Fútbol femenino 12 min read

Hacernos escuchar

Héctor García
Hacernos escuchar
Fotografía: Catherine Steenkeste/Getty Images
Redacción
Héctor García
Publicado el
julio 20 2021

PIA sundhage

Seleccionadora de Brasil, 2019-2023

Quería ser un niño.

Era lo que creía en el comienzo de mi infancia. Y la razón era simple: yo pensaba que solo los niños podían jugar al fútbol. Por lo tanto, yo también quería ser niño. Es una locura ¿no?

A los seis años jugaba al fútbol con los niños en la escuela. Este es mi primer recuerdo relacionado con el deporte. Los chicos y yo jugábamos al fútbol con una pelota de tenis. No teníamos dinero para comprar una de fútbol.

Dos cosas me hicieron lo que soy hoy: mi familia y el fútbol. Esa es la importancia del fútbol en mi vida. Todos los entrenadores que tenía, cada vestuario del que formaba parte. Todo esto construyó la persona en la que me convertí.

Mike Hewitt - FIFA/FIFA via Getty Images

En aquella época de mi infancia, a las chicas suecas les gustaba jugar a la pelota, pero preferían usar las manos. Y los chicos jugaban con los pies. Para mí, no había duda sobre dónde quería estar.

Afortunadamente, mis deseos fueron respetados en la escuela. A la hora del deporte, siempre estaba con los chicos jugando al fútbol.

“yo pensaba que solo los niños podían jugar al fútbol. Por lo tanto, yo también quería ser niño”

El problema era que los domingos los chicos iban a un club donde disputaban un campeonato. Y ahí no podía estar presente por ser una niña. Por suerte, el entrenador del equipo me llamó para una conversación a solas: “¿Quieres jugar un partido de verdad, con árbitro, uniformes, porterías y todo lo demás?”, me preguntó.

Creo que fue la respuesta más fácil de mi vida. Entonces me dijo que la única manera sería haciendo un poquito de trampa. Yo aprendí en casa que no debería hacer trampas. Pero el siguió adelante: “Es solo un regate. En vez de decir que tu nombre es Pia, diremos que es Pelle”. Entonces, “me convertí” en un niño para poder jugar al fútbol. Me gustó ser Pelle”.

Stephen Dunn /Allsport

Unos años después pude entender que aquel apodo era muy parecido al del joven brasileño que había encantado al mundo en el Mundial de 1958. Entonces, quería ser Pelé. A veces quería ser Johan Cruyff. Otras, Franz Beckenbauer. Esos fueron mis héroes.

Yo ciertamente extraño jugar al fútbol. Es el deporte más divertido del mundo. Tuve la suerte de jugarlo profesionalmente y he construido una carrera que me llena de orgullo. Estuve en el campo en el primer partido internacional de la selección sueca en la década de 1970.

“tienes que pelear. Y nadie gana una pelea sola”

Fuimos campeonas europeas en la edición inaugural de la Eurocopa en 1984. También jugué en el primer Mundial en 1991. Y en el primer torneo olímpico en 1996 (arriba).

El fútbol femenino está hecho de luchas y logros. Es un privilegio ser parte de esa historia. Además de orgullo, el camino también me dejó lecciones aprendidas. Quizás la más importante es que nada es fácil. Tienes que pelear. Y nadie gana una pelea sola. Fue la unión de muchas personas lo que permitió nuestras victorias.

Erik S. Lesser/Getty Images

Cuando yo jugaba, eran otros tiempos. Paralelamente a mi carrera deportiva, tenía otro empleo. Entrenaba a las 7 de la mañana, me iba a trabajar y, al final del día, volvía al campo de fútbol.

No sé exactamente cuándo decidí convertirme en entrenadora. Lo que sí sé es que fui una jugadora llena de opiniones sobre el juego. Tenía tantas que un técnico me dijo: "¿Por qué no haces un curso para ser entrenadora? Verás que no es tan sencillo".

“AQUELLA OPORTUNIDAD CON Philadelphia Charge CAMBIÓ MI VIDA”

Y no era retórica o ironía, no. Yo acepté y él me inscribió en el curso. Fue un camino sin retorno. Mi formación como entrenadora se inició durante mi trayectoria como jugadora. Así que la Pia entrenadora nació cuando todavía vivía la Pia deportista. Tuve ambos roles en el Hammarby, de Suecia, a principios de la década de 1990. Fue mi primera experiencia como directora técnica.

