roberto mancini
Seleccionador de Arabia Saudita, 2023-Actualidad
El Perfil:
Roberto Mancini llegó a una selección italiana en crisis tras quedarse fuera del Mundial de 2018, un hecho sin precedentes en la historia de La Azzurra. Tres años después de su llegada al banquillo de la selección, la situación es bien distinta. Italia se proclamó campeona de la Eurocopa 2020 con un fútbol tan vistoso como pragmático, alcanzado también el récord mundial de partidos sin perder (37 hasta la fecha), por delante de la marca de España (35) y Brasil (34).
“Ganamos cuatro Mundiales con nuestro estilo de juego habitual. La fase defensiva es fundamental para nosotros, pero también tratamos de cambiar de mentalidad y atacar mucho más. Los chicos han asimilado esta filosofía”, señala Mancini, el impulsor del renacimiento italiano.
Estilo de juego:
Mancini nunca fue un entrenador con un estilo típicamente basado en los principios clásicos del juego italiano, pero eso no le ha privado de formar un equipo ganador y a la vez muy alejado de los cánones del catenaccio. Italia es una selección en la que predominan los futbolistas con buen pie, una filosofía de juego basada en ser protagonistas con el balón y una verticalidad que la convierten en una escuadra eminentemente ofensiva.
Desde un sistema 4-3-3, la selección de Italia adquiere una posición en el campo diferente en ambas fases del juego. En esa capacidad que disponen los italianos para ser dominadores a través del balón, cobran gran importancia los tres centrocampistas que dan forma al juego italiano (abajo). Jorginho como mediocentro posicional, acompañado de Marco Verratti y Nicolò Barella como interiores. Aquí confluye el principal punto fuerte del conjunto de Mancini; jugadores con capacidad para comprender cuando aparecer en la base de la jugada para dar alternativas en el pase o cuando tienen que ocupar los espacios generados a espaldas de los mediocentros rivales.
Los inicios desde atrás están confeccionados para atraer y luego correr. Gianluigi Donnaruma, Leonardo Bonucci y Giorgio Chiellini elaboran el juego con el propósito de que les salten los delanteros y centrocampistas rivales para que se vaya generando espacio a sus espaldas (abajo).
Bonucci y Chiellini se complementan a la perfección en todos los conceptos defensivos, pero además también lo hacen en el juego de posesión. Mientras Bonucci cuenta con más calidad y capacidad para filtrar balones a la siguiente línea, Chiellini tiene en la conducción su mayor virtud cuando dispone del esférico. Es por eso que la longeva pareja de centrales no rehúye la salida de balón, pese a estar con el pressing del rival muy alto. No obstante, su experiencia como futbolistas hace que los riesgos sean mínimos cuando no ven controlada la situación.
Para darle sentido al ritmo con balón, el jugador fundamental es Jorginho. Todo pasa por él. El jugador del Arsenal, siempre bien perfilado y con la continuidad en el pase como principal aliado, se mueve continuamente ofreciendo una línea para recibir a cualquiera que lo requiera. Los pases de Jorginho tienen un fin al que Mancini da un gran valor: evitar densidad y alejar el balón de la presión rival para aclarar el juego. Esa jerarquía en el juego han hecho de Italia un equipo con centrocampistas que tienen diferentes roles y que juntos se complementan a la perfección.
El ‘todocampista’ Verratti y el trequartista Barella completan un centro del campo donde siempre que falta uno, entra en su lugar Manuel Locatelli, un jugador mucho más posicional. Mancini da una prioridad importante a cómo su equipo progresa hacía la siguiente línea, y con Verratti y Barella tiene asegurado siempre el siguiente pase.
A la hora de comenzar a atacar Jorginho ejerce por delante de la defensa como único mediocentro, pero en muchas ocasiones es Verratti quien se lateraliza en el sector izquierdo para iniciar el ataque desde esa posición. Si esto sucede, Barella entonces acomoda aún más su lugar en la altura de mediapunta esperando conectar. Pese a que Verratti alterna su posición detrás del mediocentro rival o cerca de Jorginho para elaborar, lo que nunca realiza es el movimiento en ruptura que sí hace más a menudo Barella (abajo).
Una de las disposiciones de Mancini es tener alternativas en el centro del campo y Barella es el encargado de trazar diagonales o aprovechar el espacio del delantero, si este viene a conectar con los centrocampistas.
