Radomir Antic
Entrenador, Real Madrid (1990-1992) y FC Barcelona (2003)
¿Te imaginas lo que puede ser descender con Real Madrid o Barcelona?
Eso estigmatizaría a un entrenador para siempre.
Aunque ahora sea difícil de creer, cuando llegué a los dos equipos estaban más cerca de los puestos de descenso que de sus objetivos reales. Era una situación de emergencia en ambos casos.
Puede que otro entrenador no hubiera aceptado la oferta con ese escenario sobre la mesa. Pero ese es precisamente mi carácter: quería demostrar mi capacidad en las situaciones más difíciles.
Un carácter en el que ha tenido gran peso todo lo que aprendí de Vujadin Boskov, quien fue mi entrenador en la Selección de Yugoslavia -fui cinco veces internacional- y en el Real Zaragoza.
Llegué a la liga española después mi etapa en el Fenerbahçe turco. Hasta los 28 años había desarrollado mi carrera como jugador en Yugoslavia, en el Sloboda Uzcice y más tarde en el Partizan. Entonces ningún futbolista podía salir al extranjero antes de esa edad por cuestiones políticas.
Para mí Estambul era la ciudad más bella del mundo en aquella época. Con dos océanos, dos continentes, la gente… Preciosa. Una ciudad con una historia muy vinculada con la antigua historia de Yugoslavia. En el primer año fuimos campeones de liga con un gol mío ante el Galatasaray. Un gol en el que me rompí la cabeza. Terminé la noche en el hospital.
Era muy feliz con mi familia en Turquía, donde tenía un año más de contrato con el equipo. Pero hubo un hecho que influyó mucho en la decisión de marcharme. Fue el golpe militar del General Kenan Evren. Como ya tenía a mis dos hijos, decidí salir del país.
Casualmente en esos momentos Boskov estaba haciendo la pretemporada en Pirot, Serbia, con el Zaragoza.
Llamó a mi entrenador en el Fenerbahçe, Tomislav Kaleperoviç -también serbio- y le dijo que necesitaba un jugador de mis características. Yo jugaba como libero. Kaleperoviç le señaló que era el mejor que había en esa posición. Decidí acercarme a la concentración en Pirot y después de la cena firmé como jugador del Zaragoza.
En Boskov descubrí una persona que vivía el fútbol de otra manera. Me aconsejó sobre todos los aspectos de la vida. Me recomendó llevar a mis hijos a un colegio británico en Zaragoza o cómo invertir el dinero que ganase con el fútbol.
"En el FC Barcelona cambié de posición hasta a siete jugadores, incluyendo a Carles Puyol y Xavi"
Consejos que fueron muy importantes. Para mí ha sido más que un padre.
Si tenía alguna duda en algo, acudía a él.
Como cuando el Zaragoza me llamó para ser su entrenador.
Hasta entonces solo había entrenado al Partizan. Empecé ahí después de cerrar mi etapa como jugador en el Luton Town en Inglaterra. Si soy sincero, ser entrenador no estuvo en mi cabeza al principio. Yo quería ser ingeniero. Pero cuando terminé los estudios y empecé a jugar, esa idea fue cambiado. Y más después de pasar por Turquía, España e Inglaterra, donde colgué las botas. Eso me abrió muchos horizontes. Me hizo pensar de otra manera.
En el Partizan me fue bien, ganando dos ligas en tres años. Pero entrenar en España era distinto.
Nada más anunciarse mi fichaje, agarré el coche y me fui hasta Eslovenia. A un rincón del país, cerca de un lago, donde Boskov tenía su casa. Le pregunté qué debía hacer para entrenar en la liga española. Yo nunca había tenido esa exigencia.
En esa charla, Boskov me mostró varias cuestiones tácticas. También me enseñó cómo se debía hacer la preparación física. Aunque ya era un hombre de avanzada edad, se tumbaba en el suelo y se ponía a hacer abdominales. En otro momento de la conversación, Boskov agarró un balón y se fue al jardín. Allí empezó a enseñarme varios ejercicios que debía hacer con los jugadores.
En el primer año en el Zaragoza nos clasificamos para la UEFA. En el segundo, a mitad de temporada, recibí una llamada de teléfono de un representante.
“¿Quieres ser entrenador del Real Madrid?”, me dijo.
