El Camino 1 min read

Ciudad paraíso

Ciudad paraíso
Getty Images
Redacción
Héctor Riazuelo
Publicado el
marzo 29 2019

Markus Babbel

Western Sydney Wanderers, 2018-2020

Aún me enojo cuando veo las imágenes de ese partido.

La final de la Champions League, 1999. Bayern de Múnich contra Manchester United. Un partido que nunca me sacaré de la cabeza. Cada vez que pienso en eso, me digo a mí mismo: “Dios mío Markus ¿qué hiciste?”.

No es solo por la derrota.

Por supuesto que es duro de aceptar porque fuimos el mejor equipo en ese partido. Creo que todo se habría acabado con el segundo gol, pero nos tropezábamos siempre con el poste, el travesaño o con Peter Schmeichel.

Sin embargo, para ser totalmente franco contigo, cuando sonó el pitido final estaba contento de que todo hubiera terminado.

Sampics/Corbis vía Getty Images

Mi mayor sueño fue siempre ganar la Champions League. Devolvería mi Eurocopa por eso. Para mí es el mayor título que puedes ganar.

Pero en la final me puse tanta presión encima que no lo pude disfrutar. Todo lo que pensaba era en no cometer un error.

Cuando el partido se puso 1-1, pensaba: “¡Oh no, prórroga! ¿Cómo voy hacer?”.

Ya no podía correr. No porque el partido fuese muy físico, sino porque estaba mentalmente agotado. Estaba jodido.

"Muéstrame un entrenador que pueda hacerlo todo perfectamente... No es posible"


Solo me di cuenta de lo que habíamos hecho en las semanas y meses después. "Markus, imbécil, pocos jugadores han tenido la oportunidad de estar en una final. Tú lo hiciste y no lo pudiste disfrutar". Es realmente triste.

Jugar en un club como el Bayern de Múnich te enseña a tener un cierto tipo de mentalidad: solo vale ganar. Todo comenzó en las categorías inferiores. Al principio, no lo podía entender. Tienes 10, 11 años, terminas en segundo puesto y el coordinador del equipo te dice que eso no es suficientemente bueno.

En los torneos, los aficionados siempre te abucheaban y celebraban si perdíamos. Ahí es cuando aprendes la mentalidad para aceptar que todo el mundo está en contra. Así que teníamos que mostrar que éramos mejores que ellos.

Es un proceso que comenzó cuando apenas tenía 10 años.

Peter Schatz/Bongarts/Getty Images

En el Bayern, estuve aprendiendo todo el tiempo. Después me fui dos años al Hamburgo y a mi regreso a Múnich, al principio se me hizo difícil porque no estaba jugando. No estaba seguro de haber tomado la decisión correcta.

En ese momento, el entrenador del Bayern era Giovanni Trapattoni. Pasó conmigo muchas horas trabajando en mi técnica. Solo él y yo. Mejoré mucho y después de cinco o seis partidos me puso a jugar. Luego, ya de forma regular.

De todos los entrenadores que encuentras en el camino, aprendes algo distinto.

Las mejores reuniones de equipo eran las de Otto Rehhagel. Nos contaba historias y siempre estábamos riéndonos. Más tarde en mi carrera entendí lo que quería hacer: quitarte los nervios antes de los partidos.

Siempre uno se lleva algo bueno de cada entrenador. Por supuesto, hubo un par de cosas que no fueron tan buenas, pero muéstrame un entrenador que haga todo perfectamente... No es posible.

Yo tuve un entrenador que siempre les gritaba a los jóvenes. Si le gritas a los chicos de 18, 19, 20 años; entonces el club tiene un problema grande.

Si le gritas a alguien, que sea a los grandes jugadores, porque de ellos esperas que tengan las mejores actuaciones. Son los que marcan la diferencia.

Pero no a un chico de 18 porque no esté rindiendo. Él no es el problema.

"Escuché la noticia en la radio: 'Gran transferencia del Bayern de Múnich: Markus Babbel va al Real Madrid'"


Crecí en Múnich y allí solo veíamos el resumen de un partido de la Premier League a la semana, pero eso fue suficiente para que quedara fascinado con el fútbol inglés. Tottenham Hotspur, Liverpool, Manchester United… No podría decirte la razón, pero siempre fue especial para mí.

En esa época el fútbol italiano era más grande, aunque a mí no me interesaba. Lo mismo con España o Francia. Yo lo decía todo el tiempo: “Si me voy de Alemania, al único país donde iría es Inglaterra. Porque me gusta su fútbol. Me gustan los aficionados, los estadios, el ambiente. Si tengo la oportunidad, lo haré”.

Y entonces, por supuesto, tuve la suerte de ir al Liverpool. Un equipo especial.

Curiosamente, iba camino al aeropuerto para reunirme con Gerard Houllier cuando escuché la noticia en la radio: “Gran transferencia del Bayern de Múnich: Markus Babbel se va al Real Madrid”.

"Oh, esto es gracioso. Al parecer voy a Real Madrid, pero en una hora estaré montado en un avión hacia Liverpool".

"Gerrard tenía una muy buena técnica para su edad, pero al comienzo no administraba su potencia de la mejor manera"


En Liverpool, tuve una buena conversación con Houllier. Me explicó lo que quería que yo hiciera y el lugar donde iba a jugar. Tenía buenas sensaciones.

Fui a un partido y me senté en el palco pensando: “Tengo que hacerlo. Es exactamente lo que quiero”.

