Joseba Etxeberria
Eibar, 2023-Presente
Todo era nuevo para mí.
Tenía 17 años y había firmado por el Athletic Club. Al principio fue una situación un poco delicada por toda la polémica que surgió por mi traspaso desde la Real Sociedad. Un traspaso, además, de 3,5 millones de euros.
Nunca antes se había pagado tanto por un jugador español en la Liga, y menos por un chico de esa edad.
Yo intenté seguir con mi vida de siempre, porque realmente nada había cambiado para mí. Seguía viviendo en casa de mis padres en el pueblo, en Elgóibar, y rodeado de mis amigos de siempre. Pero al final sí acabé notando esa influencia, sobre todo por parte de los medios, que hacía que la gente me conociera y me mirara más.
En algunos momentos llegué a sentirme señalado, con mucha gente teniendo grandes expectativas de lo que podía hacer un jugador por el que se había pagado una cantidad de dinero tan alta.
Mi primera pretemporada con el Athletic fue con Dragoslav Stepanovic (abajo, a la izquierda), quien desde el principio fue muy sincero conmigo. Me dijo que no se iba a fijar ni en mi edad, ni en la cantidad que el club había pagado por mí.
“Solo voy a mirar tu rendimiento”.
Para mí fue muy bueno comenzar así, entrar con esa tranquilidad y confianza que me dio desde el primer instante. Eso me facilitó mi adaptación al equipo y a la competición, porque solo tenía que enfocarme en lo que había hecho siempre: intentar mostrar mi mejor nivel. Sin importar mi edad, lo que hubiera costado o toda la polémica que podría haber alrededor de mi fichaje.
"En algunos momentos llegué a sentirme señalado; mucha gente con grandes expectativas de lo que podía hacer un jugador por el que se había pagado una cantidad de dinero tan alta"
Eso también me hacía sentirme cómodo en el día a día. Además, con una muy buena acogida por parte de mis compañeros, sobre todo fuera de los entrenamientos y de los partidos.
En ese carrusel de vivir nuevas experiencias, descubrí también por primera vez lo que es jugar en San Mamés, en ‘La Catedral’. Recuerdo que la gente estaba muy animada en el primer partido en casa en la temporada 1995/96, ante el Racing de Santander.
Y tuve la suerte, en ese primer partido en mi nuevo hogar, en mi nuevo campo, de ganar y, además, marcar. Creo que es difícil una mejor introducción en un estadio tan increíble cómo era el viejo San Mamés.
Después de ‘Drago’, todos los entrenadores que tuve durante mis 15 años en el club también fueron de muchísimo nivel. Y puede sonarte a tópico, pero es cierto que de absolutamente todos aprendes algo, muchos de ellos con señas de identidad muy características.
Tuve entrenadores de una enorme capacidad en la gestión del grupo. Auténticos generadores de energía positiva.
Así fue con Luis Fernández (abajo).
Llegó al equipo en una época complicada para nosotros, donde la temporada anterior -1995/96- nos habíamos salvado en la última jornada después de ganar ante el Rayo Vallecano 3-1 en casa. Para un equipo como el Athletic, que nunca ha descendido en toda su historia, esa situación fue difícil de llevar. Soportas un peso histórico que termina pesando en las piernas y en la cabeza para jugar.
"He jugado muchos partidos y he marcado goles, pero el más importante con la camiseta del Athletic fue ante el Zaragoza"
Pero Luis lo cambió todo. Nos trajo mucha vitalidad y mucha energía, y, sobre todo, nos contagió su positividad. Uno de los mejores momentos, sin duda, eran sus ruedas de prensa. Los jugadores las seguíamos y disfrutábamos mucho escuchándolo.
Todo eso se trasladó al campo, y nos lo empezamos a creer desde el primer día que trabajamos con él. Hubo un giro increíble de sensaciones y resultados, especialmente en sus dos primeras temporadas.
