Diego Martínez
Granada, 2018-2021; Espanyol, 2022-presente
Creo que en el fútbol es muy importante el momento en el que llegas a un equipo.
Y el momento en el que se cruzaron el Granada y Diego Martínez fue el ideal.
El equipo venía de algunos años complejos, con cierto desarraigo de la gente con el club después de haber descendido de Primera División y una temporada complicada en Segunda.
Yo, por mi parte, lo hacía después de aprender al frente de Osasuna una nueva lección en el fútbol.
Terminamos la temporada 2017/2018 con 64 puntos. Una buena cifra, pero no lo suficiente como para alcanzar los play-offs por el ascenso a Primera.
Y fue por un punto. ¡Tan solo un punto después de disputar una competición como la Segunda División, con 126 puntos en juego en 42 partidos!
Puede parecer injusto, ¿no?
Pero no lo es. Detrás de eso había una razón meramente objetiva. Un detalle que, por pequeño que pudiera parecer, a la postre acabó siendo decisivo.
"La línea entre el éxito y el fracaso en el fútbol es muy fina. Un balón al palo, un error o cualquier mínima circunstancia y te quedas fuera"
Fue en la antepenúltima jornada ante el Numancia, donde encajamos el 1-1 en los últimos minutos del partido. Ocurrió en una acción de córner después de lesionarse nuestro portero.
Ese empate le permitió llegar al Numancia con 65 puntos al final de temporada. Sexto en la tabla, ocupando la última plaza para el play-off.
Ahí es cuando aprendes que la línea entre el éxito y el fracaso en el fútbol es muy fina. Un balón al palo, un error o cualquier mínima circunstancia y te quedas fuera de tu objetivo.
Con esa lección aprendida llegué a Granada.
Un lugar muy especial para mí. Donde empecé mi camino para ser entrenador.
Fue con 20 años. Muy pronto, sí, pero había una razón muy sencilla para hacerlo. El balón me hacía poquito caso como jugador.
Estuve en las categorías inferiores del Celta de Vigo -hasta juveniles- y Tercera División. Pero con esa edad entendí que mi carrera como futbolista tenía un límite. Difícilmente llegaría más lejos.
Por eso decidí inscribirme en los estudios de Licenciatura del Deporte en la Universidad de Granada.
Seguí jugando algún tiempo más, pero mi cabeza ya estaba totalmente centrada en mis estudios, complementando mi formación yendo a todos los congresos que podía. Daba igual dónde fueran. Me las apañaba como podía. En ellos no paraba de preguntar a los entrenadores, a los preparadores físicos, directores deportivos…
Digamos que esa pasión por el entrenamiento, o, mejor dicho, la pasión por el fútbol aplicada al entrenamiento, es lo que me sedujo.
Después llegó el siguiente paso: entrenar.
Mi primer equipo fue con chicos de 14 y 15 años. El ‘Cadete B’ del Imperio de Albolote, un equipo de la provincia de Granada.
Probé la experiencia y me gustó.
Y hasta hoy.
Entiendo que pueda sorprender que haya llegado a Primera División con solo 38 años. Sin embargo, yo no le presto mucha atención a lo de ser el entrenador más joven de la competición.
Es una situación con la que llevo conviviendo durante toda mi carrera en las diferentes categorías por las que he ido pasando. Por eso prefiero verlo de otra manera. Tal y como señalaba antes del primer partido en Primera División contra el Villarreal.
Y es que, aunque sean solo 38 años, la oportunidad me llegó después de estar 18 años picando piedra. Entrenando a chicos de 14 y 15 años, 17 y 18, en Tercera División, Segunda División, Segunda B o como ayudante técnico.
Pero para que eso pueda ocurrir muchas veces no depende de ti solo. También necesitas que alguien confié en ti. Así fue como llegué a Tercera División –el Arenas de Armilla-. Un escenario muy diferente al fútbol formativo, donde había trabajado los cinco primeros años.
"La pasión por el entrenamiento, o, mejor dicho, la pasión por el fútbol aplicada al entrenamiento, es lo que me sedujo"
Ese fue el punto de inflexión, propiciado por dos personas. Augusto Delgado, el presidente, y José Manuel Molina Maza, director deportivo. Viéndolo ahora, no sé si eran unos visionarios o unos inconscientes por darle a un chico de 25 años la oportunidad, pero al final salió bastante bien para todos.
