Luís Castro
Shakhtar Donetsk, 2019-2021; Botafogo, 2022-2023; Al-Nassr, 2023-Actualidad
Cada uno de nosotros tiene un camino recorrido.
Ese camino hace que veamos el juego de una forma determinada, con la influencia de todas las vivencias que hemos tenido en nuestra trayectoria.
Y todos tenemos también una matriz, una idea más cristalizada en nuestras mentes, pero la vamos moldeando al vivir y absorber nuevas experiencias.
Para mí todo empezó como normalmente pasa con los niños. Con un balón en los pies, en la calle, en la escuela, en la playa… Ese juego rudimentario – en el que estamos con la pelota y los amigos – es el nacimiento de la pasión por el fútbol. Luego nos damos cuenta de un aspecto fundamental del juego: su competitividad. Todos queremos ganar y ese apetito por la victoria solo aumenta con el pasar del tiempo.
Pero con la madurez pasamos también a interesarnos en la forma de ganar. Si en la infancia lo que vale es el triunfo, después aparece nuestro interés por la estética y la estrategia para alcanzar el resultado deseado.
Tenía 11 años cuando comencé a jugar en un club. A partir de entonces la organización del juego fue ganando forma en mi cabeza. El fútbol se vuelve más organizado, aunque sin mucha complejidad. Eso viene con el profesionalismo.
La complejidad del juego es algo que nos pone a prueba. Algunos responden bien y otros, como yo, encontramos más dificultades. Ya sea una dificultad técnica, física, psicológica o táctica. Si fallas en alguna de esas dimensiones, comienzas a quedarte rezagado.
Incluso con mis dificultades conseguí jugar profesionalmente hasta los 35 años. Cuando nos gusta algo tanto queremos que nos acompañe para toda vida. Como futbolista tuve una relación intensa con el juego. Pero no se puede jugar hasta los 70 años. Entonces, ¿cómo hago para mantenerme ligado al fútbol después de colgar las botas? De esa pregunta, nace mi deseo de volverme entrenador.
"Ser entrenador significa ser destruido cada día de partido para luego construirse de nuevo durante la semana hasta el próximo partido"
Fui capitán durante 14 años en mi carrera como jugador. Muchas veces el capitán es elegido por votación de los propios futbolistas. El grupo me escogía a mí y yo me sentía bien desempeñando esa función. Entendí que esta capacidad de liderar podría ser el punto de unión para pasar a la carrera de técnico. Además, siendo jugador tuve una experiencia inusual: dirigir al equipo Sub-13 del Águeda, el club en el que militaba. Me gustó mucho experimentar esa sensación.
Muchas veces decimos que no se pueden establecer reglas en el fútbol de niños. El argumento es que las reglas los llevarían por caminos prefabricados, quitándoles el placer de descubrir lo nuevo. Sin embargo, un niño sin reglas está sumido en el caos.
Yo decidí mostrarles algunos caminos a los niños para que pudiesen encontrar su talento. Así que cuando me retiré como jugador, me ofrecieron el cargo de técnico principal del Águeda.
No hay carreras perfectas. Cada uno tiene la propia. Y todas conllevan dificultades. Entonces no es correcto decir que quien comenzó por la cima, en un gran club, no encontró dificultades. La dificultad es algo intrínseco a la carrera de entrenador. Ser entrenador significa ser destruido cada día de partido para luego construirse de nuevo durante la semana hasta el próximo partido. Así es la dinámica. Estás en constante reconstrucción.
Lo desconocido siempre nos causa cierta incomodidad. ¿Qué voy a encontrar? ¿Qué cosas está preparando el adversario para nosotros? ¿Qué debería hacer? ¿Voy por aquí o por allá? Cuanta más riqueza tenga mi idea de juego, más preparado estoy para enfrentar las otras ideas. Un modelo de juego muy rico tiene varias formas de atacar y defender. Es necesario saber ir por otro lado. Pero encontrarás equipos que no te dejarán ir a ningún lado. Y te atropellan. Pero esa es otra conversación...
Yo ya estaba en la Primeira Liga de Portugal, al frente del Penafiel, cuando recibí la propuesta para ser el director de las categorías inferiores del FC Porto. Tenía que dirigir a más de veinte entrenadores de formación. Algo que nunca había hecho. Fue una situación difícil porque me cuestionaba si estaba preparado para esa función.
Acepté y pasé siete años en el cargo, liderando procesos y escogiendo profesionales.
A veces, consideramos el conocimiento que tiene cada persona para desarrollar una determinada función. Yo siempre voy por otro lado: ¿Qué valores humanos tiene esa persona para desempeñar el cargo? Si escoges de acuerdo a los valores que una persona tiene, será más fácil que esa persona haga un buen trabajo.
Un conocimiento técnico sin valores morales puede hacer que una casa se derrumbe. Fue un período bueno de mi vida. El trabajo en el Porto es de estructura, no es de una, dos o tres personas. Lo que me interesaba era tener buenos líderes, buenos técnicos que pudieran mostrar el mejor camino para el desarrollo de cada futbolista.
Cuando me dicen que fui el entrenador del primer equipo principal del Porto, me pregunto: ¿Se puede decir que fui entrenador considerando que solo estuve tres meses en el cargo?
