jaime lozano
Seleccionador de México, 2023
El Perfil:
Jaime Lozano, como ya hiciera en sus comienzos como entrenador en el fútbol formativo de Gallos Blancos de Querétaro, volvió a mostrar con la Selección sub 23’ de México su capacidad para la gestión del talento joven. Un equipo con el que conquistó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Solo fue superada por Brasil, a la postre campeona, en semifinales en la tanda de penaltis.
Cosechado ese éxito, Lozano tomó la decisión de decir adiós a la selección para emprender una nueva etapa enfocada a la dirección de clubes. “Quiero buscar una nueva oportunidad, ganar experiencia. Obviamente los sueños hay que pelearlos y quiero estar preparado para el día de mañana tener la posibilidad de ser candidato a la Selección Mayor”, señaló el técnico en su despedida de la ‘Tri’.
Ya en 2023, llegó esa esperada oportunidad como seleccionador para la Copa Oro tras la salida de Diego Cocca.
Estilo de juego:
Jaime Lozano desarrolló una selección olímpica atrevida, con la idea de permanecer en campo contrario y dándole gran importancia a la posesión de balón. El hecho de disponer de futbolistas con buen pie posibilitó que México llevase el peso del juego en gran parte del campeonato -la excepción la encontramos en el partido de semifinales donde Brasil le arrebató el balón y la iniciativa-. Otro de los puntos fuertes de la ‘Tri’ fue el buen rédito que el entrenador mexicano sacó de las acciones a balón parado.
Sobre un dibujo 4-1-4-1 (arriba) que no alteró en ninguna circunstancia en todo el campeonato, Lozano cimentó un centro del campo con un mediocentro muy posicional por delante de la defensa, José Joaquín Esquivel, junto a dos volantes con mayor libertad para crear y llegar, Alfonso Romo y Sebastián Córdova, quienes firmaron un gran campeonato. La fluidez en ataque consistía en hacer llegar con rapidez el balón a los extremos,. Estos siempre partían con mucha amplitud y alimentando el uno contra uno. Con eficientes cambios de orientación para que la basculación de los equipos rivales no fuera efectiva.
En salida de balón no corrieron excesivos riesgos, pese a su jerarquía de intentar progresar a través del pase y las asociaciones. Siempre en disposición de jugar, con los centrales metidos en área propia, los laterales bajos y el mediocentro viniendo a recibir solo cuando Guillermo Ochoa entendía que el primer pase podría poner en peligro a su equipo ante una presión asfixiante del rival (abajo). Así, la primera opción del portero era jugar con sus centrales para intentar una primera circulación que permitiese llegar a la siguiente línea con el balón controlado. Optando en la mayoría de ocasiones por atraer y golpear. Otra variante en la salida, y bajo el mismo posicionamiento, pasaba por conectar con Henry Martín en largo y buscar una segunda jugada ante un equipo abierto y con mucha separación.
México presentó complicaciones en la conexión de los centrales con la siguiente línea. La ayuda llegó a través de Esquivel, quien cerca de los centrales, pero sin meterse entre ellos para formar una línea de tres, daba a uno de los centrales tiempo para conducir, aunque sin la alternativa de pase por dentro que le diese continuidad a la jugada. De ese modo, buscar a Córdova o a Romo entrelíneas se convirtió en el paradigma de la ‘Tri’. Esto tuvo como consecuencia más bien a un pase apurado del central al espacio ante la presión del delantero rival (abajo).
Cuando sí eran capaces de dominar el balón Romo y Córdova, comenzaba el asedio del equipo de Jaime Lozano, casi siempre en campo rival. El principal objetivo era llegar a banda con ventaja para que los extremos pudieran encarar al lateral rival. Situación en la que la zurda de Córdova siempre preparada para buscar el pase adecuado reactivaba a los extremos en busca de un desmarque. Uriel Antuna, Alexis Vega y Diego Láinez se repartieron los minutos en el campeonato. El jugador del Real Betis se mostró más proactivo a recibir al pie. Esto mientras Antuna, por derecha, y Vega, por izquierda, elegían la carrera perpendicular para buscar el centro al área rival.
Otro de los automatismos en ataque muy utilizados por México consistía en los movimientos de los volantes hacía el espacio detrás de las defensas rivales. Martín fijaba a los centrales y desarrollaba desmarques para ir a recibir al pie. Esto para que, o bien Córdova o bien Romo, rompieran en ruptura (abajo).
