Javier Torrente
Antofagasta, 2022-presente
Cuando llegué a trabajar con Marcelo Bielsa creía que sabía de fútbol.
Sin embargo, bastaron dos semanas de estar junto a él para darme cuenta que tenía todo un universo por delante para desarrollar y aprender.
Mi peregrinaje con Bielsa arrancó a finales de 1996, aunque la historia tiene su origen años antes, cuando estuvo a cargo de Newell's Old Boys. En esta etapa en Argentina, mi amigo Claudio Vivas realizó varios trabajos para él, y en algunos de ellos contó conmigo para que le ayudara. Yo, por entonces, trabajaba como preparador físico en las categorías inferiores de Newell's, que estaban a cargo de Jorge Bernardo Griffa.
Luego Marcelo se fue a Atlas de México en 1992 y en el ‘94 se llevó a Claudio con él. Eso fue un punto y seguido, porque dos años después se dio a conocer la baja de uno de los preparadores físicos de las fuerzas básicas (categorías inferiores). Marcelo, para entonces Director Deportivo del club, preguntó a Claudio a quién podía convocar, y de ahí salió mi nombre.
En esa primera charla con él, de mi parte había una gran admiración hacia su forma de trabajar y un gran respeto por la época en Newell’s, donde nos hizo vivir como hinchas grandes alegrías.
Marcelo atrae porque tiene un estilo muy marcado.
Desde fuera, eso hace que gran parte de los aficionados se adhieran a su idea de juego, sintiéndose identificados con ella. La mayoría acaban por convertirse en Bielsistas. Incluso durante su paso por los equipos en Argentina, los hinchas rivales tenían un respeto por lo que proponían sus equipos.
Desde dentro, la atracción es igual. Son muchos los detalles que lo diferencian, pero tal vez por encima de todos está que es un extraordinario creador de ejercicios que mejoran al jugador.
"Bastaron dos semanas de estar junto a Marcelo para darme cuenta que tenía todo un universo por delante para desarrollar y aprender"
Y lo hace a través de un análisis muy particular y muy detallado de los partidos y jugadores. Es capaz de visualizar todas las acciones para, después, escoger una y transformarla en una ejercitación. Por ejemplo, una pared.
A partir de esa pequeña porción del juego, es capaz de desarrollar luego un ejercicio que la represente, que la entrene y que la mejore para que el jugador, cuando se encuentra ante ella en un partido, pueda ser capaz de ejecutarla.
Marcelo llegó a desarrollar un programa de alrededor de 30 tipos de “paredes” y “desdobles”. Les dio forma de ejercicio para su posterior entrenamiento.
Todas esas tareas que ya tenía previamente diseñadas, se unieron a otras que fueron surgiendo dentro del programa de captación y formación de futbolistas que él desarrolló en las inferiores del Atlas.
Llegamos a tener cerca de 500 ejercitaciones, lo que nos daba la posibilidad de hacer evolucionar diferentes situaciones y jugadores de una manera muy fácil. De esa época salieron chicos que serían decisivos en la selección mexicana: Pável Pardo, Jared Borgetti, Juan Pablo Rodríguez, Rafael Márquez y Daniel Osorno.
Ya en la época de la selección argentina, Marcelo me contó una anécdota sobre eso. Fue después de crear un ejercicio sencillamente fantástico.
“Se da cuenta, yo antes creaba tres ejercicios por día. Ahora son tres por año. Uno cada cuatro meses. Pero el ejercicio tiene tal grado de minuciosidad y de desarrollo que cuando lo llevamos al campo de juego, al jugador le sale rápidamente y perfecto”.
"En Atlas llegamos a tener cerca de 500 ejercicios, lo que nos daba la posibilidad de desarrollar diferentes situaciones de juego y jugadores de una manera muy fácil"
Después de Atlas, lo acompañé en los siguientes equipos. En junio de 1997 volvimos a Argentina con Vélez Sarsfield y en 1998 fuimos a trabajar a La Liga con el Espanyol. Cuando solo llevábamos cuatro meses en Barcelona, surgió la llamada de la Asociación de Argentina para que tomara el puesto de seleccionador.