Después de colgar las botas, permanecí ligada al fútbol sueco. Trabajé para la federación del país durante once años. Un día, un hombre estadounidense llamado Mark Krikorian se comunicó con la federación y pidió hacer una pasantía con nosotros. Él sabía hacer preguntas muy buenas. Pasamos mucho tiempo hablando sobre tácticas y sistemas de juego.

Erik S. Lesser/Getty Images

Años más tarde, Mark asumió el mando del Philadelphia Charge, un equipo de Estados Unidos. Él entonces recordó nuestras conversaciones y me invitó a ser su asistente técnica. Aquella oportunidad terminó cambiando el rumbo de mi vida. Fue mi puerta de entrada a los Estados Unidos. Y es imposible desvincular mi carrera del fútbol norteamericano.

Dos años después, recibí una oferta de los Boston Breakers (arriba). Fue mi primera oportunidad como entrenadora titular. Me sentía preparada para el desafío porque los años como ayudante de Mark habían sido una gran escuela.  Me percataba de todo: cómo gestionaba a los futbolistas, sus estrategias tácticas, su rutina de entrenamientos, etc. Y ya había entendido las diferencias futbolísticas y culturales entre Estados Unidos y Suecia. Estaba lista para liderar un equipo.

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Hoy soy una entrenadora totalmente diferente a la Pia del Boston. Al menos en lo que a táctica de juego se refiere. Esto es algo que necesita ser actualizado constantemente. Sin embargo, hay algo que permanece igual. Me refiero a la filosofía de trabajo. ¿Qué valores son fundamentales para formar un equipo? Para mí, la respuesta no ha cambiado en absoluto desde entonces. La solidaridad y el espíritu colectivo son la base de cualquier equipo.

Yo era una estrella como deportista. Eso no me hizo olvidar que el juego no se trataba de mí. El fútbol es un deporte de grupo. Las estrellas solo brillan si juegan en un equipo organizado y solidario.

“es imposible desvincular mi carrera del fútbol norteamericano”

En 2007 recibí mi primera oportunidad en el primer equipo de una selección nacional. Lo curioso es que fue otro camino sin retorno. Al menos hasta ahora. No he vuelto a trabajar en clubes desde que recibí aquella invitación de la selección china para ser asistente de Marika Domanski-Lyfors (arriba a la derecha).

Al año siguiente, a pocos meses de los Juegos Olímpicos de Beijing, me invitaron a ser la entrenadora titular de Estados Unidos. Un equipo acostumbrado a ganar y que venía de un tercer puesto en el Mundial del año anterior.

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En mi cabeza, sabía que tendría que cambiar algunas cosas en el equipo. Después de todo, las estadounidenses no iban a traer una entrenadora sueca para dejar todo como estaba. Pero también sabía que no era necesario hacer cambios radicales. La acogida que me dieron fue fantástica. Hicimos varios ajustes defensivos. En ataque, solo fue necesario algún que otro retoque. Funcionó. Todos recuerdan que ganamos la medalla de oro olímpica en 2008.

No todo el mundo recuerda, sin embargo, que debutamos en esos Juegos con una derrota ante Noruega. Fue un momento turbulento. Muchos cuestionaron nuestra capacidad. Nosotras no. Sabíamos que estábamos en condiciones de ganar todos los partidos siguientes, como lo hicimos.

“Hoy soy una entrenadora totalmente diferente a la Pia del Boston. Al menos en lo que a táctica de juego se refiere”

La final, ante la Brasil de Marta y compañía (arriba), fue un partido tremendamente disputado. Hubo una enorme presión desde y hacia todos los lados. Pero es un privilegio jugar bajo presión. Es un privilegio entrenar bajo presión.

Carli Lloyd marcó nuestro gol de oro en la prórroga. Honestamente, no tuve mucho impacto en ese logro. Cuando llegué, Estados Unidos ya tenía un equipo formado. Mi influencia fue ciertamente mayor en el título olímpico de los siguientes Juegos Olímpicos de 2012 (abajo).

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Pero antes de eso experimentamos una enorme frustración como subcampeonas del Mundial de 2011. Perdimos la final ante Japón en los penaltis (abajo). Un adversario al que nos volveríamos a encontrar en la final olímpica del año siguiente, esta vez con un resultado mucho más grato para nosotras.             

