diego martínez
Espanyol, 2022-2023
El Granada firmó los mejores momentos de su historia con Diego Martínez como entrenador (2018-2021). Un equipo que en solo tres años pasó de la Segunda División española a jugar unos cuartos de final de la Europa League ante el Manchester United, unas semifinales de la Copa del Rey o a instalarse entre los mejores equipos de La Liga.
Después de esos logros, el entrenador español decidió tomarse un tiempo de pausa para seguir con su formación tanto táctica como profesional. Por ejemplo, con una estancia en Inglaterra para perfeccionar su inglés. En la 2022/23 ha vuelto a La Liga a los mandos del Espanyol, equipo donde su filosofía, como hizo en el Granada, era trabajar con tiempo para conseguir los objetivos.
Estilo de juego:
Los equipos de Diego Martínez se identifican sobre unos rasgos tácticos principales: solidez en defensa y unos automatismos en ataque que rara vez se ven modificados. Así fue en su etapa en el Sevilla Atlético (2014-2017) —filial del Sevilla—, Osasuna (2017-2018), Granada (2018-2021) y el Espanyol, su último equipo. Todo bajo el sistema que más pone en práctica, el 4-2-3-1. Aunque la altura y disposición de los jugadores que juegan en zonas interiores pueden modificarse para trazar un 4-3-3. Este último dibujo fue más señalado en su etapa en Osasuna, donde Diego Martínez alteró en ocasiones el esquema para jugar con un solo delantero y dos extremos.
Centrados en sus dos equipos más recientes, el inicio del juego del Espanyol mostraba el mismo patrón que practicaba el Granada, basado en asumir los mínimos riesgos posibles para jugar el máximo tiempo posible en campo contrario. Este es uno de los principios que más explota el técnico español y que es invariable en su ideario de juego. Ya sea a la hora de intentar presionar lo más alto posible para robar cerca de la portería rival o posicionar la línea defensiva lo más lejos posible del área propia.
Cuando el Granada se disponía a sacar el balón (abajo), el envío en largo por medio del portero, Rui Silva, siempre tenía un objetivo claro: el delantero, Jorge Molina. Era este el encargado de prolongar o mantener el balón en propiedad para darle continuidad a la jugada. Los movimientos en ataque estaban condicionados a ese primer duelo ofensivo del atacante. Esto debido a que Darwin Machís y Antonio Puerta, los dos extremos que ocupaban los flancos, corrían al espacio buscando el balón vertical.
Mientras tanto, los dos mediocentros, habitualmente Yangel Herrera y Ángel Montoro, acudían en la ayuda del delantero para jugar de cara. Si Molina hacía valer su juego aéreo, Roberto Soldado, el otro atacante del Granada, buscaba aprovecharse de esa segunda jugada ganadora.
Buscar la principal referencia ofensiva
En el Espanyol, la premisa también era permanecer en campo contrario el mayor tiempo posible como principal modo de atacar. Sin grandes complicaciones en la salida de balón, al igual que en el Granada, cuando el Espanyol se veía presionado por el equipo contrario, el juego en largo mantiene la intención de conectar con la principal referencia ofensiva: Joselu (abajo). El delantero del club catalán interpreta el mismo rol que Molina en el Granada. Es decir, prolongar la jugada o permanecer con el balón para dar continuidad a una segunda jugada.
En ambos casos, son atacantes de gran corpulencia y con capacidad para manejar a la perfección los registros del juego aéreo y de espaldas. Asimismo, Joselu y Molina son capaces de orientarse y dejarse caer por cualquiera de los costados para ganar duelos y dar ventaja a los jugadores de segunda línea.
Bajo ese principio ofensivo de conectar con el delantero de manera directa, Diego Martínez quiere que sus equipos permanezcan juntos y organizados en todo momento. En el caso de que su delantero salga vencedor del duelo aéreo y la posterior segunda jugada, esto le permite al equipo estar instalado en campo contrario con el balón controlado y con diferentes apoyos para intentar progresar y finalizar. Si, por el contrario, es el conjunto rival el ganador de ese duelo por el balón, el equipo se asegura de estar posicionado cerca para ir a presionar a su oponente como muy alejado de su propia portería.
Otro de los registros que manejan los equipos de Diego Martínez a la hora de atacar es el juego exterior. Bien sea con la verticalidad de sus extremos o la profundidad y desdoblamiento de los laterales. Independientemente del camino, el objetivo en una segunda fase de la jugada de ataque es acumular receptores en el área para llegar al gol.
Aunque este recurso de atacar por fuera y acumular jugadores en el área es una tónica habitual de sus equipos, fue en Osasuna donde lo perfeccionó (abajo). Las razones para ello estaban relacionadas con la propia filosofía de juego de Osasuna. Esta ha sido muy marcada a lo largo de su historia por un juego vertical por bandas y centros al área. También por las características de los jugadores para que se diese este proceso de jugar por bandas.
El equipo navarro tenía grandes rematadores de área como David Rodríguez, Xisco o Quique González. Ellos eran alimentados por centradores de calidad, como Roberto Torres y Fran Mérida como mayores asistentes.
