José Mourinho
Chelsea (2004-2007/2013-2015), Inter de Milán (2008-2010)
Siempre me ha gustado esa sensación de lo desconocido.
Esta interrogante de ver si puedo dominar todas las dificultades que vendrán no solo en una nueva competición, sino también en un nuevo país.
Para ganar en Italia, en Inglaterra y en España se requiere flexibilidad para adaptarse. A veces, ir en contra de tus propias ideas y elegir la manera correcta de tener éxito, dependiendo de la realidad del club y de la competencia. Incluso socialmente tienes que entender las necesidades, los objetivos y las motivaciones de todos.
Tengo la suerte de ser alguien rico en este tipo de experiencias. Por eso ahora no cierro la puerta a un nuevo país, a una nueva liga.
Solo tengo un requisito de mi parte. Una cosa que necesito de un empleo.
Tengo que jugar para ganar.
Soy bastante patológico en esto. Alguien podría darme un contrato maravilloso, increíble, de 10 años por ejemplo, y decirme: "El objetivo del equipo es permanecer en la mitad superior de la tabla". Entonces, si terminas séptimo, octavo o noveno, es perfecto. Eso no es para mí.
Necesito un proyecto donde la sensación es que juego para ganar. Yo compito para ganar. Después, si gano o no gano, ese es mi problema, y el de los jugadores y el club. Pero necesito un proyecto con esa presión.
Esa es mi naturaleza.
Esa fue una de las razones por las que vine por primera vez al Chelsea en 2004. Por entonces, el club ya estaba bastante cerca del éxito: terminó segundo en la Premier League y llegó a la semifinal de la Champions League la temporada anterior.
Pero no hay grandes clubes sin una sala de trofeos. Así que el objetivo era llevar al Chelsea a la siguiente dimensión: ganar la Premier League.
Fue un trabajo que sentí que se adaptaba muy bien a mi mentalidad: salir a ganar.
Nuestro primer partido fue en casa contra el Manchester United. Era importante sacar un triunfo, por lo que no había una contradicción entre nuestras palabras para los jugadores, nuestras ambiciones y el resultado.
Si dices que "esta temporada queremos ser campeones", y luego el primer partido pierdes 2-0 o 3-0 ante un rival directo, das un paso atrás.
Ganamos 1-0 ese día. Dimos un paso adelante.
Lo que vi en ese partido fue una gran relación con lo que intentamos darle al equipo en la pretemporada: fuerza mental, ser compactos, disciplina táctica... Y luego, ser realmente ambiciosos en nuestro enfoque. Es lo que yo llamo el enfoque “all-in”. Tienes que poner todo en cada partido. En cada minuto del juego. En cada segundo.
"A veces, especialmente ahora, creo que la gente trata de ocultar la realidad de las cosas. Pero para mí siempre la realidad es que lo más importante es alcanzar el objetivo"
En términos de calidad, tu poderío físico, tu agresividad, tu control emocional, todo está incluido.
Ese partido contra el United fue uno de esos en los que podías sentir esa sensación de ”all-in”. Uno de esos partidos donde sentí que si el partido podía durar 900 minuto, en vez de 90, y ellos no marcarían. Siempre ganaríamos el partido.
Esa temporada estuvimos en la cima de la liga desde septiembre. Pero ya en septiembre los medios de comunicación y todos decían: "Se derrumbarán antes de Navidad". Después de eso, dijeron: "Se derrumbarán para Navidad". Luego fue: "Se derrumbarán después de Navidad". Y finalmente:" Se derrumbarán en Pascua ".
Pero nunca se derrumbaron los jugadores. Nunca nos derrumbamos.
A veces, especialmente ahora, creo que la gente trata de ocultar -en ocasiones con datos, a veces con comentarios o a veces a través de relaciones públicas- la realidad de las cosas.
La realidad para mí es que siempre lo más importante es alcanzar el objetivo. Que, en esa temporada, era ganar la Premier League.
Entonces, ¿cómo lo consigues es importante?
Sí.
Lo hicimos jugando un fútbol fantástico, absolutamente dominante. Defensivamente fuimos espectaculares. También marcamos muchos goles. Y, una vez que estábamos en ventaja tuvimos la capacidad de liquidar equipos en las transiciones. Éramos un equipo muy completo.
Casi imbatible, en realidad. Pero no en el sentido de que nadie podría vencernos, sino en el sentido de que les ganamos a todos.
La siguiente temporada fue tan agradable y fácil que sentí desde el principio que era nuestra Premier League.
Éramos muy fuertes. El equipo sabía cuándo debía ser más defensivo, cuándo controlar el juego teniendo más posesión o cuándo eran los momentos cruciales para sentenciar a los oponentes en la transición. Cada vez que nos adelantábamos teníamos la sensación de que el partido estaba en nuestro bolsillo.
Sentimos algo de miedo en nuestros rivales.
Querían atacarnos, pero tenían temor de hacerlo porque sabían que podríamos liquidarlos en la transición. Querían defenderse en un bloque bajo, pero sabían que cualquier centro al área con jugadores como Didier Drogba era difícil de defender. Y sabían que, si hubiera acciones a balón parado, llegaríamos con los gigantes y anotaríamos.
Fue muy divertido.
Cuando me fui, sentí que había establecido una buena relación con los aficionados del Chelsea. No sé si es algo bueno o malo, pero ese es mi forma de ser cuando voy a un club. Es como un sentido del deber.
