Ryan Mason
Asistente técnico del Tottenham, 2021-Presente
Dejar el fútbol fue difícil. Muy, muy duro.
Mi último partido como profesional fue a los 25 años. Todavía no había alcanzado mi cima. A los 28, 29, 30 años, debería estar jugando el mejor fútbol de mi carrera.
Desafortunadamente, eso me lo quitaron cuando mi carrera terminó tras sufrír una grave lesión en la cabeza jugando para el Hull City.
Pero a medida que me asentaba en la vida fuera del fútbol, empecé a disfrutarlo.
Disfrutaba bastante no tener una estructura en mi vida. A veces trabaja en los medios de comunicación, jugaba mucho al golf, veía mucho a mi familia… Me sentía muy libre.
Pero entonces John McDermott, quien había sido uno de mis mejores entrenadores en mi paso por las categorías inferiores del Tottenham, me llamó. Me sugirió que fuera al campo de entrenamiento.
Vivo a diez minutos del nuevo campo de entrenamiento. Curiosamente está construido en el lugar donde estaban los campos donde me vio por primera vez un cazatalentos de los Spurs, así que me resultó fácil acercarme.
John me dijo que fuera siempre que quisiera ayudar y participar en la parte de entrenamiento. En ese entonces Mauricio Pochettino estaba a cargo del equipo, Hablé con él un par de veces acerca de la posibilidad de volver de manera oficial.
"Mi último partido como profesional fue a los 25 años, cuando todavía estaba por alcanzar mi cima"
Cuanto más iba, más me involucraba emocionalmente. Empecé a construir relaciones con los jugadores. Empecé a pensar en lo que necesitaban y en cómo podía ayudarles cuando estaba en casa. Rápidamente se convirtió casi en una adicción para mí.
Si soy franco, fue algo contra lo que luché en un principio porque no me sentía preparado para darle mi dedicación a tiempo completo; para aceptar plenamente que mis días de jugador habían quedado atrás.
Pero llega un punto en el que no puedes resistir más la atracción. Estaba enganchado.
Incluso si llegaba mucho antes de lo que había previsto, siempre había pensado que volvería al Tottenham como entrenador.
Yo me había enamorado del club a los siete años.
Mi familia tiene lealtades divididas. Mi abuelo se crio en Battersea, así que él y mi padre son ambos hinchas del Chelsea, ambos fueron socios.
Pero me uní a los Spurs a los siete años y podía ir a todos los partidos en White Hart Lane. Solíamos entrenar una canchita junto al campo, y después íbamos a un salón de té para comer galletas. De camino allí, me colaba en el estadio para echar un vistazo. Fue entonces cuando me di cuenta de lo enorme que era el club.
Eso no hizo que mi padres se volviera hincha del Tottenham, antes de que yo formara parte de sus filas, pero él podía sentir el amor que le tenía al equipo y lo mucho que deseaba jugar en White Hart Lane.
Pasaron 16 años entre que me uní a los Spurs y llegué al primer equipo. Pero siempre creí sinceramente que jugaría en el Tottenham. Si no lo hubiese creído todo el tiempo, me habría ido.
Tuve la oportunidad de ir a otra parte y a los 23 años ya había sido cedido en seis ocasiones distintas. Otros podrían haber dudado de sí mismos. Yo tomé como positivo que todavía estuviera allí.
Estaba muy bien valorado cuando era joven. Marqué 65 goles en dos temporadas en el equipo juvenil e hice mi debut a los 17 con Harry Redknapp. Luego tuve algunas oportunidades con André Villas-Boas en partidos de copas, pero nunca un rol principal en la liga.
Recibí una gran educación en el equipo juvenil de entrenadores como John McDermott, Alex Inglethorpe, Tim Sherwood y Chris Ramsey. Ellos fueron los que pasaron más tiempo conmigo, y el hecho de que todos fueran tan diferentes significó que tuve una experiencia de aprendizaje increíble.
Entrené mucho con el primer equipo y siempre me comparaba con los jugadores mayores. Yo pensaba: "¿Qué tan lejos de mí están?"
Creí que estaba listo mucho antes de tener la oportunidad, pero así es como funciona el fútbol. Solo tienes que estar preparado cuando se te dé esa oportunidad. Por suerte, tuve la mía.
