emmanuel amunike
Masr El Makasa, 2020
Sé que hay muchos que piensan que el Barcelona me hizo un favor al contratarme. Pero esos mismos se olvidan de lo que alcancé como jugador antes de llegar al equipo.
Todo empezó como la historia de cualquier otro niño al que le gusta jugar al fútbol. Lo hacía en la calle y con mis amigos en el colegio. Me crie con mis abuelos hasta los diez años, cuando nos mudamos a Lagos. Y fue ahí cuando empezó mi verdadera locura por el fútbol, con el sueño de jugar algún día para mi selección.
El primer equipo en categorías inferiores fue en el Osjad, ahora desaparecido, donde también intenté entablar relaciones sociales, y lo bueno es que todavía paso tiempo con algunos de mis amigos de la infancia cuando estoy en Nigeria. Desde muy joven aprendí la importancia de ser humilde.
Todos los entrenadores que tuve han influido en mí. He intentado aprender de todos y asimilar lo mejor de cada uno de ellos, pero sí hay dos nombres que destacaría por encima de todos. Dave Mackay (abajo), quien me entrenó en el Zamalek Sporting Club de Egipto –mi primer club internacional- y confió en mí siendo muy joven, y Carlos Queiroz, con el que coincidí en el Sporting de Portugal.
Mi llegada a Europa se produjo después del Mundial de Estados Unidos 1994, en una situación complicada de gestionar.
Antes de comenzar el Mundial tuve el ofrecimiento del Duisburgo. Llegó después de un partido amistoso que jugamos ante ellos con la selección de Nigeria, en la concentración en Holanda, como preparación para el Mundial. Terminando ese partido, el presidente y el entrenador del equipo fueron al hotel donde estábamos concentrados para decirme en persona que querían ficharme. Era mi gran oportunidad de dar el salto a Europa. Pero en esa conversación les señalé que tenía contrato con el Zamalek y que debían hablar primero con el presidente. Ellos viajaron a El Cairo, donde parece que llegaron a un acuerdo, pero todavía sin mi firma.
“HAY DOS ENTRENADORES QUE TUVE QUE DESTACARÍA POR ENCIMA DE TODOS: DAVE MACKAY Y CARLOS QUEIROZ”
Mientras tanto, yo fui a jugar el Mundial (abajo) y, a la finalización del campeonato, el Sporting de Portugal se interesó en mí y también hablaron conmigo.
Con dos opciones sobre la mesa, velé por mis intereses y el Sporting de Portugal era mejor opción que la del Duisburgo y así se lo hice saber al presidente del Zamalek. Pero él no tenía el mismo punto de vista.
Al final, la FIFA tuvo que mediar y acabé jugando en el Sporting, después de alrededor de tres meses en los que me entrenaba con el equipo, pero sin poder jugar hasta que hubiese una resolución.
A pesar de vivir esa situación al comienzo, pasé unos años inolvidables en Portugal, donde conseguí mostrar un alto nivel de juego que me llevó, entre otros logros, a ser elegido el mejor futbolista de África en 1994. Como jugador, siempre aspiras a ser el mejor de tu continente, y serlo ese año fue un gran momento para mí. Aunque, sinceramente, no me esperaba esa elección.
Y no lo esperaba porque había jugadores tan importantes como Rashidi Yekini, George Weah, Tony Yeboah o Titi Camara. Además, a diferencia de ellos, yo había jugado la mitad de ese año en África, en el Zamalek.
“MI LLEGADA A EUROPA SE PRODUJO DESPUÉS DEL MUNDIAL DE ESTADOS UNIDOS 1994, EN UNA SITUACIÓN COMPLICADA DE GESTIONAR”
Dos años después, conseguí ganar con mi selección la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atlanta ‘96. Por delante de selecciones como Argentina y Brasil, a las que todos daban como favoritos. Tuve la suerte de marcar el gol que nos dio la victoria en la final ante Argentina. El gol más importante de mi carrera.
Todo eso fue lo que me llevó al Barcelona en 1996. Mis logros con la selección y en los clubes en que había jugado.
Por eso digo que sí estoy muy agradecido al Barcelona y a Sir Bobby Robson (abajo) por la oportunidad que me dieron, pero no fue un favor. Creo que había demostrado que estaba preparado para jugar en un club tan grande.
El fichaje llegó por vía de Robson. Él conocía bien cómo jugaba porque los años previos había entrenado al Porto y fueron muchos los partidos que dirigió contra el Sporting.
Yo llegaba con la ilusión de seguir creciendo, ser un jugador mucho mejor de lo que era rodeado de grandes compañeros que me ayudarían a conseguirlo.
Pero, desgraciadamente, no se pudo dar por una lesión en la rodilla izquierda que se produjo tiempo antes, y de la que yo pensaba que estaba recuperado.
“A LA GENTE LE COSTÓ DIGERIR QUE HABÍA UN JUGADOR AFRICANO EN EL EQUIPO”
Esa lesión fue precisamente en mi último partido con el Sporting, la Supercopa de Portugal ante el Porto, que disputamos a finales de abril de 1996. Me recuperé bien, aunque dijeran lo contrario. La prueba de ello es que jugué los Juegos Olímpicos a un alto nivel.
