Brad Friedel
New England Revolution, 2017-2019
Soy terco por naturaleza. Lo sé.
Pero cuando comencé a ser entrenador intenté, de la mejor manera posible, ser como una esponja. Aprender todo lo que podía. Porque si hay algo que descubrí muy pronto es que cuando empiezas esta carrera tienes que hacerlo todo de nuevo. Empezar desde abajo.
Tienes todos los conocimientos en tu cabeza y te toca encontrar la manera de organizarlos y – lo más importante – enseñarlos para que puedas hacer que tu equipo juegue como quieras.
No hay una sola manera de hacerlo. Hay muchas. Pero tienes que encontrar cual es tú manera.
Tuve la suerte de tener muchos grandes técnicos durante mi carrera como jugador. Y aunque no puedo decir que tomé todo de ellos, sí que aprendí algo de cada uno. Incluyendo cómo ser un buen profesional.
"Iba a firmar por el Nottingham Forest de Brian Clough. Pero me negaron el permiso de trabajo"
Realmente lo aprendí, incluso antes de que mi carrera siquiera comenzara.
En la década de 1980 y el comienzo de los ’90, los mejores jugadores estadounidenses iban a la universidad. Así que cuando jugué para la Universidad de California (Los Ángeles) fue algo parecido a estar en el fútbol de academia en Europa. A los 18 años estaba jugando contra los mejores futbolistas del país de edades entre 18 y 21 años.
Sigi Schmid era nuestro entrenador principal y tenía una organización prácticamente profesional, excepto en la parte del salario. Al formar parte de esa estructura fue cuando empecé a pensar que quizás podía ganarme la vida con este juego.
Donde crecí – en Bay Village, Ohio – no teníamos fútbol profesional al aire libre, así que mi primer recuerdo de un partido es bastante tardío. Tenía nueve años y estaba de vacaciones en Inglaterra cuando mi padre me llevó a Wembley.
Era el Liverpool contra el West Ham en la Charity Shield.
Estábamos sentados con los hinchas del Liverpool y, simplemente, fue una experiencia especial. Desde ese día, comencé a apoyarlos tanto como pude, a pesar de que estaba muy lejos de Inglaterra.
"Turquía fue una experiencia reveladora para mí. Todo era distinto"
Nunca pensé que un día yo podría ser uno de esos jugadores. En esos días ser un jugador de fútbol profesional no parecía una ruta fácil para un chico de Cleveland.
Pero 13 años más tarde, este chico de Cleveland estaba en un avión de vuelta a Inglaterra para firmar un contrato con el Nottingham Forest de Brian Clough.
Lamentablemente, nunca pude conocer a Brian como hubiera querido. Me negaron el permiso de trabajo, así que luego de participar en algunos entrenamientos estaba de nuevo en un avión, pero esta vez regresando a EE.UU.
Estuve el tiempo suficiente, no obstante, para ver el respeto que inspiraba. Para un joven estadounidense haber estado cerca de él, incluso por poco tiempo, fue una experiencia verdaderamente extraordinaria.
Mi paso por el Forest fue simplemente el comienzo de un período frustrante de tener que luchar contra los trámites burocráticos. Al final, tuve que mirar fuera de Inglaterra para comenzar mi carrera.
En septiembre de 1995, abordé un vuelo a Estambul.
Sabía algo del fútbol en Turquía. No mucho. Conocía cuales eran los clubes grandes, que los hinchas eran muy fanáticos y que el fútbol era la principal prioridad para la mayoría de la gente.
Sin embargo, no te puedes imaginar realmente cómo es todo hasta que llegas allí.
Fiché por el Galatasaray, un gran club que tiene una intensa rivalidad con otros dos equipos de la misma ciudad: el Fenerbahçe, y el Besiktas.
Graeme Souness era el entrenador, pero no es un país en el que todo el mundo habla inglés en la calle. Tenía que aprender rápidamente la mayor cantidad posible de palabras para integrarme con mis compañeros.
A nivel cultural, todo era completamente distinto. No solo en las creencias religiosas, sino en la vida diaria. Para mí fue una experiencia reveladora, en un sentido muy bueno.
Muchos de nosotros expresamos opiniones sobre otras culturas y personas sin realmente conocerlas. Es algo peligroso. Realmente intenté sumergirme en la cultura local y conocer la mayor cantidad de gente posible, tanto dentro como fuera del fútbol.
