Unai Emery
Aston Villa, 2022-Presente
“A ti te gustaría ganar la Champions League, ¿no?”, me preguntó Sir Alex Ferguson.
Eso fue en 2014. Estaba en Nyon, en Suiza, en una de las reuniones que organiza la UEFA con diferentes entrenadores en su sede (abajo), y me habían invitado a dar una charla sobre la Europa League.
Mi relación con esta competición empezó cuando todavía se llamaba Copa de la UEFA, en la temporada 2008-09. El Valencia me dio la primera oportunidad de disputarla.
Después llegó el proceso siguiente de convertirse en la Europa League. Primero dando entrada a equipos de ligas europeas más modestas –creo que fue un gran acierto por parte de la UEFA tomar esta decisión- y finalmente la opción de ganar no solo un título europeo, sino también jugar la Champions League.
De los tres títulos con el Sevilla, el primero fue especialmente bonito por las circunstancias que se dieron durante el camino. De hecho, empezó en enero de la temporada anterior, cuando llegué al club.
Teníamos una diferencia de puntos muy importante con respecto a otros equipos para entrar a la Europa League que no pudimos reducir al final de la Liga, pero nos clasificamos por el fair play financiero, pues había dos equipos que acabaron por delante de nosotros que no pudieron acceder por esta circunstancia: Málaga y Rayo Vallecano.
"Mi relación con la competición empezó cuando todavía se llamaba Copa de la UEFA, en la temporada 2008-09"
Llegamos de rebote a la Europa League, pero a pesar de clasificarnos de esa manera sentíamos que estábamos preparados para poder afrontar la competición. Las eliminatorias previas a la fase de grupos fueron a primeros de agosto. ¡En pleno verano en Sevilla para jugar al fútbol! Primero contra el OFK Titograd y después ante el Slask Wroclaw.
Dos eliminatorias en medio de la pretemporada, con muchos cambios en el equipo de entrada y salida de jugadores, pero que logramos superar con amplia ventaja sobre nuestros rivales.
En todo campeonato que ganas hay momentos que recuerdas, pero hubo uno que me marcó especialmente. Jugábamos en la cancha del Estoril, partido al que se desplazaron más de 4.000 aficionados (arriba). Algo increíble, porque apenas era la primera jornada de la fase de grupos.
Ahí fue la primera vez que entendí lo importante que era para los sevillistas esta competición. Después de haberla ganado dos veces con Juande Ramos, los aficionados seguían teniendo la misma ilusión del primer día.
Un trayecto donde disfrutamos mucho, pero que también estuvo cargado de enormes dificultades. Y ante las que debes estar preparado. Superamos todo tipo de adversidades en las eliminatorias, algunas incluso hasta imposible de creer.
El 0-2 ante el Betis en el partido de ida de los octavos de final fue un momento muy duro porque fue en el Sánchez Pizjuán. Con ese resultado en contra, casi todo el mundo te da por eliminado. Y más en Europa, donde es muy complicado remontar un resultado adverso fuera de casa. Pero el equipo estaba mentalizado de que teníamos una oportunidad en el Benito Villamarín.
Todo pasaba por hacer un buen partido y tener acierto en momentos puntuales. El primer gol de José Antonio Reyes (arriba) nos hizo entrar otra vez en la eliminatoria. A partir de ese momento cambiaba el paisaje, sabiendo que con un segundo tanto igualábamos la eliminatoria y con un tercero teníamos el gol average a favor, aunque ellos marcaran.
Llegó el segundo gol –de Carlos Bacca a falta de quince minutos para el final del partido-, pero no pudimos hacer el tercero. Así que la eliminatoria se fue a la prórroga y después a los penaltis.
"Superamos todo tipo de adversidades en las eliminatorias, algunas incluso hasta imposibles de creer"
En los penaltis siempre se dan muchas circunstancias alrededor. En este caso muchas más, ya que era el derbi de Sevilla en Europa. Pero había una que acabó siendo decisiva para nosotros: teníamos en la portería a Beto. Un portero que se crecía en estas situaciones. Él fue clave para poder superar esa eliminatoria tan complicada.
La siguiente, ante el Porto, la empezamos a ganar en el vestuario de Do Dragao. Habíamos perdido 1-0, pero nada más terminar el partido los jugadores se conjuraron. “En el Sánchez Pizjuán será diferente. Allí seremos capaces con nuestra afición de redoblar nuestros esfuerzos para darle la vuelta a la eliminatoria”. Lo que ocurrió después en casa fue espectacular. 3-0 en la primera media hora y un resultado final de 4-1. Un partido completísimo a todos los niveles.
En semifinales llegó otro conjunto español, el Valencia. Una eliminatoria muy dura con un equipo también con experiencia en finales europeas y para ellos, lógicamente, también era una oportunidad muy grande ganar la Europa League.
Cimentamos mucho el 2-0 en casa, con la idea clara de no encajar goles. Pero en el partido de vuelta en Mestalla ellos demostraron tener mucha fortaleza y se pusieron 3-0 en el marcador.
Con ese resultado creo que ellos ya se vieron superiores para avanzar. Nosotros, mientras, no habíamos demostrado facilidad para llegar a portería contraria. Solo una ocasión que tuvo Reyes en el primer tiempo.
Pero sabíamos que un gol nos clasificaba.
Y un gol, aunque las cosas no estén yendo como uno quiere, lo puedes hacer en cualquier circunstancia. En una falta, en una acción aislada, en un córner a favor o en un saque de banda… Como así pasó. A segundos para el final incorporamos a jugadores que iban muy bien de cabeza. Federico Fazio hizo la prolongación y llegó el gol de Stéphane Mbia.
