Tim Cahill
Jugador: Everton, 2004-12
“¿Me vas a dar una oportunidad?”
Fue la única pregunta que le hice a David Moyes. Él se me quedó mirando.
“Bueno hijo, te estamos firmando”.
“Pero, ¿tendré la oportunidad de jugar?, ¿de ser titular?, ¿de participar?”.
“Sí, tendrás tu oportunidad”.
Miré a mi agente y le dije: “Eso es suficiente para mí”.
Lo supe de inmediato. Me venía a la perfección irme al Everton.
El fútbol siempre ha sido parte de mi vida gracias a mi padre. Él es inglés, de Dagenham. Seguidor del West Ham y gran aficionado al fútbol en general.
Mientras crecía en Australia, solía despertarme de madrugada. Veía el parpadeo de las luces de la televisión en el salón y escuchaba el sonido de la narración.
Por la diferencia de hora era cuando transmitían el fútbol inglés. A veces mi padre me dejaba ver la Premier League con él. Cuando no, solía asomarme desde la esquina, me sentaba fuera del salón mirando desde lejos.
"Lo supe de inmediato. Me venía a la perfección irme al Everton"
Ya a los 11 sabía que quería ser futbolista profesional. Para el momento de reunirme con David Moyes y Bill Kenwright, con 24 años, sabía que estaba listo para la Premier League.
Como jugador siempre es difícil dejar el club que amas, especialmente con el tipo de relación que había disfrutado con los aficionados del Millwall (abajo). Quería hacer mucho más por ellos, pero no hubo una verdadera inversión para comprar los jugadores que necesitábamos para pelear por el ascenso desde la Championship.
Cuando firmé por el Everton no recordaba cuántos partidos había jugado – fueron más de 250 – o cuántos goles había marcado, pero eso no importaba. Sabía que estaba listo para dar el paso.
Solo necesitaba el club adecuado. El ambiente idóneo para mí y mi familia, y la energía correcta donde poder desarrollarme. No me bastaba con ir a un equipo de Premier y ser suplente. El Everton estaba firmando un futbolista que simplemente quería jugar.
Sin embargo, había interrogantes. Yo ya había sido probado en la Championship, pero el costo de mi transferencia no había sido gigantesco y los hinchas no sabían qué tipo de jugador estaban adquiriendo. No ayudó que dos días después de mi fichaje, Wayne Rooney se fuera al Manchester United.
"Quería tener un impacto, dejar una huella y ser respetado dentro del vestuario"
La temporada antes, el equipo había coqueteado con los puestos de descenso. Habían terminado en el puesto 17 en la tabla, pero yo miraba a la plantilla y solo veía oportunidades. Duncan Ferguson, David Weir, Alan Stubbs, Lee Carsley, Tommy Gravesen, Kevin Kilbane, Kevin Campbell aún estaban ahí.
En el Millwall yo era un jovencito en una plantilla llena de hombres, todos con su familia. El club tenía historia, convicción, los aficionados eran muy apasionados. En el Everton sentí como si hubiera entrado en un vestuario parecido, también en un club similar.
Desde el principio supe que tendría que hacer más y trabajar más duro que nunca. Tenía que ser agresivo, un líder. Quería tener un impacto, dejar una huella y ser respetado dentro del vestuario.
Creo que David Moyes sabía exactamente qué tipo de personalidades y jugadores estaba firmando en ese momento para construir el núcleo de un equipo que podía jugar a su estilo. Desde muy temprano él supo que podía contar conmigo.
Dentro del vestuario, era también importante ganarse el respeto de los Evertonians en la plantilla: Duncan Ferguson, Alan Stubbs, Tony Hibbert. Ellos me enseñaron qué significaba ser un Evertonian.
"Anoté mi primer gol para el club en el minuto 60 y fui expulsado en el 61"
Fue en mi segundo partido, de visitante ante el Manchester City, cuando marqué mi primer gol para el Everton. Un centro de Hibbert que logré cabecear hacia atrás en la misma dirección que venía el balón, algo que había hecho en los entrenamientos toda la vida y durante mi carrera.
