Albert "Chapi" Ferrer
Jugador del Chelsea, 1998-2003
"¡Qué dolor de cabeza tengo!"
En pleno partido, Marcel Desailly, el central que estaba por mi lado, se giró para decirme eso.
Marcel se había pasado gran parte del partido despejando balones por arriba.
Era mi primer partido de Premier League. En casa del Coventry City. Ellos tenían un delantero enorme, Dion Dublin, y su juego era pasar el balón desde la defensa a él. La pelota apenas pasaba por el medio del campo. Siempre por el aire.
Por lo menos Desailly es un tipo que iba bien de cabeza, pero ¡yo mido 1,70!
No me lo podía creer: "¿A dónde he venido? Como sea así todo el año…"
Me costó dos meses adaptarme a ese estilo.
"Lo que más me impactó al llegar al Chelsea fueron los vestuarios. Eran como barracones"
Por entonces era una Premier League en la que aún muchos equipos mantenían ese estilo de juego directo. Una filosofía que ha ido cambiando con el paso del tiempo. Primero con la llegada de jugadores extranjeros y luego con los entrenadores de otros países.
Yo fui uno de esos extranjeros que empezaron a llegar a Inglaterra. Un país del que, sobre todo, me llamó la atención el poco seguimiento diario de la prensa al mundo del fútbol.
En cinco años creo que hice cinco ruedas de prensa.
Todo lo contrario de lo que pasaba en España, donde tenías cientos de periodistas alrededor del club y de ti cada día.
En Londres no. Solo estaba la rueda de prensa del sábado con el entrenador y un jugador. Nada más.
Ese poco seguimiento de la prensa me hizo sentir como si estuviera de vacaciones en Londres. Terminaba el entrenamiento, comía en casa y después nos íbamos mi mujer y yo al cine, al teatro o a dar una vuelta por la ciudad. Y nadie te molestaba por la calle.
Era difícil que te reconocieran. Si acaso alguna mirada. Una sensación estupenda, por cierto.
También me sorprendió el club. Ahora ves el Chelsea y toda su estructura y crees que era así antes. Pero no. Roman Abramovich lo cambió todo.
En mi etapa entrenábamos al lado del aeropuerto. Cada día, a las once de la mañana en punto, veía despegar el Concorde desde el césped. Lo hacíamos en unas instalaciones que estaban alquiladas por el club.
Lo que más me impactó fueron los vestuarios. Eran como barracones. Nos cambiábamos de seis en seis porque no cabíamos más. Todo muy precario y con un frío tremendo.
Empezábamos a entrenar y Vialli, que ejercía de entrenador-jugador, se ponía con nosotros como uno más. El calentamiento. Corría las mismas series. Hacía los ejercicios. Jugaba los partidillos.
Yo alucinaba.
Recuerdo que en mi primer entrenamiento como jugador del Chelsea tuve que hacer tres series de 1000 metros.
"¡A ver lo que tardas!"
Y yo, mientras, me decía: "No he corrido nunca en el Barcelona más de cien metros seguidos en un entrenamiento, ¿ahora voy a correr aquí 1000?"
Fue muy complicado el trabajo de carga de entrenamientos que hice en Inglaterra, donde dio la casualidad de que tuve dos entrenadores italianos: Vialli y Claudio Ranieri.
Yo estaba acostumbrado en Barcelona a hacer entrenamientos cortos, intensos y de espacios reducido. Y en el Chelsea la parte física se trabajaba como si fueras un atleta. Empezábamos con series de 1000 metros, luego 500 y para acabar de 200.
Te pasabas las primeras semanas de la pretemporada haciendo series. Para mí, muscularmente un tipo de fibras cortas, esos entrenamientos me hacían sufrir mucho.
Incluso me hicieron perder chispa y velocidad. Lo notaba.
En un entrenamiento con España me paré en medio de la sesión y me dije: "¿Qué narices me está pasando?"
Me sentía con una marcha menos que el resto de mis compañeros. No encontraba explicación a lo que me pasaba. Luego, con el tiempo y con la experiencia de entrenador, te das cuenta de que ese tipo de entrenamiento que hacía en Inglaterra era lo que me hacía perder la chispa.
"Zola, para mí, ha estado al nivel de los más grandes. Verlo jugar era un espectáculo, un futbolista brutal"
Pero era lo que se hacía en esos tiempos, con un trabajo físico grupal. No tan individualizado como se hace ahora.
