Quique Sánchez Flores
Getafe, 2021-Presente
Tenía que haber sido una señal.
Cuando empiezas a organizar cosas desde muy pequeño, es porque hay algo diferente en ti.
Tenía 12 años cuando hice una liga interna en el colegio con niños de sexto de curso, de séptimo (mi año) y dos equipos de octavo. Cuaderno y bolígrafo en mano, hacía los equipos en función de la calidad técnica de cada uno de los jugadores.
Que chicos de octavo curso se dejaran guiar por un niño más pequeño que ellos debía ser una señal...
En la casa, mi hermano y yo estábamos bastante enfermos del fútbol. Jugábamos todo el día en la calle. Coleccionábamos cromos y jugábamos a las chapas, un pasatiempo popular entonces en España. Dibujaba las equipaciones de cada equipo, las recortaba en forma redonda y las metía dentro de las chapas. También construía el campo, con las dos porterías y las gradas alrededor. El balón era un garbanzo.
"Mi primer recuerdo de ver algo organizado fue Alemania 74. Ese Mundial me absorbió completamente"
Hubo un momento en el que mi hermano, un año y medio mayor que yo, me abandonó con las chapas.
Pero yo seguía jugando. Lo hacía en la entrada de casa. Una casa que a pesar de ser pequeña era el centro de reunión familiar en muchas ocasiones.
Un sábado por la tarde llamaron a la puerta. Mi madre sorteó como pudo las chapas para abrir. Era mi tía Lola (Flores). Cuando entró a casa se encontró con el campo de fútbol que había montado. Mi tía no le dio ninguna importancia, pero mi madre sí: “Este chico, que pone estas cosas aquí, donde más molesta”.
Y mi tía, dando una zancada para no pisar el campo, le dijo a mi madre: “Déjalo, porque si este chico hace eso es que algo tiene en la cabeza”. Y la verdad es que sí, que lo que tenía en la cabeza era puro fútbol y ganas de inventarme cosas.
El primer gran recuerdo que tengo de ver algo organizado y que realmente me cuadrara fue el Mundial de Alemania 74 cuando yo tenía 9 años. Son mis primeros grandes recuerdos de fútbol. Por entonces, en España solo se podían ver por televisión los partidos de los domingos a las siete de la tarde.
Ese Mundial me absorbió completamente. Desde la inauguración.
Incluso renuncié a mis vacaciones de fin de curso para ver el Mundial. Le dije a mi madre que no quería irme una semana a Mallorca con mis compañeros. Prefería quedarme viendo todos los partidos. Ella se lo tomó a bien. Más que nada porque le daba miedo que viajáramos.
Me saqué el título de entrenador cuando estaba jugando en el Valencia. A pesar de tener solo 25 años, tenía ya claro que cuando acabara mi carrera quería seguir ligado al fútbol y la manera de hacerlo.
"Empecé como entrenador en el Juvenil División de Honor del Real Madrid, la joya de la corona de la cantera blanca"
Mi formación empezó en la escuela de entrenadores, trabajando con todas las categorías. Un curso por año. Eran bastantes asignaturas, con profesores muy buenos que me dejaron muchas cosas.
Pero el gran aprendizaje lo hice en los cincos años que estuve en los medios de comunicación, cuando acabé mi etapa de jugador hasta que empecé a entrenar.
Ese trabajo me exigía mucha inmediatez. Ellos cada vez eran más exigentes conmigo y yo también era más exigente conmigo mismo.
Tenía que analizar con mucha rapidez partidos muy importantes. Me tocó trabajar los partidos de dos equipos: el Valencia de Rafa Benítez y el Real Madrid de Del Bosque. Dos conjuntos muy diferentes en su estilo, pero al mismo tiempo muy grandes y esa etapa me hizo comprender ambas propuestas de juego.
Antes, por el camino, ya se había cruzado el Milan de Sacchi, el primer gran equipo que me impactó por todo lo que hacía.
Trabajaba para un programa de televisión en Valencia. Hacíamos un programa de media hora y preparaba los aspectos tácticos del juego. Recuerdo que analizaba que se jugaban el sábado por la noche. Tenía que hacer los cortes, por eso me iba los domingos por las mañanas con los realizadores.
Eran ocho horas de trabajo para luego solo tres minutos de resumen. Para mí fue un gran aprendizaje.
Hasta el día de hoy, esa función me ayuda a entender a los analistas que trabajan en nuestro cuerpo técnico en el corte de imágenes para analizar diferentes situaciones del juego. Creo que antes de dirigir es importante que pasen por este tipo de procesos de aprendizaje.
Mi primera oportunidad en un banquillo la tuve en la cantera del Real Madrid. Tenía una opción de entrenar en Segunda División, pero era consciente que todavía no estaba preparado para empezar en esa categoría.
Trabajé con el Juvenil División de Honor del Real Madrid, la joya de la corona de la cantera blanca. Con buenos jugadores: Borja Valero, Rubén de la Red, Tebas, Kiko Casilla,...
Empecé con dos libretas que me regaló mi amigo José Luis Oltra. Con esas dos libretas se abrió un método. A partir de ahí fue el comienzo.
Un verano llegó la llamada del Getafe, equipo que acaba de ascender por primera vez en su historia a Primera. Desde el Real Madrid lo veían como una decisión arriesgada. Yo también lo veía así.