Marcelo vivió ese momento con mucha emoción.
Fueron seis años de trabajo donde pudimos disfrutar mucho, con grandes momentos de felicidad y también de amargura.
Diría que, aún bajo la idea de Marcelo, hubo dos equipos distintos en la Selección. El primero, de 1998 a 2002, era más vertical, consiguiendo ganar una gran cantidad de partidos antes del Mundial de Corea y Japón de 2002.
Creo que ese equipo tuvo una brillante actuación y que dio un pico de rendimiento altísimo durante las clasificatorias, pero los jugadores tienen ciclos. Y cuando llegamos al Mundial, no todos estaban al mismo nivel que habían tenido durante la eliminatoria (Argentina cayó eliminada en la primera fase).
Después se armó un nuevo equipo, de 2003 a 2004, donde existió un recambio de futbolistas. Los nuevos integrantes, si bien la idea perduró, eran de un juego menos vertical y más asociativo. Ese segundo equipo jugó una extraordinaria Copa América donde quedamos subcampeones, sumándose también al gran papel de los más jóvenes que posteriormente conquistaron el Preolímpico y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 (arriba).
"Diría que, aún bajo la idea de Marcelo, hubo dos equipos distintos en la Selección"
Finalizada la etapa en Argentina, Marcelo decidió hacer una pausa, pero seguíamos trabajando en el armado de un cuerpo técnico para posibilidades futuras.
En ese tiempo de espera, en junio de 2007 me llegó el ofrecimiento de Cerro Porteño para ser el primer entrenador. Nunca había ocupado ese cargo. La ilusión era enorme, pero antes de tomar cualquier decisión, tuve una charla con Marcelo.
De ahí salí convencido para dar el paso.
En los primeros días, la gente esperaba ver algo parecido a lo que propone Marcelo. El “sello de Bielsa”, como se dice de todos aquellos que hemos estado con él.
Pero en el fútbol no puedes entrenar con el librito de otro, porque al final las copias terminan por no funcionar.
Eso no quiere decir que no tenga cuestiones que las maneje de manera similar a Marcelo Bielsa, pero sí hay otras en las que me distancio porque mis características o forma de ser son diferentes. No obstante, sería una tremenda falta de respeto por mi parte querer compararme con Marcelo. Basta con ver los lugares donde ha llegado él…
Poco a poco fui teniendo un nombre propio en Cerro Porteño, con la idea que yo quería. Ese equipo tuvo un estilo brillante de juego sobre un 4-3-3, muy ofensivo y con muchos goles por partidos. Llegamos a sacar el 75% de los puntos del campeonato, pero nos tocó ser segundos.
En los años siguientes seguí desarrollándome. Dirigí en Libertad, nuevamente en Cerro Porteño, Newell’s Old Boys, Club Nacional de Paraguay y Cobreloa de Chile; equipos que me dieron la oportunidad de pelear por títulos y jugar partidos de Copa Libertadores y Sudamericana.
"En el fútbol no puedes entrenar con el librito de otro, porque al final las copias terminan por no funcionar"
Para entonces mi camino como primer entrenador estaba asentado, cuando de pronto, en 2014 surgió la opción de volver a trabajar con Marcelo en el Olympique de Marsella.
La relación, por supuesto, ya no era la misma que en la primera etapa. Yo ya había tenido mis partidos como primer entrenador. Pero había algo que siempre se mantuvo: el apoyo a su idea y tratar de que el equipo ejecutara en el campo lo que Marcelo proponía.
Luego internamente uno podía tener una discusión o una conversación sobre qué manera puede ser la mejor para llegar al objetivo, pero una vez que el entrenador toma una determinación, el mensaje al jugador tiene que estar alineado con lo que él piensa.
Eso no es negociable.
