Javier Irureta
Deportivo de La Coruña, 1998-2005
No fui consciente de que iba a ser mi último partido como entrenador.
A principios de 2011 la Federación de fútbol del País Vasco me ofreció ser el seleccionador. Llevaba desde 2009 como director deportivo del Athletic de Bilbao, y era una opción que realmente me apetecía compaginar con la del Athletic.
En un tándem con Miguel Etxarri, una persona con un gran apego al fútbol y muy conocido entre los entrenadores en el fútbol vasco.
Jugamos ante Estonia en Tallin a finales de mayo de 2011. Recuerdo que ganamos 1-2, con dos goles de Aritz Aduriz (abajo).
Tan solo unas semanas después de ese partido llegó una nueva directiva al Athletic de Bilbao después de las elecciones a la presidencia. Y eso siempre supone cambios. También en el fútbol base.
Mi salida del club conllevó dejar el cargo de seleccionador de Euskadi de manera inmediata. Una decisión que fue meramente personal. Como dije en su momento, creía que ese puesto lo debía ocupar una persona relacionada con el Athletic, y yo ya no estaba en el club. Así que lo mejor era hacerse a un lado.
Después de aquello, en mi cabeza estaba seguir entrenando. Fueron llegando diferentes ofertas. Algunas de ellas interesantes, pero por una u otra razón no terminaba de reaccionar. Al contrario de ocasiones anteriores, donde tomaba rápidamente una decisión si había una oferta que me parecía buena.
Pero empezaban a pesar otras cosas. Y una por encima de todas: mi familia. Sentía que ya había pasado tiempo suficiente fuera de casa.
"Ser entrenador es algo único, pero también te obliga a ciertos sacrificios, entre ellos, y para mí el peor, estar solo"
Date cuenta que empecé a entrenar en 1980. Me retiré como jugador ese mismo año e hice los cursos. Una trayectoria que empezó desde abajo. Primero en el Getxo infantil –el equipo de mi ciudad- y a la selección de Vizcaya. En 1983, ya con el título de entrenador nacional, en el primer equipo del Getxo en Tercera división y un año después al Sestao en Segunda B, donde logramos ascender a Segunda.
Estuve ahí cuatro temporadas en el club hasta que en 1988 llegó la oferta del Logroñes para entrenar en Primera. Un total de 612 partidos, el segundo entrenador con más partidos de la categoría después de Luis Aragonés -757- (abajo).
Ser entrenador es algo único, pero también te obliga a ciertos sacrificios, entre ellos, y para mí el peor, estar solo. Lejos de los tuyos. Por eso durante mi carrera siempre intenté entrenar en equipos del Norte de España, donde al menos podía encontrar un día a la semana para volver a casa, para ir a verlos. Montaba en el coche y hacía kilómetros para ir y volver en el día.
Podríamos haber ido todos juntos a los diferentes sitios donde entrené, pero decidí vivir solo porque yo quería que mi mujer y mis hijos se quedasen en casa. Que no sufrieran muchos de los avatares que tenemos los entrenadores. Porque cuando uno firma un contrato sabe el tiempo por el que firma, pero no sabe si lo completará todo. No puedes obligar a los tuyos a que su vida dependa también de los resultados.
"Tengo la fortuna de decir que he sido feliz en todos los clubes, pero la etapa más feliz de todas fue en el Deportivo de La Coruña"
Todo eso acabó ganando a mis intenciones de volver a ser entrenador, poniendo fin a mi carrera en un proceso natural, tranquilo, que se fue dando con el paso del tiempo.
Así que no hubo una despedida como tal después de una carrera tan larga. Al menos una de la que yo fuera consciente. Eso que te dices: “Se acabó. Este será el último partido”. Pero, sinceramente, no es una espina que tenga clavada en mi carrera. Para mí es más importante el cariño de los aficionados de todos los equipos por los que he pasado. Lo puedo ver en cada ocasión que viajo a las diferentes ciudades donde entrené.
Tengo la fortuna de decir que he sido feliz en todos los clubes, pero la etapa más feliz de todas fue en el Deportivo de La Coruña. Fueron siete años, donde conseguí ganar títulos por primera vez como entrenador.
Hasta entonces, en la mayoría de equipos, había conseguido elevar el rendimiento de los jugadores para alcanzar cotas mayores. Especialmente se me dio bien en los equipos del norte de España. Como el Real Oviedo o Celta de Vigo, clasificando para jugar competiciones europeas, algo a lo que no estaban acostumbrados.
El éxito del Deportivo fue fruto de un proceso. En el fútbol no hay nada que ocurra de la noche a la mañana. Aunque algunos presidentes lo crean así. Como entrenador, en algunas ocasiones también toca lidiar con ellos y su pensamiento de que, firmando un jugador, de repente, tus objetivos pasan a ser mayores. Que tendrás que pelear por algo más grande.