Liverpool es un nombre grande, también en Alemania. Y todo se concentraba ahí: el ambiente, lo que se hablaba de mí. Y, por supuesto, el dinero era muy, muy bueno.

Clive Brunskill/Getty Images

El mayor problema del fútbol inglés en esa época era que los futbolistas no eran 100 por ciento profesionales. Sobre el campo, lo daban todo. Fuera del campo, les gustaba también el alcohol.

Houllier cambió esto. Sacó a los que les gustaba beber y trajo nuevos jugadores, además de tipos experimentados como Didi Hamann, Jari Litmanen, Sami Hyypia y yo. Era una buena mezcla.

Al comienzo, los extranjeros estábamos un poco fuera del círculo de los ingleses. Lo entendía. Era su club. Algunos venían del propio Liverpool, así que para ellos era especial. Para esos jugadores éramos extranjeros que simplemente veníamos y ganábamos un buen dinero.

Con el tiempo, vieron que estaba rindiendo, no solo llevándome el dinero. Que cada partido, intentaba dar el 100 por ciento. Al final, me tenían respeto.

Un jugador al que siempre veías como un gran talento era Steven Gerrard. Tenía una muy buena técnica para su edad, pero al comienzo no administraba su potencia de la mejor manera. En cada segundo daba el 100 por ciento.

“Si quieres disfrutar la vida y también ser un futbolista profesional, esta no es la mejor combinación”


Así que después de 50, 60 minutos, estaba muy cansado o se lesionaba. Siempre era a todo o nada. Tuvo que aprender a tener pausa. Escoger sus momentos. Eso es algo que llega con la experiencia, pero él aprendió rápidamente.

Mi segunda temporada en el Liverpool comenzó de manera extraña. Jugué en la Supercopa de Europa contra el Bayern de Múnich en Mónaco, y después del partido me sentí muy cansado. Me miré en el espejo y me di cuenta que estaba blanco como un papel.

Sabía que el doctor del Bayern de Múnich era muy bueno así que fui a verlo. “Sí, te ves como una mierda”, me dijo.

Alexander Hassenstein/Bonga

Fui a Alemania para hacerme algunos exámenes y resultó que tenía el virus de Epstein-Barr. Unos meses más tarde, las cosas se pusieron peor. El virus me llevó a tener el síndrome de Guillain-Barré. Es algo que te afecta el sistema nervioso y que puede atacar todos los músculos del cuerpo.

Nadie podía decirme cuánto tiempo pasaría antes de que estuviese mejor.

Si te rompes una pierna, sabes que tardarás seis meses en recuperarte, quizás uno o dos meses más o menos. Pero el problema con esto es que la condición varía. Yo era distinto al paciente que estaba a mi lado. Él llevaba dos años en cama. Yo solo estuve sentado en una silla de ruedas cinco semanas.

"Como soltero, Inglaterra es un paraíso. Si sales, es muy fácil hacer cosas estúpidas"


Sin embargo, fue una etapa muy dura. En ese momento, uno daría todo – el dinero, todo tu éxito – solo por volver a estar bien.

La experiencia me cambió algo adentro. Ya no volví a ser el de antes.

Ves como tu vida puede cambiar rápidamente, así que comencé a disfrutarla. No es la mejor combinación si, al mismo tiempo, quieres ser un futbolista profesional.

Empecé a salir mucho. A beber y fumar mucho. No me comporté profesionalmente. Además, en esa época me divorcié de mi primera esposa, así que tuve muchos problemas personales también.

Si quieres volver a estar al máximo nivel, necesitas disciplina. Sin embargo, durante uno o dos años no lo pude mostrar porque me dediqué a vivir, a vivir realmente.

Era un problema para el Liverpool. Me veían como un profesional top que jugó 60 de 63 partidos, pero que ahora salía a beber y fumar. Para ellos también era muy difícil. Me tomó probablemente dos años y medio volver a ser un poco más normal, pero para mí estaba claro: si quería volver a ser un futbolista profesional al 100 por ciento, entonces tenía que salir del país.

Porque, como hombre soltero, Inglaterra es una ciudad paraíso. Si sales, es muy fácil hacer cosas estúpidas.

Me fui al VfB Stuttgart.

Tres años más tarde, ganamos la Bundesliga, algo que fue increíble, como el triunfo del Leicester en la Premier League. Pero nunca volví a estar al 100 por ciento como jugador porque nunca recuperé totalmente las sensaciones en los dedos de los pies. Incluso ahora solo están al 90 por ciento. Lo curioso es que incluso así tenía mejor técnica que algunos jugadores de mi equipo.

Ese fue el momento correcto para retirarme y comenzar mi carrera como entrenador. Es algo que quería hacer incluso desde una temprana edad. Recuerdo que cuando tenía 14 años le dije a mi madre que, después de terminar de jugar, quería ser un entrenador.

¿Por qué?

Porque quería ver si era difícil o no. Los entrenadores siempre me decían que si fuese entrenador me daría cuenta de lo complicado que es.

Así que dije: “Bueno, voy a intentar. No importa en qué liga, quiero hacerlo”.

Ahora sé que es diferente. La presión es distinta.

Como jugador, estás en el campo y puedes hacer algo acerca del resultado. Como entrenador, tienes que pensar en tantas cosas, y todas distintas.

Después de mi primera temporada como entrenador en el Stuttgart, recuerdo que me sentía incluso más cansado que cuando había sido jugador.

Quizás en este caso, mis entrenadores tenían razón: es difícil.

Sin embargo, la mentalidad que me inculcaron a los 10 años sigue siendo fuerte. Es un proceso, un proceso que nunca termina.