Pasamos de pelear por evitar el descenso a clasificarnos para la Copa de la UEFA, y, en su segundo año, llegar a la Champions League, justamente el año del centenario del Athletic -1998-. Nos clasificamos en la última jornada de la temporada, con un gol mío ante el Real Zaragoza. He jugado muchos partidos (514) y he marcado goles, pero para mí ese gol es el más importante con la camiseta del Athletic.
Tiempo después, sentimos esa misma energía positiva con Joaquín Caparrós. Un entrenador, como Luis, increíble en la gestión. Cada uno con su estilo y matices, pero los dos con cosas parecidas en cuanto a carácter e inyectar positividad al grupo. Hacían creer al equipo que era capaz de casi cualquier cosa.
Otros entrenadores me marcaron a nivel futbolístico, como ocurrió con Jupp Heynckes (abajo). Una época de la que guardó un grato recuerdo.
Jupp trajo una idea muy diferente a la que veníamos trabajando los años anteriores. Una filosofía de juego que encajó muy bien por las características de los futbolistas que teníamos en la plantilla en ese momento.
"Mi última temporada la jugaría sin cobrar. Quería que fuera así como muestra de agradecimiento a todo lo que el club había hecho por mí"
Nos pidió tener mentalidad atacante, dando mucho protagonismo a los jugadores que ocupábamos el último tercio de campo. En mi caso, como extremo, estaba encantando de eso. Un estilo de juego con el que generábamos muchas ocasiones de gol, lo que llevó a que los atacantes hiciéramos muchos tantos. Yo en particular hice 14 goles en su primera temporada, en la 2001/02, y 7 en la segunda, 2002/03.
Una manera de entender el juego cercana a la de Ernesto Valverde, quien tuvo mucha relevancia para mí.
A Ernesto lo tuve como compañero de equipo. Fue en mi primera temporada en el Athletic y en la última para él. Uno de esos jugadores veteranos que me ayudaron a integrarme en el equipo y enfocarme solo en jugar. Como entrenador, entre otras muchas cosas, seguía manteniendo esa capacidad de transmitir. Pero esta vez desde un nuevo perfil, en la relación técnico-jugador.
Antes de emprender el camino que me llevaría a entrenar, decidí que mi última temporada con el Athletic, la temporada 2009/2010, la jugaría sin cobrar. Quería que fuera así como muestra de agradecimiento a todo lo que el club había hecho por mí. No solo había cambiado mi vida deportivamente. También mi vida personal. Y siempre con el cariño que me había transmitido toda la gente.
"Los primeros pasos como entrenador fueron en Lezama. Muy importante para mí, porque me permitió vivir de cerca lo que es un lugar tan especial"
Pero, antes de nada, quise hablar con mis compañeros sobre la decisión que iba a tomar, porque en ese momento había dos compañeros que estaban negociando para renovar el contrato, y les quería dejar en claro cuál era el motivo. Cuando vi el respaldo de todos ellos, me decidí a hablar con el club y les pareció una gran idea.
Aunque hubo que encontrar la manera de llevarlo a cabo, porque la Liga obligaba a cobrar un mínimo por ser futbolista. Encontramos la solución a través de la fundación del club, a la cual yo donaría ese mínimo de la ficha y ellos después organizaron mi partido de despedida. Aquel inolvidable partido donde jugamos once jugadores contra cien niños, un momento muy bonito y emotivo para todos.
También con un carácter muy importante, ya que la recaudación de las entradas se destinó a la construcción de un campo de fútbol y unos vestuarios en la República Democrática del Congo.
Después de un tiempo fuera del fútbol para darme un descanso, los primeros pasos como entrenador fueron en Lezama. Muy importante para mí, porque me permitió vivir de cerca lo que es un lugar tan especial para todos los chicos que forman parte de la cantera del Athletic. Algo que yo no pude vivir: como jugador me formé en Zubieta, en la cantera de la Real Sociedad, y después ingresé directamente en el primer equipo.
El hecho de la filosofía que tiene el club -donde solo juegan jugadores del País Vasco- hace que la trascendencia sea mucho mayor, porque la inmensa mayoría de los jugadores de las diferentes plantillas de los diferentes equipos salen de Lezama. Eso hace que la ilusión sea muy grande, pero también la responsabilidad para todos los que trabajan en un espacio donde todo está orientado a la formación.
