Miguel Ángel Sánchez, "Míchel"
Rayo Vallecano, 2017-2019
Este es un sitio especial.
La unión barrio-equipo es única.
El Rayo sin Vallecas no tiene sentido. Y Vallecas sin el Rayo pienso que tampoco.
Llegué al club con 13 años. Antes jugaba en un equipo de fútbol sala.
Un verano participamos en un torneo. En la final nos tocó el Rayo. Ganamos 4-3, con tres goles míos. Después de ese partido, el Rayo me llamó para que fuera a entrenar con ellos.
Les dije que no. Me lo pasaba muy bien jugando con mis amigos en un equipo que, además, tenía un gran nivel. Quedamos campeones de nuestra liga.
Sin embargo, un año después cambié de opinión. En gran parte por Fanti Callejo, que era jugador del primer equipo del Rayo Vallecano (por entonces en Segunda División) y mi vecino. Siempre jugábamos al fútbol con él en la calle. No importaba que fuera mayor que nosotros.
Al final me convenció y fui con él a hacer la prueba al Rayo.
"Quiero que la gente se sienta identificada con su equipo. Es lo que les pido a los jugadores"
Recuerdo que llovía a cantaros ese día. No podía ni con el balón. José Luis Martínez, que todavía sigue en el club (trabajando en la Ciudad Deportiva), fue el técnico que me examinó.
Así fue como entré.
El primer día que me puse la camiseta del equipo fue un partido en casa. Ganamos.
Desde ese momento empecé a adquirir experiencias de juego rodeado de mis compañeros. Tres de los que empezamos en aquella época llegamos al primer equipo. Todo lo que viví como jugador son recuerdos imborrables.
Es como vivir un sueño.
Un sueño que continúa ahora como entrenador del equipo en Primera División.
Ser entrenador de un equipo como el Rayo reúne tres cosas: responsabilidad, ilusión y motivación. Todo para conseguir que la gente se sienta identificada con su equipo. Es lo que les pido a los jugadores.
En esta nueva etapa de mi carrera las sensaciones son muy positivas. Lo llevo con tranquilidad, sabiendo que si somos capaces de hacer las cosas bien tendremos más posibilidades de éxito. No me marco ninguna meta a futuro. Trabajo el día a día.
Creo que todo forma parte de un proceso unido al tiempo. Yo no me planteaba ser entrenador. Ni siquiera en mis últimos años de jugador.
Lo que me ha gustado siempre era jugar.
Desde niño, como cuando me imaginaba jugando en el Rayo Vallecano algún día. Tuve la suerte de poder hacerlo. Como también conseguí jugar en Primera División o en Europa con estos colores.
"Al comenzar en esto en ningún momento se me pasó por la cabeza tener como objetivo entrenar al primer equipo"
Tras colgar las botas fue cuando pensé en ser entrenador.
Empecé primero en el departamento de metodología de la cantera. Un trabajo excepcional.
Te sientes feliz viendo la mejora del jugador a nivel individual y colectivo. También transmitiéndoles un mensaje a los chicos.
Algo que yo viví en primera persona con 18 años, cuando subí al primer equipo del Rayo.
Cuando eres un niño y llegas a lo más alto es porque te han visto unas capacidades diferentes o un nivel técnico especial. Sobre todo, a través de lo que eres capaz de hacer con el balón. Te valoran en función de esta virtud.
Sin embargo, cuando subes al primer equipo ves que debes hacer más cosas. No basta solo con saber jugar bien.
El entrenador me empezó a pedir cosas que nunca antes me habían exigido otros técnicos. Eso me generaba una gran confusión.
"¿Por qué no juego si lo he hecho siempre? ¿Qué pasa?".
Tuve la suerte de encontrarme con Paquito, un entrenador que me abrió los ojos.
Con él me di cuenta de que era un jugador diferente, con mucho talento, pero que sin el balón era uno menos. Cuando entendí ese mensaje empecé a jugar.
En un vestuario profesional te encuentras con esta situación. Lo hablo en ocasiones con mis jugadores.
Todos han sido protagonistas de niños en sus equipos. Posiblemente los mejores.
Por eso han llegado tan alto.
Pero debes hacer más cosas si quieres jugar.
En la parte de metodología también trabajábamos sobre el modelo de juego que habíamos decidido. Una función que desarrollas con tu grupo de trabajo. Por eso digo siempre que es una función muy cercana a ser entrenador.
Después de esta etapa tomé el cargo de entrenador del juvenil A del Rayo. Aunque no fue mucho tiempo.
Al empezar mi carrera como entrenador en ningún momento se me pasó por la cabeza tener como objetivo entrenar al primer equipo. Solo quería formarme. De hecho, todavía lo sigo haciendo. Creo que me queda mucho camino por recorrer.