Cuando empiezas como entrenador hay mucho miedo al riesgo.
"Para mí, la Premier League es el lugar. Es el lugar donde todo entrenador y jugador quiere trabajar"
Es así, en parte, por la cultura donde nos movemos. Todo es tan rápido y precipitado. Al final, dependes de un resultado. Nada más. Por eso hay miedo.
Pero es importante creer en lo que uno hace. Y yo sabía que podía salir bien. No al cien por cien, por supuesto, pero sabía que podía salir bien.
Al margen de eso, creo que entrené al Getafe porque nadie más lo quería entrenar. El Getafe vivía una situación atípica, donde el entrenador que lo ascendió ya había firmado por otro equipo.
De repente, el Getafe se encontró en Primera, pero sin entrenador. Fueron descartando nombres y se encontraron al último atrevido que quería afrontar el reto. En mi caso, tenía mucho que ganar y poco que perder.
Ese fue, sin duda, uno de los mejores años de mi carrera.
Distinto a mi etapa en Valencia. Fue un proyecto más difícil. Difícil porque el equipo venía de ser campeón con Rafa Benítez. Pero se valoró mucho lo que hicimos.
Luego había cosas que uno no puede controlar, como es la ambición de la gente. Nosotros hicimos lo que teníamos que hacer. Fuimos contratados para estar en Champions League y estuvimos en la Champions los tres años.
En el Atlético de Madrid fue una etapa de apenas dos años. Eso sí, muy intensos. El club estaba en una situación delicada. Hubo muchas conversaciones con el presidente Enrique Cerezo. Sobre todo, el primer mes y medio, donde encadenábamos derrota tras derrota.
“¿Qué está pasando?”, me preguntaba angustiado. “Presidente, es un proceso. Hay que creer en un proceso para que las cosas salgan”.
En menos de un año nos abrazamos cuando llegamos a las finales y ganamos dos títulos europeos, la Copa de la UEFA y la Supercopa de Europa. Significaba volver a la senda del triunfo después de tanto tiempo.
En esa final de la Copa de la UEFA en 2010 ante el Fulham sabía que íbamos a ganar. Son cosas que como entrenador no debes pensar, pero lo pensé así cuando eliminamos al Liverpool (en semifinales). Habíamos conseguido lo más difícil. El camino de las eliminatorias fue más duro que la propia final.
Pasé mucho tiempo empeñado en que las cosas salieran bien, y salieron bien gracias a los jugadores. Como siempre, ellos pusieron mucho empeño en darle la vuelta a la situación.
El Watford tal vez haya sido el sitio donde más he disfrutado como entrenador. ¿Por qué?
Para mí, la Premier League es el lugar. El lugar donde todo entrenador y jugador quiere trabajar.
Tienes la organización de la competición –desde el primer momento sabes el día que vas a jugar contra cada equipo- y la manera de sentir y vivir el fútbol de la gente. Todo eso te acaba atrapando.
"Intento hacer que las sensaciones y emociones acompañen a mis decisiones"
Me siento muy orgulloso del trabajo que realizamos. Unas sensaciones magníficas en un año donde llegamos a las semifinales de la FA Cup en Wembley. Fue un honor increíble para todos nosotros estar ahí. En la Premier, el objetivo era mantener al equipo en la categoría y lo conseguimos desde el mes de febrero. Creo que se sentaron las bases para un proyecto que cada año está creciendo.
Personalmente, fue una etapa que abrió mi mente como entrenador. Con un idioma y una cultura diferente. Pienso que todos los que hemos pasado por la Premier League podemos decir después que hemos mejorado por esa experiencia.
Nada tengo que ver ahora con el entrenador que empezó a trabajar en el Getafe en 2004.
La primera vez que entré en un vestuario me vino muy bien haber estado jugando trece años en el Valencia, Real Madrid y Real Zaragoza. Sabía dónde entraba. O al menos eso creía.
Porque con el tiempo te das cuenta de que todo es distinto. No tiene nada que ver la profesión de jugador con la de entrenador.
Como entrenador tienes que dirigirte a los jugadores con convicción, hacer que crean en lo que les dices. Aglutinar una gran cantidad de estados de ánimo y sensibilidades diferentes.
Cuando empiezas en esto estás muy verde. Pero todo es un proceso. Vamos aprendiendo de nuestros errores constantemente. En el fútbol, como ocurre en todos los deportes, tienes que tomar muchas decisiones durante el propio juego. No solo los futbolistas.
Los entrenadores también tienen que estar tomando decisiones continuamente. Algunas son tangibles y otras no. Eso provoca errores. Y del error se aprende bastante.
En mi cabeza, como decía mi tía, sigo teniendo cosas. Intento hacer que las sensaciones y emociones acompañen a mis decisiones. Ha sido así en todos los equipos por los que he pasado. También en el Benfica y en Emiratos Árabes. Para mí el primer feedback debe ser ese.
Es cierto que no siempre se cumple, pero intentamos elegir el destino lo mejor posible.
Mi conclusión es clara. Cuando pase el tiempo y todo esto haya terminado, quiero arrepentirme lo mínimo posible de lo que haya hecho.
Redacción: Héctor Riazuelo