paco lópez
Granada, 2022-2023
Tenía seis años cuando empecé a ir a ver al Levante a los partidos que jugaba en casa.
Lo hacía acompañado de mi padre y mis tíos. Ellos fueron los que me despertaron el interés y el cariño por este equipo.
Recuerdo esa infancia con un jugador que fue –y es- un ídolo para el club, el chileno Carlos Caszely. Uno de los futbolistas que más me impactó en aquellos momentos. El otro era Diego Armando Maradona. Tenía mi habitación llena de pósters de Diego, a las que se fueron sumando poco a poco algunos de Caszely.
“MI PLANTEAMIENTO COMO ENTRENADOR, DESDE QUE ARRANQUÉ EN ESTO, ES APRENDER CADA DÍA”
Ya como jugador siempre tuve un gran interés por ser entrenador. Desde muy pronto.
Con 20 años, cuando estaba jugando en el filial del Valencia, empecé a sacarme los títulos de entrenador. Era algo que me gustaba y me apasionaba, tanto que los días que no teníamos partido, me iba a ver a cualquier rival que jugaba cerca de mi casa para analizarlo.
Puede que resultara extraño para la gente ver a un chico de 20 años haciendo eso, pero considero que es compatible disfrutar de la profesión de futbolista y, a la vez, seguir formándote.
Importantísimo para mí.
Ahora sigo formándome en el día a día, leyendo, consultando, observando… No es cierto que en el fútbol todo esté inventado, porque el fútbol evoluciona permanentemente. Así que me tomo como un desafío estar al día, innovar, adelantarme a los demás en iniciativas y métodos de trabajo efectivos.
Al final, cuando el fútbol es tu pasión, lo vives de esa forma.
“la gestión de las emociones es una de las funciones más importantes dentro del vestuario, pero también de las más difíciles”
Esa parte de análisis, en particular, me gusta que la tengan también mis jugadores, que dediquen tiempo a saber cómo es y cómo se comporta el rival del próximo partido.
En definitiva, el jugador es el gran protagonista y nosotros, los entrenadores, tratamos de que sea responsable no solo de su propia mejora, sino de la mejora colectiva. Creo mucho en esa metodología y es mi forma de hacerlo. Pero para poder llevarlo a cabo debes también contar con el vestuario y yo, afortunadamente, tengo en el Levante un grupo a nivel humano y profesional excelente.
Como también lo tuve en todos los equipos por los que he pasado.
Empecé entrenando en las categorías formativas del Villarreal, trabajando con chicos de 10 y 11 años. Después un Juvenil, Tercera división, Segunda B, Segunda, entre medias también distintos filiales, y finalmente en Primera.
Sin embargo, mi meta nunca fue llegar a la élite. Nunca me lo marqué como un objetivo a conquistar. Mi planteamiento como entrenador, desde que arranqué en esto, siempre ha sido aprender cada día. De todo y de todos para mejorar en mi trabajo.
“LOS MOMENTOS PERSONALes MÁS DUROS TE HACEN VALORAR REALMENTE LO QUE ES IMPORTANTE Y LO QUE NO LO ES”
Esa oportunidad de entrenar en Primera División llegó en marzo de 2018. Yo estaba entrenando al filial del Levante, e íbamos lideres en la categoría. Una mañana, desde el club se pusieron en contacto conmigo desgraciadamente por la situación que atravesaba el primer equipo en ese momento. Y digo desgraciadamente porque lo sentía así.
No podía sentirme feliz cuando me tocaba entrar porque había salido un compañero, Juan Ramón López Muñiz. Siempre he querido guardar el máximo respeto a todos los entrenadores.
Una vez ahí, tocaba enfrentarse al complicado escenario que teníamos. Con muy poco tiempo por delante, solo once partidos para el final de la Liga, y el equipo metido en una dinámica muy negativa. Todo eso sumado al contexto sobre mí, porque si a mucha gente le sorprendía que un chico de 20 años se pusiera en una banda a tomar apuntes de un equipo, imagínate que un equipo confiara en un entrenador que llegaba por primera vez a Primera División con 50 años.