El más efectivo, sin embargo, y que repetiría México en todo el campeonato fue el movimiento del volante hacía el espacio que se generaba entre lateral y central, cuando Láinez o Antuna perdían altura y conseguían atraer al lateral rival. Es ahí donde encontrar la llegada de los volantes repercutía en una ocasión clara de gol. Ese tipo de mecanismos, unido a la llegada constante al área contraria desde la segunda línea, daban al conjunto de Jaime Lozano mucha presencia en ataque. El principal beneficiado de estas circunstancias era Córdova quien, en relación a su gran repertorio de juego, multiplicaba el tiro desde fuera del área.
Lozano dio también gran importancia a las acciones a balón parado. Con excelentes lanzadores y varios rematadores de gran nivel, el técnico mexicano aprovechó todas las posibilidades que le daba el equipo en estas situaciones. Ya fuera en faltas laterales o en saques de esquina, la corpulencia y capacidad en el remate de Vásquez, Montes o Henry Martin suponían un valor importante para la ‘Tri’ en busca del gol. Láinez o Córdova presentaron el balón de manera inigualable en la ejecución de las acciones a balón parado.
La realización de los golpeos era, en casi todas las ocasiones, muy similar. Un balón con efecto hacía adentro o hacía afuera según el perfil de Córdova. Siempre con la intención de que un simple contacto del receptor dificultase al portero. Es por ello que ganar la primera zona era el principal cometido de Vásquez y Montes, jugadores de altura y corpulencia, que tienen un buen remate de cabeza.
Hasta tres goles consiguió México en los Juegos Olímpicos por lanzamientos ejecutados por Córdova. Vásquez y Martín marcaron de faltas laterales y Vega a la salida de un saque de esquina. Acciones todas con un mismo patrón: una carrera lejana, en la que no era necesarios los bloques, para impactar con el balón en carrera.
Fase defensiva y presión:
Instalados en un sistema con muchos jugadores por dentro para evitar el juego interior del rival, el principal trabajo de Lozano consistía en convencer a sus extremos del trabajo defensivo cuando no disponían del balón. Desplegados en campo contrario para ejercer una presión efectiva y poder recuperar alto, la rapidez de Vásquez y Montes permitían asumir riesgos para dificultar la salida limpia del equipo rival.
En esa presión alta, Martín era el encargado de impedir el avance de los centrales rivales (arriba). Esa lucha siempre en inferioridad era contrarrestada por uno de los volantes de creación que se acercaban con celeridad cuando el delantero mexicano era eliminado. En multitud de ocasiones Córdova o Romo saltaban a presionar al poseedor de balón. El extremo de esa banda realizaba una basculación hacía dentro dejando al lateral rival libre, pero ponderando lo que Lozano buscaba con el 4-1-4-1 en fase defensiva: obstaculizar el juego interior del equipo rival.
Este tipo de presión demanda una gran automatización por parte de todo el equipo si se quería evitar la progresión. Es por ello que en ocasiones a Esquivel, jugando solo de mediocentro defensivo, le podían hacer superioridades si ese salto en la presión no era efectivo. Bastaba con caer a uno de los costados del futbolista de Juárez para recibir el balón con tiempo para girarse. Si esto sucedía, la premisa no era saltar sobre el poseedor del balón. Era tratar de temporizar y que hubiese ayudas, a la vez que se retrocedía esperando la vuelta de los jugadores superados.
Otro de los momentos en los que Esquivel hacía gala de su inteligencia táctica era cuando preveía un centro al área y ocupaba posiciones de central (arriba). Para ejercer superioridad defendiendo, Jaime Lozano obligaba a su jugador a unirse a la línea defensiva cuando la amenaza de balón al área era evidente.
Distribuirse bien en la posible zona de remate y las marcas al hombre ante un centro lateral era premisas claras en México. También lo era poblar el área para que de este modo nunca el equipo rival tuviera superioridad o receptores libres. Siempre con marca individual para evitar el remarte a portería.
Esos dos conceptos fueron trabajados y llevados a cabo para defender y proteger la portería de un Ochoa que, entre sus virtudes, no se incluye el manejo del juego aéreo. Estos terminaron por conformar una sólida selección de México que alcanzó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.