La principal variante al 4-3-3 llega a través del posicionamiento de Emerson Palmieri e Insigne en el sector izquierdo (abajo). El jugador del West Ham responde a la perfección a la concepción de lateral con largo recorrido y gran capacidad de juego ofensivo. Es por ello que en múltiples ocasiones, Mancini demanda a Emerson darle amplitud y profundidad al equipo, elaborando entonces la jugada con tres defensas. Una posición que, debido a su altura, empuja a Lorenzo Insigne a jugar de mediapunta. Desde ahí, el futbolista del Napoli disfruta girando en espacios reducidos y conduciendo a máxima velocidad hacía portería rival, explotando otros registros que se le conocían menos, pero que lo hacen igual de peligroso para los equipos rivales.
A sus condiciones de extremo a pierna cambiada, trazando diagonales con el balón controlado para finalizar o buscar un centro, Insigne ha unido una gran capacidad de entendimiento del juego y un buen juego de espaldas. Un desarrollo que lo convierte, en ocasiones, en el falso nueve que busca Mancini cuando decide darle mucha amplitud al campo poniendo sobre el campo a dos extremos puros.
De ese modo, Insigne otorga a Mancini otra forma de atacar que no acostumbraba a realizar Italia, haciéndolo sin una referencia ofensiva clara, en lo que supone otra respuesta más al estilo de juego que lleva imponiendo el técnico italiano desde hace tres años. Si bien el delantero titular es Ciro Inmobile, la vuelta de Nicolò Zaniolo después de una larga lesión puede seguir dándole minutos a Insigne en una posición en la que dibuja desmarques continuamente para aprovecharse de su velocidad y capacidad para asociarse rápido (abajo) y finalizar jugadas.
Si por el perfil izquierdo suele ser Emerson el encargado de darle amplitud al equipo, en banda derecha Federico Chiesa se ha ganado por méritos propios un puesto en el once. El de la Juventus fue uno de los futbolistas más destacados de la pasada Eurocopa ganada por Italia y tiene la capacidad individual para vivir pegado a la línea y, a su vez, convertirse en un segundo delantero cuando la jugada lo requiere (abajo). Atacar profundidad y mantenerse abierto son las premisas fundamentales para un extremo, conceptos que Chiesa ejerce a la perfección. Incansable en la carrera, su idilio con el gol hace que haya ganado la posición a jugadores como Federico Bernardeschi o Domenico Berardi.
Fase defensiva y presión:
Si en el inicio del juego ofensivo destacábamos los grandes recursos que ofrecían la pareja de centrales de Bonucci y Chiellini, en su faceta defensiva son tantos los conceptos del juego que dominan, que gran parte del último éxito de Mancini al frente de Italia tiene que ver con el alto nivel de ambos defensores.
Uno de los puntos fuertes del equipo italiano en tareas defensivas es el juego aéreo. Para esta ecuación no debemos olvidarnos de Donnaruma, un portero que en los duelos por arriba se muestra como uno de los mejores en su posición. El guardameta fue elegido mejor jugador de la pasada Eurocopa y su gran estatura no evita que tenga un buen juego de pies y sea ágil y rápido debajo de los palos.
Como cualquier equipo que basa sus principios en dominar la posesión de balón, recuperarlo cuanto antes es una de las grandes demandas de Mancini. Para conseguirlo, Italia eleva siempre el bloque a la hora de presionar y reduce la distancia entre el delantero y los centrales para que haya el menor espacio posible (arriba).
En los saltos de presión ejercen gran influencia los dos interiores que se sitúan por detrás del delantero. Una vez que Inmobile ha dividido la presión con su movimiento entre centrales rivales, tanto Barella como de Verratti saltan a la presión para dificultar la circulación del conjunto rival y evitar que tengan facilidad a la hora de progresar con el balón controlado.
Para que eso suceda con eficiencia, tiene que haber una gran coordinación con Jorginho en el eje y la distancia con la línea defensiva. Una ejecución que realizada con precisión le complicará al poseedor de balón rival conectar con el hombre libre, como también -si el pase tiene éxito- al posible receptor continuar la acción, ya que Italia siempre tendrá un centrocampista cerca de él. Una situación que conlleval para el equipo rival un riesgo grande de perder la posesión.
Sin embargo, si la presión no se realiza con los movimientos preciosos que esta requiere, se producen espacios a los costados del mediocentro o a su espalda (arriba). Una tarea, por tanto, que requiere el compromiso mostrado por todos los jugadores dirigidos por Mancini para evitarlo.
Redacción: Héctor Riazuelo