En términos de experiencia educativa y aprendizaje fue probablemente la mayor experiencia de mi vida fuera del campo.
Y, sobre el campo, me convertí en un jugador distinto.
"No quería dejar el Liverpool, pero después de tres años sabía que tenía que irme por el bien de mi carrera"
Mentalmente, había tantas cosas que manejar. No solo la intensidad del derbi entre Galatasaray y Fenerbahçe, sino la forma como los futbolistas de los grandes clubes están, constantemente, bajo la lupa. Hay una cámara afuera de tu casa, o en tu cara, casi las 24 horas del día.
Lidiar con ese tipo de ambiente te enseña cómo no incurrir en errores.
Cometes un error en Turquía y seguramente te estarán esperando en tu casa o cerca de tu automóvil. O intentarán volcar el autobús del equipo… Rápidamente entiendes lo importante que es el deporte para la gente que, virtualmente, está pagando tu salario.
Dentro y fuera del campo tienes que ser responsable de tus acciones.
Tienes que ganar. Si no lo haces, habrá repercusiones. Fue una buena lección para aprender de joven.
Después de eso, jugar con la selección nacional en lugares como México y El Salvador - donde los hinchas quieren realmente que sus equipos le ganen a EE.UU. - parecía fácil. Parecían dóciles en comparación con Turquía.
Mi experiencia en Turquía significó que cuando finalmente recibí la llamada que tanto había estado esperando, ya estaba listo.
Después de un duro trabajo de mi agente, Paul Stretford, el entrenador del Liverpool, Roy Evans, y el equipo de abogados del club, llegaba al equipo que apoyé desde aquel día especial en Wembley. Era una noticia increíble. Durante algunas horas, al menos, sentí que me había quitado un peso de la espalda.
Poco después de eso, todo fue como siempre: estaba en un avión y totalmente concentrado en causar una buena impresión y ganar partidos.
Sin embargo, mis primeros meses en el Liverpool (arriba) fueron posiblemente el período más inconsistente de toda mi carrera. No sé por qué. No soy una persona nerviosa. Sinceramente, no me sentía nervioso en los partidos. Pero las primeras impresiones cuentan mucho en el fútbol y, volviendo la mirada atrás, estoy seguro de que a mucha gente le produje al principio reacciones encontradas.
"Cuando llegué al Tottenham comencé a pensar en hacerme entrenador y estaba en el sitio perfecto para comenzar mi viaje"
En esa época, no había muchas expectativas con los jugadores estadounidenses. No solo en Inglaterra, sino en todo el mundo. Dependía de nosotros mismos demostrar que la gente no estaba en lo cierto.
No fue fácil. Tenía la sensación de que para conseguir un sitio en Europa debíamos jugar el doble de bien que antes. Definitivamente tenías que rendir más que los jugadores que ya estaban en el club o no tendrías oportunidad.
No quería dejar el Liverpool, pero después de tres años sabía que tenía que irme por el bien de mi carrera.
Aunque las cosas no resultaron como yo habría querido, si de nuevo tuviese la oportunidad de fichar con el Liverpool, lo haría otra vez sin ninguna duda.
Fue el comienzo de una increíble experiencia de 18 años en el fútbol inglés – una educación de 18 años – bajo muchos grandes entrenadores.
En el principio de mi carrera, los entrenadores eran simplemente personas que respetabas y tratabas de escuchar. Me gustaría pensar que siempre me respetaron también por lo duro que trabajé y lo serio que me tomé la profesión. Pero nunca realmente tuve lo que yo llamaría una “relación” con ellos.
A medida que te haces mayor la situación cambia un poco. Mark Hughes había sido mi compañero de equipo durante dos años en el Blackburn Rovers, antes de convertirse en entrenador. Nuestra relación obviamente ya no fue igual – ya no íbamos al pub juntos – pero seguía siendo muy buena. Y conversábamos fácilmente sobre cosas.
Martin O’Neill me fichó para el Aston Villa y con él me llevaba bien. Es muy parecido a mí en cuanto a que podemos tener un disgusto y una pelea, pero también puede darte la mano después y pasar la página.
Cuando Gerard Houllier lo sustituyó no estaba seguro de cómo serían las cosas. No tuvimos una gran relación cuando fue mi entrenador en el Liverpool. Sin embargo, en el Villa realmente sí que fue buena. Si soy franco, eso probablemente tuvo que ver con que yo había madurado un poco.
