El Camino 1 min read

Preparado para dirigir

Preparado para dirigir
Fotografía: Tim Jobling
Redacción
Héctor García
Publicado el
septiembre 9 2019

Joe Cole

Chelsea, 2003-2010

Una anomalía.

Eso era yo. Tenía casi 11 años y jugaba por primera vez en un equipo de fútbol. Fue entonces cuando me di cuenta que era diferente a los demás chicos. Tenía atributos que los otros no poseían porque, hasta ese momento, nadie me había dicho cómo jugar al fútbol. Simplemente había estado jugando. Intentando crear algo.

Me interesaba más jugar al fútbol que verlo.

Mi padre no era hincha de ningún equipo, así que iba a ver al Chelsea con un amigo y su padre.

Sin embargo, aun así estaba más interesado en lo que yo podía hacer con el balón que mirar a otros pateándolo.

Siempre fue así. Desde mis primeros días en el colegio, cuando vi en el recreo a un chico golpeando un balón en el aire, dejándolo rebotar y luego hacerlo girar sobre su cabeza.

Pasé el resto de ese día intentando hacer lo mismo. Después no me volví a separar de un balón de fútbol. Lo rebotaba contra la pared. Lo mantenía en el aire. Voleaba contra la pared. Era lo que me interesaba.

Hasta Italia 90’. Ese Mundial fue la primera vez que nos sentamos a ver el fútbol como familia. Eso cambió todo para mí. Vi como el fútbol podía unir a la gente. No solo a mi familia, sino a toda la nación. Me sentaba tan cerca como podía de la televisión mirando a Paul Gascoigne y pensando que quería jugar para Inglaterra.

Más que eso. Quería estar en un Mundial jugando para mi país.

Tom Shaw/Allsport

Sin embargo, por entonces, el fútbol inglés era diferente. Nadie jugaba con el número 10. No se jugaba entre líneas. El juego de posesión no era algo que se admiraba. Tampoco la habilidad de mantener el dominio del balón en situaciones complicadas. El fútbol inglés era ir hacia adelante, mandar el balón a las bandas, centrarlo y cabecearlo.

El juego es mejor ahora.

Estoy orgulloso de lo que he hecho, pero si pudiera devolver todas las medallas, todo el dinero, todos los recuerdos y comenzar mi carrera de nuevo, lo haría.

Como dije, era una anomalía. Durante mucho tiempo en mi carrera la gente se concentraba en lo que yo no podía hacer, en vez de lo que sí podía.

Es todo parte de mi recorrido. Y ahora que he llegado al final de mi carrera como jugador, puedo usar todas esas experiencias para que me ayuden en el próximo paso: convertirme en entrenador.

De niño, el primer reto que enfrenté fue escoger un club. Menos de seis meses después de haberme unido a un equipo, tenía a todos los clubes de Londres llamando a mi puerta. Todo un mundo nuevo se abrió para mí y fue increíble. Me iba a jugar para el Manchester United por unos días y luego para el Everton. Lo pasaba genial, jugando cuatro o cinco partidos a la semana.

"Aprender a lidiar con el hecho de ser foco de atención fue algo completamente distinto"


Sin embargo, hubo un club que me pareció bueno para mí. La academia del West Ham era un hervidero. Los mejores jugadores estaban allí y también los mejores entrenadores. Aunque solo seas un chico joven, tienes que confiar en tu intuición.  No sabía que Frank Lampard, Rio Ferdinand o Michael Carrick saldrían de ahí también. Yo solo seguí mi instinto.

Aprender a lidiar con el hecho de ser foco de atención fue algo completamente distinto. Tenía 15 años cuando un periódico publicó una noticia diciendo que yo ganaba 5.000 libras más a la semana que el Primer Ministro. Fue totalmente inventada. Yo estaba ganando para cubrir mis gastos, como todos los demás jugadores jóvenes del West Ham. Pero la verdad no importaba. Todo mi mundo había cambiado. Repentinamente, era un hombre señalado por los medios.

Tim Jobling

Por suerte, era bueno dejando a un lado la presión, así que no siento que haya sido algo que alguna vez haya afectado mi desempeño sobre el campo. De hecho, cuando dos años más tarde debuté en la Premier League contra el Manchester United, recuerdo que pensé: “Estoy listo. Ahora soy un profesional. Esto es solo otro partido de fútbol”.

No me daba miedo Old Trafford.

Lo primero que hice fue darle una patada a Jaap Stam. Sí es verdad que  parecía estar un nivel más alto que yo, pero no me intimidaba. Simplemente era cuestión de arrancar y salir a jugar.

Tres años después, estaba en mi primer Mundial, jugando para Inglaterra. Bueno, no jugué mucho, pero el solo hecho de estar ahí me causó un gran impacto. Estaba rodeado de jugadores como Rio (Feerdinand) que estaba por irse al Manchester United, y de todos los chicos del United que estaban jugando en la Champions League. Eso me puso a pensar.

Quería dar el siguiente paso.

Y quería lograrlo con el West Ham. Habíamos terminado séptimos la temporada anterior, así que no estábamos muy lejos. Pensaba que si comprábamos cuatro jugadores más durante el verano tendríamos una buena oportunidad de estar más arriba.

