borja jiménez
Leganés, 2023-Presente
En los instantes después de conseguir el ascenso a Primera con el Leganés se me pasaron por la cabeza todos los momentos anteriores. Es curioso, porque diría que fueron pasando como en diapositivas.
Empecé a entrenar muy pronto, con 21 años. Fue a chicos de nueve y diez años en Ávila, en mi ciudad. Cuando di el primer paso, en 2006, no lo hice con el afán de decir: “Me voy a dedicar a esto de manera profesional”. Lo hice porque la pasión por el fútbol me guió a querer ser entrenador, y la docencia —soy licenciado en Magisterio— me llevó a empezar con niños pequeños.
Luego estuve varios años en el fútbol formativo, en la Milan Academy Ávila. El AC Milan tiene una escuela allí, la selección de Ávila de infantiles y los cadetes del Real Ávila. Esto último lo compaginé con el cargo de segundo entrenador en el primer equipo.
En 2013, con 29 años, me hice cargo del Real Ávila, ya en una categoría semiprofesional. Y fue realmente bien: llegamos a la cuarta plaza final y a la promoción de ascenso a Segunda B. Pero ahí me di cuenta de que la realidad del fútbol muchas veces no es como uno la imagina, sino como toca vivirla.
Después de la promoción de ascenso, tuve que volver a mi trabajo habitual porque mi tiempo Real Ávila desapareció. Y también parecía que desaparecían mis opciones como entrenador, ya que no me llegó ninguna oferta durante todo el verano. Así que decidí enfocar mi futuro hacia el negocio familiar y terminé mi formación para ello.
Entonces pasó algo que tampoco imaginaba, pero que lo cambió todo. Fue la llamada de Cata (José Antonio Prieto) y Braulio Vázquez, las personas encargadas de la Academia y de la Dirección Deportiva del Real Valladolid.
"la realidad del fútbol muchas veces no es como uno la imagina, sino como toca vivirla"
“Queremos que vengas con nosotros para entrenar al equipo cadete, además de estar con nosotros en la Dirección Deportiva viendo jugadores para captación”. Se me planteaba un momento decisivo, porque no podía seguir trabajando en el negocio familiar y entrenar por las tardes al cadete. La distancia entre Ávila y Valladolid no me permitía hacerlo.
La decisión fue darme una temporada para ver qué pasaba. Un año para perseguir mi sueño de entrenar.
Sí, todo eso se me vino a la cabeza, además de lo que pasó después de tomar la decisión de dejarlo todo, arriesgar y apostar por este camino. El año en Segunda B con el equipo Promesas del Real Valladolid, la temporada en el Izarra, el Rápido de Bouzas —el club que cambió mi vida porque encontré a Álex Martínez, la persona que me acompaña desde ese momento como segundo entrenador—, los ascensos a Segunda División con el Club Deportivo Mirandés y el Cartagena. También la aventura de dirigir durante seis meses al Asteras en la Superliga griega. Un fútbol diferente en un país diferente que me hizo adquirir aun más experiencia.
Por supuesto, la etapa en A Coruña dirigiendo al Deportivo de La Coruña. Una experiencia inolvidable que siempre llevaré conmigo, por amargo que fuese el final. No conseguir el ascenso en 2022 por seis minutos fue uno de los momentos más duros de mi carrera. Sin embargo, no empaña todo lo que viví y aprendí allí.
"Me dijo que no habíamos perdido el ascenso, sino que lo teníamos incluso más cerca"
Todos esos momentos, tanto buenos como malos, me han hecho crecer como entrenador. No tengo duda de ello. Como tampoco de que tengo que apoyarme y encontrar ayuda en gente fuera del contexto del fútbol para ser mejor.
Sin esa ayuda, seguramente hubiera llegado al partido en el que ascendimos a Primera de otra manera. Con un enfoque muy distinto. Diría hasta negativo por todo lo que pasó en el partido anterior frente al Racing de Ferrol. Ahí, teníamos el ascenso en nuestra mano, pero a falta de unos minutos para el final, el árbitro pitó un penalti a favor del Racing. Ellos marcaron y el partido acabó 2-2.
Los primeros minutos después de que el árbitro pitara el final fueron muy complicados. No encuentras el sentido a lo que ha ocurrido. Y en el vestuario había mucho desconsuelo, la sensación de que habíamos perdido el ascenso. Todo un año de trabajo comprometido por la decisión del árbitro, con la que yo no estaba de acuerdo.
Afortunadamente, tuve la suerte de tener muy cerca a Rodri —una de las personas que me ayuda en la comunicación— en esos primeros minutos tan complicados. Él me hizo ver que la meta iba a estar en siete días.
"Me debía mostrar seguro y confiado ante todos, aunque internamente tuviese miedos"
Me dijo que no habíamos perdido el ascenso, sino que lo teníamos incluso más cerca, porque los resultados de ese fin de semana nos habían alejado tres puntos del Eibar, el tercer clasificado. Además, nuestro siguiente rival, el Elche, llegaba al partido sin nada en juego.
La primera entrevista que hice en televisión, la aproveché para transmitir a la gente precisamente ese mensaje. Rodri supo hacerme ver cómo enfocar ese momento. Nada del árbitro, ni de una oportunidad perdida. “Estamos más cerca que antes de la penúltima jornada de poder conseguirlo”.
Un mensaje positivo.
