Radomir Antic
1948-2020
Jugar en el Luton Town fue como una universidad para mí.
No solo de fútbol, sino de la vida en general. Le tengo un respeto enorme a Inglaterra, a todo lo que aprendí allí.
Si el fútbol me ha traído algo importante, es conocer distintas filosofías de vida.
Como la de David Pleat (abajo). Él, en cierto modo, fue mi descubridor.
Yo ya tenía 31 años cuando fiché por el Luton.
Había jugado las dos temporadas anteriores en el Real Zaragoza, siendo elegido el primer año el jugador más rentable del campeonato por el diario MARCA. Boskov, mi entrenador en el Zaragoza, pasó entonces a entrenar al Real Madrid, y pude haber ido allí con él, pero estaba el inconveniente de mi edad.
David Pleat vino a verme a Zaragoza en el último partido de Liga ante el Rayo Vallecano. Fuimos a cenar a un conocido restaurante de la ciudad.
Yo fui con mi mujer, y eso a Pleat le llamó la atención. Me dijo: "Sé que eres una persona que vive para este deporte y para tu familia. Eso es importante".
"Si el fútbol me ha traído algo importante, es conocer distintas filosofías de vida"
Nunca olvidaré el debut con el Luton. Fue en la FA Cup. Antes del partido, Pleat se acercó a mí y me dijo: "Antic, piensa en Wembley".
Le dije: "Pero entrenador, con tantos clubes famosos, ganar esta competición…"
Me resultaba imposible creerlo, y al principio me tomaba esos comentarios medio en broma. Sin embargo, con el paso del tiempo, veías que no, que lo decía de verdad.
Es la forma que tenían de vivir el fútbol los ingleses. Para ellos era un sueño ir a Wembley y ganar la FA Cup.
Yo jugaba de líbero, una posición que no existía en Inglaterra.
Hablaba con el entrenador para convencerlo: "David, todo el mundo juega con un líbero".
Pero él tenía clara su respuesta: "Tengo el campo lleno; no tengo el derecho a poner un jugador a esperar en la defensa para ser inferior al rival en ataque".
Yo le volvía a insistir: "David, pero todo el mundo lo hace. Mira Franz Beckenbauer".
“Sí, pero esto es Inglaterra”, sentenció. Pleat sabía lo que quería.
Ahora, sin embargo, veo que el fútbol inglés ha perdido ese orgullo por la filosofía de su juego. Ha perdido parte de sus raíces.
"Yo ya tenía 31 años y David Pleat, en cierto modo, fue mi descubridor"
En el Luton marqué el gol con el que ascendimos a Primera y también el tanto con el que nos salvamos de descender, mandando al Manchester City a Segunda.
Fue en la última jornada. Jugábamos en su campo. Con el empate a cero descendíamos.
Estaba en el banquillo, en aquella época solo había dos jugadores en el banquillo, y el entrenador me mandó entrar al campo en la segunda mitad.
En el minuto 84, nuestro central colgó dos veces el balón al área y en el segundo rechace marqué desde fuera del área.
Ese gol nos salvaba y a ellos los hacía descender.
El viaje de Manchester a Luton fue una locura. En cada sitio que parábamos era una fiesta. Al llegar a casa, la gente nos recibió como si hubiéramos ganado la FA Cup.
Siempre he dicho que Inglaterra me sirvió para crecer como persona.
Como entrenador, a mis jugadores les aconsejo sobre la importancia de tener una casa. No olvidaré cuando entramos en la nuestra en Inglaterra por primera vez.
Pintaba mi casa, cuidaba del jardín, incluso hasta la amueblé con mi mujer. Eso te hace sentirte realizado como persona.
En el Luton siempre jugábamos los sábados a las tres de la tarde. Después del partido, el entrenador se acercaba para decirme que tenía el domingo entero para dedicárselo a mi familia. Y eso hacía.
Descubrimos todos los safaris de país, algo que le encantaba a mis hijos. También estuvimos en Cambridge y en Oxford. Recuerdo una anécdota de mi hija en Cambridge que nunca olvidaré. Me dijo: "Papá, ¿yo podré estudiar aquí?".
