Sven-Göran Eriksson
Lazio, 1997-2001
Cuando la Roma me ofreció el puesto de entrenador, la Serie A era la mejor liga del mundo.
Todos los mejores jugadores iban allá. Yo era el técnico del Benfica cuando el año anterior eliminaron a la Roma en los cuartos de final de la Copa UEFA. Esa fue la razón por la que me hicieron la oferta. Cuando ésta me llegó, en 1982, la tomé.
Era la hora de cambiar.
Me uní a un buen equipo, pero viejo. Habían tenido éxito con Nils Liedholm, otro entrenador sueco. Un año antes de mi llegada habían ganado el campeonato italiano. La siguiente temporada jugaron la final de la Copa de Europa, perdiendo en penales ante el Liverpool.
Era un equipo lleno de éxito, de grandes jugadores y grandes nombres. Se sentían como si fuesen los reyes de Roma. Y yo llegué con otras ideas.
Quería que corrieran más, que fuesen distintos. El primer año me costó mucho todo. En ocasiones me cuestioné si haber ido a Italia había sido la decisión correcta.
Antes de aceptar la oferta de la Roma, el Barcelona me llamó y me dijeron: “No vayas a Roma. Ven con nosotros porque en Italia no puedes sentarte en el banquillo”.
Y es que en esa época a los entrenadores extranjeros en Serie A se les prohibía sentarse en el banco. Estar sentado en la grada durante un año fue difícil y el equipo jugó mal. No podía hacer nada desde ahí y no se me permitía entrar en el vestuario en el descanso. Pero el día después, eso sí, te llegaba toda la mierda de la prensa cuando perdías.
Después de un año, las cosas mejoraron. Conseguimos jugadores nuevos, jóvenes. Mi segundo año en la Roma fue muy bueno y todo cambió.
“A Roberto Mancini y a Gianluca Vialli se les había metido en la cabeza que querían tenerme como entrenador"
En ese tiempo, un delantero era un delantero. Los delanteros marcaban goles. No defendían. Hoy esto es normal, pero no por entonces.
Si tú querías jugar con mi estilo de juego, no podías tener jugadores viejos o famosos que no estuviesen dispuestos a hacer las dos partes del trabajo. Atacar y también defender.
Me dije a mí mismo: “Sven, si quieres jugar así en el futuro, consigue los jugadores correctos. Cualquier otra cosa es una pérdida de tiempo”.
En mi primera etapa de cinco años en Italia, los dos últimos fueron con la Fiorentina. Me podría haber quedado allá mas tiempo, pero en esos días era un equipo que se conformaba con estar en el medio de la tabla, no aspiraba a ganar nada. Su ambición era no descender.
Después de tres años de vuelta en Portugal, otra vez con el Benfica, recibí una oferta de la Sampdoria. Génova. Italia una vez más.
Esta vez a Roberto Mancini (abajo, izquierda) y a Gianluca Vialli se les había metido en la cabeza que querían tenerme como entrenador. No creo que fuera el presidente el que me quería. Fueron ellos dos.
El fútbol italiano seguía siendo el mejor del mundo, así que puse mi firma antes de comenzar el trabajo unos meses más tarde. Antes de hacerlo, el presidente me telefoneó.
“Ya no puedo competir con Milan, Juventus e Inter. Tengo que comenzar a vender jugadores. Así que desafortunadamente tengo que vender a Vialli (abajo) a la Juventus”.
“Si quieres venir, eres más que bienvenido. Si quieres cambiar de pensar, eres libre de hacerlo”.
Eso fue lo que él hizo. Pero me fui allí y fueron cinco años muy afortunados.
La Sampdoria era como un club de familia. Pertenecía y era manejado por la familia Mantovanni. El padre y sus hijos. Era un ambiente muy bueno y familiar. En cinco años solo ganamos un título – la Copa de Italia –, pero nos fue bien en la liga y tuvimos jugadores muy buenos. Me gustó esa etapa.
Después de esos cinco años, tanto el club como yo pensamos que era momento de cambiar, así que firmé por el Blackburn Rovers. Unos días después de firmar el contrato, la Lazio se me acercó.
Tenía un gran equipo, pero no habían ganado ningún título en más de 20 años. Yo sabía, sin embargo, que en Sergio Cragnotti tenían un buen presidente. Conocía sus ambiciones, así que le pedí al Blackburn: “Por favor, déjenme ir a la Lazio”.
Después de muchas reuniones me dijeron: “OK. Lo entendemos”.
Todos los días le agradezco al Blackburn por eso. Desde 1997 estuve en la Lazio durante tres años y medio, y fueron años afortunados, una época linda.
El presidente hizo casi todo lo que le pedí. Ganamos siete títulos y jugamos de manera excelente.
“Le dije al presidente: tenemos que vender a Giuseppe Signori’”
Cambié varios jugadores que habían estado allí por mucho tiempo y que yo pensaba que no tenían la mentalidad adecuada. Giuseppe Signori (abajo) fue uno de ellos.
Era un jugador fantástico. El capitán de la Lazio y mejor goleador, y jugaba también para la selección nacional italiana.
Pero llevaba muchos años allí sin lograr éxitos, y no tenía una actitud positiva. Él no creía que deberíamos o podríamos ganar algo, así que decidí cambiarlo.
