Gregorio Manzano
Guizhou Hengfeng Zhicheng, 2017
Conducía 765 kilómetros seis días a la semana, solo acompañado por el sonido de la cinta de radio con la grabación de mis análisis de los partidos y entrenamientos.
En la mañana daba clases de Educación Física en el instituto mi pueblo -Santisteban del Puerto en Jaén, Andalucía-, donde empecé también como entrenador, y en las tardes viajaba ida y vuelta hasta Talavera de la Reina -Toledo, en Castilla La Mancha-.
Así fue mi primera experiencia como entrenador en Segunda B. Ahora muchos ex jugadores empiezan entrenando en esa categoría. Pero hasta llegar ahí yo había pasado diez años en el fútbol modesto, con campos de tierra y vestuarios sin agua caliente.
En 1990 me llegó la oportunidad de entrenar en Primera División en el Real Valladolid. En ese momento tenía la sensación de que lo había conseguido. “Ya está”, me dije.
Recuerdo el primer día entrar al vestuario y encontrarme con jugadores como Eusebio, Caminero… Eso era otra cosa, jugadores a los que yo tenía en cromos. Estás en un escenario real con futbolistas de gran magnitud. Muchas veces me preguntaba cuánto iba a durar.
Pero a esas dudas te sobrepones con trabajo.
"Tenemos un buen grupo. Estoy seguro de que vamos a hacerlo bien", les dije a los jugadores.
Resulta que esa fue la mejor temporada del Valladolid en los últimos veinte años, quedando séptimos en Primera División, aunque no hubo oportunidad de seguir. Cambió la propiedad del club y apostaron por otro entrenador. De ahí nació una frase que me ha acompañado desde entonces. “Todo lo que pasa, conviene”.
En los días siguientes llegó una importante oferta de Segunda División. Pero le dije que no a mi agente: “Si llevo toda mi vida haciendo kilómetros y trabajando para llegar a Primera División, si hemos dejado al Valladolid en el puesto séptimo…. ¿Me voy a ir a Segunda a entrenar por dinero? El fútbol me tiene que dar otra oportunidad en Primera División. Para ir a Segunda siempre tengo tiempo".
El dinero nunca ha sido mi prioridad.
He estado 19 años consecutivos entrenando y ha habido momentos que si hubiera primado el dinero quizás no hubiera estado tanto tiempo seguido en los banquillos. Para mí el dinero viene después del trabajo.
La nueva oportunidad en Primera me la dio el Mallorca en 2003 (arriba), donde tuve la suerte de ganar la Copa del Rey.
Dos días antes de la final recibimos una noticia que nos impactó a todos, especialmente a Samuel Eto’o (abajo). Estábamos en un entrenamiento cuando nuestro jefe de prensa me señaló que había fallecido Marc-Vivien Foé en un partido ante Colombia. Foé era compañero y amigo de Eto’o en Camerún, que estaba en Francia disputando la Copa Confederaciones.
Eto’o no sabía nada. A partir de que se conoce la noticia los medios se acumularon fuera del terreno de juego para hablar con él.
"Todo el mundo esperaba que Eto’o se fuera, pero no. Se quedó"
Yo lo llamé en medio del entrenamiento y le dije lo que había sucedido.
Su primera impresión fue una mirada al vacío, se quedó paralizado. Le dije que ante esa situación no había ningún problema si se quería ir y no jugar el partido, que lo entendería, pero mi consejo fue que el mejor homenaje a su compañero era jugar la final, ganarla e irse.
Todo el mundo esperaba que Eto’o se fuera, pero no. Se quedó.
Se reunió con sus compañeros y les dijo: “Chicos, vamos a echarle cojones a esto y vamos a ganar el partido”. Terminó la final de Copa y cogió el avión a Francia. Así era Eto'o.
Una final donde mis jugadores visualizaron el triunfo ante el Recreativo de Huelva. En el entrenamiento previo me los llevé a un córner del estadio –el de Elche- donde se iba a jugar el partido. Allí apliqué una técnica de relajación muscular ante el estrés que se llama el ‘método Jacobson’.
Al mismo tiempo, les fui trasladando lo que iba a pasar 24 horas después.
“Imaginen que en la primera parte hacemos un gol y tenemos cerca la Copa. Imaginen que hacemos un segundo gol en la segunda parte, está el partido terminando, somos campeones…”
Al terminar el partido los jugadores me dijeron: “Entrenador, se equivocó ayer. Dijo dos y hemos ganado por tres”.
