Pablo Guede
Puebla, 2024-Presente
Cuando terminé de jugar, me saqué el título de entrenador. Sin embargo, lo dejé olvidado.
Saqué el título porque los compañeros con los que estuve jugando lo hicieron, así que fue más por imitación que por la intención de enfocarme en ello. Tenía varios motivos para no entrenar, pero uno por encima de todos: yo había sido jugador, y me parecía muy difícil manejar un grupo.
No me gustaba.
Por otro lado, tenía mi trabajo y una vida muy cómoda y feliz con mi familia en Málaga, porque nos quedamos a vivir ahí después de mi retiro como jugador. Entonces, ¿para qué entrenar y complicarme? Es lo que pensaba, pero todo cambió, y fue por culpa —en el buen sentido de la palabra— de un amigo que era director del CD El Palo, un modesto equipo de Málaga.

“Pablo, necesito que nos ayudes. Nuestro entrenador tiene un problema de salud y tiene que dejarlo. ¿Puedes hacerte cargo del equipo mientras a mí me da tiempo de encontrar un nuevo entrenador? No serán más de cinco partidos”, me dijo. Yo llevaba para entonces siete años alejado del fútbol.
“Tajantemente no. Lo siento, pero no me gusta, ya lo sabes”, le dije a mi amigo. Pero no cumplí con mi propia palabra. ¡Por suerte! Fui a entrenar para echar una mano y, aquel primer día, me agarró una sensación adentro. Fue como volver al fútbol. La misma que cuando eres niño y juegas por primera vez al fútbol, ¿sabes?
¡Me encantó!
"Pelear cada día por salvarse son otras vivencias como entrenador que te hacen mejor y más fuerte. No vale rendirse nunca".
“No busques a nadie: me quedo yo”, le dije a mi amigo cuando terminó el entrenamiento. Después llegué a casa y le conté a mi mujer lo que me había pasado, mi sensación y la apuesta decidida por entrenar.
“Vale, está muy bien”, respondió ella con tranquilidad.
“No, no está muy bien. Nos va a cambiar la vida. Si esto va medianamente bien, tenemos que cambiar a los chicos de ciudad, país, colegio... Pero si las cosas van mal, estás en la calle. ¿Me quieren acompañar en todo esto?”.
“Sí, claro. Vamos todos juntos”, zanjó mi esposa.
Así fue como empezó mi camino como entrenador.

Después de los cinco partidos para terminar el año, tuve que empezar la siguiente temporada desde cero, armando una pretemporada. Sin embargo, yo no tenía idea de cómo hacerlo. Hablé con Marcos Álvarez, gran amigo y mi ‘profe’ cuando yo jugué en el Elche. Le conté que iba a ser entrenador, pero que no tenía idea de cómo hacer una pretemporada.
“¿Me haces una?”, pregunté.
Pero Marcos me dio un “no” por respuesta.
“Dale, Álvaro, ¿cómo no me vas a hacer una pretemporada?”, insistí.
“No, Pablo. Hazla tú, mándamela y yo te la corrijo”, me señaló Marcos.
"Tenía varios motivos para no entrenar, pero uno por encima de todos: yo había sido jugador, y me parecía muy difícil manejar un grupo"
No insistí más porque sabía que no valdría de nada, aunque yo hubiera preferido que fuera de otro modo. Sin embargo, con el paso del tiempo, me di cuenta de que esa fue la mejor ayuda posible que recibí de Marcos en ese momento. Para empezar en esto necesitaba estudiar mucho, hablar con muchos entrenadores y asesorarme profundamente. Si Marcos me hubiera dado una pretemporada, no habría hecho nada de eso.
Eso sí, después tienes que meter todo lo que tienes en tu cabeza en unas hojas. ¿Cómo empiezo y por dónde? El miedo al folio en blanco. Finalmente pude ordenar todas las ideas, acompañadas por mi propia experiencia como jugador: ahí me basé mucho en cómo entrenaba con Marcos.
Diseñé la pretemporada y se la mandé a Marcos. Su feedback fue bueno.

Todo iba muy bien en el CD El Palo. El segundo año salimos campeones de la categoría y ascendimos a Segunda B. Sin embargo, tuvimos que volver a Argentina. Mi padre enfermó y no lo dudé: tenía que estar con él.
Después de tantos años en España nadie se acordaba de mí en Argentina. No fue empezar de cero, como se suele decir. Fue incluso peor, porque me tocó empezar de menos diez. De hecho, estuve siete meses sin hacer nada.
Encontré entonces la oportunidad de Nueva Chicago por un amigo. “Van a echar al entrenador del primer equipo y de las inferiores, así que están buscando entrenadores. ¿Por qué no te entrevistas con ellos?”, me recomendó. Y fui al club. Ahí me entrevistaron y empecé a entrenar en el equipo de cuarta y quinta división de Nueva Chicago. La calidad de gente que maneja el club es impresionante. Cuando después agarré el primer equipo de Chicago en un interinato y salimos campeones, fue cuando llegó el siguiente paso: Palestino.
"Después tienes que meter todo lo que tienes en tu cabeza en unas hojas. ¿Cómo empiezo y por dónde?"
“Puedes hacer lo que quieras para desarrollarte como entrenador. Jugar como vos quieras. Ahí no vamos a entrar. Pero sí en los objetivos: no descender y que jueguen muchos chicos de las inferiores”, me dijo la directiva del club. Por suerte superamos esa orden, porque nos metimos en Libertadores, jugando un buen fútbol y con muchos chicos de las inferiores.
Por todo lo que hicimos, Palestino me dio la posibilidad de llegar a San Lorenzo. No obstante, el club que me cambió la vida fue el CD El Palo. Ahí me hice entrenador y logré el título más difícil, porque ascender en tercera división en España con el presupuesto más bajo de todos los clubes —el jugador que más cobraba ganaba 200 euros— tiene mucho mérito. Sin el CD El Palo yo no habría cumplido ninguno de mis tres sueños.

