FREDDIE LJUNGBERG
Entrenador Interino, Arsenal, 2019
Yo nunca me pongo nervioso.
Pero el día que iba a debutar con el Arsenal, recuerdo estar parado a un lado del terreno, a punto de ingresar, sí lo estaba.
Apenas llevaba cinco días en Inglaterra. Me las había arreglado para jugar un partido con el equipo reserva en ese tiempo, pero yo era un jugador joven en medio de un gran cambio a una gran ciudad. Y mi primer partido era contra el Manchester United.
Estaba en el banquillo y después de 25 minutos, los aficionados comenzaron a corear mi nombre. Entré para los últimos 10 minutos, más o menos, reemplazando a Nicolás Anelka, y logré marcar mi primer gol unos instantes después. Fue una sensación increíble. Toda la ansiedad que sentía antes, desapareció.
Había esperado mucho tiempo para hacer ese viaje. Debuté a los 17 años en el Halmstad, pero ya incluso antes había equipos grandes detrás de mí, también cuando cumplí los 18. A todos les dije que no, porque no me sentía listo para dar ese paso.
Para cuando ya tenía 20 años, ya jugaba regularmente con la selección de Suecia. Había tenido una buena temporada en mi equipo y, de nuevo, había clubes interesados en mí, entre ellos el Arsenal. Jugué un partido internacional con mi selección frente a Inglaterra, y luego otro más con el Halmstad. Creo que ese día anoté un penalti y di cuatro asistencias en el triunfo 6-4 contra el Norrköping.
Al día siguiente conocí a Arsène Wenger.
Fue tan persuasivo. Hablamos por mucho tiempo sobre su visión del fútbol y cómo quería jugar. Para él, ganar era importante, pero también lo era el respeto. Algo en mí hizo clicentonces. Tenía que firmar con ellos. Creo que ni siquiera hablamos de salario, solo fútbol.
"tenía que aprender a jugar como extremo, y quería demostrar que era capaz de hacerlo"
Era para lo que me había preparado durante los cuatro años previos. Así me sentía y no estaba tan equivocado. Era un nuevo equipo, un nuevo país, pero entendí rápidamente que era un entorno fuerte. Estabas obligado a rendir para que te aceptaran.
Una semana después de unirme al club, recuerdo que Pat Rice – leyenda del Arsenal y ayudante de Arsène- me dijo: “Solo para que lo tengamos claro: lo que se exige en este club es ganar un título, un gran título, todos los años”. Eso me encantó, porque así era yo y era exactamente lo que quería también.
Antes de llegar al Arsenal, toda mi vida había jugado en el centro del mediocampo o como segundo delantero, en un dibujo 4-4-2. Ahora estaba con los campeones de la mejor liga del mundo. Sabía que subir el peldaño sería algo grande, e incluso más jugando por la izquierda o la derecha del mediocampo.
Realmente nunca había jugado en esas posiciones. Y durante mi primer año, sentía que estaba en un periodo de aprendizaje constante. Como un mediapunta, más por dentro, podía deshacerme de mi marcador, buscar la pelota y pasarlo por cualquiera de los dos lados. Jugando como extremo, sin embargo, eso se perdía. Siempre estaba marcado y sentía que no tenía espacios para jugar.
Tenía que aprender y quería demostrar que era capaz de hacerlo. Ese verano decidí darlo todo para aprender la posición. El fútbol en Inglaterra es muy físico y yo era un jugador pequeño, pero siempre intentaba jugar enérgicamente, era rápido y me encantaba el uno contra uno. No quería fallar.
Ahora, como entrenador, lo que más me mueve es ayudar al jugador a triunfar. Como técnico en las categorías inferiores del Arsenal, lo más importante para mi era darles herramientas a los jugadores que le permitieran estar listos para llegar al primer equipo. El fútbol puede ser a veces complicado, pero me gusta hacerlo tan sencillo como sea posible, que los jugadores encuentren soluciones. Y eso puede implicar sostener discusiones con gente que no está de acuerdo contigo.
