helenio herrera
Inter de Milán, 1960-1968
El Perfil:
El Mago, o simplemente HH. Entre los entrenadores más destacados de la historia está un argentino que para ganarse la inmortalidad tuvo que hacer carrera en Europa. Francia, Portugal, España e Italia fueron los países en los que su leyenda fue creciendo hasta conquistar el viejo continente y el mundo.
Helenio Herrera Gavilán nació en Buenos Aires, Argentina, el 13 de abril de 1910. Sus padres eran emigrantes españoles que llegaron a Argentina cuatro años antes de su nacimiento. Sin embargo, su estadía en Sudamérica apenas duró unos años, ya que en 1914 marcharon rumbo a Casablanca, Marruecos. Ahí, Herrera adoptó la nacionalidad francesa pero, más importante aún, descubrió el fútbol.
Su carrera como futbolista profesional no fue destacable. Jugó como defensor en clubes marroquíes (Roches Noires y Racing de Casablanca) y franceses (CASG París, Stase Français, OFC Charleville, EAC Roubaix, Red Star, EF París Capitale y CSM Puteaux). Esto no impidió que absorbiese todas las lecciones que el juego le iba proporcionando y que puso en práctica a partir del año 1945 cuando, a raíz de una lesión, ejerció la doble función de jugador-entrenador en el Puteaux.
La picardía fue probablemente la característica que mejor le definió. Pruebas hay muchas. Una de ellas es la leyenda que cuenta sobre su participación con la selección francesa en dos partidos, hechos que oficialmente no han sido verificados por la federación de aquel país.
Aún así, HH era más que astucia. En 1946 ya formaba parte del staff técnico del equipo nacional francés, una etapa que finalizó cuando Herrera se marchó a España, en 1948, para dirigir al Real Valladolid.
El conjunto español peleaba para salvar la categoría y para conseguirlo se puso en manos de un desconocido. El trabajo terminó con éxito y fue tal el impacto que causó Herrera que el Atlético de Madrid no quiso perder la oportunidad y le contrató para hacerse cargo del club en la temporada 1949-1950. Su estancia en la capital española duró hasta 1953 y fue sumamente productiva: ganó dos Ligas (1949-1950 y 1950-1951) y una Copa Eva Duarte de Perón (final que enfrentaba al campeón de la Liga y el campeón de la Copa de España). No obstante, el club decidió despedirlo en la jornada decimoséptima de la temporada 1952-1953 ya que el equipo marchaba undécimo.
Tras aquel episodio, Herrera dirigió al Málaga, al Deportivo de La Coruña, al Sevilla y al Belenenses (Portugal) hasta que en 1958 fue contratado por el FC Barcelona. En el club catalán ganó dos ligas.
Aquel equipo tenía como máxima estrella a Ladislao Kubala. El futbolista húngaro era la referencia para los seguidores blaugranas, aunque no la única estrella de la plantilla ya que a su llegada, un joven Luis Suárez empezaba a ganarse los aplausos de la afición. En aquella plantilla también estaban otros grandes futbolistas, tales como Zoltán Czibor y Sándor Kocsis, húngaros como Kubala. Ganó dos torneos de Liga (1958-1959 y 1959-1960), una Copa de España (1958-1959) y una Copa de Ferias (1955-1958).
“Quiero jugadores que vayan al frente con gran velocidad y que sólo necesiten tres pases para meterse en el área. Si pierdes el balón yendo hacia delante, no es problema. Si lo pierdes jugando en horizontal, lo pagas encajando un go", helenio herrera, sobre su filosofía de juego
Tras un tumultuoso adiós, Herrera llegó al Inter de Milán. Lo acompañó Suárez, aprovechando la profunda crisis institucional del FC Barcelona. El Inter, bajo la batuta de Herrera construyó un equipo formidable que, entre 1960 y 1968, ganó tres Scudettos (1962-1963; 1964-1965 y 1965-1966), dos Copa de Europa (1963-1964 y 1964-1965) y dos Copas Intercontinentales (1964 y 1965). En aquel plantel brillaron, además de Suárez, futbolistas inolvidables, como Sandro Mazzola, Giacinto Facchetti, Armando Picchi, Jair o Mario Corso.
Tras su paso por Milán, Herrera dirigió a la Roma, ganando una Copa Italia (1968-1969), regresó sin mayor éxito al Inter (1973-1974), continúo en el Rimini Calcio (1978-1979) y finalizó su carrera en el FC Barcelona (1979-1981) en donde obtuvo su último éxito: la Copa de España (1980-1981). Herrera murió en Venecia, a los 81 años, el 9 de noviembre de 1997.