Sin problemas.
Mi fichaje por el Barcelona estaba cerrado para hacerse en verano, pero no firmé hasta el mes de diciembre, después de pasar varias pruebas médicas que corroboraron que mi rodilla estaba para poder jugar.
Lo hice los primeros meses, pero tuve muy mala suerte con la lesión y, además, me operaron mal en Barcelona, con un experimento que no salió. Eso, unido a que a la gente le costó digerir que había un jugador africano en el equipo. Intenté hacerlo lo mejor que pude, fui a Estados Unidos a recuperarme, incluso por mi cuenta, pero no pudo ser y al club tampoco le interesó.
Obviamente no fue la historia que yo quería escribir con el Barcelona, pero he sido feliz en todos los equipos en los que he estado y en el Barça también, aunque no jugara muchos partidos por la mala suerte que tuve con mi lesión. Sí gané títulos y me llevé bien con todos mis compañeros. Un grupo fantástico.
“HABÍA PASADO TODA MI VIDA EN EL FÚTBOL, ASÍ QUE EL SIGUIENTE PASO ERA ENTRENAR”
Después seguí jugando en el Albacete, y más tarde en un equipo de Jordania, pero con una artrosis de rodilla que cada vez iba a peor.
Hasta que no quedó otra opción que parar. Puse punto y final sabiendo que es un momento por el que al final acaban pasando todos los jugadores. Nadie se termina escapando de eso, ya sea por una lesión, como en mi caso, o por la edad.
Para mí lo más importante era prepararme para lo que vendría después, enfocar un nuevo camino. Una decisión que tenía encaminada. Había pasado toda mi vida en el fútbol, así que el siguiente paso era entrenar. Pero para hacerlo tuvo que obtener todos los títulos, realizando los tres niveles.
Los cursos los hice en Santander, en la provincia de Cantabria. Conocí a mi esposa ahí mientras jugué en España, primero en el Barça y después en el Albacete, y después de retirarme en 2004 me instalé definitivamente en Santander porque mi mujer es cántabra y mis hijos también nacieron ahí.
“Empecé a demostrar de lo que podía ser capaz como entrenador en las categorías inferiores de Nigeria”
En el primer día de clase, recuerdo una simpática anécdota. Llegué al centro de estudios y nadie me reconoció, hasta que el profesor me llamó para recoger los libros. No había terminado de enunciar mi apellido cuando todo el mundo se fijó en mí.
Estaban sorprendidos de que yo pudiera estar ahí. Pero yo era como ellos. Uno más. Una persona que iniciaba un camino desde abajo cargado de ilusiones.
Para mí, no importa lo que tú eres, si no lo que puedes hacer.
Empecé a demostrar de lo que podía ser capaz como entrenador en las categorías inferiores de Nigeria. Una tarea tan motivante como compleja, porque en Nigeria no hay competiciones de chicos jóvenes. Todo eso hace más difícil elegir a los jugadores.
Con trabajo conseguimos desarrollar un gran equipo, campeón del mundo de su categoría en 2015 (arriba). De ese grupo salieron jugadores muy importantes que ya están en equipos de Primera, como Samuel Chukwueze (Villarreal), Victor Osimhen (Napoli) o Kelechi Nwakali (Huesca). Pero no hay que olvidar que son chicos jóvenes, y como tal necesitan un periodo de adaptación, sobre todo, en competiciones tan importantes.
“PARA MÍ, NO IMPORTA LO QUE TÚ ERES, SI NO LO QUE PUEDES HACER”
Mi experiencia también fue grandiosa como seleccionador de Tanzania (abajo). Estoy agradecido a la Federación de Fútbol del país por darme la oportunidad de servirles a ellos y a la gente de Tanzania. Al final, pudimos lograr nuestro objetivo. Incluso cuando nadie creía en nuestras posibilidades, seguimos adelante y clasificamos para la Copa África de 2019. Algo que no conseguía la selección desde hacía casi cuarenta años.
Como siempre he dicho, los jugadores fueron increíbles y pudieron cambiar de opinión, creyendo que la clasificación es alcanzable. Pero para conseguir lo que uno se propone, siempre hay que pedirles cosas a tus jugadores.
Y yo les pido, por encima de todo, que entiendan la responsabilidad que tienen que tomar en las dos fases que son fundamentales del juego: ¿Qué ocurre cuando tienes el balón y qué cuando no lo tienes?
Hoy en día en el fútbol todo vale, pero al final depende de lo que planteas ante un rival y de las características de los jugadores que tienes en estas dos funciones. Se trata de hablarlo, entrenarlo, y, finalmente, tratar de buscar una solución con ellos.
En esta historia, mi intención es entrenar en España como siguiente paso. No me cierro puertas en otro lado, pero España es mi casa, mi familia es de ahí, y ahí hice los tres niveles de entrenador.
Yo tengo experiencia acreditada. Solo queda que me salga una oportunidad para demostrar mis conocimientos.
Que puedan ver de lo que soy capaz.