Cuando decidí ser entrenador yo tenía tres sueños: entrenar al Málaga, porque era un club en el que jugué y tenía un sentimiento especial; entrenar a Argentinos Juniors, el equipo de mi barrio; y entrenar a San Lorenzo, porque yo soy hincha del club. Incluso siempre he puesto una cláusula en los contratos que he firmado: “Si me voy, me cobras lo que vos quieras. Menos si viene a buscarme San Lorenzo, el Málaga o Argentinos Juniors”.
Cuando me vino a buscar San Lorenzo lo primero que hice fue hablar con el presidente de Palestino. “Sin ningún problema. Nosotros hemos jugado la Copa Libertadores y la final de la Copa Chile. En definitiva, hemos hecho un gran año y medio contigo. Ahora te toca cumplir tu sueño”, me dijo el presidente.
"Por todo lo que hicimos, Palestino me dio la posibilidad de llegar a San Lorenzo. No obstante, el club que me cambió la vida fue el CD El Palo"
En seis meses con San Lorenzo ganamos la Supercopa de Argentina y lo clasifiqué para la Copa Libertadores. Para mí fue superpositivo. Sin embargo, quedamos fuera de la Libertadores en una fase de grupos con dos equipos que juegan en altura, Toluca y Liga de Quito, con la dificultad que eso conlleva.
En San Lorenzo aprendí algo para lo que no estaba preparado, porque no lo había vivido hasta entonces como entrenador: ganas o te vas a la calle. Es ahí cuando sientes una presión que te lleva al límite, porque tu trabajo depende de un buen resultado o a veces de un gol.
Recuerdo cuando jugamos contra Belgrano en casa. La cancha estaba que explotaba porque perdíamos 2 a 0 con Belgrano. Entré en el entretiempo y hablé con los muchachos:
“Disfrutemos porque, si no le damos vuelta, estoy fuera”.
Ganamos ese partido 3-2 y siete más de los últimos ocho —el otro fue un empate— para terminar primeros de nuestra zona en la clasificación y jugar la final contra el Lanús de Jorge Almirón. Sin embargo, perdimos 4-0 contra Lanús.

En julio de 2016, renuncié al cargo en San Lorenzo. Me dolió mucho tomar la decisión de renunciar a mi sueño, pero el tiempo da y quita razones. Y también pone a cada uno en su sitio.
Después de Argentina, volví a Chile. Yo había visto a Colo-Colo desde fuera cuando estuve en Palestino, pero, una vez dentro, ves que no es uno de los grandes. Colo-Colo, simplemente, es el más grande.
Sin embargo, es tan grande que asimilar todo lo que ocurre es muy difícil. Debes estar preparado en todo momento. No hablo solo de la parte táctica. Te encuentras con muchas cosas que a veces no sabes cómo manejarlas. También con la prensa. Lo admito: el manejo con la prensa no es uno de mis fuertes y por estoy trabajando para mejorarlo ya que muchas veces me cuesta transmitir lo que yo siento o lo que yo soy delante de un micrófono.
"En San Lorenzo aprendí algo para lo que no estaba preparado, porque no lo había vivido como entrenador: ganas o te vas a la calle"
Mi tiempo en Colo-Colo (2016-2018) fue muy, muy intenso. Ganamos el campeonato, la Copa de Chile y dos Supercopas. Y no perdí ningún clásico contra Universidad de Chile, sumado a la gestión de todo lo que rodea al club.
Y ahí decidí hacer un parón. No es que estuviera cansado de vivir toda esa presión en Colo-Colo. La razón fue otra. Me habían venido a buscar varias veces de Arabia antes, pero las había rechazado. Sin embargo, en ese momento tomé la decisión de ir allí.