Esa etapa en el Marsella también me tocó desarrollar mucho trabajo interno, muy cercano con el futbolista. Esta era una tarea que hacía muy bien el “Maestro” Luis Bonini dentro del cuerpo técnico de Marcelo. En el Espanyol, la selección argentina, la selección de Chile y el Athletic de Bilbao.
Pero luego Bonini se separó de Marcelo y me tocó a mí ese papel en el Marsella. Nos ayudó mucho en esa función con el vestuario Franck Passi (abajo), que fue otro de los colaboradores que se integró al cuerpo técnico.
Passi, francés, había sido futbolista del Marsella y también había jugado en España e Inglaterra. Sabía hablar perfectamente los tres idiomas, lo que le permitía comunicarse con todos los jugadores del plantel. Entre él, mi hermano -Diego Torrente, que también formaba parte del cuerpo técnico- y yo tratamos de que el rebaño no se dispersara para conseguir los objetivos colectivos.
"¿Es un paso atrás?", me preguntaba. Pero resultó todo lo contrario. Ese año en Marsella terminó siendo un impulso"
Esa tarea fue muy linda y me ayudó a aprender mucho el francés, intercambiar ideas con tremendos jugadores, conocer una nueva competencia... También me sirvió para reencontrarme con el estilo de Marcelo, una persona que propone ideas permanentes.
Eso te obliga siempre a desarrollar y aprender cosas nuevas, rodeado de un espectacular ambiente de trabajo junto a otros colaboradores como Diego Reyes, Pablo Quiroga, y en unas instalaciones como las que proporcionaba el club.
Puede que al principio tuviera alguna duda sobre regresar a ocupar el cargo de asistente técnico. “¿Es un paso atrás?”, me preguntaba. Pero resultó todo lo contrario. Ese año en Marsella terminó siendo un impulso.
Luego regresé a ser primer entrenador en Colombia, dirigiendo al Once Caldas de Manizales, en el cual estuve 15 meses logrando un gran cambio en el primer semestre y llegando a una semifinal de la Copa Colombia, culminando quinto en la clasificación final del torneo regular.
A continuación, me convocaron desde México para hacerme cargo de León durante un año, tomando el equipo en las últimas posiciones para luego clasificarlo y llegar a semifinales de la Liga MX.
"Los entrenadores estamos para encontrar soluciones, no para explicar derrotas"
Y en junio del 2018, Everton de Chile nos contrató para un gran desafío. El equipo tenía solo 9 puntos y todos nos daban por descendidos. Una situación muy complicada, pero que yo ya había manejado en varias ocasiones con anterioridad.
Soy un entrenador que normalmente cuando toma un equipo lo hace en un momento de crisis. No le está yendo bien al entrenador anterior y deciden hacer un cambio.
Y en ese momento de crisis el equipo está armado, no hay manera de modificar y de traer los futbolistas que uno quiere. Entonces tienes que tratar de llevar el equipo a buen puerto con los jugadores que tienes. Así lo logramos en Everton, consiguiendo la salvación con 25 puntos de 45 posibles.
Luego de un semestre muy duro y agotador, necesitaba una pausa. Por tal motivo, tuve una conversación sincera con el presidente. “Si el equipo vuelve a estar en problemas, yo estoy dispuesto a volver”, le dije.
Ahora -después de seis meses en México con Morelia en 2019- estoy nuevamente en el Everton, cumpliendo con lo prometido a finales de 2018. Porque lejos de papeles, acuerdos o firmas, la palabra que empeño trato de cumplirla. Creo que así se construye la confianza.
El objetivo vuelve a ser el mismo. Como digo siempre, los entrenadores estamos para encontrar soluciones, no para explicar derrotas.
Al principio era más rígido en mi forma de pensar, pero con el paso del tiempo entendí que existen jugadores que están para determinados objetivos y otros jugadores para otros. Lo importante es conseguir con el jugador metas que estén a su alcance.
Se trata de lograr modificaciones positivas que le permitan mejorar.
Eso, en definitiva, es el arte de entrenar.
Redacción: Héctor García