Pako Ayestarán
Liverpool 2004-2007
Hubo magia en ese partido en Anfield.
En el entretiempo perdíamos 1-0 ante Olympiacos. Necesitábamos anotar tres goles para avanzar a los octavos de final de la Champions League.
En ese momento, veíamos que se nos escapaba la oportunidad.
Sin embargo todo cambió en el segundo tiempo. Igualamos pronto. Entonces, a 10 minutos del final, volvimos a marcar y probablemente recordarás que después de eso, en el último minuto, Stevie Gerrard metió un golazo desde casi 30 metros.
Creo que esa magia nos acompañó todo el camino desde a Anfield a Estambul.
Hasta la final.
Para ese partido ante el Olympiakos Rafa Benítez y yo solo llevábamos en el Liverpool seis meses, pero ya sabíamos que se trataba de un club especial. Nos dimos cuenta de inmediato.
Es verdad que, en general, los equipos ingleses tienen más tradición. Una cultura más arraigada. Pero el Liverpool tenía algo más también. Desde el primer día que entré a su campo de entrenamiento, Melwood, sentía que había un espíritu de familia.
Desde el primer minuto nos hicieron sentir que éramos parte de algo. Eso no sucede mucho en España. Había también la sensación de que estábamos creando algo juntos con la gente que ya estaba allí.
Llegar a la Premier League era algo que había soñado desde que tenía 12 años. Desde el día en 1975 que mi madre me llevó a ver a mi equipo, la Real Sociedad, a jugar contra el Liverpool en Atocha, el antiguo estadio del club.
Perdimos 3-1 ante un gran equipo. Recuerdo que en el Liverpool jugaron Ray Clemence, Phil Thompson, Steve Heighway, Kevin Keegan y John Toshack. En el partido de vuelta de ese emparejamiento europeo, nos golearon 6-0 en Anfield. Desde ese momento, me enamoré del Liverpool. Y del fútbol inglés.
Casi 20 años después conocí a Rafa.
Había escuchado hablar de él. Sabía, por ejemplo, que había sido el entrenador del Castilla, el equipo filial del Real Madrid, pero no sabía mucho de él como persona.
"Desde el primer minuto con Benítez me di cuenta de que compartíamos una misma filosofía de fútbol"
Nos presentó Javier Zubillaga, un ex jugador de la Real Sociedad firmado por Osasuna como director deportivo al mismo tiempo que designaron a Rafa como entrenador.
Javier me conocía del curso de entrenadores donde yo daba clases y él había estudiado para conseguir su título. Pensó que yo podía ser un buen socio para Rafa.
Tenía razón. Desde el primer minuto de la reunión nos dimos cuenta de que compartíamos una misma filosofía de fútbol. Tuvimos una conexión inmediata.
Sin embargo, todo comienzo es difícil. Hay pocos entrenadores que han tenido un camino fácil. En Osasuna estuvimos trabajando realmente bien, pero los resultados no se dieron. Después de nueve partidos, Rafa fue despedido.
Yo me quedé y terminé trabajando con cuatro entrenadores diferentes esa temporada. Fue toda una experiencia en mi primer año en el fútbol profesional.
Al final de esa temporada, Rafa me dijo que iba a firmar con un equipo que acababa de descender de la Primera División: el Extremadura.
Me preguntó si me gustaría acompañarlo. No lo pensé dos veces. Sabía que podríamos formar una buena alianza.
"En Inglaterra pienso que te conviertes más en un gerente que solo un entrenador porque tienes que manejar tanta gente"
Los dos creíamos en el método. En la forma de hacer las cosas. Nuestra principal prioridad en cualquier club era convencer a los jugadores de la importancia de ser profesionales a tiempo completo. Dentro y fuera de la cancha, durante las sesiones de entrenamiento, antes, después y durante la competición.
Queríamos que se dieran cuenta de que la parte más importante de nuestra vida es nuestra familia. Pero una vez que sabes que tu familia está bien, no hay nada, nada, que pueda quitarte un minuto de tu vida del fútbol. Siempre la prioridad tiene que ser el fútbol. Esto fue lo que intentamos hacer sentir a los jugadores.
El enfoque metódico de Rafa estaba también enraizado en mí. Era normal. No entendería los entrenamientos de otra forma. Creo que el análisis es una de las partes más importantes del entrenamiento porque, hagas lo que hagas, tiene un efecto: positivo o negativo; mejor o peor.
Tienes que analizar lo que sucedió, por qué pasó e intentar encontrar las soluciones si el resultado no es el que estabas buscando.
En nuestro primer año con el Extremadura conseguimos el ascenso a Primera División, pero eso solo duró una temporada. Después de eso, decidimos irnos. Teníamos otro año de contrato, pero queríamos estar en Primera.
Fue entonces cuando fuimos por primera vez a Inglaterra a visitar al Manchester United por una semana para verlos entrenar. Recuerdo que conversé con Rafa sobre la posibilidad de ver entrenar al Liverpool también, porque ese era mi sueño.
"Dos jugadores que fueron cruciales para ayudarnos a hacer llegar nuestro mensaje sobre el campo fueron Stevie Gerrard y Jamie Garragher"
Hubo que esperar. Después de una temporada sin trabajo firmamos con el Tenerife en la Segunda División. De nuevo ascendimos. Pero esta vez nos fuimos directamente a otro club: el Valencia.
Los tres años que pasamos allá fueron una experiencia enorme para los dos. Ganamos La Liga dos veces y la Copa de la UEFA también.
Pero cuando llegó la llamada del Liverpool...