"Por una fracción de segundo me quedé paralizado. Me quedé completamente quieto y pensé: "¿Esto realmente acaba de suceder?"
Era septiembre de 2014. Mauricio Pochettino (arriba) no llevaba mucho tiempo en el puesto como entrenador de los Spurs y me convocó para el partido de la tercera ronda de la Copa de la Liga. Estábamos 1-0 abajo ante el Nottingham Forest, y el entrenador me dio entrada a 25 minutos para el final.
Había soñado con anotar en White Hart Lane tantas veces; había estado allí cientos de veces y me encantaba mucho el estadio.
Luego, siete minutos después de entrar, disparé desde media distancia a la escuadra. Por una fracción de segundo me quedé paralizado. Me quedé completamente quieto y pensé: "¿Esto realmente acaba de suceder?".
Hay momentos en el fútbol en los que la emoción es abrumadora. Algunas personas podrían haber pensado que debería haber ido a recoger el balón porque nos quedaban 18 minutos para ganar el partido, pero la adrenalina se hizo cargo. Corrí a la esquina y lo celebré como es debido. Significó absolutamente todo para mí.
Terminamos ganando 3-1 y tres días después fui titular en el derbi del norte de Londres ante el Arsenal. Nunca volví a mirar atrás a partir de ahí.
Jugué 37 partidos esa temporada con Mauricio. Le había demostrado que estaba listo al competir en el entrenamiento todos los días. Mi pasión por el club, mi energía y mi empuje me ayudaron a convencerlo de que debería estar en un equipo para jugar como él quería.
Te daba una sensación increíble cuando estabas en el campo. Era un libertad absoluta de actuar de forma instintiva, de no pensar demasiado en el campo. Ciertamente es algo que he tomado para mi manera de entrenar.
Una de las cosas más importantes en la búsqueda de un buen jugador joven es lo que ocurre en su cabeza. Trabajando en la academia del Tottenham, recibes tantos jugadores talentosos y técnicamente dotados, pero tienes que poder manejar los momentos más difíciles del juego. El fútbol es un mundo implacable.
Entonces, parte de mi filosofía es hacer que los jugadores se sientan libres en el campo, porque por mucho que pueda ayudar desde la banda, no voy a estar allí todo el tiempo. No hay nada más poderoso que estar en el momento.
Mi trabajo no es ayudar a producir un equipo que gane la FA Youth Cup todos los años. Es producir jugadores para tener una carrera aquí y, con suerte, jugar para la selección nacional como lo hice yo, como Andros Townsend, como Harry Kane (abajo). O que hagan una carrera en otro lugar.
Entonces, pensamos en lo que necesita el individuo. Nos gusta jugar para poner a prueba a los individuos. Queremos que estén expuestos a todo. Eso puede significar un fútbol que es bastante abierto a veces.
A veces les pedimos a nuestros defensores que jueguen de una manera que los deje más expuestos de lo que jugarían en un partido del primer equipo. Pedimos a nuestros centrocampistas que sean valientes y que tomen el balón bajo presión cuando probablemente no lo harías en un partido frente a 60.000 personas. Todo es parte de su desarrollo.
Sin embargo, tenemos que convertirlos en ganadores, y lo hacemos a través de la competencia entre los jugadores del equipo. Aquí aprovecho mis propias experiencias como jugador.
"Parte de mi filosofía es hacer que los jugadores se sientan libres en el campo"
Tuve mucha suerte de jugar con tantos buenos jugadores. En mi grupo de edad teníamos a Andros, Jake Livermore, Adam Smith, Steven Caulker, Danny Rose. Todos los días nos empujaban a mejorar. Pero la calidad del grupo también me llevó a recibir una verdadera patada en los dientes a la edad de 16 años.
Los Spurs decidieron fortalecer aún más lo que era un grupo fuerte al firmar a Dean Parrett de QPR y John Bostock de Crystal Palace. Eran dos jugadores altamente calificados en mi posición, y ambos eran más jóvenes que yo.
Pasé de pensar que era el mejor jugador de la academia a preocuparme si el club me consideraba valioso.
Decidí mostrarle a los Spurs que estaban equivocados al traer a otros jugadores, y se convirtió en una obsesión para mí. No iba a dejar que otro me ganara y me impidiera alcanzar mis sueños.