La fuerza del contragolpe
Si bien la salida directa y el juego por fuera son importantes para Diego Martínez en fase ofensiva, ninguno tiene tanta fuerza como el contraataque. Desarrollo táctico ofensivo más utilizado por el técnico español y al que más rendimiento intenta sacar.
En sus equipos, el hecho de intentar permanecer compacto el mayor tiempo posible en campo contrario no solo conlleva intentar que el balón esté lo más lejos posible de su propia portería. Esta idea también tiene como intención poder robar y transitar con pocos metros por recorrer para llegar al área rival. Un procedimiento bastante atractivo para optimizar recursos ofensivos.
Para llevar a cabo esa fase de presión con efectividad, la coordinación de todas las líneas, tanto a nivel individual como colectivo, debe ser perfecta. Y es que, si alguna de las piezas falla a la hora de establecer el momento apropiado para dar un paso adelante e intentar robar o provocar la pérdida del rival, la presión no sería efectiva. El Granada, de manera señalada, mantenía un alto nivel de concentración y coordinación para no tener fallas en su presión. Un mismo patrón que Diego Martínez buscó desarrollar con el Espanyol (abajo).
En ocasiones, sobre todo ante oponentes que intentan salir jugando de manera elaborada desde atrás, el Granada ejercía la presión muy alta. Lo hacían conscientes del riesgo que conlleva dejar mucho espacio a la espalda de su línea defensiva. Es por ello que Diego Martínez demanda centrales rápidos y que puedan realizar buenos retornos defensivos.
Rentabilidad en las jugadas a balón parado
Las acciones a balón parado ofensivas son otras de las facetas más destacadas en la dirección del técnico español. Su predisposición a sacar rentabilidad en este tipo de jugadas hace que sus equipos sean muy productivos en este aspecto. Hasta el punto de que el Granada de la temporada 2019/20 fue el tercer equipo de Primera con más goles en jugadas de estrategia.
En las acciones a balón parado, el técnico español está a la vanguardia y con mucha variabilidad a la hora de disponer de diferentes registros en cada partido. En el Espanyol, con un gran lanzador como Sergi Darder, esta tarea se hacía más sencilla. A partir de ahí, los movimientos y la capacidad de remate se ven facilitados para conseguir los golpeos del centrocampista.
En la imagen de abajo, una de las estrategias en las jugadas a balón parado del Espanyol, Darder envía un centro cerrado con mucha curva a la zona del primer palo. El objetivo es que sea Joselu quien finalice la acción, el futbolista más potente y con mejor remate del equipo catalán. Pero además del delantero, un total de cuatro jugadores se reparten el área tras un movimiento previo de distracción. Así llegan a ocupar todas las zonas posibles para un remate.
En la zona de la frontal, mientras, son hasta dos los jugadores que se ocupan de recoger un posible rechace o cortar el contraataque del rival si no han podido finalizar la jugada. De ese modo, se puede dibujar una estructura de 1-4-2 en las jugadas a balón parado ofensivas.
Fase defensiva y presión:
Si el orden y coordinación son las señas de identidad de los equipos de Martínez en fase ofensiva, ambos aspectos se mantienen también a la hora de presionar.
La presión para el técnico español es innegociable; siempre lo más alta posible que se pueda. Pero en caso de haber realizado ya un desgaste físico o que el rival salga con relativa facilidad por su gran calidad técnica, la alternativa es mantener la estructura agrupada en bloque medio.
El Granada se mantenía bajo una estructura estrecha y con poca distancia entre jugadores para reducir espacios y que no se filtraran balones por dentro. Así, el equipo andaluz buscaba que el oponente se viera obligado a ir hacía afuera y que los ataques se produjeran lejos del epicentro del juego. Así, en fase defensiva la estructura se dibujaba sobre un 4-1-4-1.
En el Espanyol, en ese 4-1-4-1 (abajo), Joselu dividía a los centrales y uno de los mediocentros salta a la presión para igualar la zona de receptores del rival. En este caso, es Vinicius Souza el jugador que se queda a la altura de Darder para evitar el pase entre líneas. De la misma manera, Fernando Calero es el activo más posicional por detrás de ambos para ir en la ayuda defensiva o en posición de posible cobertura, en caso de superar a la línea de cuatro que se coloca detrás del delantero.
Tanto Rubén Sánchez por la derecha como Nico Melamed en la izquierda cierran el pase interior. Esto para que el rival tenga que jugar con su lateral y a partir de ahí ejercer la presión en banda.
Fortaleza en área propia
Asimismo, en los equipos del técnico español, la implicación de todo el colectivo a la hora de defender es clave para entender su modelo de juego.
Una de las premisas sin balón es ordenarse y ser ganador en los duelos defensivos. Es en el área propia donde más se evidencia esta característica. Así, en el Granada y en el Espanyol se dibujaba una línea defensiva siempre bien perfilada.
Una línea defensiva con ayudas de los mediocentros para las segundas jugadas y en base a una tarea encomendada que siempre hay que cumplir: no especular a la hora de despejar.
Es dentro del área donde la contundencia de los centrales es de alto nivel. Leandro Cabrera y Sergi Gómez, ayudado por Calero cuando se incrusta entre centrales ante balones laterales (arriba), trazaba una zaga en el Espanyol con defensores corpulentos y un gran juego aéreo, con más percepción por despejar el balón que por sacarlo jugado.
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