Pero quedaba la segunda parte: toda una semana de trabajo para preparar el último partido. Intenté trabajar bastante mi mente. Para eso conté con la ayuda de mi coach, que me dio recursos para saber manejarme en este tipo de situaciones.
Busqué equilibrar mi mente, porque durante el resto del día me tenía que mostrar muy convencido de lo que íbamos a conseguir. Me debía mostrar seguro y confiado ante todos, aunque internamente tuviese miedos que no podía exteriorizar a los jugadores durante esa semana.
"No se te puede olvidar que trabajas día a día con 30 personalidades diferentes"
En esa soledad que tiene muchas veces el entrenador, sí percibí desde el primer entrenamiento que el equipo había entendido el mensaje positivo. Estaban seguros de que íbamos a conseguir el ascenso.
Todos los mensajes durante esa semana fueron en esa dirección, independientemente de que pudiéramos tener más o menos dudas o ciertos miedos de lo que pudiera ocurrir al final. Pero la intención durante toda la semana fue que el jugador llegara muy convencido de que el mensaje tenía que ser de valentía. De salir a ganar. Nos valía el empate, pero en ningún momento quisimos especular con el resultado, porque jugar a empatar durante todo un partido y, sobre todo, en los minutos finales, nos hubiera puesto muy nerviosos.
Fuimos constantes con los jugadores, hablando con ellos, uno a uno. No había ni titulares ni suplentes. A todos les hicimos ver que lo que había ocurrido nos iba a acercar a lograr nuestro sueño, por el que habíamos peleado las 42 semanas anteriores.
La verdad es que fue una semana muy emocionante por el aspecto mental. Esa lucha también contra tu cabeza, de querer ser más positivo de lo habitual. Visto con la perspectiva del tiempo y cómo fue, creo que lo gestioné bastante bien.
"tampoco voy a olvidar ese abrazo colectivo que me di con mi familia"
Para mí es muy importante que mi aspecto mental sea muy lineal; constantemente poder mostrar tranquilidad. Trabajo con mi coach la preparación de las charlas prepartido: hacia dónde enfocarlas, dónde matizar a nivel emocional para tocar la fibra al jugador…
Necesito trabajar mi aspecto mental para estar equilibrado, para después yo transmitir ese equilibrio a todos los futbolistas. No se te puede olvidar que trabajas día a día con 30 personalidades diferentes y nosotros, los entrenadores, estamos ahí en medio como gestores.
Si durante toda la semana previa al partido lanzamos un mensaje positivo, los momentos previos intentamos tener tranquilidad. Bajar un poco las revoluciones al futbolista para que, una vez que empezara el partido, pudiéramos hacer todas las cosas que habíamos trabajado durante la semana. Mantener un bloque medio muy compacto, sin hundir demasiado la línea, poder sacar buenas transiciones...
Y con situaciones de transición que habíamos trabajado durante la semana hicimos los goles en el primer tiempo. El 1-0 de Miguel de la Fuente, nuestro delantero, en un duelo individual contra los centrales. El 2-0 en una salida desde nuestro campo, para atacar por fuera con Miguel y después llegar al espacio central para la gran definición de Juan Cruz.
"con el paso del tiempo me he ido dando cuenta de la magnitud de lo conseguido"
En el descanso, y con el 2-0, seguimos transmitiendo tranquilidad al grupo. “Quedan 45 minutos muy duros, pero lo más importante es que no pase nada al principio”, les dije a los jugadores. Yo tenía claro que, si llegábamos a los últimos 20 minutos con esa ventaja, el Elche se iría desvaneciendo un poco porque no tenían un objetivo por el que pelear.
Para eso, intentamos gestionar el segundo tiempo a nivel táctico, con alguna modificación en el equipo para tener frescura en todo momento. Debíamos tener piernas hasta el final, porque tenía muy claro que hasta que no pitara el árbitro, para mí estaba todo muy lejano.
El primer momento de celebración del ascenso lo recuerdo con Álex. El abrazo que nos dimos me trasladó a todas las alegrías vividas juntos. Rememorar todo lo construido junto a él me llena de felicidad, porque es una persona excelente y se merece este éxito.
Recuerdo las lágrimas de Jesús Rueda también, una persona que se ha incorporado en 2023 a mi staff y que mejora nuestro ímpetu. También lo hice con Rodri, quien siete días antes me ayudó a construir ese mensaje positivo que era vital transmitir.
"si peleas duro y muestras resiliencia en los momentos más complicados, sí que estarás más cerca"
Por último, tampoco voy a olvidar ese abrazo colectivo que me di con mi familia más directa nada más terminar el partido. Todos juntos llorando de felicidad. Ellos también sufren cada momento complicado y merecían disfrutar de algo así.
El ascenso a Primera División lo intenté llevar con la máxima naturalidad, sin saber las consecuencias que llevaba conseguirlo. Pero después, con el paso del tiempo y recordar de nuevo todos los momentos desde que empecé, me he ido dando cuenta de la magnitud de lo conseguido.
Podría terminar diciendo que con 39 años he cumplido mi gran objetivo: entrenar en Primera. Y quedaría un final perfecto, sin duda. Sin embargo, mentiría si lo hago. ¿Por qué? Porque para mí es irreal ponerse ese tipo de metas.
No puedes pensar que tu meta es llegar algún día a entrenar en Primera División. Pero si peleas duro y muestras resiliencia en los momentos más complicados, sí que estarás más cerca de poder conseguirlo.
BORJA JIMÉNEZ