Johan Cruyff
Ajax, 19985-1988; Barcelona, 1988-1996
El Perfil:
Johan Cruyff ha sido una de las personas más influyentes en la historia del fútbol. Aparte de su magnífico pedigrí como futbolista, su obra como entrenador se mantiene viva gracias a su apego por un estilo de juego ofensivo y vistoso. Cruyff apenas dirigió dos equipos, Ajax de Ámsterdam (1985-1988) y FC Barcelona (1988-1996), siendo este último el club en el que encontró la gloria y que quedó en la historia como “El Dream Team”.
Su idea fue la continuación del “Fútbol Total” que practicó en el club neerlandés bajo las órdenes de Rinus Michels, un entrenador que, a su vez, hizo de continuador de los postulados de la inolvidable selección húngara conocida como “Magiares Mágicos”.
Posesión de la pelota, movilidad, intercambio de posiciones y el aprovechamiento de la totalidad del campo de juego fueron las herramientas más destacadas de su carrera como entrenador. Su concepción del fútbol fue perfectamente resumida por él mismo: “El fútbol consiste básicamente en dos cosas. Primero: cuando tienes la pelota, debes ser capaz de pasarla correctamente. Segundo: cuando te pasan la pelota, debes ser capaz de controlarla. Si no la controlas, tampoco puedes pasarla”.
Estilo de juego:
A Cruyff le importaba sobre todo ganar y creía que la única manera de acercarse a la victoria era a través de un estilo de juego ofensivo, siendo protagonista del partido. Su obsesión por la posesión del balón le llevó a desarrollar un modelo basado en triángulos: cada futbolista, independientemente de su ubicación en el campo, debía posicionarse para formar esa figura geométrica. Consideraba que aquello era ideal para mantener la pelota y le ofrecía al poseedor del balón dos opciones de pase. Era lo que él llamaba “la formación diamante”.
El fútbol posicional que pregonaba Cruyff era una innovación de difícil comprensión. Lo que buscaba a través de estos triángulos era que el poseedor de la pelota ganase opciones, tanto de pase como en maniobras de uno contra uno. Esto era posible siempre y cuando los futbolistas tuvieran una desarrollada comprensión del juego que les permitiese decidir en qué momento acercarse al compañero y cuándo no.
Fase ofensiva:
Todo comenzaba en la composición de la defensa. Cruyff eligió una opción poco ortodoxa: un defensor central (Ronald Koeman o Miguel Ángel Nadal) y dos laterales (Albert Ferrer y Sergi Barjuán/Juan Carlos). Estos últimos debían sumarse al ataque constantemente, por lo que la retaguardia quedaba resguardada apenas por el defensor central y por el pivote defensivo (Luis Milla, Pep Guardiola o Alexanko), que no se destacaban por realizar grandes desplazamientos.
El rol que cumplían los laterales era fundamental, ya que esto le permitía a Cruyff ensanchar el campo. Las proyecciones de Ferrer y Sergi normalmente eran las habituales, es decir, recorrían la banda, lo que permitía que los extremos (Hristo Stoichkov y Andoni Goikoechea) cerraran su posición y redujeran distancias con Michael Laudrup. Sin embargo, fue el propio Cruyff quién incidió en que los laterales, cuando se proyectaran en ataque, contemplaran la opción de centralizar su posición, dejando a los extremos bien abiertos. Con el acercamiento de Sergi y Ferrer al centro del campo, Milla o Guardiola encontraban interlocutores que se sumaban a los otros mediocampistas.
Volviendo a Laudrup, el rol del danés fue una de las grandes revoluciones de Cruyff. Su aparición en el esquema del holandés supuso el uso de una figura táctica que parecía olvidada: el “Falso 9”. Luego de probar con delanteros centros tradicionales (Aloísio o Gary Lineker), Cruyff se convenció de que para que su idea de juego alcanzase la perfección era necesario contar con un jugador de características diferentes, de mayor movilidad y capacidad de asociación. Esto no supuso el destierro de la figura de delantero centro, ya que en otras temporadas Cruyff utilizó a Julio Salinas o Romario, futbolistas expertos en el oficio de goleador.
No obstante, la mayor brillantez del ideario del neerlandés se produjo con el falso 9 que interpretó Laudrup y que sirvió de inspiración, unos años más tarde, para que Guardiola diera a Lionel Messi ese papel.
Laudrup era un futbolista con un fabuloso sentido de la posición. Más acostumbrado a pasar la pelota que a convertir goles, poseía virtudes perfectas para el juego de posición que tanto buscaba Cruyff. El rol de atacante falso obligaba a que el danés saliera constantemente de la zona de delantero centro desde la que partía inicialmente para asociarse con los mediocampistas ofensivos (Eusebio, Txiki Begiristain y José Mari Bakero) o con los extremos, provocando confusión en los defensores centrales oponentes que estaban acostumbrados a marcar a un delantero centro tradicional. La dinámica creada por la intervención de aquel falso 9 permitía, además, que los mediocampistas llegaran a posición de remate sin mayor oposición de la defensa rival.