"No se trataba del físico, la velocidad o la potencia de bukayo: se trataba de su toma de decisiones"
Cuando entrenaba a la Sub 23, quería traer a jugar con nosotros a Bukayo Saka (abajo). Encontré entonces algo de resistencia por parte de los que sentían que no era el momento adecuado. “No, está jugando en la Sub 18, aún no está listo”, me dijeron.
“De ninguna manera”, repliqué. “Vendrá a entrenar conmigo y les voy a demostrar que él puede jugar”, les dije.
No se trataba de su físico, su velocidad o su potencia a esa edad. Se trataba de su toma de decisiones y la ejecución. Hacía las cosas bien en el momento justo. Centraba en el momento correcto; driblaba en el momento oportuno; conectaba con su compañero en el momento preciso. Incluso siendo tan joven, podías ver que Bukayo hacía las cosas bien. Además tuve la suerte de entrenar a muchos jóvenes como él, con ese deseo de mejorar. Me siento muy orgulloso de ver los progresos que han hecho.
En mi etapa de jugador del Arsenal esa progresión la viví de cerca con Thierry Henry, que llegó desde la Juventus en mi segunda temporada en el club. Teníamos la misma edad y nos hicimos muy amigos. Creo que haber llegado a la Premier League desde otro país, como me paso a mí, hizo que le tomara un año adaptarse. Las entradas de los rivales eran diferentes y, a veces, el fútbol puede tornarse muy físico. Casi que era un alivio jugar la Champions League.
Martin Keown ha hablado en ocasiones de cómo pateaba a Thierry en los entrenamientos, para prepararlo en el aspecto físico del fútbol inglés. Obviamente todos sabíamos de su velocidad, calidad técnica y movilidad. Era muy bueno en el uno contra uno y le encantaba salir hacia su pierna izquierda, donde sabía que podía ganar la posesión y vencer a los defensores. Pero también era muy fuerte.
Un delantero más pequeño – alguien como Michael Owen, por ejemplo –no disfrutaba tanto la marca de un defensor como Sol Campbell, quien utilizaba todo su tamaño y fuerza física para frenarlo. Contra Thierry, los centrales no podían inclinarse y usar su poder contra él. Era demasiado fuerte y, además, muy rápido.
Para un jugador joven como yo, estar con jugadores así era increíble. Quería estar en un ambiente competitivo y aprender de esas maravillosas personas y jugadores. Y en el Arsenal, estaban en todas partes. Alguien como por ejemplo Manu Petit, de quien siempre he creído que fue subestimado. Un jugador increíble, con una personalidad igual de increíble. Con su pie izquierdo podía colocar la pelota donde quisiese.
"siempre que invitaba amigos a highbury, buscaba que estuviesen cerca del terreno"
Junto con él, Patrick Vieira era un maravilloso líder. Un jugador que hablaba cuando era necesario, pero que lideraba más con su forma de jugar, siempre al límite. El fútbol era mucho más físico en esa época. Abundaban las entradas voladoras, pero Patrick era tan alto y fuerte, que siempre se las arreglaba para ganar el balón si hacía una entrada deslizándose. Utilizaba su envergadura a su favor.
Podría decir lo mismo sobre Dennis Bergkamp, con quien me encantó jugar. A él le gustaba descolgarse a zonas más retrasadas, lo cual me beneficiaba a mí – y luego a Robert Pirés – para poder movernos con un poco más de libertad. Era un jugador muy técnico, pero también mucho más grande de lo que la gente pensaba y muy fuerte. Dennis sabía cómo protegerse y a los defensores les costaba mucho sacarle el balón.
Y también hay que mencionar a Highbury. Siempre que invitaba a amigos, buscaba que estuviesen cerca del terreno de juego y les decía que estuviesen atentos a la velocidad de la pelota. El estadio era tan pequeño – mucho más que el del Emirates – y los hinchas estaban justo sobre ti, así que me encantaba. Todo tenía que ser mucho más rápido. Cuando ahora conozco a jugadores de otros equipos de esa época, me comentan sobre lo intimidante que podía resultar jugar en ese campo.
