Jair Ventura
Atlético Goiainense, 2023-Actualidad
¿Presión por ser el hijo de Jairzinho? No te puedes imaginar lo que es.
Estaba presente cada día de mi vida. Yo también jugué como delantero.
Cuando marcaba un gol decían que era suerte. Cuando fallaba decían que estaba en el campo por ser el hijo de Jairzinho.
Al contrario de mi padre, yo fui un obrero del fútbol.
A pesar de eso, siempre he optado por la excelencia. Sé que es una utopía, pero creo que hay que buscarla.
Sin embargo, en mi etapa como jugador la excelencia estaba cada vez más lejos. Con 26 años jugaba en un club de Segunda División de Río (Mesquita).
Llegó un momento en el que me planteé si realmente era lo que quería. La conclusión fue que no. Por eso di el paso para ser entrenador.
Me puse a estudiar y dejé de sentir esa presión que había a mi alrededor. La situación pasó a ser diferente. Yo era entrenador y mi padre fue delantero. La presión se esfumó y en su lugar solo había motivo de orgullo.
Al final todo lo malo queda en un segundo plano cuando tienes a un padre como el mío. No solo un excelente jugador, también una persona fantástica. Mi gran referente en lo personal. La persona más importante de mi vida.
Es bonito saber lo importante que también es para mucha gente.
Ha pasado mucho tiempo, pero nadie se olvida de lo que hizo.
En el pasado Mundial de Rusia, viendo por televisión un partido de Brasil, uno de mis asistentes se acercó y me dijo: “Nadie podrá alcanzar lo que hecho tu padre. Ninguno podrá llegar a su nivel. Él es el único jugador del mundo que ha marcado en todos los partidos de la Copa del Mundo y fue campeón. Un monstruo”.
Pero no solo era un gran jugador. También era un futbolista muy versátil. Jugó de ‘10’, de mediapunta, por la derecha, por la izquierda, de ariete, como falso nueve… Y humilde.
"Mi padre se junta con muchos de sus compañeros. Es curioso, porque desde que soy entrenador parece que han hecho un pacto entre ellos para no hablar de fútbol"
Siempre cuenta una gran anécdota al respecto cuando subió al equipo profesional del Botafogo desde el juvenil. En el equipo había un extremo izquierdo que estaba lesionado en ese momento y el entrenador preguntó en un entrenamiento: “¿Alguno de ustedes juega de extremo izquierdo?” Mi padre levantó el brazo.
Sus compañeros se miraban entre ellos y comentaban: “Pero si Jair es extremo derecho”. Pues bien, jugó y marcó un gol. Después de algunos partidos le preguntaron: “Jair tú eres extremo derecho, ¿por qué dijiste que eras extremo izquierdo? Él contestó: “Es que en el extremo derecho ya está jugando Garrincha”.
De vez en cuando mi padre se junta con muchos de sus compañeros. Es curioso, porque desde que soy entrenador parece que han hecho un pacto entre ellos para no hablar de fútbol. Como esos encuentros ya no son tan habituales como antes, ahora se habla más de la familia, de la situación política, de la económica del país…
Una gran cantidad de temas que no tiene nada que ver con él fútbol, aunque siempre alguien al final acaba sacando el tema de la Copa del mundo del 70.
Para mí, esa Brasil fue el mejor campeón de todos los tiempos.
A él le brillan los ojos cuando me habla de esos momentos. Compartir vestuario con tantos grandes futbolistas como tenía esa selección, entre ellos el gran Pelé.
Cuando fui presentado en el Santos como entrenador tuvo un gesto espectacular conmigo. Puso en su Twitter oficial que me deseaba “buena suerte y muchos éxitos”. Cuando me lo contaron pensé que era mentira y fui rápidamente a ver mi móvil tras la rueda de prensa.
Aluciné al ver que era verdad. ¡Entrenar en el Santos con la bendición de ‘O Rei’! Es algo que guardaré para toda mi vida. Es maravilloso que te deseé suerte un tipo como Pelé, para mí fue el mejor de todos.
Mi padre también me cuenta cómo Zagallo dirigió el grupo en el Mundial de 1970 para juntar en el mismo equipo a cinco futbolistas que jugaban en la posición de ‘10’. Pelé, Tostao, Rivelino, Gérson y mi padre.
Parece imposible, pero él consiguió encontrar los espacios para que los mejores pudieran jugar juntos.
Una visión que yo comparto.
Por ejemplo, en un partido ante el Palmeiras jugué con cuatro delanteros. En la rueda de prensa después del partido me preguntaron por qué lo había hecho. “Los cuatro estaban en un buen momento de forma”, contesté.
Cada técnico ve y entiende el fútbol a su manera, pero en mi caso creo que deben jugar los que mejor estén. Independientemente de la edad o del nombre que tenga.
Eso me hace estar feliz de haber dado participación en el Santos con 17 años a Rodrygo, vendido al Real Madrid, donde se va a codear en un futuro con los mejores jugadores del mundo.
También estoy encantado de haberles dado la oportunidad a los más jóvenes, como hice en Botafogo. Es un trabajo que me gusta y es muy gratificante en una carrera de tanta presión poder ayudar a los chicos.
"Alguien me preguntó una vez si mi padre sería titular en mi equipo. ¡Imagínate!"
No solo en la vida profesional, también en la particular. Me gusta mucho hablar con ellos fuera del campo para intentar ayudarles.
Así lo hicieron conmigo todos los entrenadores que tuve durante mi etapa como asistente. A lo largo de mis años como ayudante aprendí mucho con todos ellos. Traté de extraer lo máximo de esas experiencias. Cada uno de ellos tiene su peso en mi forma de entrenar, con sus puntos fuertes.
Fui construyéndome como entrenador con todo este aprendizaje y el estudio. Realizaba cursos de coaching, de análisis del rendimiento y aprendí idiomas: inglés y francés. Procuré aprenderlos, además de vivir muchos años fuera.
Jugué en Grecia, en Francia y en Gabón. Guardó unos recuerdos fantásticos de mi etapa en África. Mi padre había firmado como seleccionador de Gabón y yo solía entrenar en algunas ocasiones con la selección.
En uno de esos entrenamientos, un directivo que acompañaba a un jugador local se acercó para decirme si quería firmar por su club (TP Akwembe). Acepté y firmé un contrato. Incluso surgió la posibilidad de nacionalizarme y jugar con la selección. Fue una gran etapa, con varias lesiones, pero muy gratificante.
Momentos como jugador que, aunque mucho más humildes que los de mi padre, también me han ayudado en mi función como entrenador. Tratar con los jugadores, conocer las situaciones de vestuario, los problemas de los futbolistas... Saber, en definitiva, llevar el día a día de un equipo.
Alguien me preguntó una vez si mi padre sería titular en mi equipo.
¡Imagínate!
Ahora es él quien dice que es el padre de Jair Ventura.
Eso demuestra que está orgulloso de mi trabajo como entrenador.