Fase ofensiva:
En su ideario había una consigna principal: los buenos futbolistas siempre debían estar en el campo. Para ello, sobre todo en el caso del equipo del 70, tuvo que convencer a sus jugadores de interpretar roles que no eran los habituales. Un ejemplo de ello fue Wilson da Silva Piazza.
Piazza era un mediocampista central. Había sido convocado a la selección por Saldanha para que interpretara ese rol, pero una vez que Zagallo asumió la selección, se vio en la obligación de retrasar su posición en el campo para jugar de defensor central, un movimiento pensado en mejorar la salida del balón desde su propia área, mediante sus asociaciones con los laterales (Carlos Alberto y Everaldo) o con Clodoaldo, el nuevo volante central.
El Brasil campeón en México 70 fue un equipo muy dinámico, en el que los futbolistas ofensivos intercambiaban constantemente sus posiciones. Esto fue posible dada la naturaleza de cinco de ellos, los llamados “Cinco dieces”, que eran Gerson, Rivelino, Jairzinho, Tostao y Pelé. Aunque cada uno era la estrella de su respectivo equipo, bajo el mando de Zagallo aceptaron asumir nuevas posiciones que garantizaban su participación en el once titular.

Aquel equipo formaba en un 4-3-3 falso, ya que a pesar de esa disposición táctica, el equipo se caracterizaba por el intercambio constante de las posiciones. Salvo los defensores y el propio Clodoaldo, el resto de los futbolistas se movían por todo el campo de juego, adoptando diversas colocaciones siempre según lo que demandaba la circunstancia.
Al no haber posiciones fijas en estos cinco futbolistas, cada uno tenía la libertad de moverse por todo el frente de ataque sin mayores restricciones.
La construcción de juego comenzaba en Piazza, quien al recibir la pelota buscaba conectar con Clodoaldo o con los laterales, preferiblemente con Carlos Alberto. Una vez que esto sucedía, entraba en juego Gerson, el mariscal del equipo.
Gerson se convirtió en el eje de aquella selección. Su influencia era notoria en esa fase del juego, ya que de sus pies nacían las sociedades en corto, apoyándose en las proyecciones de los laterales, o buscando, por medio de un pase largo, la intervención de los futbolistas más adelantados. Una vez que se desprendía del balón, era el encargado de sacar al equipo para posicionarlo lo más alto posible. Gracias a esta dinámica llegaba a posiciones de remate, bien para habilitar a un compañero, o para finalizar él mismo las jugadas.

La proyección de los laterales, así como las sociedades que construían con los futbolistas cercanos, le daban al equipo de Zagallo la oportunidad de explotar dos de sus grandes claves ofensivas: el remate de cabeza de Pelé y el disparo de media distancia de todos sus atacantes. El 10 poseía un remate de cabeza casi perfecto que se combinaba con su potente salto y su capacidad para atacar espacios en carrera.
La figura goleadora de aquel equipo fue Jairzinho, con siete tantos en el torneo. Partiendo inicialmente desde la banda derecha aprovechó su capacidad para aparecer por sorpresa y anotó en cada uno de los partidos disputados por Brasil.
En ataque, la selección brasileña que conquistó México 70 era un equipo que mezclaba largas posesiones con cambios de frente. No obstante, fue su juego colectivo y el atrevimiento de sus figuras lo que le catapultó al triunfo y al Olimpo.
En su selección de Brasil de 1998, Zagallo jugó con un 4-2-2-2 muy definido en el que las proyecciones de los laterales (Cafú y Roberto Carlos) cobraban un gran protagonismo. Esto le obligó a jugar con un doble pivote en el centro del campo (Dunga y César Sampaio) para que el equipo no perdiera solidez defensiva.
Sus mediocampistas ofensivos eran zurdos (Rivaldo y Leonardo) y, aunque partían desde las bandas, no eran extremos al uso sino volantes que buscaban acercarse a posiciones de gol, por lo que la participación de los laterales era imprescindible para darle amplitud al campo de juego.

A diferencia del equipo del 70, este Brasil construía el juego desde su portero (Taffarel). El arquero era reconocido por su atinado juego de pies, lo que le permitía encontrar en los centrales (Aldair y Junior Baiano) o en los volantes centrales, el primer pase para avanzar hacia campo contrario. En caso de que los rivales ejercieran una presión alta, Taffarel podía lanzar en largo hacia los atacantes o volantes ofensivos ó, en su defecto, sacar provecho de la posición avanzada de los laterales.
Rivaldo y Leonardo eran futbolistas complementarios. El primero tenía una vocación más de atacante y pisaba el área con regularidad, sumando a esto su delicada pierna izquierda, capaz de poner un pase de gol en cualquier momento. Por su parte, Leonardo era un futbolista más fino, capaz de desenvolverse con comodidad en distintas zonas del campo. Su pasado como lateral le permitía desenvolverse con facilidad en la banda y desde ahí divisar la mejor opción de pase.

En esta selección, Zagallo hizo énfasis en promocionar las sociedades entre estos mediocampistas con los laterales. Cafú y Roberto Carlos no solamente recorrían la banda en búsqueda de espacios que ensancharan el campo de juego sino que cada uno tenía unas características que enriquecían cualquier táctica ofensiva.
Cafú era un gran pasador: cada centro suyo desde la banda derecha era una habilitación y, cuando por su banda desbordaba otro futbolista, era capaz de ocupar posiciones más centradas. En el otro costado, Roberto Carlos se caracterizaba por intentar hacer diagonales que le dejaran en zona de remate.
Aquel equipo jugaba con dos delanteros (Ronaldo y Bebeto) que no se ajustaban a la definición clásica del delantero centro sino que entraban y salían de la zona de definición constantemente. Sus movimientos les permitían asociarse con los volantes que llegaban o hasta con los laterales.
Ronaldo (abajo) estaba llamado a ser la estrella goleadora del torneo. Sin embargo, fue su juego sin el balón lo que más destacó. Gracias al arrastre de marcas y a su costumbre de tirarse unos metros atrás, Brasil gozó de una atípica cuota goleadora de Sampaio, así como de la efectividad de Bebeto y de Rivaldo. Aun así “El Fenómeno” marcó cuatro tantos.