jorge vilda
Selección femenina de España, 2015-Presente
Sexta en el ranking FIFA antes del inicio de la Copa Mundial Femenina, la selección española salió de la cita mundialista coronada como brillante campeona después de un torneo en el que fue de menos a más. También superando momentos complicados, como fue la contundente derrota por 4-0 ante Japón en el último partido de la fase de grupos.
Después de ese duro traspié ante Japón que la relegó a la segunda plaza de su grupo y que, sobre todo, despertó dudas, España se recompuso de la mejor manera posible. Superó ronda a ronda a rivales de la dificultad de Suiza (5-1), Países Bajos (2-1), Suecia (2-1) o Inglaterra (1-0). En definitiva, una brillante actuación de las jugadoras y de Jorge Vilda, técnico que movió al equipo con cambios y soluciones a lo largo de todo el campeonato, sobre todo con gran incidencia desde los octavos de final.
En The Coaches’ Voice hemos pedido a nuestros expertos que analicen las principales claves tácticas que llevaron al equipo español a ganar su primera Copa Mundial.
Encontrar a la jugadora libre
La selección española, como acostumbra en su juego, priorizó la salida de balón desde atrás. Pero esta vez haciéndolo en un escenario como el Mundial y ante selecciones de máxima exigencia en la presión alta.
Para ello, las primeras combinaciones desde la salida estuvieron orientadas principalmente hacia el carril izquierdo, con el objetivo de encontrar libre de marca a Aitana Bonmatí. La jugadora del Barcelona fue la pieza principal para pasar a campo rival de manera segura con balón. Alternaba cambios de ritmos en conducción y pases diagonales sobre cualquiera de las laterales.
Para fortalecer ese juego desde atrás, Vilda cambió de portera en los octavos de final. Hizo entrar a Cata Coll, una arquera que muestra un mayor dominio del juego con los pies que su compañera Misa Rodríguez. Con Coll en el equipo, España pasó a priorizar la salida por el costado de la central izquierda Laila Codina, quien, una vez ya con el balón controlado, fue la encargada de conducir hasta dividir a la delantera rival que saltaba a la presión. Por su parte, la lateral izquierda, Olga Carmona, no ganaba altura para facilitar una posible línea de pase exterior que atrajera a la extrema rival.
Una vez en campo rival, la extrema izquierda, Mariona Caldentey, apareció partiendo desde su zona hacia el espacio libre generado por las centrocampistas Teresa Abelleira o Jennifer Hermoso. Jugadoras ambas que previamente habían arrastrado a sus marcas para despejar el espacio sobre la espalda de las dos puntas rivales.
Bajo esa disposición con balón, España logró fragmentar el dispositivo defensivo de las rivales, obligándolas también a bascular sobre el lado más cercano al balón. De esta forma, Bonmatí quedaba libre sobre el carril interior derecho para recibir sin marca, si la extrema rival no cerraba lo suficiente (abajo). Ante selecciones en las que la extrema rival sí lograba cerrar a Bonmatí, entonces España buscó encontrar como jugadora libre a Irene Paredes.
Sorpresa exterior desde segunda línea
El juego de España también estuvo enfocado para que las laterales (Carmona y Ona Batlle) y las extremas (Alba Redondo, Caldentey y Salma Paralluelo) fueran las encargadas de generar y aprovechar los desajustes rivales sorprendiendo por fuera.
Esa sorpresa por fuera, como todo el juego de España con balón, se dio a paso a paso. En primer lugar, y hasta llegar a zona de finalización, las jugadoras debían controlar el balón primero y después buscar el desajuste de las defensas rivales en su repliegue defensivo y basculaciones.
En una segunda instancia, la ayuda de las extremas o incluso de la delantera en el desmarque de ruptura facilitó la llegada principalmente de Paralluelo o Redondo. Ambas jugadoras buscaron aprovechar los espacios libres de remate a portería.
Como variante al ataque por fuera, la versatilidad de España en su transición ofensiva también fue determinante. Así, cuando el equipo de Vilda se vio sometido a situaciones de repliegue defensivo ante selecciones dominadoras de la posesión, la velocidad de Paralluelo por el flanco izquierdo y tras el robo de balón en campo propio, facilitó el aprovechamiento de los espacios de la línea defensiva rival (abajo).