Sin embargo, fueron sucediendo cosas y las puertas se iban abriendo. En solo dos años y medio estaba en el banquillo del Rayo Vallecano.
Tenía la sensación de que todo había ido muy rápido. Era difícil de asimilar todo lo que me había pasado.
No obstante, hacerme cargo del equipo fue una decisión rápida y fácil de tomar.
El equipo estaba en una situación complicada en Segunda División, pero no pensé en ningún momento si iba a salir bien o mal. Simplemente me dije: “Sé que es una buena oportunidad. Sé que puedo ayudar y sé que puedo hacerlo bien”.
Me sentía preparado porque había formado parte de la metodología de trabajo del club y conocía a los jugadores. Había trabajado con la inmensa mayoría de ellos cuando estaba en el cuerpo técnico de Paco Jémez.
"El futbolista debe reconocerse en nuestra filosofía de juego. Creer que le hace mejorar"
También aprendí mucho en mi etapa de jugador de los distintos entrenadores que tuve. La gestión del grupo, planteamientos tácticos, estrategia...
Juande Ramos era un entrenador número uno en el apartado de estrategia. En el día a día con el jugador me gustaba mucho Fernando Zambrano, que fue quien me hizo debutar. Fernando Vázquez, un entrenador muy metódico con mucho trabajo a través de la preparación física. O Pepe Mel, muy destacado en los entrenamientos a través del balón.
También Andoni Goikoetxea, a quien le tuve en el Mundial Sub 20 de Qatar (1995) y luego en el Rayo Vallecano. No me quiero olvidar de ninguno porque todos han sido importantes para mí.
Ya en la fase de entrenador fue muy importante Paco Jémez.
Un entrenador con la mentalidad de querer ser protagonista a través del balón. Su mensaje era claro: "No importa que seas un equipo pequeño y humilde. Puedes plantear las cosas de tú a tú. Debes ser valiente". Es algo que aprendí con él.
Para mí es fundamental nuestro modelo de juego, conocer al rival y, especialmente, identificar cada momento del partido.
Ver si se está haciendo lo que has trabajado en los entrenamientos. Y si no es así, detectar el problema para tomar una solución rápida.
Para eso tenemos un grupo de trabajo en el cuerpo técnico muy grande. Gente que está en la grada grabando el partido y viendo todo lo que sucede. Luego ellos van mandando situaciones de juego para que puedas ir haciendo cambios durante el partido.
Otro aspecto importante es que el jugador sea capaz de reconocer que nuestra filosofía de juego le hace mejorar. No es fácil de conseguir porque a veces el futbolista se siente encorsetado en un sistema de juego.
Hay que intentar que tengan su libertad, pero dentro de un juego de equipo. En definitiva, que la orquesta funcione en conjunto.
"Antes de cada encuentro pienso que yo también juego desde mi posición"
En este tiempo, un momento único ha sido el ascenso a Primera.
Veníamos de dos derrotas contundentes en las anteriores jornadas: ante el Córdoba en casa y otra contundente en Alcorcón por 4-0. Fueron momentos duros. Teníamos el ascenso muy cerca, pero no terminaba de llegar.
La semana antes del partido contra el Lugo tuvimos una charla en el vestuario. Intenté liberar a los jugadores de la presión. Les dije que no podíamos tomarnos el ascenso a Primera como una obligación.
Nosotros no éramos el equipo que debía ascender. El Rayo era un equipo que había jugado bien todo el año y eso es lo que debíamos volver a hacer.
Funcionó. Esa semana de trabajo fue muy buena. El equipo se entrenó perfectamente con la sensación de que podíamos conseguirlo si éramos nosotros mismos. Siendo conscientes, por supuesto, de que luego puede pasar cualquier cosa.
De hecho, el Lugo tuvo también sus situaciones de gol. Fue un choque con muchas alternativas (el Rayo ganó 1-0).
En mi caso, no noté más nervios. Me lo tomé con normalidad. Haciendo mis rutinas de relajación y concentración habituales.
Antes de cada encuentro pienso que yo también juego desde mi posición. Sin poder tocar el balón, pero sí influyendo con determinadas decisiones.
Pongo en mi cabeza todo lo que puede ocurrir durante los noventa minutos para luego estar preparado en la toma de decisiones lo más rápido posible. Soluciones que siempre van unidas a nuestra filosofía de juego.
Después de conseguir el ascenso se viven momentos de mucha felicidad. Un año en Segunda es muy largo y complicado. Te acuerdas de toda la gente que ha estado a tu lado, de todos los que formamos esta familia que es el Rayo Vallecano.
Mirabas las caras de los aficionados y veías su felicidad.
Cada uno de ellos estaba viviendo también su sueño.
Por eso este sitio es especial.