No solo para los jugadores. También para los entrenadores.
"Formar parte del cuerpo técnico de Ernesto me ayudó muchísimo para aprender en el día a día a preparar partidos y entrenamientos"
En mi caso, me ayudó el empezar desde categorías inferiores para ir aprendiendo, mejorando y enriqueciéndome de las diferentes etapas. Mi primer equipo fue el cadete, para en el segundo año ingresar en el juvenil, momento en el que terminé de completar el círculo con Ernesto (abajo). Después de tenerlo como mi compañero de equipo y mi entrenador, me ofreció la oportunidad de formar parte de su cuerpo técnico.
Ese tercer momento con Ernesto me ayudó muchísimo para aprender en el día a día a preparar partidos y entrenamientos. También a analizar a los rivales y el desarrollo de cada partido, conocer qué cosas se podían cambiar y vivirlo en primera persona.
También tuve la suerte de conocer en muy poco tiempo la diferencia que hay entre categorías. En apenas dos temporadas, pasé de la Tercera División, con el Club Deportivo Basconia (2016/2017), a Segunda B con el Sociedad Deportiva Amorebieta (julio de 2017 a febrero de 2018) y, finalmente, a Segunda División con el Tenerife (febrero a septiembre de 2018). Eso también ayuda, sobre todo la perspectiva que ganas como entrenador y la importancia que tiene cada fase del juego en cada una de las categorías.
Tenerife, además, era para mí la primera vez que salía del País Vasco en toda mi carrera, como jugador y entrenador. También mi primera experiencia como entrenador en un equipo profesional, un equipo que en esos momentos estaba a un punto del descenso.
"Uno nunca sabe lo que pasará. Lo único que puedo controlar es lo que yo puedo hacer"
Al llegar sentimos mucho nerviosismo y muchas inquietudes, pero desde el principio todo fue muy bien. Los jugadores captaron rápidamente nuestras ideas y la forma en cómo queríamos trabajar para fomentar nuestro estilo, basado en principios de juego ofensivos y con mucho protagonismo de los jugadores de ataque.
Eso nos llevó a acercarnos mucho a puestos de play-off a Primera, aunque al final no pudimos entrar en la pelea.
En la segunda temporada, sin embargo, cambiaron muchos jugadores, con impacto en la situación en el equipo. Nos tocó salir en la quinta jornada, después de una serie de malos resultados en el arranque de la temporada. Pero al margen de que sólo fueron siete meses y 22 partidos en el cargo, mi experiencia fue muy buena a todos los niveles.
Después de aquello surgió la posibilidad de entrenar en el Bilbao Athletic, el filial del Athletic. Es cierto que era volver hacia atrás en una categoría donde había estado la temporada anterior, la Segunda B, pero la verdad es que no me lo pensé ni un instante.
Para mí, era volver a casa con un proyecto muy ilusionante de un grupo de jugadores muy buenos, y en el momento que tuve esa posibilidad decidimos no escuchar más ofertas.
Me centré en el equipo buscando cumplir los dos objetivos que se nos pedía. Formar jugadores que pudieran llegar al primer equipo y resultados en la clasificación. Y en ambas temporadas promocionaron varios chicos al Athletic y llegamos a jugar los play-off para ascender a Segunda.
Pero por diferentes circunstancias del fútbol y momentos de cada partido nos quedamos fuera. Eso también forma parte de entrenar.
Evidentemente que me gustaría en el futuro dirigir al Athletic. Es un sueño para mí, como lo era ser jugador y completar una carrera como la que tuve en el club.
Sin embargo, uno nunca sabe lo que pasará. Lo único que puedo controlar es lo que yo puedo hacer, y eso pasa por seguir mejorando e intentar realizar las cosas bien para que los retos sean cada vez más ambiciosos.
Solo así puede que llegue ese momento donde todo vuelva a ser nuevo para mí.
Redacción: Héctor García