Estaba en shock. Mi primer gol para el Everton, 1-0. Estaba tan contento que lo celebré levantándome la camiseta por encima de la cabeza. Pero fue justo cuando esa celebración comenzó a ser sancionada. Tarjeta amarilla. Ya había sido amonestado antes. Así que anoté mi primer gol para el club en el minuto 60 y fui expulsado (abajo) en el 61.
Esa media hora esperando el final del partido se me hizo la más larga de mi vida, pero cuando finalmente llegó – y el equipo consiguió mantener la ventaja – fue un momento muy especial para mí.
Cuando consigues esas oportunidades sobre el campo, tienes que aprovecharlas. Me había puesto en una situación que conocía, una posición normal para mí, e hice algo que había hecho durante toda mi carrera.
Pero esta vez era en un estadio nuevo, un nuevo ambiente, y a un nuevo nivel. Es lo que había esperado toda mi vida. No sabía lo que iba a pasar esa temporada, pero sí que algo bueno podía pasar, algo más positivo que la campaña anterior. Y en un club con tanta historia y determinación, ¿por qué no?
Teníamos a Tommy Gravesen. Le dabas el balón y algo sucedía de la nada. Lee Carsley, por delante de la defensa de cuatro, siendo ese escudo para protegerla. David Moyes sabía, por supuesto, cómo organizar la defensa, pero la transición defensa-ataque era excelente.
Una constante a lo largo de mi carrera ha sido agruparse como equipo y tener convicción. Entonces, si puedes hacer que los ingredientes funcionen -táctica y técnicamente- y mantienes la disciplina y la actitud, puedes ejecutar algo especial. Fue exactamente lo que sucedió esa temporada, en la que finalizamos en el cuarto lugar en la Premier League.
Conseguimos también nuestro primer triunfo en el derbi de Merseyside ante el Liverpool en cinco temporadas, y el primero en siete años en Goodison Park.
Ese partido realmente lo es todo tanto para la hinchada roja como la azul. Ambas viven para ese encuentro, y como jugador representa una enorme oportunidad de dejar tu marca. Ellos recuerdan esos partidos – las victorias y derrotas – por siempre.
Cuando el Liverpool llegó al estadio, el primer nombre que busqué en la alineación fue el de Steven Gerrard. Una entrada, un pase, una carrera, un disparo…. No podías encontrar a un jugador que tuviera una influencia más grande con sus acciones. No me he cruzado con muchos futbolistas que tengan tanto impacto sobre el devenir de un partido como él.
"El derbi de Merseyside lo es todo tanto para la hinchada roja como la azul, las dos viven para ese encuentro"
Me encantaba tener al frente a Xabi Alonso. Un jugador tan bueno para contemplar el juego de los demás. Parecía que tenía el balón atado a una cuerda. Y el otro jugador al que siempre buscaba era Jamie Carragher (abajo), porque era el primero que tenías delante en el campo.
Cuando el balón te llegaba, siempre esperabas el contacto con Jamie, pero si podías ganar esas batallas con jugadores de carácter como ese, era algo que tenía un enorme efecto para los compañeros y aficionados.
Y luego estaba David Moyes (abajo). Un entrenador de carácter duro. No alguien que intimida, pero cuando entraba en una habitación sabías que él estaba ahí.
A él le importaban los jugadores, los aficionados y sabía exactamente lo que significaba representar al Everton. Construyó sus equipos moldeándolos de acuerdo a la identidad del club.
Fuera del campo siempre te preguntaba cómo estaba tu familia, cómo te sentías mentalmente. No me llenaba de cumplidos, sino que me daba una crítica constructiva que tocaba un nervio, creaba una chispa y me hacía esforzarme para hacerlo mejor.
Además, era un maestro en juntar jugadores de buen carácter y darle responsabilidades, un grupo que lo ayudaría dentro y fuera del campo. Mikel Arteta, Steven Pienaar, Leighton Baines, Phil Jagielka, Phil Neville, Louis Saha, Tim Howard, Marouane Fellaini... A todos los firmó durante mi etapa en el Everton, y es una lista que podría seguir.
Ahora que estoy en la transición de jugador a entrenador, la cualidad que más recuerdo de Moyes es su capacidad de análisis. El grado de detalle en todo lo que hacía, fuese en la sala de prensa durante horas y horas o en el campo de entrenamiento.