“Me voy a Arabia y ahí gano dinero para después elegir donde yo quiero ir sin depender de la plata”. Esa fue la razón que di a mi gente. Y fue una de las mejores decisiones que tomé, porque desde entonces voy donde quiero y donde el proyecto me seduce, sin depender de si me dan más o menos dinero.
Firmé dos años por Al-Ahli, pero nos echaron a los once meses. Los resultados eran muy buenos, pero allá el fútbol a veces depende de otras cosas. Se fue el jeque que estaba en el equipo y llegó otro que quería que yo pusiera en el equipo a varios jugadores que habría traído él. Le dije que a mí eso no me gustaba y que no iban a jugar conmigo. Pues bien, después de escuchar mi explicación, el jeque me dio las gracias por todo y me despidió.
"Yo había visto a Colo-Colo desde fuera, pero, una vez dentro, ves que no es uno de los grandes. Colo-Colo, simplemente, es el más grande"
Después de no parar desde 2011, cuando empecé en el CD El Palo, hasta 2019, la salida de Arabia, decidí tomar una pausa para estar con la familia. Cuando entreno mi rutina son siete días a la semana y 24 horas en el fútbol. Entonces, ahí paré la pelota y nos fuimos a España para ver varias ciudades durante un tiempo largo.
Una tarde, estábamos paseando en Madrid, en el centro de la ciudad, cuando recibí una llamada al móvil de un número desconocido. Era la gente de Monarcas Morelia para firmar con ellos.
Morelia era un equipo que me gustaba porque había un montón de jugadores chilenos. Además, el fútbol mexicano me parecía muy atractivo y la calidad del futbolista mexicano es muy buena.

Aparte de todo eso, la virtud del fútbol mexicano es que cada equipo tiene sus armas, y vos tienes que ir a ganar contra ellas. Está Tijuana, que juega al nivel del mar y en césped sintético. O Pumas, con partidos al mediodía y el césped alto. O Puebla y la altura...
Cada equipo tiene sus armas más allá del juego y cualquiera puede ganarte. Eso me encanta.
Sinceramente, estaba muy bien en México, con mis pasos siguientes en Tijuana (2020/21) y Necaxa (2021/22). Pero en abril de 2022 llegó la llamada del Málaga. Uno de mis tres sueños como entrenador, aunque tomar el equipo en ese momento estaba muy lejos de ser un sueño, porque estaba en puestos de descenso en la Segunda División y en uno de sus peores momentos de su historia.
"Me voy a Arabia y ahí gano dinero para después elegir donde yo quiero ir sin depender de la plata”
Pero no me importó nada. Yo tenía un gran sentimiento hacia el club y los aficionados. Y después de que varios entrenadores le dijeran antes que no, era el momento de ponerle el pecho para ir allí.
Las emociones de entrenar al Málaga fueron demasiado fuertes. Me acuerdo del primer partido contra el Real Valladolid. Me pusieron a toda mi gente atrás del banco. De lo emocionado que estaba, no me daba tiempo de ver a los jugadores del Valladolid, cómo se estaban moviendo. Me sentí mal cuando terminó el partido porque no controlé el juego de toda la emoción que tenía. Pero, afortunadamente, solo fue ese día. En los partidos conseguí manejar toda esa emoción.

Salvamos al equipo del descenso, pero la siguiente temporada (2022/23) decidimos llegar a un acuerdo para dar por finalizada mi etapa en los primeros partidos. Es cierto que no salió como yo esperaba, pero no me arrepiento de mi decisión de ir a Málaga. La sensación de haber salido a la cancha del Málaga con mi hijo, volver a entrar a la Rosaleda llena y que la afición por un momento coreara mi nombre, no tiene precio.
Ahí cobró más valor por qué me fui a Arabia y tomé la decisión de hacerlo para después elegir el equipo que yo quisiera.
"Las emociones de entrenar al Málaga fueron demasiado fuertes. Me acuerdo del primer partido contra el Real Valladolid. Me pusieron a toda mi gente atrás del banco"
Por eso también pude cumplir el último de mis tres sueños: Argentinos Juniors. Me encantó el club por la gente que lo maneja y que conocí. El presidente, Cristian Malaspina, es un crack. Yo le tengo una admiración tremenda por lo que hizo con ese club, agarrándolo en una situación catastrófica y logrando montar un predio de entrenamiento a nivel europeo. Hicimos debutar a un montón de chicos con mucho futuro para el club. Por algo a Argentinos Juniors se le llama "el semillero del mundo".
En Puebla, club que llegué en diciembre de 2024, el objetivo es igual que en Argentinos Juniors o en el Málaga: toca pelear. Porque en estos clubes el título no es ganar la liga. Aquí el gran título es pelear cada día, y con eso convives.

Antes gané ligas, copas o jugué Libertadores, pero pelear cada día por salvarse son otras vivencias como entrenador que te hacen mejor y más fuerte. No vale rendirse nunca.
Sin embargo, sé que me estoy perdiendo cosas importantes de mi familia. Yo le dije a mi hija que iba a estar con ella el primer día de universidad. Pero me llamó Argentinos Juniors y no pude. Tampoco estuve con mi hijo cuando recibió el título de piloto. Todo eso me lo he perdido y ya no vuelve.
Por eso tengo una promesa a mi familia: tres años más y lo dejo. No hay vuelta atrás. Mientras llega esa fecha, quiero seguir dando el máximo como entrenador.

Pablo Guede