"No hubo una despedida como tal después de una carrera tan larga, pero no es una espina que tenga clavada"
Sin embargo, para conseguir lo que quieres no solo basta con un jugador. Necesitas una plantilla, un grupo de jugadores. También tiempo.
El año anterior a mi llegada, el Deportivo había quedado en mitad de tabla, decimosegundo en la clasificación. Con muchos cambios en el equipo en mi primera temporada, conseguimos clasificarnos para la UEFA (ahora Europa League) y en los siguientes años nunca bajamos de los cuatro primeros puestos, ganando, como te decía, títulos: la Liga en la 1999/00, en el 2000 y 2002 la Supercopa de España, en 2002 la Copa del Rey ante el Real Madrid en el Santiago Bernabéu (abajo). Eso es algo que solo hacen en España el Barcelona, Real Madrid o Atlético de Madrid. Los equipos que siempre están ahí arriba.
También llegamos a jugar semifinales de la Champions League en la temporada 2003/04. Muchas veces me han preguntado qué les dije a los jugadores para poder remontar un 4-1 ante el Milan en contra después del partido de ida de cuartos de final de esa temporada. Un Milan que había ganado la Champions League el año anterior y con jugadores como Clarence Seedorf, Kaka', Andriy Shevchenko, Andrea Pirlo, Cafú…
La verdad es que no hubo nada diferente a lo habitual. Les hablé de la misma manera que en todos los partidos, y solo añadí una cosa: les intenté hacer ver que, a pesar de perder 4-1 en Milán, no habíamos sido inferiores a ellos. Habíamos estado parejos en la primera mitad, incluso empezamos ganando con gol de Walter Pandiani, pero en el comienzo de la segunda parte nos hicieron dos goles.
Lo que ocurrió en Riazor fue algo inolvidable. Conseguimos remontar la eliminatoria antes del descanso con un 3-0, y Fran hizo un cuarto gol en el segundo tiempo.
Estuvimos cerca de ganar la Champions por primera vez para el club, pero no tuvimos la suerte de eliminar al Oporto de José Mourinho en semifinales. Fue una eliminatoria muy igualada, que para mí estuvo marcada por los percances que tuvimos en el partido de ida. No solo la expulsión de Jorge Andrade, lo más recordado. También fue clave la tarjeta amarilla que vio Mauro Silva en ese partido. Una situación que hizo que no pudiera jugar en Riazor por acumulación de tarjetas.
Nos eliminaron por un gol de penalti. Un penalti que bueno, pudo ser o no pudo ser. El árbitro lo decidió así, y en ese gol llegó la eliminación. Puede que quedara esa sensación agridulce de haber hecho un gran papel, pero que no nos llegara para ganar el título. Sin embargo, no cambiará nada de lo que hicimos ese año en Europa.
"Siento mucho dolor al ver cómo está el Deportivo en estos momentos; después de vivir una situación, digamos, oscura"
Ni de las otras participaciones. Jugamos también en dos ocasiones los cuartos de final. Ganar está claro que fue un hecho importante, pero para mí lo más importante fueron esos cinco años que nos clasificamos para la Champions League. Con victorias como las de París, el Manchester United en Old Trafford, contra el Arsenal en Highbury... O el Bayern de Múnich. Fuimos el único equipo español que ganó al Bayern en el Olímpico. No fue flor de un día.
Por eso siento mucho dolor al ver cómo está el Deportivo en estos momentos, como se encuentra después de vivir una situación, digamos, oscura. Y me duele especialmente por los aficionados.
No cabe duda de que mi vida ha pasado a ser mucho más tranquila que en mis años como entrenador, donde apenas paraba para comer y dormir. Ese nivel de actividad me llevó en A Coruña a tomar la decisión de vivir en un hotel, en el María Pita. En las ciudades anteriores viví en casas, pero al final nunca me acabé de acostumbrar.
Cuando llegué al Deportivo alguien me recomendó ese hotel y decidí instalarme allí. La habitación 514, donde estuve viviendo siete años. Puede resultar extraño que alguien pueda vivir durante tanto tiempo en una habitación de un hotel, pero para mí era el mejor lugar. Más allá del ajetreo que podía haber los fines de semanas, con bodas o reuniones, me permitía estar concentrado las 24 horas en el equipo. Y además, en frente del estadio de Riazor y de la playa. Mejores vistas eran imposibles.
Ahora me levanto, desayuno tranquilamente y voy al mercado con mi mujer para hacer la compra. Otros días nos reunimos viejos compañeros que jugamos juntos en el Athletic para charlar de fútbol. Ya estoy lejos del fútbol –desde que lo dejé he preferido mantenerme en un segundo plano, apenas sin aparecer mucho-, pero no he desconectado. Veo muchos partidos por televisión cada semana. La Liga, Premier League, Champions… Me gusta ver cómo los nuevos entrenadores han cambiado muchas cosas.
También tiempo para estar con mis hijos y mis nietos. Es una vida sencilla, pero no necesito mucho más.
Porque siento que estoy en mi lugar.
Redacción: Héctor García