La estrategia diseñada por Cruyff tenía otro objetivo: crear una superioridad numérica en el centro del campo que ayudara a mantener la posesión del balón, al mismo tiempo que aseguraba nuevas variantes para el fútbol de triángulos. Con la aparición centrada de alguno de los extremos o de algún lateral, Cruyff buscaba que su equipo mantuviese líneas de pase muy cercanas, acortando las distancias de relación, algo imprescindible para lograr una rápida circulación del balón.
En situaciones en las que el rival ejercía una presión alta, el portero (Andoni Zubizarreta) podía salir con un pase medio buscando al pivote defensivo o con uno largo hacia alguno de los extremos. Si era Koeman quien tenía el balón, el pase largo cruzado hacia la otra banda era un recurso habitual. El receptor de ese envío podía proponer una situación de uno contra uno o, si así lo prefería, conectar con el mediocampista ofensivo que estaba acercándose en carrera a su posición.
En cambio, cuando se enfrentaba a rivales que se situaban en un bloque bajo, la construcción comenzaba desde el portero. Con la pelota en los pies, Zubizarreta debía elegir entre Koeman o Guardiola/Milla para que estos iniciaran el avance. Los laterales, dependiendo del ritmo de la circulación de la pelota y el movimiento de los extremos, avanzaban por la banda o centralizaban su posición.
Una vez situados en campo rival, la movilidad de los futbolistas se acentuaba. Mientras los que estaban en las zonas cercanas al balón debían encontrar espacios para transformarse en opciones de pase, los lejanos, aquellos que estaban en el lado opuesto a donde se desarrollaba la jugada, estaban obligados a mantener su posición, algo fundamental para conservar la intención de disponer de todo el campo de juego, a lo largo y a lo ancho.
Con la llegada de Romário, el equipo adoptó comportamientos más tradicionales. El brasileño, por su condición de delantero centro, obligaba a sus compañeros a moverse en torno a su figura, lo que modificó sustancialmente el modelo, dotándolo de un jugador letal en el área pero de movimientos más limitados.
Fase defensiva:
Defender atacando. Así se resumía la idea de Cruyff y por ello su inclinación hacia el juego ofensivo era tan acentuada. Salvo por los laterales, el resto de los futbolistas no se caracterizaban por hacer grandes desplazamientos. Esto traía como consecuencia que los contragolpes del rival se tradujesen casi siempre en ocasiones de peligro.
Con el 3-4-3 y en situaciones en las que se replegaba hasta su propia área, el pivote defensivo podía adoptar, según las circunstancias, el rol de segundo defensor central y así reorganizarse en un 4-3-3, con los laterales ocupando su zona natural.
En cambio, cuando jugaba con el 4-3-3, la línea defensiva ya contaba con un segundo defensor central natural (Nadal), por lo que el rol del pivote defensivo se centraba en una zona del campo natural para él.
Los equipos de Cruyff no ejercían una presión tras pérdida, algo que dejaba en situación de riesgo a los defensores, quienes ante transiciones ofensivas del oponente debían recorrer largas distancias. Esta fue una de las razones por las que el Barcelona del holandés recibía muchos goles en contra.
La estrategia defensiva se basaba en el posicionamiento de los futbolistas más que en lances físicos, prueba de ello fue la relevancia que adquirió Guardiola como pivote defensivo. Cruyff creía que la correcta ubicación de sus futbolistas posibilitaría la posesión o la rápida recuperación de la pelota. Alguna vez dijo que “si no pierdes el balón en fase de construcción, es muy difícil que te contraataquen”, una frase que dejaba en claro que por su forma de jugar, los contragolpes constituían la forma más eficaz de hacerle daño a sus equipos.
En el 3-4-3, cuando Guardiola adoptaba el rol de segundo marcador central, el equipo, al recuperar el balón, ganaba un futbolista que en la zona de peligro se juntaba con Koeman para sacar limpiamente el balón y reiniciar la construcción de juego. Sin embargo, esto también presentaba un riesgo, ya que ante cualquier error producto de la presión del rival se transformaría casi inmediatamente en una ocasión de gol.
En cuanto a Zubizarreta, este era un portero tradicional, poco acostumbrado al juego con los pies. Sus dudas en situaciones de presión le impulsaban a lanzar largos pelotazos sin un receptor claro antes que buscar al compañero más cercano. Eran tiempos en los que a los porteros no se les exigía una interpretación más global del juego.
El legado de Cruyff se mantiene vigente y con el tiempo ha adquirido mayor fuerza gracias a entrenadores como Guardiola o Marcelo Bielsa, quienes reconocen que el holandés fue un espíritu innovador que defendió al fútbol-espectáculo por encima de cualquier táctica. En ellos y muchos más está presente la máxima de Cruyff: hacer un gol más que el rival.
Redacción: Héctor García