Desde fuera se podría ver como una oportunidad única, pero también decisiva. Con esa edad, si no sale bien, sería difícil que pudiera haber otra y más cuando cada vez llegan entrenadores más jóvenes.
Pero yo en ningún momento me preocupé por eso.
Solo quería una cosa: tratar de que el equipo salvara la categoría. Ese era el objetivo del club en ese momento y el mío personal, por encima de todo y de cualquier cosa.
Pero para conseguirlo, lo primero era ayudar a los jugadores, porque estaban atravesando una situación difícil a nivel emocional y mental. Como entrenador, considero que la gestión de las emociones es una de las funciones o trabajos más importantes dentro del vestuario, pero también es una de las facetas del trabajo del entrenador más difíciles porque “esto va de seres humanos”.
“NO SÉ SI HABRÁ MUCHAS COSAS MEJORES EN EL FÚTBOL QUE SER ENTRENADOR DEL EQUIPO DEL QUE ERES AFICIONADO DESDE NIÑO”
Como siempre digo, la persona está antes que el que jugador. Y más cuando agarras a un equipo a falta de once partidos, donde no tienes tiempo para trabajar lo que uno quiere como entrenador. Así que sobre todo me basé en lo emocional, acompañado con las cuatro pautas a nivel táctico que entendíamos que era nuestra idea y nos podían ayudar.
Para mí es muy importante que el jugador tenga fe en lo que hace. Que adquiera ese compromiso con lo que le pides. Y lo hicieron a la perfección, con ocho victorias en once partidos. Una de ellas histórica.
Fue la penúltima jornada de la Liga. Nosotros ya teníamos la salvación matemáticamente, y recibíamos al Barcelona en casa (abajo). Un equipo que no había perdido en toda la Liga, y quería el récord de estar imbatido toda la temporada.
Fue un momento inolvidable para todos los aficionados del Levante porque ganamos 5-4 en un partido espectacular.
Esos momentos de felicidad en lo profesional, sin embargo, coincidieron con momentos muy duros en lo personal. Mi mujer había tenido un cáncer en 2015 y después de luchar contra él durante varios años, tuvo otro a finales de 2017.
Pero lejos de venirse abajo, era ella la que me daba los ánimos cuando me veía de bajón. Me pedía que mantuviera la ilusión en lo que estábamos haciendo. Seguir adelante, trabajar, esforzarse y disfrutar, porque la vida es mucho más que fútbol.
“NOSOTROS, A PESAR DE SER HUMILDES, TAMBIÉN NOS SENTIMOS UN GRANDE”
Los momentos personales tan duros te ayudan precisamente en este mundo del fútbol, con tanta urgencia y con tanta obligación, a relativizar. Valorar realmente lo que es importante y lo que no lo es.
Y para mí la familia es una prioridad.
Un pilar fundamental, mi punto de apoyo siempre, pero, sobre todo, en los malos momentos. Siempre me han apoyado en mis decisiones. Sin lugar a duda que han incidido en mi trabajo de forma muy positiva para llegar hasta donde he llegado.
No sé si habrá muchas cosas mejores en el fútbol que ser entrenador del equipo del que eres aficionado desde niño. Es algo que vivo con un tremendo orgullo, pero también con mucha responsabilidad, donde tengo la suerte también de conocer lo que llega a sentir el aficionado, porque yo también lo he vivido desde ese lado.
Un club al que le guía un lema: Qué grande es ser pequeño. Y es verdad, porque esas palabras representan la filosofía de vida del equipo, pero también de sus aficionados.
Tenemos el otro equipo de la ciudad, el Valencia (arriba), que históricamente siempre ha estado en Primera División y considerado como grande. Pero nosotros, a pesar de ser humildes, también nos sentimos un grande.
¿Por qué no pelear por lo que sueñas?
Eso nos ha llevado a superar todas las dificultades que ha tenido el club durante algunos años. Salir de ellas para estar ahora en un momento excelente.
Y yo tener la suerte de poder vivirlo como entrenador.