Anthony Hudson
Colorado Rapids, 2017-2019
Cuando estaba en mi primera pretemporada, en mi primer empleo como entrenador, me puse muy enfermo.
Al postularme para el cargo en el Maryland Monarchs, todo el mundo dijo que era demasiado joven. Cuando me dieron el puesto, lo volvieron a decir.
Tenía 27 años y quería demostrar que estaban equivocados.
El club no tenía muchos recursos, así que todos los análisis los hacía yo mismo. De hecho, todo lo tuve que hacer yo.
Pero hacía frío esa pretemporada. Nevaba. Era simplemente horrible. Recuerdo que durante una sesión de entrenamientos no podía dejar de toser. Tuve que ir a la esquina del campo para que no se dieran cuenta.
Me sentía muy mal, pero no se lo quería decir a nadie. Era consciente de lo joven que era y no quería que los dueños pensaran que no podía manejar la situación. No quería que se enteraran en el club, así que fui a ver a otro doctor, uno fuera del club.
Tenía neumonía errante.
Pero tenía que vencerla. Me había puesto el sueño de entrenar al más alto nivel. Creía que podía hacerlo y quería llegar, pero siempre tuve que pelear por eso.
Es la parte que me encanta más: superar los retos, apoyándote en ti mismo y luchando para lograrlo. De eso se trata la vida.
Cuando creces en una familia de futbolistas – mi padre, Alan Hudson, jugó para Inglaterra y tanto mi hermano mayor como mi primo jugaron profesionalmente – creces en un ambiente en el que de lo único que se habla es de fútbol. No puedes alejarte de eso.
Comencé a jugar y admiraba a mi padre (abajo). Él era mi héroe, como también lo era Paul Gascoigne. Recuerdo verlo jugar y enamorarme del fútbol.
Pero, a diferencia de mi padre, tuve una carrera frustrante. El dolor que me causó no poder llenar mi potencial como jugador es lo que me impulsa hoy en día.
No quiero ser un entrenador a medias. Quiero entrenar al más alto nivel. Encontré algo que amo y me convertiré en el mejor entrenador que pueda ser.
Es por eso que he ido a ver a 200 entrenadores de todo el mundo en viajes de estudio.
Fui a ver a José Mourinho en el Real Madrid (abajo) cuando él estaba sometido a una verdadera presión. De hecho, no era para nada un favorito en España. Fue en la época en que había enviado a Iker Casillas al banquillo y le había metido un dedo en el ojo a Tito Vilanova. Más importante aún, estaba perdiendo partidos.
Sin embargo, cuando lo vi por primera vez cualquiera hubiera pensado que él estaba ganando todos los partidos. Estaba tan relajado, calmado, bromeando y parecía más grande que todo a su alrededor.
El viernes antes del partido me mostró lo que iban hacer contra su rival, la Real Sociedad, y cómo se relacionaba con lo que estaban haciendo en el entrenamiento de esa mañana. No podía creer que un entrenador bajo tanta presión estuviera hablando con un entrenador joven, como yo, acerca de sus tácticas. De esa visita me di cuenta que siempre tienes que ser más grande que la situación específica que enfrentas.
He visto muchos entrenadores y clubes en toda Europa, y he aprendido más de esos viajes de lo que podría haber aprendido en cualquier curso.
Regreso reflexionando sobre lo que estoy haciendo y lo que puedo mejorar. La única forma en que puede pararme en frente del equipo y decirles que puedo hacer el trabajo es esforzarme para lograrlo. Tengo que estar preparado, tengo que estudiar. Tengo que conocer el juego a fondo. Así es como conseguí mi confianza y mi autoestima.
Nunca me rendí tampoco. Incluso cuando hubo momentos difíciles.
"Cuando vas a países diferentes no puedes simplemente ir y hacer las cosas a tu modo. Tienes que entender la cultura y escuchar, sino puedes salir rápidamente con las tablas en la cabeza".
Después de regresar a Inglaterra tras mi etapa en Maryland, asumí un puesto en el Tottenham que tenía entonces a Harry Redknapp como entrenador. Por medio de Harry conocí a John Still del Dagenham & Redbridge, así que cuando la siguiente temporada dejé mi puesto en el Newport County, llamé a John y él me invitó a hacer algunas sesiones con el primer equipo.
