Julián Calero
Levante, 2024-Presente
Muchas veces me meto en aventuras que, a lo mejor, otro entrenador no aceptaría. Pero ¿sabes qué pasa? Yo soy un poco echado para adelante.
Cuando me ofrecen un reto siempre veo la parte positiva. Me cuesta mucho ver lo negativo. Quizás sea un defecto más que una virtud, porque a veces me meto en situaciones complicadas. Pero es cierto que en los últimos cinco años todo ha salido muy bien.

Empezaría por el Burgos. Allí tuvimos problemas económicos muy graves. Pero, a pesar de eso, logramos ascender a Segunda División y luego mantenernos en la categoría el primer año con un equipo que apenas pudimos reforzar. Y al año siguiente estuvimos casi toda la temporada en puestos de play-off por el ascenso a LaLiga.
También puedo hablarte del Cartagena, donde la dificultad fue máxima cuando llegamos, con el equipo colista y en una dinámica muy negativa. Lo más difícil de esas situaciones es cambiar la dinámica, porque cuando fichas por un equipo, como digo, siempre veo la parte positiva: la plantilla, las posibilidades que tienes, el calendario y el contexto en general. Yo analicé todo eso, pero, una vez dentro, hubo cosas que no eran como pensaba.
"Cuando me ofrecen un reto, siempre veo la parte positiva. Me cuesta mucho ver lo negativo"
Seguramente por eso nos costó mucho arrancar, con malos resultados las diez primeras jornadas, pero a partir de enero de 2024 fue tremendamente satisfactorio, porque fuimos el mejor equipo de la segunda vuelta. Yo lo comparaba con el torneo Apertura y Clausura en Argentina. Así se lo transmití a los jugadores. Incluso hicimos una clasificación de esa segunda vuelta que actualizábamos todos los fines de semana y en la que íbamos primeros.
¿Sabes por qué hicimos eso? Porque creo que en las dinámicas positivas se generan cosas positivas. Quería que los jugadores vieran que estábamos en una dinámica ganadora. La clasificación era global, sí, pero a mí me interesaba separarla para que ellos pensaran que estaban en una línea positiva.

Cuando llegué al Levante en el verano de 2024 el equipo venía de tres temporadas complicadas. Primero con el descenso de LaLiga a Segunda. Luego perdiendo el ascenso ante el Alavés con un gol en contra en el último minuto del partido de vuelta del play-off. Y, al año siguiente, sin poder siquiera jugar el play-off.
A nivel emocional, el equipo estaba deprimido. Hubo que cambiar la mentalidad de la plantilla, porque había muchos jugadores, y buenos, pero habían entrado en un bucle de pesimismo, de falta de optimismo, por todo lo malo que les había pasado. Fue un trabajo distinto: limpiar las cabezas y hacerles creer que sí se podía, que todo podía salir bien si hacíamos las cosas bien. Y así fue: logramos el ascenso.
"Estoy enormemente agradecido a los entrenadores con los que trabajé, todos ellos conocidos futbolistas, gente que jugó en equipos grandes, y eso les dio una experiencia brutal"
Han sido tres situaciones muy distintas en los últimos años, pero todas muy satisfactorias y con un resultado final increíble. Así que estoy muy contento, porque los entrenadores tenemos una profesión dificilísima. Es raro que no te cesen, y más raro aún no tener dificultades.
Pero mi carrera como entrenador va mucho más allá de estos últimos cinco años: he tenido que dar un rodeo muy largo para llegar a primera división por primera vez. Empecé entrenando en tercera. Jugué un play-off de ascenso a Segunda B, que fue el último en mi ciudad, en Parla. Luego entrené en Segunda B, en el Navalcarnero. Estuvimos a punto de jugar el play-off de ascenso. No lo jugamos, pero hicimos la mejor temporada de la historia del club, con jugadores que cobraban apenas 400 euros al mes. Para entrenar en segunda tuve que ascender con el Burgos. Y ahora, para entrenar en primera, también he tenido que ascender. Tenía muy claro mi camino: o ascendía, o era muy difícil.

