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Una historia sin terminar

Una historia sin terminar
Fotografía: Sergio Cueto
Redacción
Héctor García
Publicado el
31 de marzo 2020

Milinko Pantic

Jugador del Atlético de Madrid,1995-1998; entrenador del Atlético de Madrid B, 2011-2012

Mi fichaje por el Atlético de Madrid fue cosa del destino, una historia sobre la que se podría hacer una película.


Todo arranca desde cuando jugaba en el Partizan de Belgrado. Nuestro entrenador era Radomir Antic. “El Maestro”, como lo llamo yo. Después de un tiempo, él se fue a la Liga española, con el Zaragoza, y yo a jugar a Grecia, al Panionios.


Ya en Grecia recibí una llamada suya. Quería saber qué tal estaba siendo mi rendimiento en la liga griega.

Stu Forster/Allsport

Yo le conté que mi adaptación había sido muy buena. Realmente la temporada 1994-1995 estaba siendo muy buena para mí, quizás la mejor en mi carrera como jugador: 20 asistencias y 17 goles. Pero antes de que pudiera empezar la siguiente frase, Antic me pidió algún vídeo para ver cómo estaba jugando en el Panionios.


“Entrenador, eso va a ser muy difícil, aquí nadie guarda ese tipo de cosas”, le contesté.


Un tiempo después fuimos a jugar a Atenas, y ahí me encontré a un periodista griego, que trabajaba en la televisión nacional del país y con el que tenía relación. Se me ocurrió preguntarle si él podía encontrar algo mío y, sin ningún interés, se puso a preparar como pudo una cinta de mis cuatros años en Grecia.



"Realmente fue un gran año para mí en Panionios, quizás el mejor de mi carrera como jugador"


El resultado final me gustó mucho, y se lo mandé a Antic (abajo). No pasaron ni dos días cuando me volvió a llamar a casa para decirme que no firmara nada. “Ahora estoy negociando con algunos equipos y quiero que estés conmigo”, me dijo.


A mí me quedaba un año más de contrato con Panionios y el club tenía la intención de prolongarlo. También tenía dos ofertas encima de la mesa, una de la liga belga y otra de Francia. Antic, por entonces, no había firmado nada con el Atlético de Madrid. Se hablaba mucho de eso, pero no había nada concreto todavía.

Richard Heathcote/Getty Images

Mientras tanto, yo me fui a Serbia a hacer la pretemporada con Panionios. La más dura de mi vida. Teníamos a un entrenador rumano, Inre Jemey, que ganó la final de la Copa de Europa en Sevilla con el Steaua de Bucarest. Era buenísimo, pero muy duro. Teníamos hasta tres entrenamientos en un mismo día.


En medio de la concentración me enteré de que Antic había firmado por el Atlético de Madrid.


Y empezaron a salir nombres todos los días en la prensa sobre los fichajes que haría el club. Robert Prosinecki, primer objetivo. Y si no era Prosinecki, el segundo de la lista era Enzo Scifo… Así muchos más nombres.


Pero no el mío, y yo sin saber nada de Antic. Pero al volver a casa de la pretemporada, volvió a contactar conmigo, con un mensaje muy claro: “Yo te quiero firmar para el Atlético. Y va a ser así”.


De repente todo se precipitaba. Lo primero en qué pensé fue cómo hacer con Panionios, porque yo para ellos era un jugador imprescindible y seguía teniendo un año más de contrato.

Nuno Correia/Mandatory Credit: Allsport UK /Allsport

Llamé al presidente, y él, llorando como un niño, me pidió por favor que me quedara.


“Presidente tengo que probar”. “Sé cómo es Jesús Gil (arriba) y todo lo que se habla de él como presidente del Atlético, pero tengo que probar. Creo que valgo para esto”.


Tenía la necesidad de hacerlo. La curiosidad de saber si realmente estaba preparado para jugar a ese nivel. Cuando firmé con Partizan con 19 años yo era un talento, uno de los más grandes jugadores del país, pero por una cosa o la otra no exploté allí. Y tenía ganas de mostrarme y demostrar a los demás que era un jugador para un equipo grande.


Firmé con 29 años por el Atlético, en el verano de 1995. Tal vez un poco tarde, pero fueron tres años muy buenos. Especialmente el primero, el año del “doblete” con “El Maestro” al frente de todo.

"Tenía la curiosidad de saber si realmente estaba preparado para jugar a ese nivel"


En ese equipo tenía a Simeone (abajo) como compañero de habitación. Un jugador competitivo al máximo, siempre con una mentalidad ganadora. Eso nos ayudaba muchísimo al resto, y, además, el año del doblete marcó muchos goles a pesar de que no era su especialidad. Una pieza básica dentro del equipo.


Si me preguntas si ya en esa etapa se le veía que iba a ser entrenador, te mentiría sí te digo que sí. Yo no veía nada de él, pero tampoco de otros muchos compañeros que también lo son, como José Francisco Molina, Santi Denia, Juan Vizcaíno o Roberto Fresnedoso.


En el Atlético del “doblete” -campeones de Liga y Copa del Rey en 1996- todos éramos colaboradores de Antic. Cada uno de nosotros teníamos que hacer nuestro trabajo para el bien del grupo. Como todos, Simeone hizo el suyo perfecto, y lo está haciendo ahora como entrenador. Sus resultados hablan por sí solos.

Clive Brunskill/Allsport

El Atlético es un club especial, que deja huella a todo jugador que pasa por él. Yo al menos lo considero mi casa; y qué mejor para empezar como entrenador que en mi casa. Fue a cargo del segundo equipo, el Atlético B.