Yo conducía hasta Dagenham todos los días y trabajaba sin cobrar. Recuerdo que algunos familiares me decían: “¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estás haciendo eso? Yo simplemente sobrellevaba cada día e intentaba sobrevivir.
Una noche el Gillingham estaba jugando contra el Dagenham. Entré en la oficina de John y allí estaba Peter Taylor, para entonces seleccionador de Bahréin. Unas semanas más tarde Peter me llamó y me pidió que fuese el entrenador de la Sub-23 de Bahréin.
Sé que si no me hubiese esforzado no habría visto a John Still, del Dagenham y Redbridge, en esa oficina ese día. No me habría reunido con Peter Taylor y ciertamente no hubiera ido a Bahréin.
Aprendí algunas lecciones importantes en el Medio Oriente, especialmente a nivel cultural.
Cuando vas a países diferentes no puedes simplemente ir y hacer las cosas a tu modo. Tienes que entender la cultura y escuchar, sino puedes salir rápidamente con las tablas en la cabeza.
Bahréin fue un buen ejemplo. Solo imagínate que tienes dos religiones diferentes. Chiítas y sunitas, con oraciones en horarios distintos. Durante la preparación para el partido un grupo sale a orar y luego, cinco minutos más tarde, sale el otro. Tienes que programar tus reuniones previas al encuentro tomando en cuenta todo eso.
Peter también me enseñó una valiosa lección: escoge a los jugadores de la selección nacional basándote en su estado de forma. Recuerdo algunas historias increíbles cuando, en el pasado, había dado un trato preferencial a los jugadores, según el prejuicio que tenía el entrenador a favor de una de las religiones.
"Hablamos de cómo prepararnos para enfrentar a Cristiano Ronaldo. Pensé en todos esos entrenadores que intentaron detenerlo durante tantos años".
Pienso que si eres honesto y te comunicas bien, es algo que la gente respeta.
Después de manejar la selección nacional de mayores de Bahréin, pensé que había desarrollado la habilidad de crear una cultura. Pero cuando en el verano de 2014 fui a entrenar a la selección de Nueva Zelanda me di cuenta de que para crear una nueva cultura, ante todo tenía que entender la que ya estaba instaurada.
Para los Kiwis, la cultura lo es todo.
Nueva Zelanda quiere estar orgullosa de lo que hace y yo tenía que sacar partido de esa forma de pensar. Antes de exigir respeto, yo tenía que respetarlos a ellos.
Viajé por todo el país hablando con distintos grupos de personas.
Hablé con los mejores equipos de rugby, con historiadores y los habitantes locales. Comencé a conversar con el equipo sobre lo que significa ser un kiwi. Si no hubiese hecho ese trabajo de calle, los jugadores nunca me hubiesen respetado.
La selección neozelandesa venía de tener un par de malas temporadas. Apenas habían terminado en tercer lugar en la Copa de las Naciones de la OFC y no se habían clasificado para la Copa del Mundo de 2014, pero conseguimos restablecer el espíritu del equipo e instaurar un sentimiento de orgullo. Todo eso terminó con nosotros ganando la Copa OFC en 2016, lo que significó la clasificación par la Copa Confederaciones en Rusia al año siguiente.
Quedamos en un grupo contra los anfitriones, México y Portugal, y hubo algunos momentos surrealistas. Recuerdo cuando conversamos en la previa del partido ante Portugal y hablamos de cómo prepararnos para enfrentar a Cristiano Ronaldo. Pensé en todos esos entrenadores que intentaron detenerlo durante tantos años.
Fuimos al torneo queriendo mostrar un fútbol ofensivo y actuando con nuestras cabezas erguidas. Lo hicimos. ¿Con cuanta frecuencia un equipo como Nueva Zelanda juega contra Portugal? Al final no sacamos el resultado deseado, pero jugamos un buen fútbol y creamos oportunidades.
"Los jugadores no habían dormido nada. La tarde siguiente estaban intentando dormir algunas horas cuando un avión militar de combate empezó a sobrevolar el hotel".
Unos meses más tarde, viví las semanas más intensas que he tenido en el fútbol cuando disputamos contra Perú los partidos de repesca para el Mundial de 2018.
En casa, en Wellington, todo el país se puso detrás del equipo, y fue increíble. Empatamos 0-0 y probablemente debimos haber ganado ya al final, pero esta actuación nos colocó en un buen sitio para jugar la vuelta como visitantes.