Pero vendimos más jugadores de los que fichamos. Comenzamos la temporada muy mal y terminamos colocando a Ian Pearce - un fantástico defensa - en la delantera durante seis jornadas. No teníamos suficientes reserva. A los 21 años yo era el capitán de un West Ham que estaba desesperadamente intentado salir de la zona de peligro.

Llegamos a 42 puntos, pero no fue suficiente. Descendimos.

Sabía que era el momento de dar un paso adelante. Quería jugar de forma regular para Inglaterra. Jugar en la Champions League. Ganar cosas. Quería seguir avanzando y eso no iba a suceder con el West Ham.

Conocí a Claudio Ranieri y me gustó su forma de ser. Me gustó su manera de ver el fútbol. Así que di el salto. Mientras estaba sentado en un café de la calle King´s Road de Londres, mi padre y mi agente negociaron el trato para que me fuese al Chelsea. Todo se hizo en unas pocas horas. Fue una de las mejores decisiones que tomé en mi vida.

Fue una época loca en el club. Roman Abramovich acababa de llegar y había firmado muchos jugadores de clase mundial. Yo solo fui realmente una opción de último momento. Aunque a mí eso no me importaba. Obstinado. Terco. Llámalo como quieras. Mi actitud era: “Estoy aquí y voy a jugar”.

Fue una temporada muy loca Terminamos segundos en la Premier League. Alcanzamos las semifinales de la Champions. Pero al final de la campaña, Claudio (Ranieri) se había ido.

Ben Radford/Getty Images

Yo había visto al Porto de José Mourinho ganar la Copa UEFA el verano anterior y había quedado impresionado. Como entrenador, el hombre era incluso más impresionante. Desde el momento que llegó pude sentir que llevaría al club hasta el próximo nivel.

De inmediato, él la agarró conmigo. Quiero decir, me trató muchas veces con mano dura. Es algo conocido públicamente. Y mirando atrás, hubo momentos en los que estuve realmente enojado con él, pero sabía lo que estaba haciendo. Sabía cómo provocarme y hacer que rindiera. Sabía que, si me excluía de la alineación, en el siguiente partido cuando me diera 20 minutos, conseguiría lo mejores 20 minutos de mí.

Y no solo criticaba. Recuerdo que le dijo a la prensa que Frank Lampard era el mejor jugador del mundo. En ese entonces, Frank no se daba cuenta de lo bueno que era, pero apenas Mourinho lo dijo, los hombros de Frank se echaron hacia atrás. Le sacó un 10 por ciento más a Frank que ni siquiera yo sabía que tenía. Mourinho sabía qué decir para sacar lo mejor de jugadores que eran distintos.

"Mourinho me hizo convertirme en un jugador más completo. Fui la mejor versión posible de mí mismo para el Chelsea en esa etapa"


La gente dice que me cambió como jugador, y lo hizo. Pero yo solo estaba buscando mejorar. Mi inclinación natural era ser un jugador creativo. Sacar la mayor alegría posible de mi fútbol.  Pero nosotros estábamos viviendo en un ambiente en donde eso no te daba los tres puntos en un sábado. Eso no hacía que tu entrenador se quedara en su puesto. Así que necesitabas cambiar.

A pesar de eso, era algo que volvía a salir en mi juego. Así que no importa cuántas veces me lo dijera. A veces intentaba algo y tenía que levantar las manos: “Lo siento jefe. No debí hacer eso”.

Al final, eres lo que eres.

En todo caso, Mourinho me hizo convertirme en un jugador más completo. Fui la mejor versión posible de mí mismo para el Chelsea en esa etapa.

Todo cambió cuando me rompí mi ligamento cruzado en 2009. Nunca fui el mismo jugador después de eso. En ese momento es difícil admitirlo porque siempre estás intentando volver a estar arriba, subido la montaña, pero mucho de mi juego dependía de la rapidez de mis pies y mi agudeza, y había perdido un poco de eso.

Tim Jobling

Aún me quedaba vivir buenos momentos. Jugar para el Liverpool y marcar en frente a The Kop, jugar en la Champions League para el Lille… Sin embargo, los siguientes seis años nunca pude mantenerme alejado de las lesiones. Sentí que mi cuerpo me estaba fallando.

Ya tenía 33 años cuando pude jugar de manera consistente otra vez. Sentí como si hubiese descifrado el código. Realmente se trataba sobre cómo aprender a manejar mi cuerpo.

Fue cuando me enamoré del fútbol por segunda vez.

Fútbol de verdad.  ¿Sabes? Campos horribles. Martes en las noches. Solo unos pocos miles de espectadores. Recibiendo patadas por todos lados. El Coventry City estaba muy lejos de las noches de Champions League en Stamford Bridge.  Pero yo también distaba mucho de ser el mismo jugador. Me encantaba.

Luego en Estados Unidos con el Tampa Bay aprendí mucho del juego, tanto dentro como fuera del campo.

Ahora estoy listo para ser un entrenador joven. Estoy listo para escuchar, aprender y asimilarlo. Cometeré errores, pero me ocuparé de ellos y volveré. Utilizaré toda mi experiencia para manejar la presión y las lesiones, aunque no dependerá solo de eso. Tienes que mirar al futuro y ver cómo será el fútbol, más que vivir en el pasado y lo que funcionó para ti como jugador.

Es algo grande vivir tu vida ejerciendo tu pasión.

Ahora, eso significa otro paso para mí.