Solo un ejemplo fue saber dónde teníamos que pararnos en las jugadas a balón parado: la orientación corporal abierta, mirando donde vamos a cabecear y cómo vamos a salir en las transición. Él no recibe suficiente crédito por su nivel de detalle como entrenador y no creo que pediría ese reconocimiento, pero cuando miro hacia atrás al equipo que terminó en cuarto puesto, veo que todos los jugadores en esa plantilla mejoraron su rendimiento con él.
"Ahora que estoy en la transición de jugador a entrenador, la cualidad que más recuerdo de Moyes es su capacidad de análisis"
Jugar para el Everton me dio una gran plataforma para aprender más sobre mi mismo y el club, pero también para aprender de otros jugadores.
Phil Neville trajo un nuevo nivel de profesionalismo al club. Había una razón por la cual el Manchester United del que fue parte ganó cosas de forma tan consistente. Tenían un protocolo, un sistema y cada jugador lo seguía.
Cada día se podía ver el estándar de implementación que Phil trajo cuando llegó al club. La organización en el campo, fuera del campo, la comunicación de los mensajes a los jugadores. Es mucho más que solo fútbol.
Y Mikel Arteta (arriba) fue uno de lo mejores profesionales con los que jugué. Formamos una relación increíble dentro del campo, pero yo quería entender más y aprender de un jugador que había estado en equipos como el Barcelona y el Paris Saint-Germain. Fuera del campo él trajo un nivel de profesionalismo a tono con su habilidad técnica. Su propio fisioterapeuta, su mentalidad, su nivel de detalle en los tiros libres o su percepción táctica.
Dejar al Everton en el verano de 2012 fue lo más difícil que hice como futbolista, pero tienes que saber cuando es el momento correcto y entender a tu cuerpo. Yo tenía aspiraciones de jugar más Mundiales y Copas de Asia para Australia, pero entendí que mantener los niveles de intensidad y de rendimiento que exigía el Everton en esa época habría sido imposible.
"Mikel Arteta fue uno de lo mejores profesionales con los que jugué. Formamos una relación increíble dentro del campo"
Como te dije al principio, nunca fui alguien que se quedaba en un vestuario solo por el hecho de estar ahí. Así que me fui a Nueva York a unirme al New York Red Bulls.
Era un nuevo comienzo para mi familia, un lugar estupendo para vivir, un nuevo reto en la MLS, y pude actuar con jugadores como Thierry Henry (abajo), Rafa Márquez o Juninho Pernambucano. Fue algo que además me permitió sentir menos presión en mi cuerpo mientras aprendía más sobre el mundo de los negocios. Fue una época realmente divertida y rejuvenecedora.
Finalmente, tomé la decisión de irme a jugar por distintos países del mundo. Deseaba seguir jugando para la selección nacional y con Australia integrada en el grupo de Asia, tenía sentido irme a China, a India e incluso de vuelta a casa con el Melbourne City.
Idiomas distintos, emociones distintas, actitudes distintas, pero ligas en desarrollo. Eso me dio la oportunidad de ofrecer ayuda a mis compañeros de equipo, asumir un rol de liderazgo y casi ser un entrenador pasivo dentro de esos grupos.
Esas etapas me enseñaron mucho porque ya estaba desarrollando la mentalidad de un entrenador.
Sin embargo, ¿quería ser un entrenador? ¿Quería cruzar esa línea? Quizás... Pero no al 100 por ciento.
Ahora, sentado donde estoy hoy, me encanta.
Me encanta porque estoy comenzando en una academia. Sacando los conos, moviendo las porterías, planificando las sesiones. Trabajando de seis a ocho horas, pero en bloques de dos o tres semanas que me permiten un respiro y evaluar dónde estoy mientras trabajo para conseguir los títulos.
Ya terminé el curso UEFA A y creo que tengo los ingredientes necesarios, pero quiero escuchar y educarme alrededor de gente que es mucho mejor que yo, que saben más que yo cuando se trata de entrenar.
Mikel Arteta me dijo algo una vez que recordaré siempre.
“Cuando quieres ser un entrenador, lo que inviertes es lo que recibes”.
Lo miro ahora desde lejos, y sé las horas que le está dedicando a serlo. Su capacidad de trabajo es insuperable.
La mía debe ser igual.
Redacción: Héctor García