Manolo Jiménez
AEK de Atenas, 2019-2021
En directo, sobre el césped, no vimos que llevara un arma.
Yo había mandado a los jugadores al vestuario cuando el presidente del PAOK (Ivan Savvidis, abajo) saltó al campo rodeado de guardaespaldas.
Nos percatamos de que tenía la pistola cuando empezaron a llegar a nuestros móviles las imágenes del incidente.
En ese momento pensamos: “Imagina que, a este hombre, en su enfado, le da por sacarla”.
Estuvimos tres horas en el vestuario. Afortunadamente, el comportamiento de los jugadores de ambos equipos fue muy bueno y no hubo ningún problema.
Todavía me sigo preguntado cómo se pudo llegar a eso. Quiero creer que lo ocurrido esa noche tiene sus antecedentes en lo que pasó a lo largo de la temporada.
En el fútbol griego, Olympiacos es el club con el presupuesto más alto, el equipo que había arrasado en la última década.
Ante ese dominio surgió un presidente muy ambicioso, en el PAOK, que decidió hacer una gran inversión para ser campeón en Grecia. Pero le salió un rival que no esperaba... Nosotros.
Un AEK contestón que, sin tener el mayor presupuesto, sí tenía mucho trabajo por detrás. No se compraba lo más caro, sino lo mejor al mejor precio. Un club que apostó por un entrenador español que quiso ser ambicioso.
Empezamos con buen pie el campeonato. En el primer partido ante el PAOK nos expulsaron a un jugador, Araujo. A pesar de eso conseguimos la victoria y, desde ese momento, siempre estuvimos 3 puntos por encima de ellos.
"El fútbol griego es muy pasional y temperamental, pero eso no traspasa más allá del campo"
En el partido de vuelta en La Tumba (estadio del PAOK) íbamos empatados a cero, resultado que nos valía, hasta que nos metieron un gol en el descuento.
Sin embargo, el árbitro paró un segundo y se fue a la banda para hablar con su asistente. Tras varios minutos, el colegiado decidió anularlo al considerar que el autor del gol estaba en fuera de juego.
Ahí irrumpió el presidente de PAOK. Pero debe quedar claro que esa imagen no representa el fútbol griego y ni a su sociedad.
Sí es cierto que el fútbol griego es muy pasional y temperamental, pero eso no traspasa más allá del campo. Fuera de ahí el griego es una persona afable y un buen amigo de sus amigos.
No obstante, esa manera de vivir el fútbol hace difícil adaptarse a la competición.
En mi caso, tuve que cambiar mi manera de entrenar. Poco a poco, y con tiempo, fui inculcándole a los jugadores el fútbol que se practica en España: la posesión, los controles orientados, la capacidad de jugar colectivamente…
Aunque no todo el mundo puede jugar como el Real Madrid o el Barcelona -tampoco tienes los jugadores- sí puedes intentar hacer un juego más vistoso.
Me llenaba de satisfacción cuando colegas de profesión me decían que parecíamos más un equipo de España que de la liga griega. Los jugadores fueron capaces de absorber todo lo que les decíamos
"Me fui por motivos familiares. No había dinero en el mundo que pudiera pagarme estar ese tiempo en España"
El gran trabajo que hicimos durante todo el año nos llevó a ganar la Liga.
Hacía 24 años que el club no lo conseguía. Era como estar en una nube.
El ambiente era increíble, con las calles de Atenas llenas de aficionados. Esa noche, sorprendentemente, todo el mundo era del AEK.
Incluso los aficionados de otros clubes de la ciudad, como Olympiacos o Panathinaikos, me paraban para darme la enhorabuena: “Coach, congratulations!” (entrenador, ¡enhorabuena!). Todos muy cariñosos. Por eso me costó tanto salir de Atenas el pasado verano.
Mi decisión de dejar el club no fue por pedir un aumento de salario, ni por esos incidentes ante el PAOK.
La gente no lo entendía. Mis amigos tampoco. “¿Por qué has cambiado la Champions League por entrenar en Segunda División con Las Palmas?”, me decían.
Simplemente lo hice por motivos familiares. No había dinero en el mundo que pudiera pagarme estar ese tiempo en España.
A pesar de mi situación personal, me fui muy contento de Grecia. Esta segunda etapa se cerraba de una manera muy distinta a la primera (2010-11) cuando salí con un sabor muy amargo por cuestiones no deportivas.
Esa vez ganamos la Copa de Grecia y nos clasificamos para la Europa League. Fue un buen año en el campeonato, pero no fuera del campo. Estuvimos cinco meses sin cobrar. A mí la directiva me ofreció cobrar bajo cuerda, pero les dije a los dirigentes que si los jugadores no cobraban, yo tampoco. Éramos una familia en el vestuario.
Ante los impagos, tenía dos opciones: dejarlo todo y venirme a España o terminar la Liga e intentar revalorizar mi imagen.
Mantuve la ilusión, y más cuando el club prometía que iban a pagar. Sin embargo, luego te das cuenta de que era más de lo mismo semana tras semana. Promesas incumplidas.
"Carlos Bilardo y Luis Aragonés son los dos entrenadores que más me influyeron en el aspecto psicológico"
Al final volví a España sin cobrar y el equipo descendió a Tercera División como castigo por los impagos.
Así fue mi experiencia en Grecia. Mi primera experiencia también fuera de España.
Yo había estado toda mi vida en el Sevilla, desde niño. Pasando por todas las categorías hasta llegar a la primera plantilla.
Jugué catorce temporadas con el equipo principal. Años en los que pasaron varios entrenadores. Todos me enseñaron algo, pero Carlos Bilardo y Luis Aragonés –también un estratega increíble- son los dos que más me influyeron en el aspecto psicológico.
Utilizaban la verdad con el futbolista. Hablaban cara a cara. Si no confiaban en un futbolista, le daban libertad para buscarse la vida en otro sitio.
Unas enseñanzas que empecé a poner en práctica como entrenador cuando me retiré por una lesión de rodilla a los 33 años, mucho antes de lo que yo quería.
A todo lo que he aprendido en el fútbol lo acompañan mis valores y mi fe.
No me da vergüenza decir que soy cristiano y español. Tampoco me da vergüenza mi acento andaluz y decir que soy de pueblo.
Creo que todo el mundo debe tener unas raíces. Las mías son estas y las llevo con orgullo.
Eso me hace ver la vida de una manera determinada. Cuando tomó una decisión tengo claro que lo hago con todas las consecuencias.
Como ahora.
Es mi tercera etapa en AEK en un espacio de ocho años. Puede que no haya muchos entrenadores a los que les haya ocurrido esto, pero he vuelto porque quería ayudar.
El equipo se encuentra de nuevo en una situación compleja y, como ya hicimos antes, el objetivo es volver a levantarlo. Intentar llevarlo a Europa y ganar un título.
Nada ha cambiado respecto a mi último paso aquí. Vivo en la misma zona donde estuve en mi segunda etapa, en una parte preciosa de la ciudad. La gente del barrio ya me conoce. Mis vecinos me dieron la bienvenida con una gran sonrisa al verme de nuevo. También cuando voy al mercado me saludan y me dan ánimos.
Es cierto que en Grecia a veces ocurren cosas inesperadas, como el suceso de hace un año. Sin embargo, eso no cambia nada sobre lo que siento.
Sevilla es mi casa, pero puedo decir que he echado raíces aquí.
Redacción: Héctor García