Pablo Machín
Numancia (2011-2013), Girona (2014-2018) y Sevilla (2018-2019)
Hay algo que te acompañará siempre como entrenador: tus decisiones.
Muchas veces las tomas por ti solo, pero en otras, en cambio, hay situaciones que te llevan a orientarte por un determinado camino.
“¿Saldrá bien? ¿Me equivoco?”
Pero solo el tiempo te dirá si has acertado o no.
Mi primera decisión como entrenador llegó con solo 23 años, después de una grave lesión de rodilla.
No sé si fue por la lesión o porque realmente yo no era un futbolista excesivamente prometedor – jugaba en el Numancia, en Segunda B - pero me di cuenta entonces que no echaba tanto de menos jugar como yo creía, porque ese tiempo lo había invertido en sacarme el título de entrenador y comenzar a trabajar en los banquillos.
Ese momento me llevó a decidirme finalmente por esta profesión.
Mi primer equipo fue el colegio Calasanz, en Soria (ciudad del noroeste del país). En esa época existía el servicio militar en España que, para algunos ahora pues parece algo muy del pasado. Cabía la posibilidad de hacer una prestación social sustitutoria en el colegio y así lo hice para evitarlo.
Después de tres años entrenando en el equipo cadete del colegio, me llegó la oferta del Numancia.
Comencé por las categorías inferiores.
Durante la semana invertía uno de los días que tenía disponibles para ir a hacer entrenamiento específico con los porteros. Con el paso del tiempo, algún compañero del equipo filial me pidió que les echara una mano también con sus porteros.
Así estuve un tiempo hasta que de repente, y sin yo esperarlo, cambió todo. Lo recuerdo como si fuera hoy.
"Gracias a todas esas experiencias que tuve en el Numancia he tenido la oportunidad de equivocarme lo menos posible"
Me llamó Máximo Hernández, quien era en aquel entonces el director deportivo del Numancia, para presentarme al nuevo entrenador del primer equipo, Enrique Martín.
“¡Hola chaval! Me han hablado muy bien de ti. Me han dicho que estas entrenando a los porteros. Así que mañana te espero para la pretemporada”, me dijo.
Me pilló de sorpresa. Luego, de vuelta a casa, me acordé que tenía un viaje programado para dos días después con la que era mi novia y hoy es mi mujer.
“¿Irme de vacaciones o agarrar esa propuesta?”
Finalmente decidí hacer la pretemporada y dejar el viaje en stand-by. Quizás, quién sabe, de no haber cogido esa oportunidad no habría podido llegar hasta donde he llegado y vivir todo lo que me gusta.
Esa oportunidad me ofrecía vivir el fútbol profesional desde dentro: saber lo que siente el entrenador, cómo preparar las sesiones, qué inquietudes tiene. También pude ver cómo piensan los futbolistas, tener un feedback de ellos para cuando llegara mi oportunidad estar lo más formado posible.
Gracias a todas esas experiencias que tuve en el Numancia, trabajando al lado de entrenadores como Gonzalo Arconada, Sergio Kresic, José Rojo 'Pacheta' y Juan Carlos Unzué, he tenido la oportunidad de equivocarme lo menos posible.
Intenté aprovechar todas las vivencias que tuve en esos años para cuando me surgieran cosas similares como primer entrenador, saber cómo reaccionar y cómo asimilar circunstancias que siempre suelen aparecer en el mundo profesional.
Como, por ejemplo, gestionar la situación de estar sin trabajo.
Después de dos temporadas como primer entrenador del Numancia, donde logramos el objetivo de mantenernos en la categoría, decidí no seguir en el club.
En un primer momento me dije: “Voy a cargar pilas, me voy a reciclar, a ver entrenamientos, partidos...”
Eso está muy bien, pero es sólo para entrenadores top. Para los normalitos, estar en el paro es duro porque Soria está aislada.
Lo que hacía era los fines de semana irme a Madrid en coche para ver partidos de Segunda B y luego intentar ver un partido de Segunda y hasta alguno de Primera División.
Cuando estás sin entrenar siempre tienes momentos de debilidad. La gente reconocía que había hecho un buen trabajo en un equipo como el Numancia, siendo un entrenador tan joven.
Sin embargo, aquella juventud, tan buena para unas cosas, era el escalón que tenía que salvar para convencer a otros clubes. La excusa para descartarme siempre era la misma. “No tienes suficiente experiencia y toda tu experiencia como entrenador la has tenido en el mismo club”.
Así que la única forma que había para salir de ahí era que alguien apostara por mí.
