Esteban Solari
Godoy Cruz, 2025-Presente
Tengo recuerdos maravillosos de mi infancia. Vivíamos del fútbol y sabíamos que todo dependía de cómo le iba a mi padre, Eduardo Solari.
El resultado del fin de semana condicionaba la semana siguiente en la familia. Así que desde chicos entendimos la importancia del fin de semana para un futbolista.
Mi padre siempre intentó mantener a la familia unida y nos llevaba a casi todos sus destinos profesionales. Y nos tocó viajar para muchos lugares: Colombia, México y España.
Mi padre comenzó su carrera en el Rosario Central, de Argentina. Era mediocampista y formó parte del equipo que ganó el primer título de la historia del club, el Campeonato Nacional de 1971, y poco después el bicampeonato en 1973.

Llegó a defender a la selección argentina en los años 70, entonces dirigida por César Luis Menotti. Después tuvo mucho éxito en el Junior de Barranquilla, en Colombia, antes de regresar a Argentina y jugar en el Gimnasia y Esgrima de La Plata, Argentinos Juniors —donde fue compañero de Diego Maradona—, Atlético Tucumán y terminó su carrera en el Renato Cesarini, club que fundó junto a mi tío Jorge en 1981.
Sin embargo, mis recuerdos más vivos son de cuando mi padre ya era entrenador. Me recuerdo de ir a la cancha con él, sentarme en la grada y sentir desde ahí esa adrenalina del partido. También el aliento de la gente hacia mi padre. A veces bueno. Sin embargo, en otras, no tanto.
"Mi padre siempre intentó mantener a la familia unida y nos llevaba a casi todos sus destinos profesionales"
Estar tan cerca del fútbol nos permitió aprender muchísimo desde temprano, cosas que hoy entiendo com mucha más claridad. Aquellos años nos forjaron a mí y a mis hermanos —Santiago, Martín, David y Liz—, nos moldearon la personalidad y también la sensibilidad emocional.
Ahora, como entrenador, me tocó vivir algo similar a lo que vivió mi padre: tuve que ir a trabajar fuera de Argentina. El destino fue Malasia. El día que nos fuimos allí, mis hijos sufrieron mucho. Al verlos, recordé mis propios momentos difíciles de niño.

“Chicos, esta experiencia les va a fortalecer”, les decía para tratar de calmarlos. aunque en el fondo no quería que pasaran por lo mismo que pasé yo de niño. Porque uno, para protegerse, empieza a endurecerse y a perder sensibilidad. Y es valioso conservar la sensibilidad en la vida. A mí, personalmente, me forjó una personalidad bastante dura, un carácter fuerte. Soy bastante impermeable a las sensaciones.
Con el tiempo, y especialmente al ver a mis hijos pasar por momentos similares, empecé a valorar más esa sensibilidad. Aún así, todo eso que fue tan complejo, me forjó como jugador y me preparó para ser un entrenador más completo.
"Estar tan cerca del fútbol nos permitió aprender muchísimo desde temprano, cosas que hoy entiendo con mucha más claridad"
Si te hablo de lo primero, de mi etapa de jugador, tuve que perseverar mucho para triunfar. Me costó llegar a primera división. Por eso pasé por muchos equipos de Argentina. Y cada salida podía sentirse como un fracaso. Cuando te cierran las puertas, uno siente que no sirve.
Esa perseverancia, con situaciones bastante difíciles, me trajo satisfacción cuando logré llegar a la LaLiga para jugar en el Almería, y a lugares que nunca imaginé.
Con el tiempo entendí que esos momentos me fortalecieron. Como dije, tuve que pasar por varios clubes en Argentina antes de llegar a Europa.

En 2004, empecé en Europa en el Chioggia, en una categoría baja en Italia, antes de lograr jugar en la primera de Bélgica con el Lierse el año siguiente. Luego fui máximo goleador en las ligas de Chipre y Grecia y, como dije antes, cumplí mi sueño de jugar en la liga española y disputar la Champions League con el Apoel, de Chipre.
Esa etapa como jugador fue clave para mi vida como entrenador. Como decía el psicólogo Carl Rogers: ''Las experiencias son tu máxima autoridad’’. Es decir, las vivencias nos forman y nos dan perspectiva. En definitiva, cuanta más experiencia tienes, más formas tienes de ver el juego y a las personas. Eso genera empatía. Y no te olvides que, como entrenadores, estamos formando personas antes que futbolistas. Si ayudas a crecer a la persona, el jugador también crece.
"Si te hablo de lo primero, de mi etapa de jugador, tuve que perseverar mucho para triunfar"
Por eso siempre busqué mejorar los entornos: crear espacios alegres y competitivos. Lo primero que intento como entrenador es que el juego sea divertido. Eso motiva al jugador y pone la competencia en primer plano. Luego viene la confianza. Porque hay una cosa que no nunca falla: el ojo del observador modifica el experimento. Si el entrenador cree en lo que hace, esa persona florece y crece internamente. Estoy convencido de que, si mejoramos a las personas, mejoramos a los equipos.
Yo tuve muchos entrenadores como jugador, y aprendí de todos. Pero dos me marcaron profundamente: Tuca Ferretti en Pumas, en 2007, y Juanma Lillo en Almería, en 2008.