Mi formación en psicología me ha permitido entender que el futbolista, antes que futbolista, es persona. Si esa persona no está equilibrada consigo misma, es difícil que rinda.
Como entrenador, a lo que tienes que llegar es a la persona, y si esa persona tiene cualidades para jugar al fútbol, la potenciarás más si la entrenas de manera global.
Luego disfruté en España de ser entrenador en equipos como el Sevilla o Atlético de Madrid, donde llegué en un momento confuso del club. No era el Atlético de Madrid de ahora.
"No salieron las cosas, pero perder forma parte del trabajo y hace que adquieras experiencias"
Recuerdo que la primera vez que entré en el vestuario me encontré con 41 jugadores. ¿Por qué? Yo lo había admitido. Aunque el club les había dado la baja tras subir de Segunda, mi idea es que siguieran entrenando con el equipo. Lo decidí por respeto a la persona.
Eso hizo que fuera una pretemporada atípica. Llegaron también varios fichajes muy al final del mercado, como Ibagaza, y tuvimos la operación de cáncer del “Mono” Burgos. En fin, situaciones y dificultades en el comienzo del trabajo que hicieron difícil ir conformando el equipo poco a poco. Quedamos fuera de las plazas de Europa ante el Sevilla, que nos superó en la diferencia de goles a favor y en contra.
Eso, unos pocos goles, definió si mi temporada había sido buena o mala. En mi segunda etapa en el Atlético me tocó vivir otro cambio generacional, con la salida de Agüero, Forlán…
No salieron las cosas, pero perder forma parte del trabajo y hace que adquieras experiencias. Si esa misma situación se vuelve a dar en el futuro sabes que no cometerás los mismos errores. Aunque no todo depende de ti. Hay otros factores que hacen que no tengas armas para poder combatir distintas situaciones.
Es lo que apliqué en China.
Rechacé la primera oferta que tuve de allí. Fue de Shandong. Hablamos, negociamos, incluso del contrato, pero no me sentía preparado para dar ese paso. Ir a un sitio, si no estás adaptado, no te permite hacer bien tu trabajo.
Sin embargo, cuando vino la oferta Beijing Guoan fue distinto. Pregunté sobre el equipo, entre ellos a un jugador del Sevilla que había tenido, Kanoute, que estaba jugando allí.
Lo primero que me llamó la atención del fútbol chino fue la afición. Llegué en un partido de la previa de Champions y me encontré con un campo lleno. 50.000 personas. Era así todas las jornadas.
Ganamos a Evergrande en la penúltima jornada. Como me dijo el presidente después de regresar de ese partido, con más de 2.000 aficionados esperándonos en el aeropuerto, “aunque no gane la Liga, usted para nosotros ya es el Emperador del club”.
Ellos valoraron los hechos, pelear por el título por supuesto, pero ganar a Evergrande era ya más importante que el propio campeonato. Al final no pudimos ganar la liga, pero esa primera temporada me concedieron el premio a mejor entrenador. Un gran honor.
El segundo año fuimos líderes en la primera vuelta. En la segunda parte de la temporada no acertamos en la renovación de jugadores y los poderosos nos ganaron la partida. Fueron dos años inolvidables con una experiencia que no se borrará nunca en la historia de China.
Un país donde el principal obstáculo para el entrenador es el idioma. Eso no lo enseñan en la escuela de entrenadores. Hay días que son duros, sobre todo en los comienzos, porque estás intentando compenetrar dos ideas y conceptos distintos.
Un día, en uno de mis equipos, yo tuve un problema con un jugador que estaba lesionado. Le indiqué al jugador que no hiciera nada, ni siquiera bicicleta. Reposo absoluto.
Después del entrenamiento me fui a comer a un restaurante. Y a través de un ventanal vi a ese jugador montado en una bicicleta de paseo. Yo no me lo podía creer, pero hasta el día siguiente no pude verlo.
Le llame a él, al traductor y al médico para preguntarles qué había pasado.
“Si he dicho nada de bicicleta, ¿entonces?”
Su respuesta fue que habían entendido nada de bicicleta estática, pero que sí podía salir con la de paseo. Este tipo de situaciones se pueden dar, pero es entendible. Si no te explicas bien se cometen errores.
La paciencia es una de las cosas que debes tener. Para todo. China es muy jerárquico en la toma de decisiones. Tienes que adaptarte a ellos. De este modo conseguirás sacarle el mayor rendimiento al jugador.
De China me llevé un nuevo aprendizaje como entrenador: al final, las cosas sencillas y bien explicadas también son eficaces.
Como te decía, todo lo que pasa, conviene.
Redacción: Héctor García