"Cuando me preguntan sobre mi sistema, me gusta hablar de un 3-5-2 y no de un 5-3-2, porque cuando estamos bien somos dominadores"
Pasaban los meses y se iba complicando la situación. Hasta que apareció el Girona, que me ofreció una oportunidad “envenenada”.
Digo envenenada porque el equipo estaba casi descendido a Segunda División B a falta de 13 partidos para el final.
Lo más sensato era decir no.
Un descenso siempre marca a un entrenador, pero a pesar de eso decidí cogerla.
Para mí se trataba de un reto personal. Demostrar que servía para entrenar y, casi lo más importante, que podía hacerlo en un sitio que no conocía. Fuera del Numancia.
Finalmente conseguimos salvarnos en la última jornada de la temporada. Con una victoria en casa. Algo casi milagroso.
Luego la historia con el Girona fue una película de suspense.
En la siguiente temporada llegamos a la última jornada con la posibilidad de subir a Primera. Ganábamos 1-0, pero en el minuto 92 nos marcó el Lugo y nos dejó fuera de los puestos de ascenso directo.
Fue un palo para muchísima gente, porque, además, mientras competíamos por subir, el club estaba en suspensión de pagos. Los componentes de la plantilla teníamos que hacernos préstamos unos a otros para seguir adelante.
Fue una de las más duras experiencias que he vivido como entrenador.
Al año siguiente volvimos a llegar hasta el final con opciones de subir, pero perdimos en los play-offs por el ascenso con Osasuna.
"Los días después de salir del Sevilla los sentimientos eran de rabia, porque tenía muy claro que los futbolistas estaban a gusto con el trabajo"
Afortunadamente, la película acabó con un final feliz en el tercer intento. Por fin conseguimos ascender a Primera División.
Un momento clave de la temporada fue la victoria ante el Real Madrid de Zinedine Zidane en casa. El equipo había tenido algunas dudas al principio de temporada, pero esa victoria histórica nos permitió darnos cuenta de que podíamos ganar a cualquiera con nuestra filosofía.
Nos mostramos tremendamente agresivos, con versatilidad para llegar a la portería contraria. Cuando me preguntan sobre mi sistema, me gusta hablar de un 3-5-2 y no de un 5-3-2, porque siendo bien dominadores, nuestro lateral aprieta al lateral contrario arriba.
Sin embargo, al final un entrenador depende del equipo en el que trabaja en cada momento. Por eso creo que debes idear un modelo de juego para que los futbolistas tengan un contexto adecuado para que rindan.
Así lo hicimos durante toda la temporada, donde todos los jugadores alcanzaron su máximo nivel para mantener la categoría de una forma muy holgada, incluso peleando por entrar en puestos europeos.
Realmente estaba muy a gusto en Girona. Prácticamente todos los años había tenido opciones de salir, en teoría opciones que podían mejorar lo que yo tenía, pero tenía clara mi posición. Pero esa idea cambió en el último año en Primera División. Tenía la sensación de que ya estaba cerca de todo lo que yo podía dar como entrenador y lo que me podía dar a mí el equipo.
Empecé a pensar que lo mejor era intentar, para el beneficio de las dos partes, buscar otros retos. Buscar una nueva experiencia para seguir creciendo.
Y el Sevilla creía que era el sitio en el que podía hacerlo.
No soy una persona que crea excesivamente en la suerte. La suerte hay que buscarla y hay que dominar todos los aspectos que llevan a que esa suerte te favorezca. Pero indudablemente hay momentos puntuales en los que se necesita.
La conclusión que hago de mi etapa en el Sevilla es que, en el fútbol, cuando decimos que los pequeños detalles marcan, es una realidad.
Estuvimos el 90% de las jornadas no solo en puestos europeos, sino también en puestos de Champions League y en algunos momentos como líderes. Pero aquel fatídico minuto de descuento en Praga ante el Slavia que nos eliminó de la Europa League fue el detonante para mi salida del club, tras una serie de resultados que no eran todo lo bueno que nos merecíamos.
Los días después de salir del Sevilla, los sentimientos eran de rabia. Sobre todo, porque tenía muy claro que los futbolistas estaban a gusto con el trabajo. Creo que podíamos haber hecho una temporada muy buena.
Era la primera vez en mi carrera que no podía elegir mi destino. Hasta entonces había tenido la suerte de conseguir todos los objetivos en los equipos por los que había pasado, pero el fútbol también tiene estos momentos.
Momentos en los que te toca reflexionar con tiempo y perspectiva para tomar la siguiente decisión.
Redacción: Héctor García