Tuca me enseñó el valor de la disciplina combinada con cercanía. No hay que elegir entre ser exigente o ser próximo al jugador. Se puede ser ambas cosas. “Estamos todos empujando hacia el mismo lado”, decía.
Con Juanma Lillo empecé a entender mucho más de táctica, sistemas, superioridades, atracción con balón, juego de posición.
Cuando decidí ser entrenador, empecé a aplicar todos los conceptos que aprendí de mis directores técnicos, pero, en especial, de las lecciones de Tuca y Lillo. El primer club fue Rosario Central, con las categorías Sub-17 y Sub-18, en 2017 y 2018. Luego me tocó ser asistente en la Sub-20 y Sub-23 de Argentina. También dirigí la Sub-20 de Argentina.
"Como decía el psicólogo Carl Rogers: ''Las experiencias son tu máxima autoridad’’. Es decir, las vivencias nos forman y nos dan perspectiva"
Fueron cinco años intensos en la Selección, justo cuando comenzó una transformación importante con la llegada del presidente Claudio 'Chiqui' Tapia y Lionel Scaloni en el banco. Argentina venía golpeada y ese cambio reordenó el camino, dándole confianza a gente de la casa.
Tuve la suerte de participar en ese proceso, formando juveniles que hoy son una parte fundamental del equipo mayor: Alexis Mac Allister, Julián Alvarez, Thiago Almada, entre otros. Ahí arriba, Scaloni logró construir un grupo unido, donde todos tiran para el mismo lado.

Creamos un ambiente de trabajo cercano entre cuerpo técnico y jugadores. Ponerse la camiseta de la selección no es fácil, hay miedos y incertidumbres. Nuestro rol era acompañarlos para que pudieran soltarse y mostrar su talento.
Haber aportado un granito de arena en ese proceso es un orgullo inmenso para mí.
En 2023, después de la selección argentina, el siguiente desafío como primer entrenador de un club fue en el Johor de Malasia. Es un de los clubes más importantes de Asia.
"Tuve muchos entrenadores como jugador, y aprendí de todos. Pero dos me marcaron profundamente: Tuca Ferretti en Pumas, en 2007, y Juanma Lillo en Almería, en 2008"
¿Por qué cruzar todo el mapa para trabajar? Bueno, me atrajo la posibilidad de practicar un fútbol ofensivo. Tuvimos un año extraordinario: salimos campeones de todo y fuimos el equipo más goleador de la historia del club, con más de 100 goles en la temporada. Esa experiencia consolidó mi identidad como entrenador.
Cuando uno se convierte en entrenador, con el paso del tiempo entiende que no se trata solo de tácticas y sistemas. También hay que saber liderar personas y gestionar tu propia carrera. Siempre supe que, como entrenador, quería hacer el camino largo. Es decir, ir forjando con seguridades mi identidad. Cada paso es fundamental.

Así llegó la propuesta del grupo Pachuca para dirigir el Everton, en Chile, en 2024. Fue una oportunidad tentadora. Clasificamos a la Copa Sudamericana y fue una gran alegría volver al fútbol sudamericano.
Esa experiencia reavivó en mí el deseo de volver a casa, de dirigir en Argentina. Y, en 2025, fue Godoy Cruz el que me permitió cumplir este sueño.
Godoy Cruz tiene muchos juveniles, un buen centro de entrenamiento y un enfoque que respeta los procesos. Nosotros, los entrenadores, trabajamos sobre procesos y cuando empiezas a ver sus frutos, hay que tener la sensibilidad para reconocer que algo bueno se está gestando.
"El entorno de mi familia siempre ha sido el fútbol. Sinceramente, creo que no sabemos hacer muchas cosas, pero sí sabemos algo de fútbol"
Estamos transmitiendo nuestra identidad, y las personas que tocamos comienzan a florecer. Ese, creo, es el mayor logro que puede tener un entrenador.

Estoy convencido de que la mayor fuerza de cambio en el mundo son los entornos. Y el que me tocó a mí —como hijo de un jugador y entrenador, viajando por el mundo— me hizo quien soy hoy.
El entorno de mi familia siempre ha sido el fútbol. Sinceramente, creo que no sabemos hacer muchas cosas, pero sí sabemos algo de fútbol.
A veces suena mi teléfono y es uno de mis hermanos. No me dice: “Hola, ¿cómo estás?”. Va directo: “Fíjate que defendiste mal esa pelota lateral”.
Para nosotros, el fútbol es el idioma cotidiano. Porque lo disfrutamos, lo vivimos, y sentimos con pasión.

Esteban Solari