En cuanto a la secuencia de eventos siguientes, nunca me ha pasado algo igual.
Teníamos un vuelo charter privado reservado para aterrizar directamente en Lima. Abordamos el avión y después nos dijeron que no íbamos a Lima, sino a Chile.
Nadie tenía idea de por qué.
Aterrizamos en Chile y después nos mantuvieron en la pista durante seis o siete horas. El piloto salió de la cabina y dijo que los controladores aéreos no nos iban a dejar aterrizar en el aeropuerto de Lima.
Finalmente, llegamos con mucho retraso en el cronograma y el bus se desplazó a 30 kilómetros por hora hasta el hotel. No pudimos hacer nada al respecto.
En el primer día de entrenamiento el bus “chocó” y después, en la noche, lanzaron fuegos artificiales frente al hotel.
Los jugadores no habían dormido nada. La tarde siguiente estaban intentando dormir algunas horas cuando un avión militar de combate empezó a sobrevolar el hotel. Era muy ruidoso, ensordecedor y peligroso.
Entonces la cosa empeoró.
"Yo solía ser impaciente, pero ahora me siento cómodo con la dirección que llevo. Aun soy joven, pero tengo mucha experiencia a nivel de clubes y en el fútbol internacional".
Alguien me envió un mensaje. Uno de los pilotos del avión de combate había mostrado su uniforme de vuelo vistiendo la camiseta de Perú. Se había tomado un selfie y lo colgó en las redes sociales.
En ese momento llamé a nuestro director y le dije: “Esto tiene que detenerse, es necesario que nos ayudes”. Incluso el primer ministro de Nueva Zelanda se involucró, negociando por teléfono con el Primer Ministro de Perú. ¡Fue una locura!
Era un momento en el que hacía falta que el entrenador fuese más grande que esas circunstancias. En retrospectiva, debí haber sido incluso más que grande que la situación.
Perú era - y lo sigue siendo - uno de los mejores equipos de Sudamérica. Tenían muy buenos jugadores. Aunque ganaron y nos quedamos sin la clasificación mundialista, quedé muy orgulloso de lo que habíamos logrado como equipo.
Me habían encargado de un equipo que no estaba en un buen lugar y le había dado la vuelta a la situación. Ahora, hay orgullo al vestir la camiseta de Nueva Zelanda. Todo el mundo quería mostrarla para dar su apoyo al país. Me siento muy afortunado de haber tenido esa experiencia.
Siento exactamente lo mismo sobre mi etapa como entrenador del Colorado Rapids. Lo que aprendí rápidamente en la MLS es que, cuando llegas a un club, es importante saberlo todo, no solo acerca del club, sino de la liga también. Tienes que entender las diferencias, por ejemplo, en cuanto a los jugadores estrellas y el tope salarial.
Me dijeron dos cosas cuando llegué al Rapids: “Tienes que cambiar la cultura y tienes que cambiar el estilo de juego”.
El equipo era defensivo, jugando al contragolpe, y ellos querían ser más ofensivos. Para cambiar una cultura, para cambiar un ambiente, sin embargo, tienen que ser fuerte – poner un estándar, hacer que la gente asuma su responsabilidad-.
El reto en la MLS, sin embargo, es que hay un techo salarial. Puedes identificar los jugadores que no van a encajar en esa cultura que quieres desarrollar, pero la realidad es que ellos aún están en tu techo salarial. No puedes traer a nadie más.
Pero aprendes esas cosas rápidamente y me encantó trabajar con los jugadores y en la liga. La MLS es una gran competencia que se disputa con mucho público. Ser el director técnico de un equipo que juega en ella fue realmente bueno.
Ahora creo que estoy en el mejor lugar que he estado en mi carrera como entrenador, como hombre. Yo solía ser impaciente, pero ahora me siento cómodo con la dirección que llevo. Aún soy joven, pero tengo mucha experiencia a nivel de clubes y en el fútbol internacional, y siento que estoy en un buen sitio sobre lo que quiero en mi equipo.
Si puedes construir algo con los jugadores y el cuerpo técnico que emocione a la gente y los haga feliz, entonces es la mejor sensación para mí. Quiero ser parte de ese camino y permitir que otros sean parte también.