Hacia el final de mi primera temporada en el Arsenal, perdimos con el Manchester United en la semifinal de la FA Cup. Al final de mi segunda temporada, perdimos la final de la Copa UEFA, desde los penales, con el Galatasaray.
Luego, al final de mi tercera temporada, perdimos la final de la Copa FA con el Liverpool (arriba). ¡Probablemente no debería contarte cómo me hizo sentir perder ese partido! Jugamos un fútbol espectacular y debimos ganar, pero creo que Stephane Henchoz sacó la pelota sobre la línea con sus manos unas tres veces, y no pitaron ningún penalti. Al final, Michael Owen nos ganó la espalda con su velocidad y les dio el triunfo.
Sin embargo, así es el fútbol. Las derrotas duelen, pero son las que más te enseñan. Luego regresas y vuelves a pelear buscando superarte. Por supuesto que hubo decepción, pero también el nivel justo de rabia. En el cuerpo técnico no tenían que decir o hacer demasiado al respecto.
Ese equipo estaba lleno de jugadores ganadores, tanto en el Arsenal como en equipos anteriores, y querían seguir en esa senda. También era un equipo en transición. Algunos de los más veteranos habían partido, pero Arsène estaba construyendo un nuevo equipo y sabíamos que estábamos en la dirección correcta.
"Como entrenador debes entender a las generaciones más jóvenes, saber cómo comprenden el juego"
Quien haya estado cerca de Arsène, sabe lo mucho que le gusta ganar. Por supuesto, es todo un caballero, pero siempre te lo haría saber, a su manera, que estaba descontento y nosotros lo sabríamos.
También fue una de las personas con las que hablé cuando estaba pensando en comenzar a dirigir, igual que lo hice con antiguos entrenadores que tuve en la selección de mi país. Todos pensaron que era algo en lo que podía ser bueno. Uno de ellos me dijo: “Ves el juego de manera táctica”. Eso me dio confianza y creo que es una de mis fortalezas: que puedo ver lo que pasa desde el costado de la cancha.
Aunque también escuché a veces: “No pensé que terminarías siendo entrenador”.
Pero me gusta eso, me da una ventaja. Tal vez hay un estereotipo del jugador que la gente espera que termine siendo entrenador. Tal vez la gente no me veía como una opción obvia para dar ese paso. Pero creo que tuve diversas experiencias y veo las cosas desde otro ángulo. Mi principal fortaleza es el manejo del jugador y las relaciones personales, sabiendo cómo sacar lo mejor de cada uno de ellos.
El consejo que me dieron cuando comencé a dirigir fue que podía saltarme un par de peldaños, por ser un exjugador. Pero que, si lo hacía, sería mucho más fácil fracasar por falta de experiencia. Por lo tanto, quería abrirme mi propio camino, adquiriendo el conocimiento necesario para triunfar.
Así que comencé con jugadores más jóvenes, tanto para aprender de ellos, como para que ellos aprendieran de mí. Como entrenador, debes entender a las generaciones más jóvenes, saber cómo ven el juego.
Estuve con los Sub 15, Sub 16 y el Sub 19 del Arsenal. También fui entrenador asistente del Wolfsburgo alemán, antes de regresar y asumir la Sub 23 del Arsenal. Luego, por supuesto, subí al primer equipo y tuve un muy breve paso como interino en el club (abajo).
Siempre he tratado de tomar ciertos pasos, bien pensados, y siempre busco consejos de la mejor forma. Nunca se trató de llegar rápidamente a la cima, sino de hacer las cosas que podían darme la mejor preparación para llegar allí.
"con arsène, a todos se nos permitía ser individuos, pero no había tiempo para la arrogancia"
Pasado ese tiempo de formación, creo que ya estoy listo para dar el salto a ser primer entrenador. Aprendí que, por sobre todas las cosas, un técnico debe valorar al ser humano tanto como al jugador de fútbol. Todos somos diferentes y trato de entender a cada uno de los jugadores con los que trabajo.