Estilo de juego:
La figura de Herrera ha sido malinterpretada a través de la historia. Y es que se le ha señalado como el inventor del líbero, como el padre del Catenaccio o como un entrenador ultradefensivo. Sin embargo, nada de esto es real.
El líbero fue una creación del futbolista uruguayo José Nasazzi, quién se inventó ese rol en el descanso de un partido amistoso entre su selección y el Celta de Vigo, en 1924, tal como lo ha reseñado el escritor Martí Perarnau. Por otra parte, el Catenaccio se fue forjando a partir de las ideas del entrenador austríaco Karl Rappan, cuyo sistema, conocido como “Le Verrou” (la cerradura en francés), sentó las bases para lo que luego se conoció como Catenaccio. Antes que Herrera brillase con el Inter, Nereo Rocco y Gipo Viani habían triunfado bajo esa idea.
No obstante, Herrera logró, como ningún entrenador antes que él, combinar ambas variantes tácticas hasta convertir a su Inter en un equipo de culto.
Tras unas temporadas con altibajos, y bajo la presión de ser despedido, Herrera modificó su esquema táctico para que el equipo incorporase la figura del líbero. De esta forma, el Inter pasaría a jugar con un 1-4-3-1-1, más el portero.
Por delante del portero Giuliano Sarti se posicionaba Armando Picchi. Su ubicación en el campo le convertía en el hombre libre de la defensa, encargado de custodiar las espaldas de los cuatro defensores que se colocaban por delante de él. Estos jugadores eran Tarcisio Burgnich, Carlo Tagnin, Aristide Guarnieri y Giacinto Facchetti.
Esta formación hacía pensar que el equipo nerazzurri concentraría sus esfuerzos en ser un conjunto ultra defensivo. No obstante, Herrera tenía otros planes. Su intención era que sus jugadores se posicionaran en un bloque bajo, cercano a su área y, una vez recuperado el balón, salieran en rápidos contraataques que encontraran mal parado al rival.
Herrera declaró muchas veces que su estilo fue malinterpretado por los analistas de la época: “La gran mayoría de quienes han intentado copiar mi estilo lo han hecho equivocadamente ya que han olvidado incluir en su plan los principios de ataque de mi catenaccio”.
Esa afirmación iba de la mano de una de las máximas con las que entrenaba a sus jugadores: “Quiero jugadores que vayan al frente con gran velocidad y que sólo necesiten tres pases para meterse en el área. Si pierdes el balón yendo hacia delante, no es problema. Si lo pierdes jugando en horizontal, lo pagas encajando un gol”.
Aquel equipo contaba con la proyección de los laterales (Burgnich y Facchetti), quienes se sumaban a la dinámica de los mediocampistas interiores (Corso y Jair), todos actuando en consonancia con la maestría de Suárez y explotando las grandes capacidades ofensivas de Sandro Mazzola, en rol de media punta, y Joaquín Peiró, quien se transformó en un rematador implacable.
El catenaccio de Herrera, a diferencia de versiones anteriores y posteriores, no se enfocaba exclusivamente en defender; su estrategia tenía como objetivo hacer daño al oponente cuando menos preparado estuviera.
Jugar de esta manera requería que el Inter fuese un equipo disciplinado, capaz de organizarse continuamente para no dejar espacios libres por los que los rivales entraran al área. Para conseguir esta dedicación, Herrera instauró fuertes medidas de disciplina, que iban desde las concentraciones previas a los partidos, la vigilancia de la alimentación y el descanso de los futbolistas.
Fase ofensiva:
El ‘Gran Inter’, como se conocía a ese equipo, giraba en torno al español Luis Suárez. Cuando Herrera llegó al equipo italiano se empeñó en su contratación. Insistió hasta que Angelo Moratti, propietario del club, le dio el gusto.
Suárez era el futbolista ideal para jugar al contraataque. Bien fuese tras la recuperación de la pelota en defensa o ya avanzando hacia el arco rival. El futbolista denominado ‘El Arquitecto’ era el hombre de los pases; cada envío suyo estaba clínicamente diseñado par dejar a un compañero en una inmejorable posición ofensiva. En fase ofensiva destacaba el aporte de los laterales, especialmente el de Facchetti. El lateral izquierdo era un velocísimo futbolista que bajo la batuta de Herrera se acostumbró a recorrer su banda, por lo que el equipo siempre lo encontraba tanto en defensa como ataque.