Ya cuando llegué al Tottenham comencé a pensar en hacerme entrenador y estaba en el sitio perfecto para comenzar mi viaje. El director de la academia del club, John McDermott, me abrió las puertas para que yo ayudase y, durante mis cuatro años como jugador del Tottenham, tuve cuatro entrenadores distintos de quienes aprender.
Harry Redknapp era un veterano del juego, encerrado en su forma de ser y sabía exactamente cómo quería que las cosas funcionaran. Luego vino André Villas-Boas (arriba), un entrenador más joven que había pasado por un club, como el Chelsea, con mucho dinero. Lo siguió Tim Sherwood, quien se había desarrollado dentro de la academia. Y, finalmente, Mauricio Pochettino.
Cuatro puntos de vista totalmente distintos sobre el juego. Tomé muchas notas durante esos años.
Había un denominador común en todos los consejos que recibí cuando comencé a ser entrenador: sé tú mismo. Si te molesta una determinada situación, entonces moléstate. Si eres feliz con algo, también puedes serlo.
Lo más importante es que no le mientas a los jugadores y que tengas un cuerpo técnico que sepa cómo lidiar con tus emociones, de manera que no tengas a todo el personal enojado o feliz al mismo tiempo.
Me gusta pensar que seguí esa recomendación.
También estuve estudiando a los jugadores en mi paso por el Tottenham. Intentaba pensar qué tenían en la mente, qué los motivaba. En mi segundo o tercer año en el club, comenzó a quedar claro que los jóvenes tenían una forma de pensar muy diferente a la mía.
Fue una experiencia reveladora ver lo que era realmente importante para ellos. Un tiempo atrás todo tenía que ver con ganar la FA Cup o el trofeo de la Premier League. Eso cambió con el paso de los años. Los contratos se volvieron importantes. Las casas y los autos se volvieron importantes. Tu marca pública y las percepciones de la gente se volvieron importantes.
"Ser portero te da una perspectiva increíblemente buena sobre el juego"
Pienso que eso ha cambiado el trabajo del entrenador. Diría que ahora es de 75 a 80% la parte mental, en oposición al entrenamiento diario. Mantener a los jugadores físicamente en forma y ponerlos al día con lo que quieres hacer tácticamente es la parte fácil.
La forma como abordas un jugador desde el punto de vista mental es mucho más importante.
Como entrenador, tienes que mantenerte al ritmo de los nuevos tiempos, aprender de ellos y adaptarte. Si te quedas enfrascado en tu antigua forma de pensar, tendrás dificultades para lograr el éxito.
Era lo mejor que hacía Alex Ferguson. Se adaptaba y reinventaba más que nadie. Esa es la clave: tienes que entender constantemente dónde está tu entorno, dónde estás tú, a quien estás entrenando, cómo piensan tus jugadores y qué los motiva.
Cuando comencé mi primer trabajo como entrenador principal con la selección sub 19 de EE.UU. lo entendí mejor aún.
Pasé dos años trabajando con la federación. Fue un tremendo honor y una experiencia que me dio una verdadera comprensión de lo diferente que es la gestión de personas en la estructura nacional, comparada con el fútbol de clubes.
Por todo lo que aprendí en esos dos años, pienso que haberme convertido de un solo golpe en técnico de un primer equipo habría sido muy difícil.
Tal como sucedieron las cosas, vine al New England Revolution con la mente muy clara respecto a muchas cosas.
Creo que ser un portero me ayudó mucho con eso. Es una posición que te da una perspectiva increíblemente buena con todo lo que está asociado con el juego: sabes cómo quieres que defiendan tus defensas, individual y colectivamente. Sabes donde no quieres que los delanteros golpeen a puerta en ciertas situaciones. Sabes exactamente cuáles son unas buenas y malas carreras.
Ves todas las combinaciones sobre el campo, cosas que puedes absorber y aprender.
Nos llevará tiempo tener a todos nuestros jugadores en su lugar en el New England. Pero cada vez que se abre un nuevo mercado de fichajes, vas acercándote más y más a poder implementar toda tu filosofía.
En mi caso, es la de un equipo que presiona, que gana el balón lo más cerca posible de la portería rival, que juega a un ritmo muy intenso y muestra lo comprometido que está. Tanto como balón como sin él. Un equipo que no se rendirá.
Un equipo que es un poco terco como su entrenador.
Redacción: Héctor Riazuelo