Mi fichaje por el Chelsea fue por medio de Vialli.
Dejé el FC Barcelona con la llegada de Louis Van Gaal. En su primera temporada en Barcelona, el entrenador me comunicó que no contaba conmigo. A pesar de eso decidí seguir en el club. Y al final acabé jugando la segunda vuelta de la temporada como titular.
Eso me llevó a pensar que me quedaría, pero el discurso no cambió por parte del entrenador. Quería mi salida y se me declaró transferible.
Hubo varias llamadas, y una de ellas fue la de Vialli. Antes, era tradición en Inglaterra que los entrenadores te llamaran por teléfono.
Vialli había coincidido con Víctor Muñoz -exjugador del FC Barcelona- en la Sampdoria. El Chelsea necesitaba un lateral derecho y le preguntó a Víctor por mí.
Entra todas las ofertas que tuve, decidí ir al Chelsea porque era la Premier League y porque era Londres. Tal vez si hubiera sido otro sitio de Inglaterra no lo habría aceptado, pero estaba recién casado, sin hijos, y Londres era un sitio muy chulo para los dos.
Mi relación con Vialli fue muy buena. Algunas veces bromeaba con él.
"¿Te acuerdas de la final?", le preguntaba en referencia a la final de la Copa de Europa en Wembley en 1992. Yo estaba en el Barcelona que le ganó al Sampdoria donde jugaba él.
Nunca se lo tomó a mal.
A nivel general, el equipo alcanzó un gran nivel esos años. Ganamos la FA Cup y un año estuvimos cerca de llevarnos la Premier League. Un club con grandes jugadores europeos e ingleses. Entre los de casa estaba John Terry.
Un chico con mucha personalidad.
Estoy seguro de que lo hará bien en su nueva etapa como entrenador. Terry ha trabajado muchos años y tienen las dos filosofías muy bien adquiridas. La del fútbol inglés, trabajo e ímpetu, y después ha estado con entrenadores extranjeros. Una tendencia que se está dando con los exjugadores ingleses que ahora son entrenadores. Terry, Steven Gerrard o Frank Lampard. Ellos han conocido esos dos lados y aportarán muchas cosas como entrenadores.
Pero si hubo un jugador que me sorprendió por encima de todos ese fue Gianfranco Zola.
Creo que no se le ha hecho justicia mediática por lo que ha llegado a ser como jugador. Para mí ha estado al nivel de los más grandes. Verlo jugar era un espectáculo. Me sorprendió en todo. A nivel personal, como jugador y profesional. Todos los días, una hora antes de los entrenamientos, hacia trabajo de prevención y luego se quedaba otra hora más trabajando diferentes aspectos. Un momento en el que no muchos jugadores hacían eso.
Sencillamente era un futbolista brutal.
"Inglaterra es el destino que me gustaría como entrenador"
En mi cuarto año en el club fue cuando empezó a cambiar todo. Llegaron las lesiones. Primero en el tobillo; una lesión con previo aviso. Fue en un partido ante el Leicester City.
En un balón dividido fui con la pierna levantada y le hice una media plancha a un jugador rival. No recuerdo su nombre. Le pedí disculpas, pero él me dijo: "La próxima te la hago a ti".
Y lo hizo. En la siguiente jugada iba conduciendo el balón y me trinchó el tobillo.
Me perdí la final de FA Cup y los problemas en el tobillo se mantuvieron después.
Luego vino Claudio Ranieri, a quien le gustaba Mario Melchiot como lateral.
Ranieri apostaba por jugadores potentes y grandes. Empecé a jugar menos con él.
No obstante, en mi último año hice una buena pretemporada y me colocó como titular.
Sin embargo, llegó una nueva lesión. Fue en unas pruebas físicas donde tenía que hacer varios esprines. En uno de ellos me rompí y estuve dos meses fuera.
Por otro lado, a las lesiones se une otra sensación. Te das cuenta de que la gente joven te pasa como aviones.
Intenté hacer esa temporada a un buen nivel, pero mi cuerpo ya no daba más de sí.
Es cierto que mi último año fue malo, pero el balance general en Inglaterra fue muy bueno.
Disfruté mucho.
De hecho, Inglaterra es el destino que me gustaría como entrenador. He tenido ofertas de otros países, pero mi objetivo es esperar para encontrar la oportunidad en algún equipo inglés.
Creo que es mi sitio.