Las eliminatorias, muchas veces, al final acaban con situaciones donde la línea del éxito y el fracaso es muy justita, y esta vez cayó del lado del Sevilla para llevarnos a la final.
El rival era el Benfica, entrenado entonces por Jorge Jesús (arriba). Nosotros palpábamos que ellos se sentían favoritos. Un club histórico, acostumbrado a ganar títulos y a hacer grandes trayectorias en Europa. Tal vez ese sentimiento de sentirse favorito nos llevó a nosotros a poder desarrollar el partido donde creíamos que éramos más fuertes. Resultó un partido igualado, con alternativas para ambos equipos, pero que después de 120 minutos llegó a los penaltis.
Repetíamos lo que ya habíamos vivido contra el Betis. Y como esa vez, teníamos a Beto (arriba), quien además guardaba ciertas revanchas personales con el Benfica.
Una motivación extra, acompañado con la información que le daba Javi García (preparador de porteros) respecto a los lanzadores del Benfica. Todo eso hizo que Beto se sintiera más fuerte, deteniendo dos penaltis de cuatro. Y nosotros con los lanzamientos impecables de Bacca, Mbia, Coke y Kevin Gameiro.
"Las eliminatorias, muchas veces, al final acaban con situaciones donde la línea del éxito y el fracaso es muy justita"
En mi caso, yo lo vivo todo con mucha intensidad y dedicación. Desde que empiezas a entrenar vas dando pasos sin darte cuenta o sin pararte a pensar lo que pasó ayer. Actuando y evolucionando en el día a día. Y ahí estaba. En el césped del estadio de la Juventus –sede de la final- con la copa de campeón.
En ese momento te preguntas: “¿Qué ha sido lo más bonito?” Y ahí te das cuenta de que lo mejor no es lo que estás viviendo en ese momento. No lo último que ocurre. Lo mejor es lo que has ido viviendo cada día hasta llegar hasta ahí. Los buenos momentos, los más complicados, las relaciones con los jugadores, la afición en cada partido…
En el segundo título, es cierto que no vivimos situaciones tan extremas como el año anterior, pero nos enfrentamos a grandes rivales.
En dieciseisavos, el Borussia Mönchengladbach, uno de los favoritos para ganar la competición. El Zenit de San Petersburgo en cuartos de final o las semifinales ante la Fiorentina, que fue la eliminatoria en la que nos sentimos más cómodos, junto con la del Villarreal en octavos, ganando los dos partidos.
A diferencia de lo que ocurrió en la final de 2014, esta vez nosotros éramos los favoritos. Puede que no se conociera mucho al Dnipro, pero teníamos el ejemplo de la semifinal donde ellos jugaron contra el Nápoles. Los italianos eran claros favoritos para pasar la eliminatoria e incluso para ganar la final, pero fueron sorprendidos por el equipo ucraniano.
Entonces nosotros llegábamos con ese aviso. “Hay que respetarles y para ganarles tenemos que pensar que son un equipo muy bueno, con muy buenos futbolistas y prepararnos para sujetar eso”. La sorpresa de encontrarnos a un rival que no muchos conocían no podía ser mayor que nuestra exigencia. Y así lo hicimos.
Fue un partido duro, que incluso empezamos perdiendo, pero las experiencias del primer título nos habían servido para afrontar este tipo de situaciones. Y, sobre todo, una frase que utilizábamos mucho en aquella Europa League: “Nadie puede querer más que nosotros esta Europa League”.
Lo intentábamos concienciar en el vestuario e intentábamos transmitir eso también hacia afuera. De alguna manera, habíamos hecho nuestra la competición.
"La Europa League también es un lugar donde muchos entrenadores encuentran una vía para lograr acceder a hacer cosas importantes"
Por eso cuando el tercer año llegamos a ella después de ser eliminados en la fase de grupos de la Champions League – compitiendo ante equipos como Manchester City, Juventus y Borussia Mönchengladbach- no fue ninguna decepción para nosotros.
“Esta competición también nos ha dado grandes alegrías y tenemos otra vez que buscarla. Y, sobre todo, mentalizarnos. Ser competitivos”. Fue el mensaje al grupo para reactivarse de nuevo en Europa.
La final nos citó esta vez con un rival muy especial, el Liverpool (arriba). Como nos pasaba a nosotros, ellos tenían que ganar para estar la siguiente temporada en la Champions League. No habían logrado la clasificación en la Premier League. Toda competición es importante y también lo son todos los rivales. Pero lógicamente jugar contra un Liverpool, con amplia experiencia en el fútbol europeo y con títulos, era algo increíble.
Ellos salieron muy fuertes, con una primera mitad donde nos hicieron sufrir mucho, y más con el gol de Daniel Sturridge antes del descanso.
Pero la Europa League era nuestra competición. Nadie tenía más deseos de ganarla que nosotros.
Como le señalé a Ferguson en aquella reunión de entrenadores, lógicamente me gustaría ganar una Champions League. Todos los entrenadores soñamos con poder hacerlo al menos una vez.
Pero la Europa League también es un lugar donde muchos equipos, muchos jugadores y muchos entrenadores encuentran una vía para lograr acceder a hacer cosas importantes. Como he tenido la tenido la suerte de vivirlo yo.
Los tres títulos, de manera consecutiva, con el Sevilla. Pero también ver la otra cara de la moneda: perder una final con el Arsenal ante el Chelsea. Diferentes experiencias, pero de todas acabas aprendiendo cosas.
Esta competición, con la que me vuelvo a reencontrar, me ha dado mucho.
Redacción: Héctor García