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Una hoja de ruta

Una hoja de ruta
Emilio Andreoli/Getty Images
Redacción
Héctor García
Publicado el
abril 14 2020

Julio Velázquez

Deportivo Alavés, 2022

Quería ser entrenador desde niño.

Ya entonces tenía claro que no era un camino que elegiría si no llegaba a ser jugador profesional. Lo mío era algo vocacional.

Con solo doce años, algunos días me escapaba del colegio y me iba en bicicleta a los campos anexos del estadio del Real Valladolid –el equipo de mi ciudad- para ver los entrenamientos de Pacho Maturana, Vicente Cantatore (abajo a la izquierda) y los diferentes entrenadores que pasaron por el club en aquellos años.

Fotografía cortesía de Julio Velázquez

Me ponía en una banda, sacaba mi cuaderno y tomaba notas de lo que iba viendo. Por mi edad, todavía no llegaba a comprender todo lo que veía en los entrenamientos, pero con el paso del tiempo fui evolucionando. Aprendiendo y acumulando diferentes circunstancias que te llevan a tener una visión diferente. Mucho más amplia.

En gran parte, eso lo he conseguido también interactuando con otros compañeros. Primero fue en mi entorno, con la gente más cercana.

"Tenía claro que este no era un camino que elegiría si no llegaba a ser jugador profesional. Lo mío era algo vocacional"


Mi primer equipo lo tuve con 15 años, entrenando a niños de 8 y 9 años (abajo). A mucha gente le sorprendía verme en el banquillo siendo tan joven, pero mucho más hablando con los entrenadores de Segunda B o Tercera División, con más experiencia y mucho más mayores que yo. Sin embargo, para mí esa era la mejor manera de formarme.

Las ganas de seguir aprendiendo me llevaron después a ampliarme ese entorno de conocimiento. Y decidí hacerlo a través de viajar. Para ello tracé un hoja de ruta.

Fotografía cortesía de Julio Velázquez

Con poco dinero, me movía por España. Así, el primero de esos viajes fue a Málaga, para ver los entrenamientos de Antonio Tapia. Un técnico que me llamaba la atención especialmente por todo lo que estaba haciendo. Un viaje que pagué con primer sueldo como entrenador. El club me pagó 500 euros en dos partes. 250 al final de la primera vuelta y otros 250 cuando acabó la temporada. Un equipo donde la media de edad era de 30 años, y yo tenía 21. Trabajando con jugadores con otras motivaciones mucho más importantes que el fútbol. Como familia e hijos.

Mientras, si lograba juntar algo más, viajaba al extranjero. La primera parada fuera de España fue a Oporto, en el año 2000.

"Las ganas de aprender más me llevaron después a ampliarme ese entorno de conocimiento, y decidí hacerlo a través de viajar"


Elegí ese primer destino porque quería conocer de cerca un concepto del que todo el mundo hablaba: la “Periodización Táctica”. De manera resumida, señala cómo desarrollar el modelo de juego en el proceso de entrenamiento para transferirlo a la competición-.

Había sido desarrollado por el profesor Vitor Frade, y por entonces estaban aplicándolo de manera brillante una nueva generación de entrenadores portugueses.

Yo mismo pude tomar un curso de nueve días con Frade en la Universidad de Porto, donde impartía clases. Un total de nueve días donde puede estar muy cerca de él aprendiendo más conceptos.

Emilio Andreoli/Getty Images

El último paso para ser entrenador - conseguir el título de Nivel 3 - también fue una formación a nivel personal. En esos años, el último curso de entrenador nacional solo se convocaba en dos ciudades de España –ahora cada federación territorial hace el suyo-, y cada tres años. No podía dejar pasar ese momento.

Tomé la decisión de irme de mi casa a Santander para poder hacer el curso en Castro Urdiales, una ciudad cerca de Bilbao. Y me fui con lo justo. Me tocó compaginar trabajar, estudiar en la universidad (Educación Física), entrenar y sacarme el título de entrenador en el mismo año. Así seis días a la semana.

Aunque en algunos momentos fue duro, lo disfruté mucho, como lo sigo haciendo ahora. Creo que la diferencia está en que ahora tengo más experiencia para disfrutar del proceso diario de ser entrenador. Tal vez cuando empecé pensaba más a largo plazo. Sin embargo, con el paso del tiempo me fui dando cuenta de que todo lo que ocurre en el fútbol es la consecuencia de lo que acontece en el trabajo diario.