Un deber con estas personas. No solo para el club o para el propietario o los jugadores, sino también para la gente, para darles todo. Para dar a las personas lo que quieren. Y la única manera de hacerlo no es solo siendo un buen profesional.Es ser uno de ellos.
Por supuesto, además de saber lo que quieren los aficionados, creo que también es importante saber lo que quiere el club. Y tratar de cumplir eso.
"Ha habido muchos cambios desde que comencé a analizar equipos de fútbol hace 40 años. Pero si vas al lado filosófico del juego, hay una cosa que nunca cambiará: el equipo que marca más goles es el equipo que gana"
En el Inter de Milán, mi acuerdo fue que en la primera temporada mantuviésemos el dominio en el fútbol italiano para ganar el título por tercera vez consecutiva. Pero, al mismo tiempo, teníamos que llenar la necesidad por conseguir la Champions League.
Para lograr la segunda parte de este acuerdo, necesitábamos llevar al equipo al siguiente nivel.
Esa primera temporada, esperé y esperé hasta el momento en que fuimos eliminados de la Champions League por el Manchester United. Ese fue el momento en que le dije al propietario y al director deportivo: "Para mí, esto es lo que necesitamos".
Éramos un equipo defensivamente fenomenal en un bloque bajo. Pero necesitábamos llevar la línea 20 metros más arriba para que el equipo fuera mucho más dominante, para presionar más alto. Para ayudar con eso, necesitábamos un defensor central rápido, eso fue crucial para nosotros.
El trabajo que el club hizo ese verano fue excepcional.
A veces, la simplicidad es genial y la complejidad es ocultar que no eres lo suficientemente bueno. En el Inter, teníamos una estructura simple en el club y, aunque no fue posible conseguir a Ricardo Carvalho , quien era mi primera elección, encontraron la solución perfecta: Lucio. Era un jugador rápido. Realmente rápido. Lucio nos dio exactamente lo que necesitábamos.
Después de eso, tuvimos que mejorar nuestra calidad de pase en el centro del campo. Allí teníamos jugadores fantásticos: Javier Zanetti, Dejan Stankovic o Sulley Muntari. Pero necesitábamos ser más dominantes para tener más control.
Para eso, necesitábamos algo diferente. Wesley Sneijder fue la clave.
El enfoque fue muy simple, y el equipo se adaptó realmente. No solo para seguir dominando la Serie A, sino para convertirse en el tipo de equipo fuerte, certero, inteligente y pragmático que podría competir contra los mejores de Europa.
El Inter no había ganado la Copa de Europa o la Champions League en los últimos 50 años. Incluso, mirando a los años 80 y 90, cuando parecía que casi todos los mejores jugadores del mundo jugaban para el Inter, nunca lo lograron. Había un muro psicológico que era necesario romper.
Sentí que el momento clave fue contra el Chelsea en los octavos de final. Cuando llegamos a Stamford Bridge y ganamos fue el momento en que la gente comenzó a creer. Empezamos a sentir que teníamos un equipo capaz de ganar la competición. Ese momento fue el clic que el equipo necesitaba.
El momento en que el muro psicológico comenzó a desmoronarse.
Ganar la Champions fue un logro fantástico. No fue una forma fácil de hacerlo; no tuvimos mucha suerte en los sorteos. Pero entramos en esa competición con ambición y un equipo increíble que nos permitió ofrecer lo que el club quería.
Han pasado más de 40 años desde que comencé a analizar equipos de fútbol. Comenzó con el equipo de mi padre, en una generación en la que el cuerpo técnico no era como hoy. En ese momento, estaba el entrenador y probablemente un asistente. Y eso era todo.
Ha habido muchos cambios desde aquellos días. Pero si vas al lado filosófico del juego, hay una cosa que nunca cambiará: el equipo que marca más goles es el equipo que gana. Y ese es, para mí, el punto fundamental del juego.
Hay muchas maneras de hacerlo. El camino correcto, en mi opinión, depende de la competición que juegas y los jugadores que tienes.
"Para ser completo como entrenador, creo que debes tener tres cosas. Primero, la formación académica. Segundo, la comprensión del juego que viene de tu propia experiencia en él. Y, finalmente, el talento"
Muchas personas creen que el equipo con más posesión es el equipo que es más dominante. Pero eso depende de la forma en que lo mires. Un equipo sin balón todavía puede tener el control del juego.
Tener la pelota es algo que afecta tu autoestima. Para algunos entrenadores, creo que es más una cuestión de relaciones públicas e imagen.
Pero un equipo que se sienta más cómodo con el balón también debe saber qué hacer cuando no tiene el balón.
De la misma manera, si un equipo solo está para defender sin el balón, y no sabe qué hacer cuando lo recupera, entonces se convierte en un equipo defensivo y su destino queda en las manos del rival.
Para mí, el mejor equipo es el que domina todos estos momentos del juego.
¿Y los mejores entrenadores? Para ser completo, creo que debes tener tres cosas. Primero, la formación académica. Segundo, la comprensión del juego que viene de tu propia experiencia en él. Y, finalmente, el talento.
Esta última parte es la más importante. No viene de tu formación. Está en tu ADN. O tienes el talento o no lo tienes.
Incluso con todo eso, siempre te preguntas: ¿Podré ganar?
Pero es esa sensación de lo desconocido lo que me gusta.
Siempre la tengo.