Fui donde el presidente y le dije: “Tenemos que vender a Signori”. Reaccionó de tal forma que pensé que le daría un ataque cardíaco.
“Los hinchas habían escalado los muros e invadieron el campo de entrenamiento"
"No. Estás bromeando Sven. Eso no es posible. Es nuestro capitán y mejor jugador. Él es un rey en esta ciudad".
Le dije que no era el jugador adecuado para el equipo si queríamos ganar títulos. Durante un par de semanas, todos los días, le estuve diciendo: "Véndelo, véndelo".
De repente, lo hizo y los aficionados se volvieron locos. Me odiaron. Creo que me querían matar.
Lo vendimos hacia el final de una semana en la que perdimos ante el Udinese el domingo. No pude entrar al campo de entrenamiento en la siguiente sesión porque estaba bloqueado por los aficionados.
“Compramos jugadores fantásticos: Verón, Mihajlovic, Mancini...”
La policía estaba ahí pero no pudo manejar la situación. Los hinchas habían escalado los muros e invadieron el campo de entrenamiento, así que no hubo entrenamiento. Fueron momentos difíciles.
Algunos meses más tarde ganamos nuestro primer trofeo -la Copa de Italia – y después de eso ganamos seis más. A partir de eso nadie dijo nada más sobre Signori.
Contratamos algunos jugadores fantásticos. Juan Sebastián Verón (arriba), Sinisa Mihajlovic, Roberto Mancini... Grandes jugadores. Y la Lazio se volvió un equipo ganador, como debió serlo.
Tuvimos un comienzo sólido en la temporada 1999/2000, pero siempre pensé que podíamos ganar el Scudetto. Debimos ganarlo el año anterior, pero fallamos justo al final.
“Al final, todo se decidió en el último partido de la temporada. Habíamos ganado 3-0 y nos coronaríamos campeones si la Juventus no ganaba al Perugia"
Estábamos a muchos puntos de la Juventus. Pero yo le dije a los jugadores: “Podemos ganar esto”.
No sé cuantos de ellos pensaron que era posible. El dueño dijo: “Sven, se nos fue de nuevo”. Yo dije: “No. Todavía podemos ganarlo”.
Pasamos de jugar un buen fútbol a hacerlo de manera brillante. Estuvimos muchos partidos sin perder. Victoria tras victoria y la Juventus comenzó a tener algunas dificultades.
Al final, todo se decidió en el último partido de la temporada.
Nuestro partido contra el Reggina había concluido. Habíamos ganado 3-0 y nos coronaríamos campeones si la Juventus no ganaba en su visita al Perugia. El partido llegó al entretiempo y estaba lloviendo tan fuerte que el partido se atrasó. Pierluigi Collina (abajo), el gran árbitro, estaba a cargo.
Como la Juventus estaba perdiendo 1-0 dijeron: “Nuevo partido. Se juega otro día”. Pero Collina (abajo) era fuerte. Creo que cualquier otro árbitro le habría dicho a la Juventus: “Está bien. Otro día”. Collina dijo: “Esperamos”.
Y así lo hicieron, mientras nosotros estábamos escuchando en la radio lo que pasaba desde nuestro vestuario. No pudieron anotar, así que fuimos campeones. Fue una manera extraña de ganar, pero un día bello, bello para todos los aficionados de la Lazio.
Ese equipo tenía tantos jugadores que podían ganar un partido por sí solos. Mihajlovic, defensa central, era uno de ellos. En esos tiempos tenía el mejor pie izquierdo del mundo. Le dabas cualquier tiro libre o córner.
Y jugadores como Pevel Nedved (abajo), Mancini, Verón o Marcelo Salas. Todos podían marcar goles y lo hacían. Ese equipo no solo tenía un líder. Tenía once.
Mira lo que están haciendo esos jugadores hoy en día. Mancini es un gran entrenador. Diego Simeone, a quien yo tuve en el mediocampo, es un gran entrenador.
Verón, Matías Almeyda y Alessandro Nesta también son entrenadores. Podías ver eso en aquel equipo. Todos eran ganadores y creían que podíamos ganar.
La mejor prueba de su fortaleza mental se vio después de que ganamos la liga en un domingo. El jueves siguiente era el partido de vuelta de la final de la Copa de Italia.
“Lo que pasó en la Lazio durante aquellos años fue bonito”
Jugábamos contra el Inter. No habíamos entrenado ni el lunes, ni el martes porque todos los jugadores y toda la ciudad estaban disfrutando nuestra victoria. Recuerdo hablar con Marcelo Lippi, el técnico del Inter, y decirme: “Han estado ganando todo. Dejen que ganemos".
Le dije: “Lo siento. Ustedes van a ganar. Realmente no estamos preparados porque todo ha sido de locos”.
Sin embargo, el día de antes en el vestuario les dije a los jugadores: “Si son profesionales, salgan, y vayan a luchar”. Lo hicieron y ganamos.
Esa realmente era una mentalidad ganadora. Salieron para conseguir ese trofeo (arriba) también.
Yo me hice cargo de la Lazio cuando el club no tenía ninguna mentalidad ganadora y fue hermoso ver en lo que se convirtió durante esos años.
Incluso aprecio esa victoria más que la liga, no por lo que hicieron, sino por la forma en cómo lo hicieron.
Redacción: Héctor García