Ganamos los últimos 9 partidos, el equipo consiguió jugar un muy buen fútbol -dentro de lo que era la categoría- y creo que todos como equipo nos sentíamos muy identificados y con una conexión muy buena.
De hecho, hay dos componentes de mi actual staff que eran jugadores de aquel equipo. El entrenador de porteros, Juan Carlos Fernández, y el segundo entrenador, Raúl Espinola.
Después llegó jugar el play-off de ascenso a Segunda B con el Motril y al poco tiempo la llamada de Ramón Rodríguez "Monchi" (abajo), director deportivo del Sevilla.
Una llamada decisiva en mi carrera. Decisiva porque después de varios años viviendo el fútbol modesto tenía la oportunidad de entrar en la estructura de un gran club.
Posiblemente sin esa apuesta y esa confianza que mostró "Monchi" en mí en ese momento yo no te estaría contando esta historia.
Cuando me propuso formar parte de la estructura del Sevilla fue una gran ilusión, pero, sobre todo, un desafío importante para mí. Primero lo hice como entrenador para un papel específico: tecnificación. Un área que se abría nueva en el club.
Luego a través de los diferentes años pude entrenar al Sevilla C, al División de Honor juvenil -con el que fuimos campeones de la Copa de Campeones en 2012- y más tarde ejercer como asistente de Míchel y Unai Emery (abajo) en el primer equipo. Se sumó también la etapa de tres años con el filial, donde conseguimos el ascenso a Segunda División y la permanencia en la temporada siguiente.
"Posiblemente sin la llamada de "Monchi", esa apuesta y esa confianza que puso en mí, yo no te estaría contando esta historia"
Pero creo que más allá de los logros deportivo, lo más importante de esa etapa en el Sevilla es el aprendizaje y poder compartir el día a día con Monchi y otros profesionales. Cerca de los entrenadores del primer equipo: Emery, Míchel, Jorge Sampaoli -con quien también pude compartir grandes momentos de fútbol cuando era entrenador del filial-, o Marcelino García Toral -en mi etapa en el División de Honor Juvenil-.
Observarlos cada día cómo entrenaban, cómo hacían las cosas, su preparación, la relación con los jugadores…
También de gente menos conocida dentro del club: los entrenadores de las categorías inferiores, preparadores físicos, secretarios técnicos. En definitiva, acceso a unas fuentes de aprendizaje muy productivas y que me hicieron crecer mucho como entrenador.
Puede que te preguntes: ¿Y los jugadores? ¿Cómo llevan eso de tener un entrenador tan joven?
Seguramente los dos o tres primeros días les chocara algo. Incluso, como también me ha ocurrido con algunos futbolistas, siendo más joven que ellos, pero nunca he tenido inconveniente alguno en este sentido.
Al final es solo cuestión de darle naturalidad a la situación.
Por su parte y por la mía.
Yo cuando entro en un vestuario nunca me he planteado la edad de los jugadores a los que voy a dirigir. Y ellos lo mismo.
Lo que sí creo es que cuando un entrenador llega a un vestuario de fútbol lo único que busca es ayudar a sus jugadores a funcionar como equipo e intentar, de alguna manera, transmitirle aquellas ideas que hagan que todos seamos mejores.
Porque a todos los entrenadores, más allá de que seamos más jóvenes o más viejos, más inexpertos o menos, se nos valora por lo mismo.
Por cómo juega tu equipo, por cómo ayudas a los jugadores y, sobre todo, por los resultados.
Objetivos que, por suerte, se están dando en el Granada.
Incluso sin llegar a esperarlos, como pasó en el ascenso a Primera División en 2019.
Al principio de la temporada, la idea de ascender se planteaba una utopía. Un imposible que conseguimos alcanzar a base de humildad y sacrificio en el día a día. Teniendo también de nuestro lado los momentos decisivos, esos que en Osasuna no se dieron.
Pero más allá del ascenso a Primera o del nivel competitivo que estamos mostrando en Primera División, para mí hay algo más importante.
Hemos recuperado la unión de la afición con el equipo.
Para mí eso es ser un entrenador feliz.
Un momento que, espero, dure por mucho tiempo.
Redacción: Héctor García