Una vez recuperado el balón, Facchetti iniciaba sus proyecciones por banda izquierda. Bien fuese por medio de pases largos de Picchi que superaban la presión del rival o por las conexiones con Suárez, el espigado lateral era protagonista de la gran mayoría de los ataques nerazzurris. Facchetti destacó por su capacidad goleadora, convirtiendo 75 goles en 634 partidos con el Inter, siendo uno de los primeros laterales con capacidad ofensiva en la historia de este deporte.
El aporte de Facchetti y de Burgnich fue fundamental para que cada contragolpe fuese algo más que intentos individuales de los atacantes. Sus recorridos por la banda, sumados a la dinámica y llegada de Corso y Jair, dos interiores de largo recorrido y capacidad goleadora, y la movilidad y potencia rematadora de Mazzola y Peiró, hicieron del Inter un equipo temible. En la salida del balón, Picchi jugaba un papel trascendental. Su claridad para conectar con los laterales muchas veces originó aquellos ataques rápidos y verticales que pedía Herrera. Cuando la pelota llegaba a sus pies, Facchetti y Burgnich ya habían iniciado sus recorridos hacia campo contrario, por lo que cada envío de Picchi los encontraba en situación de ventaja ante un oponente que apenas comenzaba a organizarse defensivamente.
Fase defensiva:
Hasta su llegada al Inter, Herrera se proclamaba como un profeta del fútbol ofensivo. Su paso por el FC Barcelona lo certificaba como tal. Más allá de su polémica salida del conjunto catalán, su Barcelona es recordado por los seguidores como un conjunto ofensivo y repleto de estrellas.
Sin embargo, tras un par de temporadas en las que el equipo nerazurri no logró el éxito, el entrenador decidió modificar su propuesta, dándole mayor importancia a la organización defensiva.
El cambio comenzó con la implementación del líbero. Picchi, quien hasta el momento era un lateral de rendimiento mediocre, fue reconvertido por Herrera para cumplir esa función. Su ubicación por detrás de la línea de cuatro defensores le permitía convertirse en una especie de corrector, al mismo tiempo que ordenaba los movimientos de sus compañeros, marcándoles dónde debían posicionarse, algo que habitualmente sucedía a escasos metros del área propia. Esa línea defensiva contaba además con la colaboración de los dos mediocampistas interiores. La dinámica constante de Jair y Corso hacía que, en situaciones defensivas, se posicionaran cerca de los cinco defensores mientras que Suárez, de menor sacrificio defensivo, se movía hasta encontrar la posición perfecta para lanzar un contraataque.
El Inter de Herrera defendía agresivamente, pero no se caracterizó por el uso de la presión, sino por la utilización de marcajes hombre a hombre, efectuados en esa zona cercana al área. Aquella manera de defender y la zona del campo en dónde se realizaba fue la perfecta muestra de la influencia que tuvo “el cerrojo” de Rappan en Herrera.
Sin embargo, la clave era el uso del líbero. Ese último hombre, rol que Picchi ejerció de forma artística, daba seguridad a los enfrentamientos defensivos hombre a hombre, ya que en caso de que un compañero fuese superado, Picchi siempre salía al rescate, obstaculizando aún más la llegada al arco defendido por Sarti. Los laterales también jugaban un papel relevante en la máxima reducción de espacios. Su rol defensivo era doble: por un lado se encargaban de cerrar el paso por las bandas y, en caso de que no hubiese actividad en esa zona, cerraban su posición y así colaboraban con el resto de sus compañeros que ocupaban ese espacio.
Herrera fue un entrenador revolucionario. En cada equipo que dirigió fue instaurando métodos novedosos a través de los cuales exigía a sus futbolistas grandes sacrificios y una enorme concentración. Fue, además, pionero en el manejo de los medios de comunicación, los cuales siempre utilizó a su favor gracias a declaraciones grandilocuentes que buscaban, por un lado aumentar la confianza de los suyos, y por otro, minar la del rival.
Su legado futbolístico sigue vivo en entrenadores como José Mourinho y Antonio Conte quienes, no por casualidad, han sido los continuadores de su estilo en el mismísimo Inter. Aunque la figura del líbero parece estar en desuso, sus tácticas defensivas y sus frases cuidadosamente elaboradas, siguen siendo moneda común en este deporte.
Redacción: Héctor García