Tony Adams
Jugador: Arsenal, 1983-2002
Al comienzo de la temporada 1988/99, el Liverpool era el equipo considerado como invencible.
Jugaban un fútbol combinativo que todo el mundo admiraba.
Eso fue hace más de 30 años – un juego diferente y tiempos diferentes –, pero aun hoy seguimos hablando de esos estilos diferentes con relevancia para el juego de hoy en día.
Todo el mundo veía a George Graham (abajo) como un entrenador defensivo, pero de eso no tenía nada. Defendíamos muy adelantados, subiendo la línea hasta el mediocampo. Es por eso que en nuestro estadio de Highbury, los atacantes rivales siempre quedaban en fuera de juego.
Con una presión total. Hacia adelante y cerrando los espacios con los delanteros. George hablaba de los equipos antiguos del Liverpool, los de Kevin Keegan y John Toshack, luego Kenny Dalglish e Ian Rush, y cómo esos jugadores eran los mejores defensores de esos equipos.
“Miren a esos grandes jugadores, trabajando duro defensivamente”. Eran un gran equipo.
George era muy metódico y, además, utilizaba muchas cosas de Terry Venables, quien era su mejor amigo. Nos hacía trabajar duro y nos cuidaba. Tenía un sistema que quería y su asistente, Theo Foley, un personaje muy diferente a él, lo complementaba.
Teníamos también seis internacionales que habían surgido de las categorías inferiores. Niall Quinn, Paul Merson (abajo), David Rocastle, Michael Thomas, Martin Keown y yo. La temporada del 89’ nació de ese equipo. Hubo unos fichajes inteligentes de George, pero tener seis internacionales en el mismo equipo provenientes de las categorías inferiores le dio una verdadera oportunidad. Fue el momento perfecto.
“Nuestra compenetración nos hacía más grande que la suma de nuestras partes”
En la temporada anterior habíamos peleado por el título de liga, pero no pudimos alcanzarlo. Creo que fue por una cuestión física. Ese grupo de muchachos, acostumbrados a ganar cosas, estaba comenzando a florecer.
Mucho se ha dicho y escrito sobre nuestros cuatro defensas: ‘Dicko’ (Lee Dixon), ‘Bouldy’ (Steve Bould), Nigel (Winterburn) y yo. Conocíamos nuestro juego a la perfección. En ese momento de nuestras carreras, ‘Dicko’ (abajo) y Nigel eran probablemente mejores atacando que defendiendo, pero nuestra compenetración nos hacía más grande que la suma de nuestras partes.
Nuestra filosofía se basaba en mantener a los equipos contrarios fuera de nuestra área y la única forma de lograr eso es haciendo subir a tus laterales y llevar a los oponentes por dentro. Entonces podíamos mantener nuestras líneas.
“Descubrimos que podíamos competir de tú a tú ante el Liverpool, que no eran tan invencibles”
En el juego moderno todo el mundo guía a los oponentes hacia las bandas, así que el equipo tiene que retrasarse y ceder espacio. La gran mayoría de goles aún sigue siendo desde dentro del área. Nuestra filosofía era mantener a los equipos afuera de ella.
Es algo que consigues en los entrenamientos, trabajándolo todos los días. ‘Dicko’ subiría para estar por delante de mí. George siempre incidía sobre nuestra orientación corporal en relación a la jugada. Eso me hacía tener la confianza para saber lo que estaba ocurriendo a mi izquierda, cuando tenía que marcar de cerca y cuando el rival caía en fuera de juego.
En el otoño de esa temporada tuvimos una seguidilla de ocho victorias y tres empates en 11 partidos. En ese lapso empatamos dos veces con el Liverpool en la Copa de la Liga, antes de que finalmente nos ganaran en la repetición del partido. Dos semanas más tarde volvimos a empatar otra vez con ellos. En una cadena de ochos partidos, nos habíamos enfrentado cuatro veces al Liverpool.
Descubrimos que podíamos competirlos ante ellos de tú a tú, y que no eran tan invencibles. Eso fue el punto de inflexión. Sin eso, no creo que los hubiésemos vencido en el partido final de la temporada. Nos dio una gran confianza saber que éramos tan buenos como ellos. Se volvieron mortales.
“Me sentía insensible a todo, ni siquiera estaba consciente de muchas de las cosas que estaban pasando en mi vida privada"
En esa etapa de mi vida, yo también me estaba emborrachando muchas veces después de los partidos. Si bien no hasta el punto de mis excesos y juergas, el alcohol era parte de nuestra cultura. Yo era joven y podía aguantar bastante, y otros jugadores también bebían.
Hubo un incidente a comienzos de marzo en una carrera de caballos en Windsor. Aunque estábamos completamente borrachos y fuera de lugar, lo que pasó fue visto como unos jóvenes desahogándonos. En ese momento de la temporada, con el Liverpool al acecho, casi botamos el título.
Los nervios se sentían, en parte por la forma cómo nos habíamos desinflado las temporadas anteriores. Con todo lo que estaba pasando alrededor del desastre de Hillsborough, también teníamos más tiempo para pensar. Y, fuera del campo, eso no es bueno. Tenía que salir a coger una borrachera para lidiar con eso y estoy seguro de que no estaba en mi mejor nivel.
Lo sucedido en Hillsborough también significó que muchos jugadores del Liverpool estaban concentrados en cosas que estaban pasando fuera del campo. Y con razón. Había sido una tragedia monumental.
“George decidió viajar a Liverpool el mismo día del partido, algo que no era habitual"
En comparación, nosotros teníamos la ignorancia de la juventud.
Y me sentía insensible a todo. Ni siquiera era consciente de muchas de las cosas que estaban pasando en mi vida privada. Estaba reaccionando, pero no respondiendo.