Bueno, fue emocionante. Era la Premier League y, especialmente, era el Liverpool. Era distinto.
En Inglaterra pienso que te conviertes más en un gerente que solo un entrenador porque tienes que manejar tanta gente.
Rafa solía delegar, por supuesto, pero nunca estaba lejos del campo porque a él le encanta entrenar. En España no tenemos esa cultura de dirigir. Somos entrenadores principalmente. Así que Rafa no podía delegar totalmente la parte de los entrenamientos al personal.
Entrenar está dentro de su alma.
Cuando comenzamos en el Liverpool cambiamos muchas cosas. Primero, el estilo de juego de la época de Gérard Houllier al de Rafa. En segundo lugar, la forma en cómo enfocamos los entrenamientos. Todo fue más metódico, más basado en la ciencia y en el análisis de datos.
Al mismo tiempo, aprendimos mucho del club. Aprendimos una distinta forma de enfocar la manera de dirigir; aprendimos de los jugadores.
Todo los días, en cada relación, tienes la posibilidad de aprender.
Dos jugadores que fueron cruciales para ayudarnos a hacer llegar nuestro mensaje sobre el campo fueron Stevie Gerrard y Jamie Garragher. Ante todo porque llevaban la cultura del Liverpool realmente muy dentro de sí.
En segundo lugar porque estaban dispuestos a aprender. Querían ser mejores jugadores.
No aceptaban nada sin preguntar por qué. Eran realmente curiosos. Preguntaban la razón de las cosas que queríamos organizar en los entrenamientos e incluso en los partidos. No aceptaban lo que les dijeras solo porque estabas al mando.
Como entrenador esto te hacer crecer al mismo nivel porque con este tipo de jugador necesitas dar respuestas.
El 25 de mayo de 2005 esa disposición para aprender fue más crucial que nunca.
Dida en la portería.
Cafú, Nesta, Stam y Maldini.
Pirlo, Gattuso, Seedorf y Kaká.
Crespo y Shevchenko.
¡Qué alineación tenía el Milan! ¡Imagínate!
Pero nosotros llegamos a la final de la Champions League en Estambul llenos de esperanzas e ilusión. Sabíamos que sería difícil, pero nos preparamos realmente bien.
“Esa final me convenció de algo en lo que siempre he creído. En la resilencia”
Entonces, de repente, en el primer minuto el Milan se puso por delante en el marcador. Esas esperanzas e ilusiones se volvieron frustración, tristeza. Algunos de los jugadores incluso hablaron de sentir vergüenza.
Cuando marcaron el segundo y el tercero veíamos que se escapaba la posibilidad de ganar la Champions League. Ya estábamos pensando cómo haríamos para levantar el espíritu y la emoción de los jugadores en el segundo tiempo.
Cómo encontraríamos el camino para hacer que creyeran de nuevo.
Cuando caminábamos hacia el vestuario comenzamos a hablar acerca de lo que estaba saliendo mal. Nuestro primer objetivo era hacerles darse cuenta de por qué habían ocurrido los tres goles. Qué errores cometimos para permitir que esto sucediera.
Si conoces a Rafa, sabes que es bastante frío. Siempre trata de analizar lo que está sucediendo en vez de dejarse llevar por la emoción.
Nos dimos cuenta de que Kaká era el que estaba causando estragos por detrás de nuestro mediocampo. Así que hicimos un cambio, colocando a Didi Hamann al lado de Xabi Alonso. Steve se adelantó 10 metros.
Intentamos convencer a los jugadores de que si conseguíamos cerrar esos pases verticales por el medio y lograr un gol tempranero, entonces cualquier cosa podría pasar.
Cuando salimos del vestuario pudimos escuchar a los hinchas cantando You’ll Never Walk Alone. Entonces todo estaba claro: teníamos que darlo todo. Echar el resto por esa hinchada.
En el minuto 54 llegó el primer gol de Steve. Ese fue el momento en el que pareció que quizás algo podía pasar.
Seis minutos más tarde, estábamos empatados 3-3. Emoción. Felicidad.
Sin embargo, en el tiempo extra realmente sufrimos. Nos presionaron y en los últimos minutos tuvimos que defender bastante atrás.
“Se acabó. Se terminó”.
Esas fueron las palabras que le dije a nuestro preparador de porteros, José Manuel Ochotorena, cuando vi el rechazo de Jerzy Dudek al disparo de Shevchenko (abajo) caer directamente a los pies del ucraniano.
Sin embargo, Shevchenko no marcó.
Aún nadie sabe cómo Dudek pudo detener ese segundo balón. En ese momento me volví a Ochotorena: “Creo que vamos a ganar este partido”.
Esa final me convenció de algo en lo que siempre he creído. En la resilencia. A pesar de las dificultades que puedas confrontar, siempre tienes una oportunidad. Esto es algo que, como preparadores y entrenadores, nunca debemos olvidar.
Dos año más tarde, mi sueño había terminado. Dejé el Liverpool.
A veces la gente me pregunta si volvería hacer lo mismo ahora. Sin embargo no puedo responder eso sabiendo lo que sé.
Tienes que tomar la decisión en el momento. Bajo las circunstancias que estabas viviendo en ese instante. Creo que era el momento para seguir adelante.
Fue una decisión difícil porque, como te dije al comienzo, el Liverpool era un sueño hecho realidad para mí.
Pero me fui sabiendo que siempre tendré esos recuerdos. Y la sensación de ser parte de algo especial. De crear algo. De familia.
De la magia que se quedó con nosotros todo el camino desde Anfield hasta Estambul.
Redacción: Héctor García