Entre tanto, el club estaba preparando la siguiente temporada y le ofreció el puesto de entrenador a Pacho Maturana, por entonces entrenador del Real Valladolid.
A mí me ofrecieron el cargo de director deportivo. Me dijeron que sabía idiomas, que podía estar preparado para esa función y otros argumentos positivos. Pero les dije que no, que no me sentía inferior a nadie.
A Ramón Mendoza, ganador de las elecciones, no le sentó muy bien mi respuesta.
Así que me llamó para reunirnos los dos en un conocido restaurante en Madrid. Un sitio donde él se manejaba bien.
“Radomir, en esta mesa nunca nadie me ha rechazado una propuesta”, me dijo Mendoza. Yo fui claro en mi respuesta: “Debe de ser que nunca antes tuviste un serbio en frente”.
Mi postura tras esa cena seguía siendo clara, que no contasen conmigo.
“Soy el único que puede decir que ha entrenado a los tres grandes de España: Real Madrid, Atlético de Madrid y Barcelona. Eso te hace sentir orgulloso”
Sin esperarlo, días después me llamaron para ser el entrenador. El club había tomado esa decisión finalmente.
Aunque lo hice sin contrato. Incluso el día de la presentación del equipo en el Santiago Bernabéu delante de toda la afición estaba aún sin contrato. La firma llegó el día después.
Hicimos la pretemporada en Udine (Italia). Algunos jugadores se quejaban mucho de los entrenamientos. Uno de ellos era Rocha, uno de los nuevos fichajes. Recostado sobre una silla, me dijo: “Entrenador, mucha agua mata planta”.
“Tú calla y trabaja, porque esto te servirá más tarde”, le respondí.
El equipo empezó muy bien la Liga. Y continuó mejor. No solo éramos líderes. Sacábamos 8 puntos de ventaja sobre el segundo, el Barcelona, cuando por entonces se daban dos puntos por victoria.
Batimos todos los records de puntos y de goles, con los jugadores rindiendo a un alto nivel.
A pesar de eso, el club decidió despedirme a mitad de temporada.
Me lo comunicaron después de ganar en casa al Tenerife.
Ya habían pasado cosas antes de que tomaran esa decisión. Situaciones ajenas al equipo y a su rendimiento sobre el campo. Todo venía de fuera.
Este tipo de experiencias, aunque no te gusten, sirven para crecer y aprender. Descubres cómo debes trabajar de cara al futuro. Cuando llegas a un club en esa situación, lo primero que debes hacer es detectar el problema. Si lo consigues, el resto está casi resuelto.
Así lo hice también en el FC Barcelona.