Mirando hacia atrás, fue uno de esos momentos de nadar o hundirme que me ayudó a ser el jugador en el que me convertí, por lo que en realidad fue muy positivo que esos otros jugadores entraran. Si estás en tu zona de confort a los 16 años, nunca vas a esforzarte. Estoy muy agradecido de haber tenido esa competencia.
Me llevé bien con John fuera del campo, incluso aunque no éramos exactamente amigos adentro. Esa batalla me dio ganas de pelear, de ser agresivo y de querer ganar todos los días. Los que luchan y siguen trabajando todos los días son los que tienen éxito, y eso es lo que les digo a mis jugadores. Es lo mismo en el primer equipo, porque alguien siempre quiere tu puesto, así que es bueno acostumbrarse.
Por la lesión que acabó con mi carrera, también soy muy consciente de la seguridad de los jugadores cuando se trata de cabecear.
Veo a muchos niños jugando al fútbol y, para ser honesto, simplemente no saben cómo cabecear el balón.
La técnica no se ha desarrollado y no la practican. Además de eso, sus cráneos aún se están formando, el hueso aún está blando.
Puede que solo sean cuatro cabezazos por partido porque la pelota rara vez se lanza en el aire con niños realmente pequeños, pero a todos nos ha pasado cuando lo cabeceas con la parte superior de la cabeza. El dolor es horrible.
No sabemos todo sobre los los daños a largo plazo que produce cabecear el balón. Hasta que se sepa, definitivamente deberíamos tener más cuidado con los niños al hacerlo. Tal vez eso signifique usar una pelota más suave para aprender la técnica a una edad temprana, antes de progresar a medida que van creciendo.
Obviamente, cabecear el balón es una parte importante del juego, por lo que es importante que los jugadores sepan cómo hacerlo correctamente.
"Por la lesión que acabó con mi carrera, también soy muy consciente de la seguridad de los jugadores cuando se trata de cabecear"
Ese es el tipo de cosas que te llevas a casa como entrenador. Como jugador, puedes ir al gimnasio después del entrenamiento, pero te pagan por ir a casa y descansar para que puedas regresar al día siguiente y rendir al máximo. Como entrenador, no te desconectas. No puedes. Es imposible.
Estás lidiando con cosas en el campo, con niños que crecen y pasan por diferentes etapas de la vida. Siempre estás pensando en cómo puedes ayudarlos. Incluso en casa con mis hijos, mi mente divaga y vuelves a pensar sobre eso.
Es más agotamiento mental que físico. No corro tanto como solía hacerlo, pero tu cerebro está muy activo. Nunca te detienes.
A pesar de todo, me encanta. De otra manera, no lo estaría haciendo.
Me encantaba ser futbolista, era mi vida. Pero ahora mi vida está ayudando a otras personas a conseguir una carrera, y eso me apasiona mucho.
Fue difícil aceptar que mis días como jugador habían terminado. Todavía no sé si lo he aceptado completamente ahora, pero ahora puedo lidiar con eso y enfrentarlo de una manera positiva.
Ha abierto muchos caminos diferentes que yo no habría tenido. Tengo una ventaja en mi entrenamiento. Estoy adquiriendo mucha más experiencia como entrenador y veo el juego desde un punto de vista diferente. Estoy muy feliz por eso.
Pero extraño jugar al fútbol, y no sé cuándo ese sentimiento me abandone, tal vez una vez que mis piernas comiencen a fallar. O puede que nunca desaparezca.
Sin embargo, me las arreglo para usar eso de una manera que me impulsa. Escuché a Steven Gerrard hablar en un podcast sobre su resbalón ante el Chelsea al final de la temporada 2013/14. Siempre piensa en eso. Está en su mente todos los días.
Pero también lo impulsa. Le da un propósito y más energía para trabajar y tener éxito en el futuro.
Pienso en jugar al fútbol todos los días. Puedo aceptar que nunca volveré a jugar. Soy feliz en mi vida ahora, y canalizo cualquier dolor que tengo de una manera que es positiva y no solo me ayuda a sobrellevarlo, sino que también ayuda a desarrollar a los jugadores jóvenes del Tottenham.