La idea de tomar ese paso me la había puesto en la cabeza mi amigo Juan José “Cheché” Vidal cuando un día fue a verme jugar.
“Mira ‘Gio’, me parece que tendrías la oportunidad de irte a Estados Unidos. Conseguir una beca, estudiar, graduarte y al mismo tiempo jugar al fútbol”, me dijo.
Pero no fue hasta un tiempo después cuando me convencí de que era el camino que debía seguir.
Sin embargo, quedaba la otra parte. La más difícil, sin duda. Convencer a mi papá. Lo hice de manera directa; sin rodeos: “Papá, creo que mi camino está en Estados Unidos, y necesitaría que me ayudaras a comprar un boleto de avión para ir a buscar una beca de fútbol”.
“Al principio, no manejarme en inglés sí me presentaba algunas dificultades en las clases, pero no dentro del campo”
No sé si le convencí del todo, pero al menos accedió a comprar el boleto.
Regresé de Estados Unidos con buenas noticias. “Aquí tengo dos becas completas; pasé el examen”. Esta vez sí, mi padre respondió convencido: “Bueno, si es lo que quieres hacer hijo, entonces hazlo”.
Entre las dos opciones que tenía me decidí por la de Long Island University (abajo), en Nueva York.
Al principio, no manejarme en inglés sí me presentaba algunas dificultades en las clases, pero no dentro del campo. A pesar de ser muy joven, yo ya tenía suficiente experiencia como para solventar ese problema.