Si un entrenador necesita diez virtudes para serlo, Menotti tiene veinte.
Pero, sin duda, lo que más resaltaría de él es su capacidad de observación.
En un instante es capaz de destacar cuáles son las virtudes y los defectos de un equipo. También de un jugador.
A eso le acompaña su forma de transmitir las ideas. La facilidad que tiene para conseguirlo. Al final, te acaba seduciendo. Da igual lo que te pida.
Voy a decir una exageración, pero si Menotti le dice a un jugador que se tire de cabeza por la ventana, este lo hará. ¿Por qué? Porque está convencido de que si se lo dice Menotti es lo que debe hacer.
Antes de conocerlo había dado tumbos en mi vida desde que salí de Argentina. Trabajé como contable en una tienda de muebles. De administrativo. Tenía que estar allí ocho horas. Calculando lo que entraba y lo que salía.
Siempre decía que un mono tardaría diez minutos en hacer ese trabajo. Y yo tenía que estar ocho horas. Me desesperaba. Tenía claro que esa no podía ser mi vida.
También estuve vendiendo lámparas. Unos amigos empezaron en el negocio de hacer lámparas y yo iba casa por casa intentando venderlas. Algo complicado. No soy capaz de vender agua en el desierto. Así que imagina venderle una lámpara a alguien…