Tuve un entrenador en la selección absoluta de Suecia que sabía que no siempre podía dormir por las noches. Siempre pasaba por mi habitación a medianoche y, si me encontraba despierto, me preguntaba si quería hablar de fútbol. Nos sentábamos a conversar al menos un par de horas. Me enseñó muchísimo y lo adoraba por eso. Sobre el campo yo quería luchar por él.
Hizo todo lo que pudo por ayudar a todos los jugadores y yo siento que necesito hacer lo mismo ahora que soy entrenador. Si hay algún problema, algo que necesite resolverse, no tiene sentido molestarse. Mejor sentarnos una o dos horas sobre el césped y encontrar alguna solución.
Algunos entrenadores puede que no estén interesados en este enfoque, pero yo creo que haciendo eso, puedo sacar ese cinco o diez por ciento extra de cada jugador. Y en un partido muy cerrado, la victoria puede definirse por ese cinco o diez por ciento extra. Así lo veo yo.
Con Arsène, a todos se nos permitía ser individuos, pero hacía mucho énfasis en el respeto y no tenía tiempo para la arrogancia. Siempre entendías lo que estaba haciendo y podías ver el razonamiento detrás de sus decisiones.
El objetivo era intentar mejorar en cada temporada. En los años que pasaron desde que llegué en 1998, eso significó ganar más velocidad en el equipo. Fue lo único que sentí que, en el juego moderno, necesitábamos. Y en la temporada 2001/02 todo encajó. Jugamos un gran fútbol.
"Sabía que el futuro del arsenal estaba en sus jugadores jóvenes"
Como jugador, siempre quise ganar la Premier League, la FA Cup y la Champions League. Ganar dos de esos tres títulos en la misma temporada, después de haber estado luchando por eso durante unos años, me hizo sentir bien. Todo el mundo habla del año de “Los Invencibles”, lo sé, pero éramos un equipo de ganadores y esa temporada parecía que estábamos llegando al objetivo, finalmente haciendo aquello para lo que estábamos destinados.
Siempre hay una evolución en todos los grandes equipos. Ahora es muy conocido decir que nos convertimos en “Los Invencibles” en la temporada 2003/04. Por supuesto, es grato recordarlo. En ese momento, sin embargo, realmente yo no pensaba mucho en eso; solo queríamos ganar la liga y tantos trofeos como pudiéramos.
Unos años más tarde, después de retirarme, uno de mis ahijados estaba viendo un DVD de esa temporada. Marqué en un partido y todos los jugadores se me acercaron para celebrar. Mi ahijado se rio de lo pequeño que me veía en comparación con los demás. Siempre miro hacia atrás y pienso en lo imponente que era ese equipo. La contundencia atlética dentro de ese equipo era enorme, en comparación con muchos otros equipos de la época.
Estoy muy orgulloso de mi papel en ese equipo y de haber estado en el Arsenal por tanto tiempo. Me encantó lo que representaba el club en términos de sus valores y, por supuesto, estoy feliz de haber ganado muchos trofeos. Quizás pudimos haber ganado más. Hablo con jugadores de otros equipos y dicen que no pueden creer que nunca ganamos la Champions. Perder la final de 2006 ante el Barcelona fue probablemente el peor día de mi carrera futbolística, pero cuando escuchas a la gente decirlo lo tienes que tomar como un cumplido.
También fue un gran honor trabajar como técnico interino en el club a finales de 2019. Una etapa difícil, como todo el mundo sabe, pero aprendí mucho y creo que los jugadores respondieron. Sabía que no estaría en el cargo a largo plazo, pero también sabía que el futuro del club estaba en sus jugadores jóvenes y estoy orgulloso de haber podido darle a Emile Smith Rowe su primera titularidad en la Premier League contra Everton. También estoy orgulloso de haber dado minutos a jugadores que tuve en las categorías inferiores: Bukayo Saka, Gabriel Martinelli y Joe Willock.
Como hombre del Arsenal, estar en la línea de banda, poner mi sello en el equipo y empujar a los jugadores jóvenes fue un gran honor. He hecho eso y ahora estoy listo para seguir adelante.
Es importante que mi próximo paso sea el correcto, pero me siento bien. Estoy emocionado por ver a dónde me lleva.