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Esa mentalidad me llevó con 30 años a tener mi primera oportunidad en el fútbol profesional, en diciembre de 2011. Un momento que tuvo su origen un año antes y fue fruto, como te decía, del trabajo diario.

Yo estaba en el Poli Ejido -en Segunda B-, donde fuimos pasando rondas en la Copa del Rey y en dieciseisavos nos tocó el Villarreal, equipo de Primera. La eliminatoria, aunque no pasamos, salió muy bien, con una imagen positiva del equipo.

Poco tiempo después, el Villarreal me hizo una propuesta para entrar a formar parte de su estructura de trabajo, como entrenador del tercer equipo, el Villarreal C. Conseguimos que el equipo funcionara muy bien, pero cuando estaba de vacaciones de Navidad en Valladolid, recibí la llamada del presidente, Fernando Roig (arriba).

"Mi primera oportunidad en el fútbol profesional me llegó con 30 años; un momento que tuvo su origen un año antes"


Me dijo que habían tomado la decisión de darme el segundo equipo, en Segunda División. Lo primero que hice fui subir del tercer equipo a algunos jugadores. Entre ellos futbolistas que han desarrollado luego una gran carrera en el club, como Manu Trigueros o Gerard Moreno. La reacción fue espectacular y terminamos el año en mitad de la tabla. Una trayectoria que tuvo continuidad con el nombramiento como entrenador del primer equipo -acababa de descender a Segunda División- ese mismo verano.

Esa oportunidad que me dio el Villarreal, y en especial Roig y la junta directiva, me ha llevado después a llegar más lejos. Entrenar a equipos como el Real Betis, Murcia y Alcorcón, en la primera división de Portugal o la Serie A en Italia.

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Todos los que estamos en esto deseamos trabajar en diferentes ligas, y para mí Italia era uno de uno de esos lugares en mi lista. En mi infancia, todos los fines de semana me levantaba muy temprano para ver los partidos de la liga italiana que retransmitían en la televisión. Me llamaba especialmente el “Inter de los alemanes”. Lothar Matthaüs, Jurgen Klinsmann, Andreas Brehme (arriba a la derecha), jugadores a los que también veía cuando estaban en Alemania-. Sin olvidar, por supuesto, el Milan de Arrigo Sacchi.

También tenía ganas de trabajar en Italia por su manera de entender el juego, con un papel muy importante del entrenador. Valoré muy orgulloso y feliz que la familia Pozzo –dueños del club- vieran en mí una persona adecuada para dirigir su proyecto en el Udinese en 2018.

"En mi infancia, todos los fines de semana veía los partidos de la liga italiana en televisión, el "Inter de los alemanes", el Milan de Sacchi"


Trabajar fuera, además de adaptarte a los diferentes aspectos tácticos y técnicos de cada país, te presenta nuevas situaciones como entrenador. Una de las más importantes para mí es el idioma. Debes hacerte entender con los jugadores.

Esa temporada en el Udinese había 21 jugadores de distintas nacionalidades. Después de firmar con el club, me marqué un objetivo: dar mi primera charla como entrenador en italiano.

Para poder hacerlo estuve tomando clases de italiano varias horas al día en las dos semanas de vacaciones que tuve con mi mujer. Lo hice así por respeto a los jugadores, pero también a los aficionados y a la gente del club.

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En el Vitoria Setúbal fue más fácil. Casi todos los jugadores son portugueses o brasileños. También me ha ayudado mi anterior paso por Belenenses en 2015. Creo que es fundamental también para un entrenador manejarse en diferentes idiomas. Hablo inglés, español, italiano, portugués y, desde hace poco, he empezado cursos de francés y alemán.

A nivel deportivo, en su momento decidí volver a Portugal por una razón por encima de todas: representaba un reto para mí. Tenía ofertas de otros equipos, pero quería ver si éramos capaces de cambiar la propuesta y dar un giro a lo estaba haciendo el equipo. Sobreponernos a las adversidades en un equipo donde los medios son más limitados que en otros clubes.

Pero no basta con eso. Quiero seguir creciendo y evolucionando en mi trabajo.

Y es mi vocación, la que tengo desde que de niño me escapaba en bicicleta para ir a ver los entrenamientos del Valladolid.