Le señalé que si quería hacerlo debía ser muy buena estudiante.
La educación siempre ha sido importante en mi familia. Pero el fútbol ha sido mi vida.
Me críe en Yugoslavia, un país donde el deporte tenía un gran reconocimiento social. Desde el colegio, con dos horas de deporte. Aparte, podíamos desarrollar otras actividades deportivas. Jugué al baloncesto y practiqué el boxeo. Al final me decidí por jugar al fútbol en Uzice, donde estudiaba. Un punto muy importante en mi familia ha sido compaginar el fútbol con los estudios.
Llegué con 23 años a Belgrado, para jugar con el Partizan. Unos meses antes me había casado. Dentro de mi contrato se incluía una casa de 44 metros cuadrados. Era algo muy importante. La única persona de mi generación de amigos que tenía mi propia casa. Mis padres estaban muy orgullosos.
Cuando prolongué el contrato, como ya tenía hijos, el club nos dio una casa más grande. Algo muy importante, porque no solo vives del fútbol, también debes pensar en formar una familia. Tener una responsabilidad.
Al margen del fútbol, empecé a estudiar en Ciencias del Deporte en la universidad. Recuerdo el último examen para tener el diploma. Trataba sobre la estrategia a balón parado, ofensiva y defensivamente. Hice un trabajo del que luego se ha hablado mucho en la historia de la universidad.
"Boskov me aconsejaba muchas cosas, desde aspectos del juego hasta familiares"
Entrenar y estudiar suponía un gran esfuerzo. En especial preparar los exámenes, mientras estaba en las concentraciones del equipo, pero eso aumentó mi cultura como persona.
Con 28 años fui a jugar fuera de Yugoslavia por primera vez. Por cuestiones políticas, los futbolistas no podían salir al extranjero hasta esa edad.
Mi primera salida fue a Estambul, en el Fenerbahce. Fue algo especial. Yo ya tenía entonces a mis dos hijos. Desde mi punto de vista, Estambul, en aquella época, era la ciudad más bella del mundo: con dos océanos, dos continentes…
Además, era una ciudad con una historia muy vinculada con la antigua historia de Yugoslavia.
Fuimos campeones con un gol mío ante el Galatasaray. ¡Un gol en el que me abrí la cabeza! Acabé en el hospital esa noche.
Pero hubo un hecho que influyó mucho en la decisión de marcharme. Un golpe de estado del General Kenan Evren. Como tenía familia y dos hijos, por encima de todo, y a pesar de estar en una ciudad muy bonita y donde disfrutaba mucho jugando, decidí marcharme a España.
Llegué a España, al Zaragoza, donde estaba Vujadin Boskov (arriba). Él le había mencionado a mi entrenador en el Fenerbahce, Tomislav Kaloperovic, que necesitaban un jugador de mis características. Mi entrenador le dijo a Boskov que yo era el mejor que había.
En nuestra relación, Boskov me aconsejaba muchas cosas. Desde aspectos del juego hasta cuestiones familiares.
Consejos que fueron muy importantes, como el de llevar a mis hijos al Colegio Británico en Zaragoza. Siempre pensamos en dar importancia a la enseñanza en la formación total de las personas.
Cuando Boskov hablaba, todos lo escuchábamos y hacíamos caso a sus palabras. Lo que decía era pura verdad. No había dudas.
Aprendí también de él que los buenos jugadores no hacen buenos equipos. El buen ambiente sí que hace un buen equipo.
Diez años después, cuando me llamó el Zaragoza para entrenar, lo primero que hice fue viajar en coche hasta Eslovenia. A un rincón del país, cerca de un lago, donde Boskov tenía su casa. Le pregunté qué debía hacer para entrenar en la liga española. Yo nunca había tenido esa exigencia.
Él me enseñó cómo se debían hacer los ejercicios. Incluso se tumbaba en el suelo y me los mostraba. ¡Se ponía a hacer abdominales!
Ha sido como un padre para mí. Me dio todo lo que es importante en la vida como en el fútbol.
Una educación.
Redacción: Héctor García