Dominio de las superioridades ofensivas
La construcción de superioridades numéricas y posicionales en todas las zonas activas del juego durante todos los encuentros facilitó a España tener el control del juego ofensivo a través de la posesión del balón (España realizó un total de 4622 pases en el Mundial, con 4002 de ellos completados).
Para generar esas superioridades, las triangulaciones realizadas se organizaron a través de rombos con jugadoras escalonadas a diferentes alturas, en función de la ubicación de las defensoras rivales. Esto tenía el objetivo de atraer a la mayor cantidad de jugadoras rivales posibles sobre un lado del campo y hacer llegar el balón a la compañera libre al otro lado. Principalmente a la lateral en profundidad, para que esta atacara después el lado débil del rival (abajo).
Abelleira fue la encargada de realizar el desmarque de apoyo necesario para atraer a una de las delanteras rivales sobre la zona cercana al balón. Esto mientras Bonmatí, Caldentey o Hermoso, también con la ayuda de la lateral cercana, aseguraban los pases que atraían a las rivales hasta la futbolista mejor perfilada.
Una vez conseguido ese objetivo de hacer bascular a las rivales a un lado del campo, entonces la jugadora con balón mejor perfilada ejecutaba el cambio de orientación sobre la compañera libre de marca.
Vigilancias ordenadas
España fue capaz de dominar los contraataques directos de los rivales a través de las vigilancias ofensivas realizadas por sus jugadoras que se encontraban por detrás del balón.
En todo momento, la actividad sin balón de la línea defensiva de España y de la pivote Abelleira impidió a las atacantes de las delanteras rivales, previamente descolgadas a zonas intermedias, ganar el primer balón. Esa sociedad también fue clave fijando a las delanteras rivales a una distancia segura de su propia portería. Esto, con las compañeras del mediocampo en disposición de ofrecer una ayuda defensiva, cobertura o permuta sobre la jugadora de España que saltaba a la presión sobre la posible receptora de balón rival.
Además, las jugadoras españolas cercanas a la zona de balón formaron una estructura que cercara a las posibles segundas receptoras rivales. También para pelear por hacerse con el balón dividido en situación de superioridad númerica y posicional (abajo).
En definitiva, un entramado defensivo organizado a la perfección para minimizar los contragolpes directos de las rivales. Especialmente a partir del partido ante Japón, en el que España sí sufrió duramente en estas acciones. A la larga, fue algo que le sirvió para corregir los errores en los siguientes partidos.
Recuperar cerca de la zona de pérdida
España también mostró a lo largo del campeonato una buena reorganización tras pérdida en campo rival. Un aspecto marcado por su modelo de juego, en el que muchas jugadoras se juntan alrededor del balón. Ese modelo de juego, en caso de pérdida de balón, permitió a las jugadoras recuperar el balón lo más cerca posible a la zona de pérdida.
De ese modo, durante todo el campeonato el achique de espacios de España fue inmediato, siempre con las jugadoras muy cerca de las posibles receptoras del equipo contrario. Para el éxito en el achique, previamente las jugadoras españolas en la zona de pérdida cerraban las líneas de pase sobre las posible receptoras rivales, como también otras posibles opciones. Una acción en conjunto del equipo español sin balón que inhabilitó los espacios intermedios para la salida del rival en superioridad numérica y posicional (abajo).
Hermoso (la jugadora del equipo con más presiones defensivas en el campeonato, 157), Bonmatí, Putellas, Caldentey o Redondo fueron las principales encargadas de realizar los achiques tras pérdidas. Abelleira —desde su posición de pivote— reorganizó el dispositivo con las defensoras cercanas para defender hacia adelante, reduciendo todavía más los espacios de las oponentes.
Si el juego con balón de la selección española fue uno de sus puntos más destacados para ir superando barreras —por ejemplo, nunca había pasado de cuartos en un gran torneo— y rivales, igualmente importante fue su trabajo defensivo para termninar convertiéndose en justa campeona.
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