Juan Antonio Pizzi
Selección de Chile, 2016-2017
Era la primera vez que me enfrentaba a una situación así.
Sí había vivido tandas de penaltis en la Copa Argentina donde las eliminatorias son a partido único y sin tiempo extra, decidiéndose de esta manera si no las resuelves antes.
También como jugador, entre otros momentos, con la selección española en los cuartos de final de la Eurocopa de 1996. No con mucha fortuna, por cierto. Inglaterra nos eliminó.
Pero nunca en una final.
Normalmente cuando llegas a un momento como ese son los propios jugadores los que se te acercan y te piden lanzar. “Yo pateo, entrenador”. Por ahí uno puede ver quiénes son los que tienen más o menos confianza. En este caso, después de la prórroga ante Argentina, todos mostraron sus ganas de lanzar. No había dudas en ninguno, cosa que me sorprendió gratamente, pero también hizo más difícil la elección.
Al final, por suerte, funcionó. La prueba está en que acertamos cuatro de los cinco lanzamientos.
Si bien habíamos hecho una Copa América Centenario muy buena, la frutilla del postre era conseguir el título.
"Había vivido tandas de penaltis en la Copa Argentina y algunas como jugador, pero nunca en una final"
Un camino que arrancó para mí tan solo cinco meses antes del inicio de la competencia. Gente que conocía de mi paso por Chile en la Universidad Católica contactaron conmigo para señalarme que el técnico que estaba (Jorge Sampaoli) iba a salir, y me preguntaron que si estaba interesado en agarrar la Selección.
Le dije sí, que estaba dispuesto. Pero siempre y cuando Club León, equipo donde estaba, me autorizase, porque yo tenía contrato vigente. Veníamos haciendo un gran trabajo en México. En el Apertura 2015 llegamos a los cuartos de final y la final de Copa, y en 2016 íbamos liderando la competencia. Al final se pudo arreglar el tema.
Chile representaba una experiencia nueva y un desafío. Nunca había entrenado una selección. Un equipo, además, que venía de ser campeón por primera en su historia de la Copa América un año antes.
Cuando aceptas una oportunidad así, no calculas si es mejor hacerlo con el equipo arriba o es mejor hacerlo después de un mal momento. Llega la oportunidad y tomas una decisión.
Desde dentro, luego cada situación tienes sus pros y sus contras, y tu trabajo como entrenador es gestionarlas. Chile era un equipo en alza, y yo sabía que podía aprovechar esos buenos rendimientos y la confianza que tenían los jugadores. Y después, poco a poco, ir inculcándole algunas acciones particulares. Me parece que hacer demasiados cambios en un equipo que viene desarrollando una línea de juego buena o muy buena, a veces es innecesario. Así, toca prescindir de algunas ideas que tienes para tratar de exprimir lo que se viene haciendo bien.
Tal vez lo más complejo en los primeros momentos fue la adaptación a la dinámica de trabajo de una selección y la relación que mantienes con el grupo.
En un club, el día a día permite tener una interacción no solo con los jugadores. También con masajistas, kinesiólogos, utileros… Si bien los jugadores son las figuras principales, las relaciones que al final se producen entre todos los integrantes del plantel desarrollan un equipo.
En una selección, ese tiempo es mucho más acotado y específico. Solo tienes las fechas FIFA. Y eso son no más de doce días, en el mejor de los casos, y cada tres meses. Debes tratar de aprovechar cada minuto al máximo, y contar también con mucha predisposición tanto de los jugadores como del cuerpo técnico para llevar a cabo un buen trabajo.
Yo digo que hay principios grupales que no se pueden transgredir. Los entrenadores, la mayoría, por no decir todos, tenemos condicionantes grupales que no se pueden modificar.
Después, por edad o por diferentes motivos, uno puede tener una relación cercana con alguno, pero en términos generales las acciones y decisiones que se toman como conductor de un grupo generalmente son las mismas y afectan para bien o para mal a todos por igual.
"Chile representaba para mí una experiencia nueva y un desafío"
La relación fue excelente con todos los jugadores. Un grupo que llevaba mucho tiempo trabajando juntos, y conocían perfectamente lo que podían hacer o no.
La ventaja que sí pude encontrar es que puedes elegir de acuerdo a los momentos que vas viendo de los jugadores. Eso te abre un amplio abanico de opciones. La mayoría estaban actuando en equipos europeos, lo que era un beneficio para nosotros, porque sabíamos de la calidad y de la intensidad con que venían trabajando.
Nunca se despertó ninguna duda en el equipo sobre el rendimiento que podíamos alcanzar y nuestra confianza en ganar la competencia, a pesar de iniciar el torneo perdiendo ante Argentina.
Lo que sí nos hizo ver es que para competir con los mejores hay que dar el máximo. Estar concentrados los noventa minutos, incluso más de lo que habitualmente uno consigue en un partido normal, porque ante cualquier error, de cualquier falla en ese tipo de nivel, el costo es muy grande y generalmente significa una derrota.
