Julio César Santos
Olimpik Donetsk, 2019
Decidí apartarme del fútbol.
Por completo. Se sabía que había jugado en grandes equipos como el Real Madrid, el Milan, en la Premier League con el Bolton... Pero casi nunca hablaba de eso en mi entorno.
Necesitaba un descanso. Un descanso, sobre todo, mental.
Volví a mi país, a Brasil, y me puse a trabajar en mi propio proyecto: una cadena de gimnasios. Sentado en una oficina para administrar una empresa con todos los problemas del día a día.
Dedicado al cien por cien. Desde las 7 de la mañana hasta las 10 de la noche.
Me había metido en la cabeza ese objetivo y lo tenía que hacer funcionar, pero al cabo de dos años me dije. “Se acabó”.
Me di cuenta de que eso no era lo mío. Hablé con mi gerente para comunicarle mi decisión. No lo podía creer. La empresa iba bien, habíamos creado un proyecto que funcionaba.
Él intentó hacerme cambiar de opinión, pero no había vuelta atrás en mi decisión.
Quería ser entrenador. Y el primer paso para serlo era viajar por todo el mundo para reunirme con los entrenadores.
Lo llamaría algo así como un viaje al centro del mundo de los entrenadores. Quería saberlo todo. Y cuanta más información, mejor.
Agarré una bolsa, con algo de ropa dentro, y me puse en marcha. Primero México, donde hablé con José Luis Trejo, Juan Vucetich y Ricardo Ferretti. Luego fui a Europa para reunirme con Marcelo Bielsa. Me atendió en Bruselas cuando por entonces era entrenador del Lille. Luego estuve con Christoph Paul Daum en Alemania, con Takis Lemonis, que fue mi entrenador en Olimpiacos en Grecia, Ricardo Sa Pinto en Portugal…
Resulta que después de 20 años como jugador profesional, me di cuenta de que había muchas más cosas por aprender.
Que por ser futbolista no sabía todo lo que realmente necesitaba. No conocía el otro lado.
"Me di cuenta de que había muchas más cosas por aprender"
Dentro de las charlas con los entrenadores, uno de los aspectos en los que más profundizaba era la solución de problemas. Sobre todo, cómo tratar con los jugadores que tienen menos minutos.
Yo me he encontrado entrenadores que contaban con sus once jugadores y al resto los dejaba al margen.
Pero qué pasa cuando luego necesitas la ayuda de uno de esos jugadores. ¿Cómo se la pides cuando antes no le has prestado ninguna atención?
Ahí entramos en un punto que considero fundamental. Los jugadores, por encima de todo, son personas. Y como entrenador debes tratarlos así.
Porque cuando estamos delante de los jugadores solemos cometer el error de verlos de manera diferente.
Me ocurrió a mí cuando llegué al Real Madrid con 20 años desde el Real Valladolid.
Los días antes de empezar la pretemporada no dejaba de hacerme preguntas. “¿Cómo serán? ¿Cómo me adaptaré al vestuario? ¿Encajaré?”
"Una virtud del entrenador es dejar al futbolista que viva, que esté alegre con su profesión"
En ese equipo había jugadores como Fernando Hierro, Roberto Carlos, Iker Casillas, Raúl... Imagínate. Los veía casi como si fueran de otro planeta.
Pero cuando llegas dentro, te das cuenta de que tus compañeros son como cualquiera de nosotros. Primero está la persona, y luego el futbolista.
Así lo hizo Vicente del Bosque cuando llegó al Real Madrid.
Llegó después del paso de varios entrenadores, en una situación y una dinámica complicada.
Pero él consiguió liberarnos de todas las frustraciones y conflictos.
Para mí esa es una virtud de un entrenador. Dejar al futbolista que viva, que esté alegre con su profesión.
Y Vicente lo hizo.
Luego esas sensaciones se transmitieron al campo. Especialmente en nuestros partidos de Champions League.
El grupo se enfocó en esa competición, con grandes partidos.
Para mí el mejor fue ante el Manchester United (arriba) en Old Trafford (partido de vuelta de los cuartos de final en marzo de 2000). 2-3 con la jugada de Redondo, el gol de Raúl… ¡Partidazo! Yo creo que ahí se ganó la copa.
Ese partido nos dio una inyección de motivación muy fuerte. Hizo que los jugadores sintiéramos que sí se podía llegar y se reconquistó la confianza de la afición.
Luego en semifinales nos enfrentamos al Bayern de Múnich, siempre un hueso duro para el Madrid, pero pasamos porque veníamos a 200 por hora después de ganar al United.
Para la final ante el Valencia llegamos a París tres días antes, con la concentración en un hotel de Versalles.
El ambiente era completamente tranquilo, completamente relajado. No había agobios. Yo he vivido situaciones en clubes en las que íbamos a un partido de final y el entrenador, si hubiera podido dormir en la habitación de los jugadores, lo hubiera hecho. Un control y una presión enorme, aunque innecesaria para mí.
Aquí no fue así. El entrenador mantuvo la sintonía que había tenido durante toda la temporada.
Sencillez y normalidad.
Desde la concentración, con un trato muy cercano con los aficionados que llegaban al hotel, hasta la charla antes del partido. Trató sobre lo que debíamos hacer y nada más. Tenía muy claro la idea del juego, la capacidad de los jugadores y la confianza de ganar.
"Cuando llegó al vestuario, Vicente del Bosque consiguió liberarnos de todas las frustraciones y conflictos"
Realmente no teníamos otra opción después de la temporada en Liga, donde acabamos quintos. Fuera de los puestos para jugar la Champions League el año siguiente.
Cuando ganamos (arriba) fue un desahogo.
Tener ahí en la cabeza todo lo que has vivido durante la temporada. La presión de la gente, la prensa, el proceso en la competición local durante diez meses donde no nos fue bien… Las caídas, los problemas… A veces llegaba la noche y ni dormía.
Pero toda la dificultad que habíamos tenido todo el año se esfumó cuando levantamos la copa.
Porque ganar una Champions League es otra cosa. Otro nivel. Es como un distintivo que te queda para siempre. Donde quieras vas, la gente te recuerda por esa Copa de Europa.
Sin embargo, para mí lo que mejor me llevo de mi carrera de jugador no es ese título, ni otros.
Para mí es el conocimiento que tengo de diversas culturas del fútbol después de jugar en clubes de diferentes países. Algo que creo que me ayudará mucho en esta nueva etapa.
Construida sobre un proceso diferente, pero muy valioso para mí.
Haber estado dos años fuera del fútbol para reconocer que mi vida no puede seguir sin él.
Conociendo desde dentro todo lo que conlleva ser entrenador.
Esto sí es lo que me gusta.
Redacción: Héctor García