Me había preparado muy duro para este nuevo paso, tomando conciencia de lo que quería hacer desde incluso antes de dejar de jugar. Sin embargo, no fue fácil sacar el título. Al contrario que otros muchos jugadores profesionales, yo no pude hacer el curso intensivo  que ofrecía la Federación Española de Fútbol. No cumplía los requisitos de haber jugado al menos ocho años en La Liga.


Así que me tocó ir por la vía que van la mayoría de los entrenadores. Tres años de preparación donde aprendí mucho del fútbol español. Pero no soy un entrenador de la escuela española, tampoco de la serbia.


Me inclinó más por la holandesa, sumando la visión de que el trato con el jugador debe ser lo más sencillo posible. Órdenes directas y concretas, sin pensar tanto en el sistema. Eso queda más para la foto oficial antes del partido. A mí me importa más lo que pasa en el juego.

Getty Images

Los primeros cinco días de pretemporada con el Atlético B fueron los más difíciles y duros de mi vida profesional. Me encontré con hasta 36 jugadores. 29 de la plantilla y 7 que estaban a prueba.


Subimos a los Ángeles de San Rafael –las instalaciones del club en la pretemporada- para entrenar en un campito. Y cuando digo campito es porque lo era; no tenía las dimensiones habituales.


Ahí tenía que preparar un entrenamiento para 36 jugadores, casi sin espacio para todos. Para preparar los entrenamientos en esas condiciones, casi no dormía la noche anterior.



"Los primeros cinco días de pretemporada con el Atlético B fueron los más difíciles y duros de mi vida profesional"


Lo más fácil hubiera sido elegir los jugadores con los que quería formar mi equipo, y dejar a los demás apartados. Pero no, yo quería que todo el mundo participara, que todo el mundo tuviera su oportunidad de demostrar que podía llegar.


En los primeros partidos jugué con los chicos que estaban a prueba y después de eso llegó la parte más dura de ser entrenador.


Yo pensaba, en un principio, al menos así me lo dijeron, que a los descartados se lo iba a comunicar el club. Pero no. El director deportivo tampoco hizo esa función. Al final tuve que ser yo quien se lo dijera a los chavales.

Sergio Cueto

Quise ser todo lo sincero posible con ellos, porque creo que, si eres sincero con el jugador, él lo entiende. De los siete chicos a prueba nos quedamos con uno, y a los demás tuve que decirles que no me interesaban. No es que no valieran para ser futbolistas. En absoluto. Simplemente no valían para las condiciones de ese momento. Todo el mundo puede fallar en un momento determinado.


Pero como entrenador debes tener claro que es imposible contentar a todos. Siempre habrá alguien que estará enfadado. Al final gestionas un grupo grande de jugadores. Por ejemplo, en ese equipo eran 29. El once titular y otros cinco el banquillo. Es decir, 13 en la grada cada fin de semana. Ahora multiplica esos 13 por sus familiares, y al final te encuentras que tienes en las gradas unos cien enemigos íntimos.



"Como entrenador debes tener claro que es imposible contentar a todos. Siempre habrá alguien que estará enfadado"


Pero es lo que hay. Tienes que aguantar y estar preparado para estas cosas. Ya te digo, he sufrido más siempre con los suplentes y descartados que con los once titulares.


También estaba la presión que se añade por lo que la gente espera de ti. Yo había disfrutado de grandes momentos como jugador del Atlético de Madrid, pero eso no me iba a librar en caso de que las cosas no fueran bien. Si los resultados no eran buenos, no iba a durar mucho ahí.

Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images

Si te soy sincero, la gente no le tenía mucha fe al equipo. Íbamos a competir en Segunda B, pero varias personas del entorno me dijeron que era un equipo para Tercera División por el nivel de los jugadores.


Sin embargo, conseguimos romper esos malos pronósticos, firmando una gran temporada donde se juntó una gran generación de jugadores. Ahí estaba, por ejemplo, Saúl (arriba), ahora en el primer equipo; Manquillo, que ha tenido una gran carrera internacional, y muchos otros que han desarrollado una gran carrera profesional.



"Varias personas del entorno me dijeron que era un equipo para Tercera División por el nivel de los jugadores"


Terminamos a un punto del play-off del ascenso a Segunda. Con un poco más de suerte lo hubiéramos conseguido, aunque realmente el objetivo del club no era el ascenso. Simplemente se trataba de no bajar.


Sin embargo, eso no iba conmigo. Peleamos hasta el último momento por el ascenso, a pesar de estar en un grupo con varios equipos clásicos de Primera División, como el Albacete, el Tenerife o el Oviedo… También estaba en el mismo grupo el Castilla con  jugadores como Álvaro Morata y Jesé o el Lugo de Quique Setién.

Sergio Cueto

Al acabar la temporada, tenía un año más de contrato y el club, por las cosas de fútbol, tomo la decisión de no renovarme. La explicación fue que no era un entrenador para Segunda B, sino para un equipo más grande. Ellos buscaban otro perfil de técnico, querían un formador.


No compartí ese argumento, pero lo acepté sin enfadarme. Llevo muchos años en esto y, como decía Luis Aragonés, “tengo el culo pelao”.


En ningún momento miré atrás. Analizar si podría haber hecho algo de otra manera. Solo miré hacia delante y me fui a trabajar en otros países como Azerbaiyán y China para sumar nuevas y diferentes experiencias.


Mi gran sueño permanece intacto: entrenar al Atlético de Madrid. Y estoy seguro de que ese momento llegará. Soy una persona muy ambiciosa que, tarde o temprano, termina alcanzando lo que quiere.


Todavía queda la segunda parte de esta historia.