Yo cumplí una misión de transición. Era un momento difícil porque prácticamente no entrenábamos. Estábamos jugando en la Europa League, en la Copa de la Liga y la de Portugal, y en el campeonato. Era más un gestor que un entrenador. Más o menos como sucede actualmente con el calendario del fútbol.
“Un conocimiento técnico sin valores morales puede hacer que una casa se derrumbe”
¿Somos entrenadores? No lo sé. Jugamos el martes o miércoles y después el sábado o domingo. Y se repite otra vez. Entonces viene una pausa para los partidos de selecciones. ¿Y podemos entrenar o descansar? Muchos jugadores van a jugar con sus selecciones y vuelven después de dos o tres partidos disputados en ese período de supuesta pausa.
Hoy, un entrenador hace una ingeniería constante para encontrar un equipo. El calendario permite jugar y recuperarse. No hay tiempo para grandes entrenamientos. Por eso vemos tanta inestabilidad en casi todos los equipos actualmente. Yo estaba en el equipo B del Porto y fui llamado para encargarme del primer equipo. No era el momento ideal para mí, pero así es nuestra profesión. Las oportunidades no siempre aparecen cuando uno se imagina.
Después de esa breve experiencia volví al equipo B del Porto y fuimos campeones de segunda división. Fue la primera vez que el equipo B de un club ganó una competencia en Portugal. Aquello reavivó mi entusiasmo de ser entrenador después de pasar tantos años como dirigente.
Decidí que era hora de buscar desafíos y el Rio Ave me abrió las puertas. No tenía dudas de que este era mi camino natural. Estaba claro mi placer por ser técnico. Del Rio Ave fui al Chaves y terminamos el campeonato en la sexta posición. Después me fui al Vitória de Guimarães y terminamos en quinto lugar del campeonato. Eso nos dio acceso directo a disputar la Europa League.
Esos trabajos seguidos me dieron visibilidad. Después de esa temporada exitosa con el Vitória, surgieron algunas propuestas de trabajo de Asia, África y Europa. Mi cuerpo técnico y yo escogimos el Shakhtar Donetsk, de Ucrania. Un club que viene ganando cada vez más proyección en el escenario europeo.
Por fortuna, hoy puedo decir que tomamos la dirección correcta.
En el Shakhtar encontré un proyecto muy interesante. Una plantilla que mezcla jóvenes talentos y jugadores experimentados. El grupo está formado casi totalmente por brasileños y ucranianos. Tenemos también un georgiano y un israelí. El lenguaje del fútbol es universal. El que juega lo entiende perfectamente. En el campo no hay barreras culturales o de comunicación. El grupo se entiende sin el menor problema.
Desde hace mucho tiempo el Shakhtar tiene jugadores fantásticos reclutados en Brasil. Y el equipo ha sacado partido de eso consiguiendo grandes transferencias por ellos, además de aprovecharlos sobre el campo. Es una fórmula exitosa que da siempre resultados positivos. El presidente del club, con su directiva, lidera el proyecto. La idea consiste básicamente en identificar jóvenes talentos en Brasil y en la academia del Shakhtar y darles tiempo para que se adapten al club al lado de los demás jugadores de la plantilla, que han pasado por el mismo proceso.
El proyecto ha demostrado ser exitoso en todos los aspectos.
"Yo nunca envidio ningún otro camino. Seguí el mío, encontré obstáculos que parecían insuperables"
Nosotros dejamos que se instalen hábitos, ¿no es verdad? También encontré un Shakhtar acostumbrado a una rutina desgastante. El conflicto de Donetsk golpeó al club, que se tuvo que mudar a Kiev. Los jugadores se fueron a vivir y entrenar en la capital del país. Sin embargo, en un primer momento los partidos se efectuaban en Lviv. Después pasaron a ser en Kharkiv. Y solo hace poco tiempo el club comenzó a jugar en Kiev. O sea que por muchos años la rutina de viaje era absurda.
El año pasado probablemente hicimos cerca de 90 viajes. Y eso deja marcas en el equipo. A pesar de eso, el equipo se acostumbró a esa rutina extenuante.
Una temporada que fue muy gratificante para nosotros, a pesar del dolor por la derrota en la semifinal de la Europa League. Sentíamos que podíamos haber llegado más lejos. De todas maneras fue un año sobresaliente. No solo por lo que logramos, sino por la forma en que lo hicimos. A veces ganamos y queremos olvidar la forma. En este caso no. Quiero resaltar y darle valor a la forma en cómo construimos los triunfos.
Yo nunca envidio ningún otro camino. Seguí el mío, encontré obstáculos que parecían insuperables. Pero el fútbol tiene algo interesante: nada es imposible.
Cualquier equipo del mundo puede vencer a cualquier adversario. Cualquier entrenador puede entrenar a cualquier equipo... Las cosas van ocurriendo. Y no debes crear barreras tú mismo.
Dejar que la vida pase no significa ser pasivo. Es una obligación dar lo máximo en tu profesión. Lo que suceda después está fuera de nuestro control. Estoy haciendo mi camino. Fui “comiendo” divisiones. La distrital, la tercera, la segunda y la primera de Portugal. Alcancé la Europa League, la Champions League.
Cuando te das cuenta, ya has pasado por todas esas etapas. Aquí estoy.