A partir de ahí, la gente te va conociendo y vas ganando posibilidades de entrenar en categorías más altas. Si no has sido futbolista profesional, esto funciona así. Sin embargo, no hay que quejarse ni tomarlo como una rémora. Simplemente es la realidad. Acéptalo e intenta hacer todo lo posible. Y, sobre todo, disfruta del camino. Eso sí lo he hecho: disfrutar muchísimo. Para mí, cada equipo que he entrenado era el mejor del mundo, sin importar la categoría. Si no lo aceptas, tienes que dedicarte a otra cosa
También en la vida tienes que ser agradecido con la gente que te ha dado la oportunidad. Y yo lo soy. Estoy enormemente agradecido a los entrenadores con los que trabajé, todos ellos conocidos futbolistas, gente que jugó en equipos grandes, y eso les dio una experiencia brutal.
"También ha influido mucho en mi camino como entrenador todo lo que he vivido fuera del campo"
Fui segundo de Luis Milla en la temporada 2012/13 en Al Jazira Club. Luis es una persona con historia y mucho conocimiento. También estuve dos años con Julen Lopetegui en el Porto. Jugamos competiciones como la Champions League, donde llegamos a cuartos de final en la 2014/15, cita en la que nos eliminó el Bayern de Múnich de Pep Guardiola. Eso no tiene precio, no solo a nivel deportivo, sino en la gestión de jugadores. En aquel Porto estaban Casemiro, Óliver Torres, Iker Casillas, Brahimi o Ricardo Quaresma. Aprendí mucho de Julen, compartiendo muchas cosas a nivel futbolístico.
Y también de Fernando Hierro. Primero en el Real Oviedo y después en la Selección Española. Fernando, cuando se hizo cargo de la selección, me regaló ir a un Mundial (Rusia 2018) como segundo entrenador, algo que, por mi perfil, es muy difícil que suceda. Él fue uno de los mejores centrales del mundo durante años, y su trayectoria le dio un estatus especial. Pero eso no basta: también importa cómo eres como persona. Aprendí muchísimo de él. Me dio experiencias tremendas que hoy me hacen sentir seguro en cualquier circunstancia.

También ha influido mucho en mi camino como entrenador todo lo que he vivido fuera del campo. Circunstancialmente aprobé la oposición de policía municipal en Madrid. Y digo circunstancialmente porque no era ni mi vocación ni mi intención. Pero había que seguir sobreviviendo cuando el fútbol no daba para vivir solo de eso. Luego me enganché mucho a la profesión de policía y estoy muy orgulloso de haberlo sido, porque tuve unos compañeros fantásticos y todo lo que hacía era ayudar mucho a la gente. Estuve años en violencia de género, trabajando por la noche y entrenando por las mañanas. Era muy duro, pero me permitía seguir con ambas cosas: trabajar y entrenar.
"El fútbol es un soporte al que siempre me he aferrado. Un refugio en mi vida, porque tiene muchos valores"
Durante mis años como policía viví el 11-M en la estación de Atocha, en marzo de 2004. Junto con varios compañeros, fui uno de los primeros policías que entró después de los atentados. Ha sido la experiencia más brutal que he tenido en mi vida. Imposible de olvidar; imposible que no te afecte. Cuando ves morir gente en tus brazos, cuando te piden ayuda, haces todo lo posible por socorrer, pero es muy complicado. Aquello fue una barbaridad, un escenario de guerra. Eso no se olvida.
Por supuesto que te afecta como persona, y te hace relativizar muchas cosas. Desde ese momento, el fútbol, que yo creía que era lo más importante, pasó a ser lo más importante de lo menos importante, que no es poca cosa. Recuerdo que cuando ocurrió el 11-M yo entrenaba a un equipo de categoría juvenil del Parla. Esa semana jugábamos en Getafe, y cuando marcamos un gol todos los jugadores corrieron a abrazarme. Todavía se me hace un nudo en la garganta cuando lo cuento, porque los chicos vinieron a abrazarme sabiendo lo que había sucedido, lo que yo había vivido.
Fue algo tan brutal, tan increíble…

Vinieron a hacer piña, a arroparme, cuando yo debía ser quien los arropase a ellos. Pero ellos habían visto mi sufrimiento, lo que había pasado, y fueron ellos los que me dieron apoyo. Lo recuerdo perfectamente.
El fútbol es un soporte al que siempre me he aferrado. Un refugio en mi vida, porque tiene muchos valores: esfuerzo, sacrificio, compañerismo, solidaridad, trabajo en equipo, espíritu de superación… Todos esos valores están presentes en el fútbol y son extraordinarios. Aunque no hayas sido futbolista profesional, el fútbol te los enseña para toda la vida.
"Después del 11-M, el fútbol, que yo creía que era lo más importante, pasó a ser lo más importante de lo menos importante, que no es poca cosa"
El año pasado viví otra situación muy dura en Valencia con la DANA. El 11-M y la DANA son dos realidades diferentes, pero al final la gestión emocional es la misma: intentar ser lo más solidario posible, empatizar con quienes han sufrido y ayudarles en todo lo que se pueda.
El Levante lo hizo extraordinariamente bien. Mis jugadores, el cuerpo técnico, las familias de los jugadores, mi familia… Todos ayudando en nuestro estadio, el Ciutat de València, que se convirtió en un punto de recogida increíble.
Nuestro cuerpo técnico y yo estuvimos repartiendo medicinas por los pueblos afectados por la DANA. Mi hija, que es enfermera, recopilaba las medicinas y nos las daba. Mi mujer también colaboraba en la coordinación. Los empleados del club, muchos de ellos, trabajaron 24 horas. Fue algo brutal.

