Todos los entrenadores hemos sido ladrones de ideas.
Ideas que luego las adaptas a tu realidad. Al final, se trata de darle tu toque personal a todo lo que has aprendido y vas aprendiendo.
No hubo un momento determinando donde decidí que iba a ser entrenador. No fue eso de que un día te levantas de la cama y te dices: “Quiero ser entrenador”.
Fue un proceso que se fue consolidando poco a poco. Desde los últimos años como jugador en el Rayo Vallecano. Ahí es cuando empezó a surgir esa inquietud y ganas de conocer distintas cosas que hacían los entrenadores.
Para mí los entrenamientos ya no solo eran entrenamientos. Había algo más. Me gustaba saber por qué entrenábamos de una manera u otra, saber por qué pasaban las cosas o cómo nos iba a jugar nuestro siguiente rival.
“Cuando surgió esa inquietud por ser entrenador, me di cuenta de una cosa: el río se ve diferente desde la otra orilla”
En esa etapa también comencé a hacer los cursos para ser entrenador. Por entonces, la preparación era distinta a la actual. Ahora los jugadores que han estado más de ocho temporadas en Primera División pueden hacer una magnífica preparación en solo un año.
Nosotros peleábamos por tener este tipo de cursos, pero en aquella época todavía necesitabas cinco años para tener el título.