Hay dos formas de reaccionar ante las experiencias difíciles de la vida: dejar que te hundan o hacer que trabajen a tu favor.
Eso es algo que aprendí justo al comienzo de mi carrera, como entrenador de Universidad de Chile. Había jugado 14 años para ese club, casi 500 partidos defendiendo la camiseta. Fue un momento muy especial para mí hacer mi debut como entrenador allí.
También un riesgo. El equipo estaba en muy mal estado financiero y tenía muchos problemas.
A mediados de la temporada, cometí un error. Fui a Inglaterra durante un mes para hacer un curso de entrenador, dejando a mi asistente a cargo del equipo.
Al final, bajamos. Descendidos ni siquiera por un punto, sino por un gol. Me refiero a este tipo de experiencia cuando digo que te hunde o lo usas de una buena manera. Para mejorarte a ti mismo.
Siempre y cuando enfrentes tu responsabilidad y creas que puedes cambiar ese fracaso en el futuro, crecerás como persona.
Pero eso no quiere decir que fuera fácil. Comenzaba mi carrera con un equipaje muy pesado. Sería un gran desafío demostrar que aún podría tener una gran carrera como entrenador.
Sin embargo, ser entrenador no siempre fue mi objetivo. A decir verdad, durante la mayoría de mis días de futbolista pensé que cuando terminara como jugador, dedicaría mi vida al 100% a la construcción.