Al 100% es muy difícil que nos puedan superar. Pero también somos conscientes de que estando al 99% es probable que podamos perder ante cualquier equipo”. Ese fue el mensaje que se recalcó. Las victorias siguientes ante Bolivia y Panamá confirmaron esas sensaciones para ir a más.
Los cuartos de final nos depararon el choque contra México. Un equipo con grandes jugadores en lo individual y colectivo. La ventaja que teníamos en ese partido es que habíamos competido contra ellos en un amistoso previo al campeonato y ese duelo, a pesar de haberlo perdido, nos había ofrecido muchos aspectos positivos.
Así que hicimos mucho hincapié en repetir esas cosas en las que habíamos estado por encima de ellos. Luego, lo que uno nunca piensa es que se puede resolver con una distancia tan amplia (7-0), porque en ese nivel de juego es muy difícil sacar una diferencia de semejante cantidad de goles. Estuvimos muy certeros a la hora de definir y a medida que iban pasando las situaciones íbamos aumentando nuestra confianza y hundiendo la del equipo mexicano para alcanzar una goleada histórica.
Después, en un torneo tan corto y con tanto estrés en los partidos, también aparecen momentos a lo que tienes que adaptarte, como un entretiempo de dos horas y media ante Colombia, parado por una gran tormenta.
¿Y qué haces ahí?
Sencillamente planificar sobre la marcha. Primero tuvimos que tomar en cuenta el tema de la alimentación, porque nosotros habíamos programado ese partido con una alimentación previa unas tres horas antes de que empezara el partido. Pero ahí ya llevamos unas seis horas sin comer. Los médicos prepararon enseguida una alimentación correspondiente para cubrir ese tema.
"En un torneo tan corto y con tanto estrés, también aparecen momentos a lo que tienes que adaptarte"
Después tuvimos treinta minutos para organizar todo de nuevo. Los jugadores se volvieron a vestir, hicimos la entrada en calor y una charla técnica donde dijimos las diferencias que había entre el inicio del partido y lo que nos tocaba ese segundo tiempo.
Si bien íbamos ganando 2-0, tuvimos que preparar ese segundo tiempo de manera diferente porque sabíamos que el equipo rival introduciría algunos cambios que modificarían la estructura que habitualmente tenían. La verdad fue que se ejecutó a la perfección el plan. Pudimos controlar perfectamente al rival y no tuvimos inconvenientes de finalizar el partido como lo habíamos empezado y manteniendo la ventaja.
De cara a la final, no me preocupaba el cansancio que podíamos tener tras terminar ese partido de madrugada. Mi mayor problema era el rival. Si bien habíamos jugado contra Argentina ya en la competencia y habíamos estado a un buen nivel, la final era ante la Argentina de Leo Messi, quien no estuvo en el primer partido. Era la mejor selección argentina de los últimos años, y venían además con la necesidad de revancha del triunfo de Chile en la Copa América de 2015.
Para frenar al mejor jugador de la historia, la verdad, muchas cosas no se pueden hacer. Mantuve el mismo discurso que había tenido con los jugadores del Valencia cuando me enfrenté a él en varias ocasiones en España.
“Tienes que hacer lo que habitualmente haces en tus funciones, pero además controlar a Messi”. El lateral derecho tiene que proyectarse y marcar al extremo izquierdo del equipo rival, y además preocuparse por Messi. El centrodelantero tiene que tratar de estirar el equipo hacia adelante, meter goles y además preocuparse por Messi…
Fue la única información que le di a todos los jugadores de campo. Su función contra un equipo normal, pero además incorporar a Messi, porque desde cualquier lado y desde cualquier situación puede generarte una situación de gol.
La expulsión de Marcelo Díaz por doble amarilla antes de la media hora de partido complicó nuestro planteamiento, pero tuvimos ahí la entereza de tener tranquilidad y poder acomodarnos en el desarrollo del partido. Veíamos que no nos iban generando demasiado peligro, a pesar de tener un jugador menos.
Después, el equipo rival también se quedó con uno menos antes de finalizar el primer tiempo y eso nos permitió competir de igual a igual.
"Para frenar a Messi, el mejor jugador de la historia, la verdad, muchas cosas no se pueden hacer"
Un partido nuevo, de diez contra diez. Por eso es muy importante la dinámica y la elasticidad que deben tener los sistemas tácticos de los entrenadores.
A veces uno planifica una cosa, el equipo rival propone otra, y hay que tratar, dentro de lo que uno proyecta, de encontrarle soluciones a esas alternativas que muestra el contrario. Lo que ocurrió después fue cuestión de los jugadores. Creer que esa final la ganarían desde su acierto en los penaltis.
Como entrenador he tenido la suerte de vivir grandes momentos. Títulos con equipos que fueron muy importantes, el caso de Universidad Católica en Chile y San Lorenzo en Argentina. Muy disputados y muy valorados por mí y por el ambiente del futbol.
Pero un título con una selección alcanza una mayor repercusión. Cuando uno representa un país y gana una competencia de este estilo, el nivel que te sitúa hace que sea lo más recordado.
Seguramente, mi mejor momento como entrenador hasta ahora.
Redacción: Héctor García