mi trabajo -el trabajo – es mejorar a los jugadores.
Los jugadores te siguen como entrenador si sienten que los estás haciendo mejores.
Esa es la motivación más grande y sincera que hay.
Redacción: Héctor Riazuelo