Nuestra ciudad deportiva quedó inutilizable, completamente inundada. Tuvimos que entrenar en el estadio durante muchos días, hasta que pudimos volver, más o menos, a tener algo de cierta normalidad. Y digo "cierta normalidad" porque no todo estaba bien. Entrenar en el estadio tenía una carga emocional enorme. Terminábamos de entrenar y pasábamos por la zona de recogida. Era imposible abstraerse, incluso durante el entrenamiento. Al entrar y salir había ruido de maquinaria, camiones, gente llegando... Era muy difícil, a nivel personal, poder desconectarse. Eso nos afectó mucho.
¿Y qué intentamos hacer para volver a jugar? Ser muy profesionales y buscar una vía: solo podíamos ayudar a esa gente dándoles una alegría. Esa era nuestra única forma. Intentar darles alegría en medio de una catástrofe. Por esa vía fuimos: gestionar la situación desde esa perspectiva. Como he contado, ayudamos físicamente, con nuestro esfuerzo, pero la mejor ayuda que podíamos dar era competir y ganar, para que se sintieran orgullosos del equipo, de su ciudad y de sus jugadores.
"Solo podíamos ayudar a esa gente dándoles una alegría. Esa era nuestra única forma. Intentar darles alegría en medio de una catástrofe como la DANA"
No obstante, el golpe de la DANA fue muy duro y nos costó reengancharnos a la competición. Bajamos casi hasta mitad de la clasificación cuando volvimos a competir después de la suspensión de varios partidos, y a eso se sumó una eliminación en la Copa del Rey. El equipo seguía en estado de shock.
Pero después nos rehicimos. Recuperamos el rumbo, sobre todo mentalmente, recompusimos a los jugadores y nos enfocamos de nuevo en el camino. Fue muy difícil, muy duro, pero intentamos convertir algo tan bestial como aquello en algo positivo: una fuerza para continuar.

Sin embargo, las emociones son difíciles de controlar. En los cuatro últimos partidos, cuando más cerca estaba la posibilidad de ascender, sentimos la ansiedad que había y la presión. Momentos que van más allá del juego. ¿Sabes cuando un jugador de tenis quiere cerrar un partido porque va a ganar su primer gran torneo? No lo ha ganado nunca, va dos sets arriba y 5-4 en el último. Lo tiene muy cerca, pero entonces ahí se le encoge un poco la mano. Ese fue el símil que utilicé con los jugadores: “No tenemos que encogernos, no nos hagamos pequeños. Tenemos que intentar ser lo más cercanos posibles a lo que habíamos sido durante toda la temporada”.
"Voy a ponerle al trabajo de entrenador toda mi experiencia. La que he tenido a nivel personal, la del 11-M y la de la DANA. Más la futbolística: el Mundial con Fernando Hierro, los partidos con Julen Lopetegui en la Champions..."
Así gestionamos al grupo, desde esa tranquilidad de no dejar que se encogiera el brazo y darles a los jugadores la pausa necesaria, alineada también con esa intensidad que debían tener los partidos.
Fue una labor muy bonita. También muy difícil, pero que al final salió bien. Más todavía cuando logramos el ascenso en los últimos segundos del partido contra el Burgos, a falta de una jornada para el final. Un momento que celebramos todos, con el recuerdo de toda la gente que sufrió por la DANA.
El ascenso fue para ellos y ellas.

De cara a lo que viene esta temporada, mi primera vez como primer entrenador en LaLiga, soy muy pragmático. No le pongo eso de “por fin” o “me lo merecía”. Porque sería como que yo mirara por mí. Y yo no miro por mí, sino por mi equipo.
Sí sé que voy a ponerle al trabajo de entrenador toda mi experiencia. La que he tenido a nivel personal, la del 11-M y la de la DANA. Más la futbolística: el Mundial con Fernando Hierro, los 18 partidos con Julen Lopetegui en la Champions, mi etapa con Luis Milla, la tercera división, el play-off de ascenso a segunda con el Burgos, la salvación con el Cartagena, el ascenso con el Levante...
Tengo muchas ganas arrancar esta nueva aventura, que siento que llega en mi mejor momento. Me siento muy maduro, muy seguro de lo que hago y con una ilusión y unas ganas tremendas. Me apetece mucho por mi cuerpo técnico, por la gente, por mi equipo y, sobre todo, por la institución. Porque el Levante se merece permanecer en LaLiga.
Vamos a pelear con todo por conseguirlo.

Julián Calero