Aclaró que si quería serlo tenía que ser solo a través de él. Eso lo condicionaba, pero era el Real Madrid. Colgué el teléfono y se lo conté a mi familia.
Ellos siempre han participado en todas las decisiones que he tomado. Son uno de mis grandes pilares. Todos alucinábamos con la posibilidad de entrenar al Real Madrid, sin importar la situación del equipo en esos momentos.
"Para mí Vujadin Boskov ha sido más que un padre"
Los resultados en la temporada no eran los esperados. Eso le había costado puesto a John Benjamin Toshack. Luego entró en el banquillo un hombre de la casa, Alfredo Di Stéfano, con José Antonio Camacho como ayudante. Por si fuera poco, la situación fuera del campo era casi peor. El club estaba inmerso en un proceso electoral para elegir al nuevo presidente. Ramón Mendoza, máximo dirigente de los últimos años, había dimitido para presentarse como candidato.
Quedaban trece partidos para el final de la temporada cuando di el sí al Real Madrid. En mi debut, con el Burgos en casa, perdimos 1-0 con un gol de cabeza del jugador más pequeño de la Liga. En el hotel, después del partido, no paraba de preguntarme cómo podíamos haber perdido con ese gol. El siguiente partido no fue mejor. Perdimos 3-1 contra el Espanyol.
Después de esas dos derrotas, el equipo hizo un gran final de temporada. En los últimos nueve partidos ganamos ocho y solo empatamos uno (el Real Madrid acabó tercero la temporada).
Entre tanto, el club estaba preparando la siguiente temporada y le ofreció el puesto de entrenador a Pacho Maturana, por entonces entrenador del Real Valladolid.
A mí me ofrecieron el cargo de director deportivo. Me dijeron que sabía idiomas, que podía estar preparado para esa función y otros argumentos positivos. Pero les dije que no, que no me sentía inferior a nadie.
A Ramón Mendoza, ganador de las elecciones, no le sentó muy bien mi respuesta.
Así que me llamó para reunirnos los dos en un conocido restaurante en Madrid. Un sitio donde él se manejaba bien.
“Radomir, en esta mesa nunca nadie me ha rechazado una propuesta", me dijo Mendoza. Yo fui claro en mi respuesta: “Debe de ser que nunca antes tuviste un serbio en frente”.
Mi postura tras esa cena seguía siendo clara, que no contasen conmigo.
"Soy el único que puede decir que ha entrenado a los tres grandes de España: Real Madrid, Atlético de Madrid y Barcelona. Eso te hace sentir orgulloso"
Sin esperarlo, días después me llamaron para ser el entrenador. El club había tomado esa decisión finalmente.
Aunque lo hice sin contrato. Incluso el día de la presentación del equipo en el Santiago Bernabéu delante de toda la afición estaba aún sin contrato. La firma llegó el día después.
Hicimos la pretemporada en Udine (Italia). Algunos jugadores se quejaban mucho de los entrenamientos. Uno de ellos era Rocha, uno de los nuevos fichajes. Recostado sobre una silla, me dijo: “Entrenador, mucha agua mata planta”.
“Tú calla y trabaja, porque esto te servirá más tarde”, le respondí.
El equipo empezó muy bien la Liga. Y continuó mejor. No solo éramos líderes. Sacábamos 8 puntos de ventaja sobre el segundo, el Barcelona, cuando por entonces se daban dos puntos por victoria.
Batimos todos los records de puntos y de goles, con los jugadores rindiendo a un alto nivel.
A pesar de eso, el club decidió despedirme a mitad de temporada.
Me lo comunicaron después de ganar en casa al Tenerife.
Ya habían pasado cosas antes de que tomaran esa decisión. Situaciones ajenas al equipo y a su rendimiento sobre el campo. Todo venía de fuera.
Este tipo de experiencias, aunque no te gusten, sirven para crecer y aprender. Descubres cómo debes trabajar de cara al futuro. Cuando llegas a un club en esa situación, lo primero que debes hacer es detectar el problema. Si lo consigues, el resto está casi resuelto.
Así lo hice también en el FC Barcelona.