Poco después de lo sucedido en Hillsborough, comenzamos una racha de cinco victorias en seis partidos. Solo perdimos puntos en un empate 1-1 ante el Manchester United, encuentro en el que marqué para nosotros y también para ellos en propia puerta.
En las jornadas previas a la visita a Anfield, perdimos en casa frente al Derby County y empatamos en casa ante el Wimbledon, cuando podríamos haber asegurado el título.
Para entonces George ya había experimentado con nosotros utilizando una defensa de tres, algo por lo que él se inclinó nuevamente frente al Liverpool. También decidió que deberíamos viajar allá el mismo día para un partido televisado en vivo, algo que no era frecuente para un encuentro entre el primer y segundo en la tabla, y además en un viernes en la noche.
A él le gustaba mucho hacer eso. “Entrar. Salir.”
Era algo muy militar. Entrar, pegar y volver a salir. Y en ocasiones nos funcionaba. Nos desarrolló una mentalidad de asedio. Estábamos bien entrenados para hacer eso.
Aun puedo recordar a Sir Alex Ferguson gritando: “Llévalo hacia su pie izquierdo. No puede patear con la izquierda”. Aparte de que yo tuviese que jugar con el pie izquierdo en una defensa de tres, no creo que hubiese ningún jugador en la plantilla que estuviese incómodo con ese sistema.
Esa defensa de tres fue escogida porque George quería mantenerse en el partido. Cuando tienes muchos jugadores detrás del balón, es efectivo. Si el equipo rival era mejor que el suyo en posesión, no le gustaba abrirse. Él creía en mantener la portería sin goles y dejar que los otros equipos se mataran solos.
“Sé resiliente, Tony. Sé resiliente”.
Ese enfoque es generalmente visto como negativo, pero yo no creo que lo sea. Solo tuvimos 17 jugadores en la liga esa temporada. Éramos un grupo pequeño, principalmente británico, con muchas personalidades diferentes.
“Si era un 0-0 en el descanso estábamos encantados, era lo que queríamos"
Bouldy, para darte un ejemplo, se sentaba en la parte de atrás del autobús diciendo que íbamos a perder. “Nos van a dar una paliza hoy”.
A él le gustaba sentir que no tenía nada que perder. Yo estaba al otro extremo, pensando que iba a ganar todo y corriendo como un idiota para tratar de demostrarlo.
De hecho, esa noche en Anfield me esforcé demasiado, pero George jugó el partido a la perfección. Él era el padre que necesitábamos para mantenernos en calma en esa situación.
“Si vamos 0-0 en el descanso, estaré encantado. Sigan en el partido. En algún momento sacaremos a Bouldy, pondremos cuatro en defensa de nuevo y buscaremos el triunfo, pero todavía no. Mantengan la calma”.
“La oportunidad, la última para ganar el título, le cayó a Michael Thomas”
En esa época la mitad de los jugadores que iban a Anfield veían el cartel de This Is Anfield en la salida al campo y se sentían derrotados. A otros los entusiasmaba. Esa noche, salimos con actitud: “Vamos a aplastarlos”.
Llevarle a los hinchas flores antes del pitido inicial fue un gesto encantador que se les ocurrió a nuestros directores. Salió del corazón y fue recibido con apreciación. Pero los jugadores estaban totalmente concentrados en el partido.
Apenas concluyó la primera mitad con el 0-0 nos decíamos: “Sí, lo hemos hecho”. Conseguimos el objetivo a corto plazo. “Va de acuerdo al plan”.
Era lo que necesitábamos. Conseguir ese gol de Alan Smith nos dio confianza y entonces metimos otro delantero y colocamos cuatro en defensa, lo que marcó la diferencia para que lográramos el gol que nos dio el título.
“Esa es la única vez en mi vida que he experimentado emociones así que me dejen sin piernas"
Esa ocasión para ganar el título los minutos finales, tenía que caerle a ‘Thommo’ (Micky Thomas). Él era un cubo de hielo en una sauna. Muy relajado y un futbolista increíble. Podía correr todo el día.
No había otra persona que yo hubiese querido en esa situación, sinceramente no me hubiera gustado ser yo. Quizás Merse, en su pie derecho, podría haberla metido, pero era el momento de Micky Thomas (abajo). Él había fallado una ocasión justo antes y, en ese momento, yo mientras tanto estaba intentando ganar el partido yo solo, y no lo estaba haciendo muy bien.
Si hablas con los demás, con John Lukic, sobre por qué lo tiró, te dirá: "No lo sé".
Para Lee Dixon, sobre por qué se lo dejó a Alan Smith, probablemente te diría: "Lo hice un millón de veces. Quizás podría haber jugado en corto".
"Esa es la única vez en mi vida que he experimentado emociones así, que me dejen sin piernas"
A Alan Smith, sobre por qué lo paró con el pecho y golpeó el balón, y terminó en el pie derecho de Micky en los últimos segundos del partido…
Fue un momento increíble, pero el partido no había terminado. Nigel Winterburn estaba celebrando detrás de la portería y yo le grité “¡Entra de nuevo! ¡Tenemos que defender!”
Yo estaba ocupado haciendo mi trabajo, haciendo que otros se concentraran, algo que era natural para mí.
Cuando el silbato final sonó, quedé pasmado. Fue el único partido que me dejó sin piernas al terminar por la emoción. Caí de rodillas.
Simplemente colapsé. Esa es la única vez en mi vida que he experimentado emociones así que me dejen sin piernas. Me encontré de rodillas pensando: “Joder”.
Estaba escrito en las estrellas, ganar con el último disparo.
Fue simplemente uno de esos momentos especiales.
Redacción: Héctor García