El fútbol tiene cosas inexplicables. En la final del Mundial, jugamos mejor que ellas y perdimos. En la final olímpica sucedió lo contrario. Lo que no quita el sabor de la victoria, por supuesto. Recuerdo haber caminado por la Villa Olímpica en los días posteriores a la conquista, todavía incrédula por lo sucedido. Es difícil expresar con palabras la  sensación de ganar el oro olímpico. Es una felicidad que dura para siempre.

Christof Koepsel/Getty Images

También me sentí feliz de hacerme cargo de la selección sueca. Volver a mi país y entrenar al equipo en la Eurocopa, disputada en casa, fue increíble. Terminamos la competición en tercer lugar, pero el fútbol trasciende el resultado del partido. Siempre fui buena disfrutando del trayecto. Yo amo al fútbol. Mi amor no está ligado al resultado. La experiencia de ser entrenadora en mi país es un orgullo eterno.

No conseguimos el título, pero pusimos el fútbol femenino sobre la palestra en Suecia. Esto no es solo importante para el deporte. Es importante para la sociedad. Pero las victorias dan voz, ¿sabes? Cuando ganas, la gente está más interesada en escucharte.

“El fútbol trasciende el resultado del partido; Siempre fui buena disfrutando del trayecto”

En los Juegos Olímpicos de 2016, conocíamos las dimensiones de nuestro desafío. En la fase de grupos perdimos 5-1 ante las anfitrionas, Brasil. No fue un momento fácil. Pero seguimos adelante y, en cuartos de final, ganamos en los penales a la actual campeona, Estados Unidos.

En la semifinal nos reencontramos con Brasil en un Maracaná abarrotado. Nuevamente conseguimos avanzar después de la tanda de penaltis. Hicimos historia al llegar a la final. Estoy muy orgullosa de nuestra trayectoria. No se trata de perder la medalla de oro. Se trata de ganar la medalla de plata. Este es el verdadero espíritu olímpico.

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Después de ese trabajo, yo estaba en otra etapa de mi carrera porque comencé a entrenar en las categorías inferiores de la selección sueca. Mi trabajo era en la formación de jugadoras, algo tan importante como ser entrenadora. Pero luego llegó la invitación de la selección brasileña y todo cambió. El desafío me hizo sentir honrada y llena de energía para encarar el nuevo proyecto.

He dicho que dirigir a Brasil es el principal desafío de mi carrera. Sobre todo, por las diferencias culturales entre nuestros países. Pero me encontré un equipo con voluntad de crecer.  Ha sido algo desafiante y agradable.

Es gratificante tener a nuestro lado a una deportista de la importancia de Marta. Alguien con tanta calidad individual, pero siempre dispuesta a aportar su talento en beneficio del equipo.

“SUEÑO CON VIVIR UNA NUEVA FINAL OLÍMPICA, SERÍA INCREÍBLE LLEGAR ALLÍ CON ESTAS TALENTOSAS JUGADORAS BRASILEÑAS”

En vísperas de los Juegos Olímpicos, siento que estamos listas para competir. Tenemos condiciones para llegar a los cuartos de final. Y luego, la experiencia me indica que cualquiera de los cuartofinalistas está en condiciones de ganar el oro.

La selección brasileña sigue buscando transformar su capacidad técnica en trofeos. La falta de un título grande genera una enorme expectativa en el país. Y mi trabajo ha sido encontrar soluciones para crear una mentalidad ganadora. Después de los Juegos Olímpicos de Tokio, tendremos la Copa América y el Mundial. En repetidas ocasiones he dicho que todas las competiciones son importantes. El trabajo necesita continuidad para la obtención de resultados.

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Claro que si conseguimos una medalla olímpica será fundamental para que nos escuchen con más atención. Si ocurre, nos ayudará enormemente después en la continuidad del trabajo. Pero mi objetivo es hacer que el equipo juegue bien. Si no ganamos, tenemos que salir del campo con la clara sensación de que podríamos haber ganado. Estaré muy decepcionada si no jugamos nuestro fútbol.

Eso significa jugar al fútbol brasileño. No podemos ser un equipo lento o burocrático. Gane o pierda. Quiero ver un equipo enérgico. Quiero un equipo organizado, sí. Pero que respete el estilo de fútbol de Brasil.

Es obvio que sueño con vivir una nueva final olímpica. Sería increíble llegar allí con estas talentosas jugadoras brasileñas. Sería un gran acontecimiento para mí, para Brasil y para toda Sudamérica. Ver el fútbol femenino y hasta el papel de la mujer en las sociedades sudamericanas. ¿Te imaginas las consecuencias de un oro olímpico?

Ciertamente nos escucharán más.