Resulta curioso si echó la vista atrás y analizo mi carrera. En toda la historia solo hay otro entrenador que haya entrenado al Real Madrid y al Barcelona. Fue el uruguayo Enrique Fernández. Y sí soy el único que puede decir que ha entrenado a los tres grandes de España: Real Madrid, Atlético de Madrid y Barcelona. Eso te hace sentirte orgulloso de lo que has hecho.
Volviendo a mi etapa en el Barcelona, faltaba toda la segunda vuelta cuando tomé el equipo. Tenía más tiempo que en el Madrid, pero la situación era incluso peor: estaban a solo 3 puntos del descenso. En el Madrid la distancia nunca bajo de 5 puntos.
La firma del contrato fue tras una reunión a las 6 de la mañana con el presidente Joan Gaspart en un conocido hotel de Madrid.
"Tanto al Real Madrid como al Barcelona llegué en una situación complicada y se consiguieron los objetivos"
Nunca olvidaré el primer partido en casa. Era ante el Espanyol, el gran rival de la ciudad. Gaspart se me acercó y, en tono muy nervioso, me dijo: “Entrenador, si perdemos este partido nos ponemos por debajo de ellos”. Él se moría si pasaba eso. La gente lo echaría.
Le contesté: “Presidente, no se preocupe”.
Ganamos el partido y a partir de ahí el equipo empezó a sumar buenos resultados. Los jugadores también se aliviaron. El buen ambiente llegó al vestuario. Ese es otro consejo que aprendí de Boskov. "Los buenos equipos no lo hacen los buenos jugadores. Los buenos equipos los hacen un buen ambiente", decía.
Como entrenador, siempre he intentado ajustar las exigencias del jugador de acuerdo a sus virtudes y defectos. A muchos los cambié de puesto y aumentaron su rendimiento, pero siempre he hecho esos cambios respetando la cultura del jugador, su formación y ego. En el Real Madrid, por ejemplo, lo hice con Fernando Hierro. Le situé como centrocampista ofensivo y fue la temporada que más goles hizo.
En el FC Barcelona cambié de posición hasta a siete jugadores. Uno de ellos fue Carles Puyol. Tenía bastantes charlas con él. En la ciudad deportiva tenía un despacho para mí. Dos horas antes del entrenamiento, Puyol siempre venía a mi oficina.
“Entrenador, ¿qué vamos a hacer hoy?” Me preguntaba con la intención de saber por qué se hacían las cosas. Puyol, lateral por entonces, empezó a ser un central maravilloso. También cambié de posición a Xavi (arriba), adelantándolo 30 metros.
Él no lo venía claro. “A los centrales les gusta que yo inicie el juego desde atrás”, se defendía. Diría que era un poco complejo de Guardiola, quien había ocupado esa posición por delante de los centrales.
Le dije que no se preocupara. “Si sé que no puedes hacerlo, no te lo pediría. Tienes un buen disparo desde fuera del área, una gran visión de juego, una gran sensación de crear juego. Y arriba tenemos dos jugadores muy rápidos, Overmars y Saviola. Necesitamos un jugador que pueda ponerles balones al espacio. Puedes jugar ahí”.
En el partido ante el Espanyol, Xavi, por primera vez en su carrera, pasó el medio del campo, llego al área y marcó gol. Este tipo de cosas son las que te dan una satisfacción fabulosa como entrenador.
Sin embargo, al acabar la temporada hubo elecciones a la presidencia del club. Cada candidato -fueron cuatro- llevaba a su entrenador. Joan Laporta ganó las elecciones. Lo hizo con la promesa del fichaje de David Beckham, que al final acabó jugando para el Real Madrid.
Laporta y Txiqui Beriguistain –su director deportivo- me dijeron que todo el mundo estaba encantado conmigo, pero que hacía falta un cambio. El escogido fue Frank Rijkaard, quien hasta aquella época no había sido entrenador.
En muchas ocasiones me hacen la misma pregunta. “Entrenador, “¿qué podría haber conseguido con Real Madrid y Barcelona de haber seguido más tiempo?”
Pregunta que no tiene respuesta.
Lo que sí sé es que en ambos equipos llegué en una situación complicada y se consiguieron los objetivos.
Sin embargo, eso no valió para seguir. Aunque prefiero no buscar muchas explicaciones.
Como bien decía Boskov, "fútbol es fútbol".
Redacción: Héctor Riazuelo